Traducido para Rebelión por Germán Leyens
[Entregas anteriores de esta serie han enfocado el papel estratégico de la inmundicia orquestada en el «esfuerzo» iraquí de la actual administración Bush. La escenificación de eventos para obtener ventajas políticas es un arte muy antiguo, por lo menos tan antiguo como el imperialismo. Siempre útil, es particularmente adecuado cuando lo que se necesita es fundar un estado en un territorio que, desgraciadamente, ocurre que es la patria de otros. Y si ese territorio contiene recursos naturales irremplazables como agua o petróleo, la necesidad de encontrar un «mito fundador» se hace tanto más grande.
En su cuarta meditación sobre seudo-eventos, Stan Goff lanza una dolorosa mirada a las contradicciones del sionismo, incluyendo los espantosos episodios de la cooperación entre los primeros sionistas y los nazis; las desagradables similitudes entre los nacionalismos racistas sudafricano, estadounidense e israelí, y la brutal estrategia israelí para obtener la hegemonía sobre el agua – JAH]
HAMMOND: Es sólo una demora. Todos los grandes parques temáticos tienen demoras. Cuando abrieron Disneyland en 1956, nada funcionó.
MALCOLM: Sí. Pero John, cuando «Piratas del Caribe se descompone, los piratas no se comen a los turistas.
– Parque Jurásico
Algunos funcionarios de defensa dijeron en privado en entrevistas que el plan establecido para la seguridad después de la caída de Bagdad fue un atroz fracaso. Dijeron que no previó ninguna resistencia de importancia de adeptos de Sadam, menos todavía la mortífera combinación de acérrimos baazistas y terroristas extranjeros que perseguían a diario a los soldados de EE.UU. «En todas las reuniones previas sobre el Irak de posguerra que visité nunca mencionaron nada de esto», dijo un asesor político civil. – Rowan Scarborough,
Washington Times, 28 de agosto de 2003
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14 DE JUNIO DE 2004: 1600 PDT (FTW) – Volviendo a los distintos vientos que se convirtieron en una perfecta tormenta iniciada por las fotos de Abu Ghraib, esta entrega comenzará por discutir ese otro líquido esencial, no el petróleo crudo: el agua.
El imperialismo necesita sus historias, sus seudo-realidades y sus seudo-eventos, pero también necesita su material. Si el sistema mundial industrial-capitalista necesita petróleo como base para su continua acumulación de capital, los seres humanos que habitan y forman parte de este sistema necesitan agua.
Petróleo, agua, alimento. Están ligados más de cerca que el nudo gordiano. Y la presión de su convergencia es mayor donde los recursos son más escasos, o más ardientemente disputados, o las dos cosas: por ejemplo en Tierra Santa.
En lugar de comenzar un examen de Palestina e Israel con un estudio de religión y etnicidad (no olvidemos que un 40% de los palestinos son cristianos), deberíamos comenzar por considerar el agua.
Es difícil no descontar lo que hemos derrochado abusivamente durante tanto tiempo. Pero resulta que, a pesar de las preciadas ilusiones de Occidente, no existe un grifo cósmico del que fluye eternamente agua potable fresca. Ya nos daremos cuenta bastante pronto, porque ya se hace evidente, por molesto que sea, que a medida que la geopolítica y el cambio climático se combinan para hacernos tener aún más sed que nuestras 40.000 millas cuadradas de céspedes suburbanos. (1)
Peter Grimes de la Universidad Johns Hopkins escribe sobre el agua en el globo:
Un problema estrechamente relacionado que ha emergido en los últimos años ha sido una creciente escasez de agua dulce. El aspecto del ciclo acuático global que preocupa en este caso es el caudal de agua. El agua dulce terrestre se renueva por evaporación (y desalinización) de océanos seguida por lluvia sobre la tierra, después de lo cual termina por volver al mar. Durante tiempos geológicos, el agua dulce se ha acumulado en masas glaciales de nieve y en acuíferos subterráneos. [énfasis agregado] (Un inmenso ejemplo de estos últimos es el «Acuífero Oglala» – bautizado por la tribu Sioux – que se extiende del sur de los Dakotas hasta Kansas y Colorado.) La demanda de agua dulce tanto para irrigación (actualmente un 70% de la demanda global) y la urbanización ha llegado a exceder el caudal suministrado por la lluvia, sobre todo en áreas que tienden a la sequía. Como compensación, se han hecho pozos más profundos para acceder a los acuíferos. El Acuífero Oglala ha sido aprovechado para proveer a Las Vegas, Los Ángeles y haciendas del sur de California para aumentar el caudal del río Colorado (que también ha sido tan agotado que durante algunos veranos ya no llega al océano).
En Medio Oriente, el acceso al agua es un obstáculo importante para las conversaciones de paz, y existe racionamiento en la franja de Gaza. [énfasis agregado] En la antigua Unión Soviética, el mar Aral se ha contraído en un 50%, y lo que queda tiene niveles peligrosos de salinidad y de petro-toxinas. A breve plazo, la retirada de las nieves glaciales aumenta el caudal de los ríos en climas más templados, pero es en el mejor de los casos un cuchillo de doble filo. Estamos consumiendo colectivamente nuestro «capital» hídrico, que en última instancia requerirá la restauración del equilibrio a través de una masiva contracción del uso. Esto sólo puede significar agudas contracciones de la producción agrícola y del consumo urbano. En los primeros milenios de agricultura humana, no se comprendió que la continua irrigación llegaría a deponer suficiente sal en la superficie del suelo como para causar la desaparición de la fertilidad. De manera análoga, sólo ahora se está viendo claramente que la continua irrigación mediante el uso de pozos libera arsénico de sus enlaces con el suelo, creando una acumulación gradual de arsénico en el agua de pozo.
El arsénico es una toxina cumulativa para la que no existe una cura conocida. Recientemente, la BBC informó que la British Geological Survey descubrió que el problema se ha propagado tanto en Bangladesh y en partes de India que se estima que entre 30 y 60 millones de personas están siendo envenenadas por su agua de pozo…
Para decirlo simplemente, las actuales tecnologías utilizadas en la producción global de alimentos han llegado a sus máximos históricos de producción por hectárea sólo mediante el suplemento del aporte de energía natural con cantidades cada vez mayores de combustibles fósiles. En la medida en que existen límites del suministro de combustibles fósiles, el inmenso subsidio que proveen deberá reducirse con el tiempo y terminará por desaparecer por completo.
[Es interesante que mencione a los Sioux, ya que la situación de los palestinos tiene fuertes similitudes con la de las naciones indias en EE.UU. (que fueron bautizadas con ese nombre por los europeos no porque Colón haya pensado que se encontraba en India – un popular mito escolar – sino primero – porque estaban marcados para la esclavitud y el genocidio – se les percibió como cercanos a Dios, en español, Dios… in-dios.) Volveremos a esta comparación.]
Para comprender mejor la política del agua, que está evidentemente muy relacionada con la política de la energía fósil y con aspectos militares, me referiré a Peter Gleick del Pacific Institute, que enumera las siguientes formas de «conflictos por agua»:
Control de recursos hídricos (protagonistas estatales y no-estatales): cuando el suministro de agua o el acceso al agua está a la raíz de las tensiones.
Instrumento militar (protagonistas estatales): cuando los recursos hídricos, o los propios sistemas acuáticos, son utilizados por una nación o un estado como un arma durante una acción militar.
Instrumento político (protagonistas estatales y no-estatales): cuando los recursos hídricos, o los propios sistemas acuáticos, son utilizados por una nación, estado, o por un protagonista no-estatal con un objetivo político.
Terrorismo (protagonistas no-estatales): cuando los recursos hídricos, o los sistemas acuáticos, son objetivos o instrumentos de violencia o de coerción por protagonistas no-estatales.
Objetivo militar (protagonistas estatales): cuando los sistemas de recursos hídricos son el objetivo de acciones militares por naciones o estados.
Disputas de desarrollo (protagonistas estatales y no-estatales): cuando los recursos hídricos o los sistemas acuáticos constituyen una importante fuente de polémica y de disputa en el contexto del desarrollo económico y social.
Desde el ataque preventivo de Israel contra Jordania, Siria, Egipto y Líbano en 1967 – un ataque en el que los aviones de combate israelíes también atacaron deliberadamente el USS Liberty, matando a 34 e hiriendo a 172 soldados de EE.UU., para impedir que el navío de inteligencia estadounidense viera lo que estaban haciendo – Israel ha ocupado Cisjordania de Jordania, la franja de Gaza de Egipto, y las alturas de Golán de Siria. Sólo hace poco abandonaron la ocupación de una «zona tapón» en Líbano.
(Israel y sus apólogos estadounidenses siguen pretendiendo que el ataque contra el USS Liberty fue un accidente, pero el «accidente» duró 75 minutos, realizado contra un barco evidentemente estadounidense claramente identificado con una bandera de EE.UU. Los supervivientes del USS Liberty tienen un sitio en la red en: http://www.ussliberty.org/.)
Dieron muchas razones para el ataque [contra los países árabes], la más destacada fue la fábula, apoyada por EE.UU., de que era inminente un ataque contra Israel. Pero lo que nunca oímos es que después de ese ataque y ocupación, Israel se quedó con el control de virtualmente todos los recursos hídricos de las áreas palestinas.
El masivo e incondicional apoyo a Israel de las elites de EE.UU. comenzó realmente con este ataque de 1967, (aunque EE.UU. ya ha apoyado el papel de Israel como bastión militar contra el nacionalismo árabe desde los años 50), gracias al deleite de EE.UU. por la destrucción de la Fuerza Aérea de Egipto por parte de Israel. Nasser era el jefe de estado de Egipto y sigue siendo considerado como padre del nacionalismo árabe. Ésta fue la acción definitiva que unió a Israel y a EE.UU. en una alianza táctica que sirvió los objetivos expansionistas de Israel y el interés de EE.UU. por limitar la independencia regional. La ayuda al encubrimiento del episodio del USS Liberty fue la primera de una serie ininterrumpida de acciones emprendidas por EE.UU. para asegurar la impunidad de su nuevo sucedáneo.
Para Israel, el problema del agua constituía la clave para el problema de la tierra. Y la expansión ha sido siempre su objetivo. Las cabeceras del Río Jordán están en Israel, Líbano y Siria. Aparte del acuífero subterráneo de Cisjordania, el Jordán – que desemboca en el Lago Tiberíades y en el Mar Muerto – constituye la fuente primaria de agua para toda la región.
Israel y EE.UU. pretenden que la ocupación de las anexadas alturas de Golán de Siria es una necesidad militar, pero también es una cabecera vital del Jordán.
Israel irriga el desierto del Négev para la agricultura con tanta agua del lago Tiberíades que muy poca fluye río abajo pasando por los bantustanes palestinos. Desde 1967, Israel ha prohibido el acceso de los palestinos al bajo Jordán, donde los israelíes han colocado asentamientos ilegales.
Un estudio publicado por el Palestinian Media Center señala:
La cantidad promedio de agua dulce (renovable) disponible por año en Israel y en los Territorios Palestinos Ocupados es poco más de 2,4 mil millones de metros cúbicos. Israel destina aproximadamente un 90% de esta cantidad para su propio uso, dejando a la población palestina sólo un poco más de un 10%. Si los recursos hídricos fueran divididos en proporciones iguales per capita, los palestinos recibirían aproximadamente un 45%.
Como resultado de las severas restricciones israelíes de los suministros de agua palestinos, cada uno de los cerca de 3,3 millones de palestinos que viven en los Territorios Palestinos Ocupados recibe un promedio de menos de 100 litros per capita por día para todos los usos. Esto es mucho menos de los 150 litros por día recomendados por la Organización Mundial de la Salud como un mínimo de disponibilidad de agua per capita. El israelí promedio, por otra parte, utiliza 353 litros de agua por día, más de 3,5 veces la cantidad de agua que Israel permite a los palestinos. Los colonos israelíes que viven ilegalmente en los Territorios Palestinos Ocupados usan hasta nueve veces el volumen per capita suministrado a los palestinos. La discriminación israelí viola el derecho humano al agua, que fue recientemente reconocido por Naciones Unidas.
Israel ha sellado y destruido cientos de pozos palestinos desde 1967 y ha permitido que se construyan menos de 20 pozos nuevos para reemplazarlos. Ha habido volúmenes escritos sobre el tema del agua, pero nada de esto parece llegar jamás a la prensa estadounidense, lo que expondré un poco más adelante.
Basta con analizar el mapa que publicamos y salta a la vista que el robo de tierra israelí es también un robo de agua. Las áreas azul-verdes, azul y negras son áreas bajo el control de colonos y militares israelíes. Se puede distinguir rápidamente cómo los palestinos son expulsados hacia tierras más y más elevadas, menos húmedas y menos cultivables, mientras los asentamientos ilegales se apoderan de los mejores sitios.
Existe un precedente para la estrategia de robo de tierras que se implementa actualmente en Palestina: la expropiación sistemática de tierras indias en EE.UU. A través de una combinación de engaños, masacres, guerra de baja intensidad, despoblación y finalmente la colocación de una red de bases militares estratégicas desde las cuales impulsaron la adquisición de tierras indias, las Primeras Naciones de Norteamérica fueron empujadas hacia enclaves más y más pequeños que ahora son representados por un puñado de reservas aisladas cuyas leyes están sometidas a la ley estadounidense.
En 1895, el jefe indio cree Payepot dijo: «Para llegar a ser los únicos amos de nuestra tierra nos relegaron a pequeñas reservas del tamaño de mi mano y nos hicieron largas promesas, tan largas como mi brazo; pero el año después las promesas fueron más cortas y con cada año se hicieron más cortas hasta que ahora son del largo de mi dedo y sólo cumplen la mitad de eso». Los palestinos reconocerían lo que sucedió.
En 1923, Vladimir Jabotinsky escribió El Muro de Hierro, un ensayo que presentó una comparación directa de la expropiación de los árabes con la expropiación de los indios de Norteamérica.
No cabe discusión alguna sobre una reconciliación voluntaria entre nosotros y los árabes, no ahora ni tampoco en el futuro previsible. Toda la gente de buena voluntad, con la excepción de los ciegos de nacimiento, comprendieron hace tiempo la imposibilidad total de llegar a un acuerdo voluntario con los árabes de Palestina para la transformación de Palestina de un país árabe en un país con una mayoría judía. Cada uno de ustedes tiene una idea general de la historia de la colonización. Traten de encontrar aunque sea un solo ejemplo en el que la colonización de un país ha tenido lugar con el acuerdo de la población nativa. Un tal evento jamás ha tenido lugar.
Los nativos siempre lucharán obstinadamente contra los colonizadores – igual si son cultos o incultos. Los compañeros de armas de [Hernán] Cortés o [Francisco] Pizarro se comportaron como forajidos. Los pieles rojas combatieron con un fervor intransigente contra colonizadores malos y benévolos. Los nativos combatieron porque todo tipo de colonización en cualquier sitio en todo momento es inadmisible para todo pueblo nativo.
Todo pueblo nativo ve a su país como su patria nacional, de la que será amo por parte entera. Jamás permitirá voluntariamente un nuevo amo. Lo mismo sucede con los árabes. La gente nuestra que quiere llegar a compromisos trata de convencernos de que los árabes son como imbéciles que pueden ser engañados con formulaciones ocultas de nuestros objetivos básicos. Me niego rotundamente a aceptar esa visión de los árabes palestinos.
Tienen exactamente la misma sicología que nosotros. Ven a Palestina con el mismo amor instintivo y auténtico fervor que cualquier azteca sintió hacia su México o cualquier sioux hacia su pradera. Todo pueblo luchará contra los colonizadores hasta que se haya extinguido la última chispa de esperanza de que se pueda evitar los peligros de la conquista y la colonización. Los palestinos lucharán de esa manera hasta que apenas quede una chispa de esperanza.
No importa qué tipo de palabras utilicemos para explicar nuestra colonización. La colonización tiene su propio significado integral e ineludible comprendido por cada judío y cada árabe. La colonización tiene sólo un objetivo. Es la naturaleza de las cosas. Cambiar esa naturaleza es imposible. Fue necesario realizar la colonización contra la voluntad de los árabes palestinos y la misma condición existe actualmente.
Incluso un acuerdo con no-palestinos representa el mismo tipo de fantasía. Para que los nacionalistas árabes de Bagdad, La Meca y Damasco acepten el pago de un precio tan serio, tendrían que negarse a mantener el carácter árabe de Palestina.
No podemos dar compensación alguna por Palestina, ni a los palestinos ni a otros árabes. Por ello, un acuerdo voluntario es inconcebible. Toda colonización, incluso la más restringida, debe continuar en desafío de la voluntad de la población nativa. Por ello, puede continuar y desarrollarse sólo bajo el escudo de la fuerza, que incluye un Muro de Hierro a través del cual la población local jamás podrá irrumpir. Es nuestra política árabe. Formularla de cualquier otro modo sería hipocresía.
Ahora están construyendo un muro real que captura aún más tierra palestina. A pesar de la objeción de Estados Unidos el muro acaba de ser condenado por una sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) el 9 de julio de 2004. (2) Pero en el futuro previsible, la imposición de esa sentencia seguirá siendo… elusiva. Como un unicornio.
La analogía más reciente se encuentra en Sudáfrica del Apartheid, un aliado clave de Israel, donde los sudafricanos negros fueron empujados hacia escuálidas reservas llamadas bantustanes y sometidos a «leyes de pases», muy similar a lo que sucede con los palestinos actualmente. No puede sorprender a nadie que Chaim Weizmann, presidente de la Organización Sionista Mundial que engatusó al Mandato Británico para que les otorgara Palestina, fue un buen amigo del despiadado arquitecto del Apartheid sudafricano, el general Jan Smuts.
Pero pocas veces escuchamos hablar de este robo, o del otro del agua. La prensa de EE.UU. ha sido tan exhaustivamente intimidada por los perros de presa y los publicistas sionistas, que acosan a todo crítico de Israel de ser antisemita, que han desarrollado normas periodísticas respecto a Palestina-Israel que apoyan por entero la posición sionista.
El libro de Robin C. Miller «The Media’s Middle East Rules of Engagement» [Las reglas de combate de los medios para el Medio Oriente] es un buen manual sobre cómo funcionan esas normas, al enunciar diez «reglas» que son seguidas escrupulosamente y al dar ejemplos de cada una. Se encuentra en: http://www.robincmiller.com/pales8.htm.
Esas normas son:
Regla 1: Vea el Medio Oriente a través de ojos israelíes.
Regla 2: Trate las declaraciones gubernamentales de EE.UU. como si fueran
noticias.
Regla 3: Ignore el contexto histórico.
Regla 4: Evite los problemas legales y morales fundamentales posados por la
ocupación israelí.
Regla 5: Elimine o minimice las noticias desfavorables a los israelíes.
Regla 6: Si es necesario enmarañe las cosas.
Regla 7: Dé crédito a todas las afirmaciones israelíes, aunque no tengan
fundamento.
Regla 8: Ponga en duda todas las afirmaciones palestinas, no importa cuán
obvias sean.
Regla 9: Condene sólo la violencia palestina.
Regla 10: Menosprecie el consenso internacional que apoya los derechos
palestinos
Existe una undécima regla que planea sobre todas las demás. Equipare el antisionismo con el antisemitismo. Así todos se callan. Por eso es tan críticamente importante que esta Undécima Regla sea desafiada fuerte, clara y frecuentemente. El antisionismo NO ES antisemitismo. El sionismo no es judaísmo. No todos los judíos son sionistas y no todos los sionistas son judíos. Además, el sionismo NO fue una reacción ante el Holocausto, y en realidad es un siglo más antiguo: comenzó con el establecimiento de Hovevei Zion de Europa oriental en Palestina. Incluso esos primeros sionistas en Palestina menospreciaban a los nativos y hablaban abiertamente de colonización y expropiación de los árabes. Theodore Herzl, padre del sionismo «político», hubiera aceptado inicialmente cualquier sitio como Estado Judío, pero la presión de las masas de sus adherentes lo forzó a aceptar el «retorno a Israel [Palestina]», la patria – una noción peculiar para los judíos europeos, ya que los judíos ashkenazi de Europa descienden en gran parte de los kazares, conversos de la Cuenca Caspia sin una ascendencia real que conduzca a Palestina. Los colonizadores ashkenazi que ahora gobiernan Israel, en realidad, tratan a los descendientes de los judíos palestinos, los sefardíes, como si constituyeran una clase racial inferior.
Después del I Congreso Sionista en Basilea, Suiza en 1897, Herzl escribió su manifiesto, «Der Judenstaat» (El Estado Judío), en el que utilizó un lenguaje abiertamente racial-colonial para describir el proceso para arrebatar Palestina a sus habitantes, diciendo que ese nuevo estado sería…
«… un bastión de Europa contra Asia, de la civilización contra la barbarie… Nos esforzaremos por alentar la empobrecida población [Herzl no sabía casi nada sobre los palestinos] a que cruce la frontera asegurándole trabajo en los países por los que pase, mientras le negamos trabajo en nuestro propio país. El proceso de expropiación y de desplazamiento debe ser realizado prudente y discretamente. Que los terratenientes nos vendan sus tierras a precios exorbitantes. Nosotros no les vendemos nada.»
Los británicos apoyaron inequívocamente esta posición después de la I Guerra Mundial con la Declaración Balfour de 1917. El propio Balfour dijo en 1919: «En Palestina, ni siquiera proponemos que se consulte a los habitantes del país y las necesidades inmediatas y esperanzas para el futuro [del sionismo] son mucho más importantes que los deseos y prejuicios de los 700.000 árabes que actualmente habitan Palestina».
Una de las prácticas ideológicas más infames del sionismo ha sido su tráfico con el Holocausto para justificar el tratamiento fascista de Israel contra los palestinos. En realidad, destacados sionistas confraternizaron con Mussolini, y veían el Holocausto como un gran impulso para el sionismo.
Jabotinsky fue admirador de Mussolini y declaró su racismo abierta y orgullosamente:
Es imposible que un hombre se asimile a gente cuya sangre es diferente [sic] de la suya. A fin de asimilarse, tiene que cambiar su cuerpo, tiene que convertirse en uno de ellos, en su sangre. No puede haber asimilación. Jamás permitiremos algo como matrimonios mixtos porque la preservación de la integridad nacional es imposible si no es mediante la pureza racial y para eso tenemos que tener este territorio donde nuestro pueblo integrará los habitantes racialmente puros.
Este padre fundador del sionismo podría haber estado citando a Adolph Hitler. Ahora sus vástagos políticos quieren capitalizar el monumental crimen de Hitler para legitimar sus propios crímenes.
La ironía fue que los asentamientos sionistas en Palestina se llenaron gracias al fascismo de tierra y sangre, antisemita, que arrasó Europa e inició la matanza horriblemente sistemática, industrialmente racionalizada, de los judíos europeos, y al cierre de las fronteras occidentales (incluyendo las de EE.UU.) a los que trataban desesperadamente de escapar del genocidio. Los propios sionistas hicieron activamente presión para que las naciones occidentales rechazaran a los que intentaban escapar de los crematorios de Hitler.
En 1938, Ben Gurion ya había comenzado: «Si yo supiera que sería posible salvar a todos los niños de Alemania llevándolos a Inglaterra y sólo a la mitad transportándolos a Eretz Israel, optaría por la segunda alternative».
Aun en 1943, cuando los judíos de Europa estaban siendo exterminados por millones, el Congreso de EE.UU. propuso establecer una comisión para «estudiar» el problema. El rabino Stephen Wise, que fue el principal portavoz estadounidense a favor del sionismo, fue a Washington a testimoniar contra la ley de rescate porque distraería la atención de la colonización de Palestina. (Sheonman, Ralph, «The Hidden History of Zionism»)
Los sionistas cooperaron activamente con los nazis. Es un hecho histórico verificable. No sólo la Federación Sionista de Alemania envió una resolución de apoyo al Partido Nazi en 1933, «el Congreso de la Organización Sionista Mundial derrotó en 1933 una resolución que llamaba a actuar contra Hitler por un voto de 240 contra 43». (Ibíd.)
Apenas menciono la historia de la colaboración sionista con el fascismo en este lugar, porque mi intención no es parafrasear la historia, sino simplemente fijar mi punto de vista sobre la obscenidad de que actualmente los sionistas se apoderen del Holocausto nazi como justificación para el Holocausto palestino que están perpetrando ahora mismo, mientras afirman todo el tiempo que los palestinos y demás árabes quieren reproducir los crímenes de Alemania nazi contra ellos.
Parque Jurásico una vez más: Ian Malcom, precisamente cuando él y dos compañeros se escapan de un tiranosaurio enfurecido que se ha comido a uno de su equipo, pregunta: «¿Piensas que pondrán eso en la tournée?»
¿Hay quién piense que los hagiógrafos actuales de Israel hablarán de colaboración con fascistas?
Los nacionalistas árabes vieron la inmigración patrocinada por los británicos como una cabeza de puente contra sus propias aspiraciones políticas – correctamente, como se ha visto – y comenzaron a apoyar a las milicias palestinas que resistieron contra los asentamientos. No fue una resistencia contra el judaísmo, una religión, sino resistencia contra un ataque contra el nacionalismo árabe anticolonialista, un movimiento político.
Las milicias sionistas fueron primero adiestradas y comandadas por un oficial medio demente, sionista cristiano de Gran Bretaña, llamado Orde Wingate, que elucubraba sus propias teorías militares que, por desgracia, poseían realmente un cierto mérito militar.
David Ben Gurion, que es frecuentemente mencionado como el George Washington de Israel, dejó bien claro desde el comienzo que Israel no tenía ninguna intención de respetar el plan de partición de la ONU que creó a Palestina e Israel como estados vecinos:
Después que lleguemos a ser una fuerza poderosa como resultado de la creación del estado, aboliremos la partición y nos expandiremos a toda Palestina. El estado será sólo una etapa en la realización del sionismo y su tarea es preparar el terreno para nuestra expansión. El estado tendrá que preservar el orden – no predicando sino con ametralladoras, [énfasis agregado].
El sionismo es un movimiento político, y explícitamente colonial; la diferencia es que la intención no fue explotar el trabajo de los nativos, sino expulsarlos por completo. Éste ha sido el objetivo central organizativo del sionismo desde Jabotinsky, y su ideología es racista.
Como todas las ideologías semejantes creadas como instrumentos adjuntos a un propósito colonizador, ha tenido que reconstruir una historia sionista – toda una cosmología histórica que es una especie de seudo-evento.
En esta narrativa mítica racializada, Palestina no tiene palestinos. Los judíos que retornan a su patria encuentran un desierto vacío; mediante su duro trabajo, lo hicieron florecer con olivos y naranjas.
Pero no es verdad. La mayor parte de las granjas fueron expropiadas de los casi 700.000 palestinos que vivían en esas tierras de cultivo al comenzar el siglo. Se logró realizar la despoblación (durante la «guerra por la independencia» exaltada en el libro «Éxodo», inventado casi por completo, de Leon Uris) mediante matanzas con la intención de catalizar un éxodo palestino. Esas masacres han sido ampliamente documentadas con fotografías gráficas en http://www.iap.org/massacres.htm.
Cuando se creó el plan de partición de la ONU había casi un millón de palestinos viviendo en casi 500 ciudades, pueblos y aldeas. Después de la «guerra de independencia», quedaron menos de 100. El resto fue «despoblado» y arrasado.
El general israelí Moshe Dayan dijo a estudiantes israelíes en un momento de notable sinceridad:
Vinimos aquí a un país que estaba poblado de árabes y estamos construyendo aquí un estado hebreo, judío. En lugar de aldeas árabes, establecimos aldeas judías. Ustedes ni siquiera conocen los nombres de esas aldeas y no los culpo, porque esos libros de geografía ya no existen. No sólo los libros, sino las aldeas ya no existen.
Existe un análisis de clase que se hace necesario en este punto para comprender la perenne incapacidad de los palestinos de defenderse.
Fin, Parte 4.