Recomiendo:
0

Reseña

Las transformaciones silenciosas de Francois Jullien

Fuentes: Rebelión

Las transformaciones silenciosas.Francois Jullien. ( Traducción de José Miguel Marcén). Barcelona: Edicions Bellaterra. 2010, 101 páginas.

François Jullien es un filósofo francés ( europeo, occidental en el sentido preciso que él apunta), que, con una brillante y sólida formación académica, un buen día decide pasar una larga temporada en China. Allíse dedica básicamente a estudiar la lengua y a partir de aquí trabajar diferentes ideas elaboradas por esta milenaria tradición cultural. Lo original de su proyecto es que China se convierte en un rodeo para volver a la filosofía. Porque lo que Jullien reivindica es la filosofía como apuesta radical, como aventura del espíritu que implica siempre un cuestionamiento de la ideología, de las creencias sociales. El problema es que la filosofía tiende a esclerotizarse y constituirse también en creencia. Desde la tradición filosófica occidental la crítica se convierte en transgresión y ésta se constituye en norma, cayendo en un relativismo en el que aparece el impasse. Aquí es cuando entra la propuesta de Jullien : servirse para fines filosóficos de una tradición y una lengua que no tiene nada que ver con la filosofía. Hay que cruzar las dos tradiciones evitando los peligros del etnocentrismo ( ir al otro desde lo Uno, que somos nosotros) y del exotismo ( dejarnos fascinar por el Otro). El proyecto de Jullien requiere mucha sutilidad, es un trabajo de matices que implica un conocimiento muy profundo de ambas tradiciones. Evita de manera inteligente tanto confundirlas como diluir la perspectiva original, que es la filosófica. Tampoco busca comparar, ya que considera que no hay esquema común que posibilite el universalismo cómodo. También evita un relativismo fácil que sería teóricamente muy poco fecundo.

Hay un debate, por cierto muy interesante, de Jullien con otro sinólogo francés, Jean François Billeter. Éste critica a Jullien por la separación radical que establece entre la sabiduria china y la filosofía europea ( Contre François Jullien, Editions Allia, 2007). El punto de vista de Billeter, magníficamente recogido en Cuatro lecturas sobre Zhunagzi ( Siruela, 2003) busca lo que hay de común y de universal en las reflexiones de este sabio taoísta. Desde estas páginas invito a la doble lectura, no desde la polémica sino desde la complementareidad de dos perspectivas que señalan planteamiento diferentes pero compatibles.

Las transformaciones silenciosas es uno de los últimos textos publicados por Jullien : tiene un gran valor sintético y una gran densidad conceptual. Pero quiero referirme a él trazando un breve recorrido por algunas de sus obras fundamentales, que vale la pena recordar porque este texto viene a ser una especie de conclusión de las anteriores.

La estrategia de Jullien es la de volver a la filosofía desde lo impensado, que es justamente lo pensado en China, como comprobamos en el libro La China da que pensar ( Ed. Anthropos, Barcelona, 2005 ). Pero China no utiliza conceptos ni modelos teóricos : es Grecia quien los inventa en la doble vertiente de la filosofía y las matemáticas. China formula ideas de forma intuitiva y esquemática y sólo utiliza las matemáticas como cálculo sin extraer de ella ningún modelo teórico de razonamiento. En algún momento de la historia del pensamiento chino, de manera puntual, aparece algo parecido al debate que podría originar una argumentación filosófica, pero no cuaja, pasa de largo. China piensa siempre en términos de proceso, de interacción, no lo hace desde la entidad, desde lo que son las cosas y por tanto no desarrolla una ontología propia del ente, de lo que es cada cosa, de la que surgirán conceptos como el de Ser o el de Dios. Por otra parte no vive la experiencia política de la Polis ( la democracia , la libertad reivindicada por los griegos contra los peligros externos, la dicotomía entre hombre libre/esclavo). En toda su tradición intelectual no piensa en términos de formas políticas ni llega a plantearse una forma política diferente de la monarquía. Finalmente no vive la experiencia de la interiorización, la conciencia desgarrada y de falta que es producto de la tradición griega y sobre todo de la irrupción del cristianismo. Son todos estos temas, que son filosóficamente tan familiares, que nos parecen tan evidentes es justamente por lo que no vemos su contingencia.

Tratado de la eficacia ( Siruela, Madrid, 1999) es sin duda uno de sus mejores trabajos. En China , una estrategia que puede ser eficaz en su conjunción con la moral o como puro ejercicio del poder. La primera opción es la que defiende la tradición de los realistas ( con muchos puntos en común con la tradición confucionista, a la que pertenece Mencio, cuyos textos son la base de la reflexión de Jullien sobre moral china) y la segunda que es la de los mal llamados legistas ( porque no defienden el respeto a la ley sino la sumisión a la autoridad del poder). Pero siempre hay en la concepción china de la eficacia ( de la estrategia) una serie de elementos comunes que surgen básicamente de la idea de transformación a partir de una acción indirecta ( wu wei) que produce efectos indirectos. Hay un proceso continuo regulado por una lógica cuya coherencia hay que descubrir, que implica una maduración que hay que respetar. No podemos forzar no controlar, hay que seguir la propensión de las cosas, aprovechar su potencial, facilitando la orientación más favorable. Este planteamiento no se base en ninguna de las dualidades: teoría/ práctica, fines/ medios, modelo/ aplicación, objetivos/ planes. No hay ni decisión, ni elaboración ni elección solo adaptación al curso de las cosas de las que nosotros formamos parte.

Fundar la moral ( Taurus, Madrid, 1997) plantea un interesante paralelismo entre la legitimación de la moral de un clásico chino, Mencio, y la de dos filósofos ilustrados, Rousseau y Kant. La línea de Mencio va, desde la reacción humana de vivir como insoportable el dolor ajeno hasta la virtud de la humanidad ( ren). Desde lo condicionado hasta lo incondicionado, desde lo relativo hasta lo absoluto que lo que hace es actualizar nuestro potencial moral, es decir, nuestra humanidad. Este perfeccionamiento interior es el que conduce a la auténtica felicidad, es lo que nos diferencia de los animales, es lo que nos hace humanos. Contrariamente a lo que plantea Kant que considera que solo es posible la moral desde la afirmación de la libertad, Mencio, al igual que toda la tradición de la forma parte, ni se plantea este concepto. Y también contrariamente a Kant no se trata de seguir el imperativo que marcan los principios morales sino que para el sabio chino que ha desarrollado hasta el final su naturaleza moral. No se trata de seguir ni normas ni principios solo de madurar el talento moral y a partir de aquí actuar espontáneamente, transformando las cosas naturalmente, ejerciendo una influencias invisible. En realidad el bien ( tema de la moral) es una forma de provecho, que es lo que busca la eficacia, sólo que elevado a los otros. Lo que representa el Sabio para China es el estratega que combina la virtud y la eficacia, el que consigue la victoria gracias a la propagación y la atracción. Esto enlaza con otro libro sin desperdicio, Un sabio no tiene ideas ( Siruela, Madrid, 2001).

Volviendo al libro que nos ocupa lo que hace François Jullien es elaborar esta nueva y rica noción, la de la transformación silenciosa. Reivindica, con la sabiduría china, la captación de la vida como un proceso que madura dando unas consecuencias. Esta simple afirmación, tomada en su radicalidad nos lleva a cuestionar planteamientos muy arraigados en nuestra mentalidad occidental. La primera es el nuestra concepcion del tiempo, muy ligada a la conjugación en tiempos pasado-presente-futura de las lenguas occidentales. Esto me remite a otro gran libro de Jullien ( «Del tiempo». Elementos de una filosofía del vivir, Arena Libros, Madrid, 2005), al que vale la pena recurrir para profundizar en la cuestión. El cambio no es lo que se manifiesta cuando hay una ruptura aparente sino que es la consecuencia de una transformación silenciosa a partir de un giro sutil, casi impercentible de la que es resultado. Lo que hay es una emergencia visible de un largo proceso invisible. La misma relación causa/efecto se diluye en este planteameinto, ya que es a todo al proceso al que hay que referirse para entender lo que pasa. Proceso que es por otra parte global y nunca local, que forma parte de la duración y no del acontecimiento. El envejecimiento no es ni decandencia ni degradación sino un elemento más del proceso del vivir. La muerte no es una ruptura sino una consecuencia más de la vida, no hay ni drama cristiano ni tragedia griega, ni tan solo la melancólica heroicidad del romanticismo. Todo pasa naturalmente, como el fruto que madura y finalmente cae.

Lo que importa no es lo extraordinario del acontecimiento nuevo, sino la persistencia de lo ordinario. Es como las estaciones, que se transforman las unas en las otras sin un límite estricto que señale su separación. Pasa mucho y parece que no pase nada, Estamos en la sociedad del acontecimiento en el que siempre esperamos lo novedoso, lo que rompe la rutina. Es el acontecimiento-espectáculo de los mass media, de la moda, del turismo en el que siempre esperamos lo diferente. China desconfia de la Palabra y de la Acción, confia más en el paciente proceso de las cosas que no necesitan ser forzadas ni transformadas en discursos retóricos. No hay dicotomía entre teoría y práctica, sólo los procesos que desarrollan las condiciones favorables o desfavorables que son el peligro y la oportunidad que debemos saber canalizar, de inducir el efecto que queremos.

Hay en este texto unas reflexiones puntuales que pueden sernos políticamente útiles. La primera hace referencia a la cultura y plantea que hay que salir del dilema identidad/diferencia para plantear el diálogo entre culturas ( siempre heterogéneas, como bien señala el propio Jullien) a partir de la distancia que marca la inmersión de una cultura respecto a la otra; pero también desde la fecundidad de lo que nos puede aportar el otro a nuestro punto de vista sin renunciar a él. La segunda es entender la transformación del sistema como algo silencioso, que surge de procesos internos que van avanzando en profundidad más que de rupturas que acaban provocando la reacción contraria.

El camino de Jullien es por supuesto el de los clásicos chinos, desde el arte d ella guerra de Sun Zu hasta Confucio y Mencio, pasando por Lao Zi o Zhunagzi. Pero sobre todo el I Ching ( o Yi King en la transcripción actual), del que hay una magnífico trabajo del propio Jullien en francés : Figures de l’immanence. Pour un lecture philosophique du Yi King ( Bernat Grasset, 1993).

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.