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Reseña de “La Carretera” de Cormac McArthy

Literatura para después del Apocalipsis

Fuentes: Rebelión

Dice Galeano en un texto recién publicado en Rebelión que no es cierto que los libros que más vendan sean los mejores. Y tiene razón. Pero lo contrario no tiene por qué ser cierto. Hay libros que venden mucho y son excelentes. El magnífico, en fondo y forma, «Gomorra» de Roberto Saviano es un buen […]

Dice Galeano en un texto recién publicado en Rebelión que no es cierto que los libros que más vendan sean los mejores. Y tiene razón. Pero lo contrario no tiene por qué ser cierto. Hay libros que venden mucho y son excelentes. El magnífico, en fondo y forma, «Gomorra» de Roberto Saviano es un buen ejemplo. Y también lo es «La Carretera» del escritor norteamericano Cormac McArthy, novela por la que el autor recibió el prestigioso Premio Pulitzer a la mejor obra de ficción en 2007. Premios y reconocimientos de crítica y público que se venían a sumar a los ya recibidos por su anterior «No Country for Old Men» (No Es País para Viejos) y la excelente adaptación cinematográfica de la misma que debemos a los siempre interesantes Hermanos Coen.

Lo confieso, desconocía el trabajo de McArthy. Pero el revuelo armado por «La Carretera», lo atractivo de su planteamiento y, por qué no decirlo, el buen sabor de boca dejado por la mencionada película de los Coen, me decidieron a comprobar si tanta fama era merecida. Y a fe que sí lo es. No sabría decir si es una novela «llamada a ser una de las grandes obras de la literatura universal», como dijo Diego Gándara en su crítica para La Razón. Lo cierto es que ya no soy capaz de esbozar la sonrisa escéptica que me suscitó tal comentario cuando lo leí por primera vez en la contraportada de la edición que poseo.

«La Carretera» nos sitúa ante un futuro apocalíptico, en el que un padre y su hijo recorren los desolados restos del paisaje de los EE.UU. buscando… iba a decir buscando una esperanza de futuro, pero no es verdad. En «La Carretera» se refleja de un modo crudo y visceral el drama de la supervivencia en un mundo desolado, en la pesadilla hobbesiana del todos contra todos post civilizatorio. El fuego lo ha arrasado todo. La vida animal y vegetal se encuentran prácticamente extinguidas. La ceniza cubre el mundo. Bandas de caníbales recorriendo los caminos. El miedo y la desesperación como día a día.

La narración se sale de lo habitual. A saltos, fragmentaria, atropellada en apariencia, los diálogos extraños y apelotonados. Prolija, eso sí, en descripciones que consiguen sumergir al lector en la trama. Descripciones del paisaje, de los estados de ánimo, y por encima de todo, de los extremos más siniestros a los que el ser humano es capaz de llegar. McArthy no escatima esfuerzos por mostrarnos lo más cruel, lo más repulsivo, lo más sucio de nuestra especie.

Con todo, lo más inquietante de «La Carretera» es que no se nos cuentan las razones de la debacle, no hay relato completo de la caída. Ésta se insinúa en fragmentos de recuerdos del protagonista adulto, pero no se reconstruye metódicamente: posiblemente una guerra nuclear, hordas de asesinatos entre los supervivientes, monstruosos cultos que asesinan, desuellan, mutilan y exponen los cadáveres de sus víctimas… El lector se pasa el libro entero tratando de saber qué sucedió sin llegar a averiguarlo por completo. Porque ese no es el tema del libro. Porque el autor da por hecho que el Apocalipsis va a suceder, ya está sucediendo, porque piensa que no tenemos manera de evitarlo. «La Carretera» es un libro sobre la forma en que nos comportaremos, la manera en que veremos el pasado, cómo nos veremos a nosotros mismos una vez haya acontecido el inevitable fin de todas las cosas que conocemos.

Por eso también, y a pesar de toda su negrura, «La Carretera» es un relato más optimista que «No Es País para Viejos». Si en aquel no hay espacio para la esperanza, «La Carretera» retoma la reflexión sobre las ruinas de lo que vendrá. Y observa que el amor de un padre por su hijo, la inocencia de un niño aún no devorado por el pragmatismo aún en las condiciones más adversas, la piedad que surge al contemplar al otro… que pese a que se derrumbe nuestra civilización puede que el ser humano salga adelante, si está a la altura de lo mejor de lo que somos capaces.

Así pues, «La Carretera» es un paso adelante respecto a la literatura utópica y a su fe en el Progreso de los siglos XVI a XIX, a la literatura distópica del siglo XX que ha saboreado el amargo sabor de la cara oculta de la Modernidad, a sus respectivos anversos románticos (con sus nostalgias por un pasado perdido que nunca existió) y postmodernos (en el que el nihilismo autoindulgente reemplaza la voluntad de cambiar el mundo). No más futuro, ni bueno, ni malo, ni destructor, ni inaprensible. Sólo la terrible certeza del fin y quizá la posibilidad de ser redimidos. Yo, que me cuento entre los que creen en la posibilidad de salvar este mundo, prefiero tomármelo como la última advertencia. En cualquier caso, léanla.