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Las simpatías fílmicas

Fuentes: El Mundo

Ang Lee se ha llevado el León de Oro de la Mostra de Venecia con una película que describe la relación homosexual entre dos vaqueros. Dicen los críticos que la película es muy buena. Y lo será, seguro. Añaden que es también muy valiente. Lo cual tampoco pongo en duda, pero con más reservas. Porque […]

Ang Lee se ha llevado el León de Oro de la Mostra de Venecia con una película que describe la relación homosexual entre dos vaqueros.

Dicen los críticos que la película es muy buena. Y lo será, seguro.

Añaden que es también muy valiente. Lo cual tampoco pongo en duda, pero con más reservas. Porque tengo en cuenta que no es lo mismo inducir al público de una sala de cine a que dirija una mirada tierna hacia la historia filmada de los amores mutuos de dos cowboys que lograr que ese mismo sentimiento de ternura se integre en la vida cotidiana de la sociedad real.

La historia del séptimo arte abunda en películas en las que los espectadores se ven hábilmente arrastrados no ya sólo a tolerar, sino a simpatizar y a sentirse cómplices de comportamientos que rechazarían iracundos fuera del cine.

Los más firmes defensores de la ley y el orden son capaces de aplaudir robos y de celebrar asesinatos siempre que se trate de una película y que los ladrones y los asesinos aparezcan envueltos en el halo de desenfadada simpatía que conviene al caso. Desde Bonnie & Clyde hasta el remake de The Italian Job, el juego de la mentira cinematográfica nunca ha dejado de funcionar.

Lo que vale para las transgresiones a las normas oficiales sobre la propiedad privada o el derecho a la vida se extiende, llegado el caso, a las reglas concernientes a la moral y las buenas costumbres.Todo el mundo se sintió conmovido con las actividades de chapero de John Voigt en Midnight Cobwoy, o con las de puta de lujo de Jane Fonda en Klute, o con los desamores homosexuales de Robert Webber en 10. Den por hecho que la mayoría de quienes participaron de tales empatías cinematográficas sentirían el más vivo rechazo si tuvieran instalado algo así en la casa de enfrente.

La Mostra también ha aplaudido la maestría de George Clooney como guionista y director en Good Night, and Good Luck, película que alaba la negativa de un periodista de televisión a plegarse a la ferocidad represiva del maccarthismo y al diktat de los patronos de su empresa. Formulo una apuesta. Hágase el recuento de cuantos vean esa película en el curso de los próximos 12 meses y no se sientan identificados con la rebeldía de su protagonista.Apuesto a que serán muy pocos. Hágase a continuación el recuento de los que, de entre ellos, han movido alguna vez un dedo para protestar cuando un periodista de verdad, de los de carne y hueso, ha visto cercenada su libertad de crítica. Apuesto a que serán muchísimos menos.

No me rebelo contra el hecho de que el cine sea esencialmente tramposo. Lo que me pregunto es en qué medida el cine trasgresor, irrespetuoso y crítico no sirve para proporcionar las necesarias dosis de buena conciencia a los espectadores que luego, en cuanto salen del cine, se sitúan con uñas y dientes en el bando de enfrente.