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Lo que el nombramiento de Khalilzad como embajador en Bagdad revela sobre los planes de EE..UU. para Irak y para el mundo

Fuentes: Znet

Los recientes nombramientos de neoconservadores de la línea dura: Khalilzad como embajador en Bagdad, de John Bolton (como embajador en la ONU) y de Paul Wolfowitz (para dirigir el Banco Mundial) subrayan la determinación de EE.UU. de seguir adelante con su guerra contra el mundo para agrandar el imperio estadounidense

La historia de Khalilzad – de asesor de Paul Wolfowitz en los años ochenta, a alto funcionario bajo George W. Bush – es la historia del ascenso de un grupo de estrategas imperialistas, con una sórdida historia bañada en sangre, determinada a solidificar, profundizar y extender por todos los medios la dominación global de EE.UU.. Su estrategia global es coherente e impulsa ahora las acciones del régimen de Bush II. La comprensión de esta agenda es fundamental para comprender las verdaderas razones tras la invasión de Irak en 2003 (un dato: no fue el 11 de septiembre ni el «terrorismo») y los acontecimientos que se desarrollan rápidamente en Medio Oriente, incluyendo las amenazas de EE.UU. contra Irán y Siria y las exigencias de «reforma» en Egipto y Arabia Saudí, así como las acciones de EE.UU. en todo el globo.

El nombramiento de Khalilzad (ahora tiene que ser confirmado por el Senado) ilustra tanto la centralidad de Irak en esa agenda, y la determinación de los imperialistas de EE.UU. de seguir adelante con sus planes globales, a pesar de las enormes dificultades en Irak y el potencial de aún mayor agitación en el futuro. Para ellos, lo que está en juego es el sitio en el mundo de su sistema y la supervivencia de éste a largo plazo.

Khalilzad es considerado como protegido de Wolfowitz y del vicepresidente Dick Cheney. Nació en Afganistán, emigró a EE.UU., estudió en la Universidad de Chicago (un hervidero de teoría straussiana). En 1984 comenzó a trabajar en el Departamento de Estado, durante la administración Reagan, bajo el actual Secretario Adjunto de Defensa y tristemente célebre halcón bélico, Wolfowitz. Durante este período, ayudó a organizar el armamento de los combatientes afganos – incluyendo a Osama bin Laden – que combatían contra la Unión Soviética, en aquel entonces principal rival imperialista de EE.UU., que había invadido Afganistán en 1979. Como resultado de la invasión soviética y de la subsiguiente guerra alimentada por EE.UU., murió más de un millón de afganos, un tercio de la población afgana fue forzada a ir a campos de refugiados, y Afganistán quedó en ruinas.

Visiones de hegemonía global: la Orientación de Planificación de la Defensa de 1992

Después del colapso en 1991 de la Unión Soviética, la administración de Bush padre comenzó a formular una estrategia global para mantener el estatus de EE.UU. como la única superpotencia imperialista del mundo. Fue articulada por primera vez en una «Orientación de Planificación de la Defensa» de 1992 que fue redactada por Khalilzad bajo la dirección de Wolfowitz y del Secretario de Defensa de aquel entonces, Dick Cheney.

La Orientación de la Defensa exhortaba a que EE.UU. asegurara, como informó New York Times: «que no se permitiera que ninguna superpotencia rival emergiera en Europa Occidental, Asia o en la antigua Unión Soviética». La Orientación de la Defensa llamaba esto «la consideración dominante subyacente a la nueva estrategia de defensa regional y requiere que nos esforcemos por evitar que cualquiera potencia hostil domine una región cuyos recursos podrían, bajo un control consolidado, ser suficientes para generar un poder global. Esas regiones incluyen a Europa Occidental, el Este Asiático, el territorio de la antigua Unión Soviética, y el Sudoeste de Asia». El documento de estrategia también ponía un énfasis especial en el Golfo Pérsico. «En Medio Oriente y en el Sudoeste de Asia, nuestro objetivo general es seguir siendo el poder externo predominante en la región y preservar el acceso de EE.UU. y Occidente al petróleo de la región». La Orientación preveía que se alcanzaran esos trascendentales objetivos atacando preventivamente a rivales o estados que quisieran tener armas de destrucción masiva, fortaleciendo el control de EE.UU. sobre el petróleo del Golfo Pérsico, y negándose a permitir que coaliciones o el derecho internacionales inhibiesen la libertad de acción de EE.UU.

El libro de James Mann «Rise of the Vulcans – The History of Bush’s War Cabinet», presenta una idea del tipo de debates que tuvieron lugar dentro de esos círculos de la clase dominante en esa época. Según Mann, Lewis Libby (en aquel entonces otro funcionario del Departamento de Defensa y actualmente principal ayudante del vicepresidente Cheney) consideró que el borrador de informe detallado de Khalilzad no iba bastante lejos. Según Lewis no bastaba con impedir la aparición de rivales; el objetivo debía ser que EE.UU: fuera tan poderoso que nadie llegara a concebir la posibilidad de desafiarlo. (pp. 208-215).

«De la contención al liderazgo global»

Cuando Bill Clinton llegó a la presidencia en 1991, Khalilzad y sus adláteres fueron apartados de sus puestos, pero no dejaron de hacer campaña por una posición global más agresiva de EE.UU. (y por la acción militar contra Irak). Llamados «neoconservadores» o «neocons» trabajaron a través de una multitud de think-tanks derechistas y de destacadas publicaciones como Wall Street Journal y el Weekly Standard financiado por el monopolista mediático Rupert Murdoch. Durante la década, produjeron en masa una serie de comentarios, documentos estratégicos, artículos, y libros – y ayudaron a organizar el esfuerzo por remover a Clinton.

Desde el punto de vista de Cheney, Wolfowitz, Khalilzad, y otros pensadores imperiales, las cosas iban en la dirección equivocada, y Clinton y su equipo dilapidaban la preeminencia estadounidense. Deploraban, como lo describió Bob Avakian, que EE.UU. «no aprovechara realmente la Victoria en la Guerra Fría. ‘No ‘arrollamos’ todo el mundo tal como podríamos haberlo hecho, y deberíamos haberlo hecho'».

En 1995, Khalilzad describió todo esto en detalle en su orientación para la hegemonía global de EE.UU. – «De la contención al liderazgo global». Su libro subrayó que EE.UU. enfrentaba ambas oportunidades – y nuevos peligros – después del colapso soviético y que tenía que actuar decididamente para solidificar y extender su imperio – en todo el mundo.

Entre los nuevos peligros que confrontan los imperialistas de EE.UU., Khalilzad incluyó el potencial de «importantes conflictos regionales, intentos de hegemonía regional, y la proliferación de armas de destrucción masiva», así como «caos y fragmentación dentro de los estados», y posibilidades que van de un «número creciente de pequeñas guerras» a la «reimperialización de Rusia y el expansionismo chino». Khalilzad señaló que «el crecimiento económico que se desarrolla en Asia… producirá importantes cambios en el poder económico relativo – con importantes implicaciones potenciales geopolíticas y militares» y una «competencia económica internacional intensificada». Khalilzad calificó a China de «el candidato más probable» como rival global. «A largo plazo – los próximos veinte años – existe una verdadera posibilidad de esfuerzos de China o Rusia o de una coalición de estados por contrabalancear el poder de Estados Unidos y sus aliados».

Khalilzad se quejó que: «A pesar de los esfuerzos tanto de la administración de Bush [1] como de la de Clinton… no se ha consolidado hasta ahora una gran estrategia y no existe consenso sobre objetivos nacionales de seguridad ambiciosos. Parece que el país sigue tratando de encontrar una orientación en lo estratégico». No había un «concepto unificador» en la visión global de Clinton, escribió Khalilzad, y su estrategia «no enfoca algunos de los problemas difíciles… No suministra un sentido claro de las prioridades».

Khalilzad argumentó que EE.UU. debe concentrarse en impedir que otros logren la «hegemonía sobre regiones críticas», incluyendo el Golfo Pérsico. Concluyó: «Estados Unidos debe decidirse a mantener su posición de liderazgo global y excluir la aparición de otro rival global por un futuro indefinido. Es una oportunidad que la nación jamás volverá a tener».

Atacar Irak – Años antes del 11 de septiembre de 2001 – y trabajar por UNOCAL

Al mismo tiempo que exigían una acción global más agresiva, Khalilzad y otros neoconservadores también solicitaban una acción más enérgica contra Irak. En 1998, por ejemplo el Proyecto por un Nuevo Siglo Estadounidense publicó una carta abierta a Clinton en la que advertía: «La política de ‘contención’ de Sadam Husein se ha ido erosionando permanentemente», y «no podemos seguir dependiendo de nuestros socios en la coalición de la Guerra del Golfo para seguir manteniendo las sanciones». «Estos acontecimientos ponen en peligro a «nuestros amigos y aliados como Israel y los estados árabes moderados, y a una parte importante del suministro de petróleo del mundo». La carta, que presentaba el fantasma de la adquisición iraquí de «armas de destrucción masiva», pero que no mencionaba el «terrorismo», concluía que «la única estrategia aceptable» era «remover a Sadam Husein y a su régimen del poder». «Ése tiene que ser ahora el objetivo de la política exterior de EE.UU.» La carta iba firmada por Khalilzad y otros destacados estrategas derechistas, muchos de los cuales se convirtieron en altos funcionarios en la administración Bush II.

Durante los años noventa, Khalilzad también fue consultor de UNOCAL – una de las mayores compañías petroleras del mundo – cuando UNOCAL trataba de negociar con el gobierno talibán por derechos para construir un oleoducto a través de Afganistán. Durante este período, Khalilzad defendió públicamente al régimen talibán. UNOCAL es tristemente célebre por su apoyo y sus negocios con regímenes brutalmente reaccionarios. Por ejemplo, en 1997, refugiados birmanos demandaron a UNOCAL por abusos de los derechos humanos realizados por militares birmanos contratados por UNOCAL para proteger sus operaciones.

Personaje importante en el régimen Bush II

En cuanto se hizo cargo de su puesto en 2000, George Bush llenó su administración de estrategas favorables a una predominancia global más hegemónica de EE.UU. Khalilzad se convirtió en miembro del personal del Consejo Nacional de Seguridad de Bush como Asesor Especial del presidente para Asuntos del Oriente Próximo, el Sudoeste Asiático y África del Norte. Poco después de la invasión de 2003, fue nombrado emisario ante la oposición iraquí – las fuerzas del exilio pro-EE.UU. (como Ahmad Chalabi) que EE.UU. esperaba colocar en el poder.

En 2003, después de la invasión estadounidense de octubre de 2001, Khalilzad fue nombrado embajador en Afganistán, donde dirigió los esfuerzos de EE.UU. por reforzar su control de ese país de ubicación estratégica – un esfuerzo que describió como el desarrollo de una asociación militar y económica a largo plazo entre los dos países. (Lo que eso significa exactamente fue ilustrado recientemente por el jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas de Estados Unidos general Myers, que reveló que EE.UU. estaba estudiando el establecimiento de bases militares a largo plazo en Afganistán.)

Durante el ejercicio de Khalilzad en Afganistán, la producción de opio y heroína aumentó dramáticamente (en diciembre de 2004, un informe militar secreto de EE.UU. indicó que la producción de opio seguiría aumentando, fortaleciendo el poder de los señores de la guerra), y EE.UU. amañó una elección para mantener a su favorito, Hamid Karzai, en el poder. Uno de los últimos actos de Khalilzad fue su apoyo a que se le diera un puesto en el gobierno al tristemente célebre señor de la guerra Abdul Rashid Dostum. La milicia de Dostum fue responsable por la asfixia de cientos de presuntos partidarios talibán al encerrarlos en contenedores de metal y por la expulsión de pastunes étnicos, muchos de los cuales apoyaron a los talibán, de sus aldeas.

El envío de Khalilzad a Bagdad – a lo que quieren que sea la mayor embajada de EE.UU. en el mundo – subraya la continua preeminencia de la conquista de Irak para los planes globales de EE.UU. Y su nombramiento, junto con los de otros neoconservadores de la línea dura John Bolton (como embajador en la ONU) y de Paul Wolfowitz (para dirigir el Banco Mundial) subrayan la determinación de los gobernantes de seguir adelante con su guerra contra el mundo por un imperio mayor. El pronóstico: más acción agresiva de EE.UU. en todo el mundo – en numerosos frentes diferentes – y un mayor potencial para más sufrimiento masivo y mayor agitación económica, social y política.

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Larry Everest es corresponsal de Revolution (anteriormente Revolutionary Worker) y autor de «Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda» (Common Courage Press 2004) (fuente de gran parte de esta información). Su sitio en la red es www.larryeverest.com

1. Bob Avakian, «The New Situation and the Great Challenges,» Revolutionary Worker, 17 de marzo de 2002

2. Zalmay M. Khalilzad, From Containment to Global Leadership (Santa Monica, CA: RAND, 1995), 7-8

3. Khalilzad, From Containment to Global Leadership, 30, 7

4. Khalilzad, From Containment to Global Leadership, 30, 7

Título original: What Khalilzad’s Nomination Reveals About U.s. Plans For Iraq — And The World

Link: http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=11&ItemID=7593

Traducido por Germán Leyens