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Pornografía bélica

Lo que nos dicen las atroces imágenes

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Existe un sitio en Internet que exhibe fotografías terriblemente atroces tomadas por soldados estadounidenses en Irak. Parece que el propietario del sitio ofrece pornografía a soldados a cambio de sus fotos de la guerra.

Las cámaras digitales e Internet ofrecen ahora una mirada real a la guerra a un público estadounidense que sigue soñando con que sus muchachos y muchachas de caritas tan frescas parten a realizar valerosas proezas en nombre de la democracia.

El Pentágono ha comenzado a preocuparse por el sitio, y tiene razón. Es un desastre de relaciones públicas, especialmente en el mundo árabe donde semejantes imágenes deben dejar heridas profundas. Karen Hughes que mercadea con historias de Escuela Dominical estadounidenses en Medio Oriente difícilmente puede competir con el impacto visceral de algo semejante. No son sólo las imágenes en sí las que provocan disgusto, sino la idea implícita de que estadounidenses toman tales fotografías y las consideran como una moneda legítima para obtener pornografía.

Se citó a un funcionario del Pentágono que dijo algo sobre la gente involucrada en comercio que rompe todo tipo de regulaciones militares. Me impresiona una ética parecida: está bien destripar a personas o quemarlas hasta achicharrarlas, pero es un crimen serio si publicas fotos de tu obra.

Cuando era chico y crecí en el lado sur de Chicago, vi muchas cosas desagradables. Comprendí temprano que hay gente que goza con la destrucción y el horror y al infligir dolor. Del mismo modo, todas las leyendas de monstruos, vampiros y otros tipos de literatura de horror, derivan de siglos de genuinas experiencias humanas.

Parecen constituir una minoría de seres humanos, de otra manera la tendencia de la humanidad a la destrucción valdría más que su impulso de creación, y una forma de entropía humana reduciría a la sociedad al caos. Pero son una minoría considerable, y no hay nada mágico respecto a EE.UU. que impida que produzca una buena parte de ésta. Si creemos que la alimentación, así como la naturaleza, juega un cierto papel en la producción de criaturas tenebrosas, podría ser que la sociedad estadounidense produce más que su parte. Después de todo son todas, por lo menos los casos menos graves, no-letales, los mismos que sienten placer al herir a extraños totales mediante el fraude comercial, los virus informáticos, y una política cruel, características destacadas del paisaje estadounidense.

Hay una tendencia persistente entre los estadounidenses de creer que no puede ser así. La influencia del cristianismo es importante en este caso. Ya que la idea de EE.UU. es a menudo confundida emocionalmente con la idea de una Iglesia laica, completa con sus propios Credo de los Apóstoles y Escrituras Sagradas (Juramento de Lealtad, Declaración de Independencia, etc.) no sorprende que exista una creencia generalizada en la bondad intrínseca de los soldados estadounidenses. Pero esa creencia tiene tan poca base científica como la de la ‘cura’ de homosexuales o de que el ‘creacionismo’ sea un sujeto escolar legítimo – dos cosas que, nótese, son creídas por decenas de millones de estadounidenses. Podríamos agregar también las ideas ensoñadas de la Iglesia Católica de EE.UU. y su negativa obstinada de tomar su responsabilidad por las condiciones de un sacerdocio que alienta innumerables casos de acoso de niños.

Los que gozan con la violencia y la destrucción siempre han formado parte de la sociedad humana, y representan probablemente una veta genética, y en tiempos pasados eran precisamente el tipo de personas que querías ver en los muros defendiendo tu ciudad. El problema es que EE.UU. no se los guarda en casa. Insiste en enviarlos al extranjero a practicar sus artes espantosas con otra gente.

Tengo que reprimir una risa amarga cuando leo cosas en la prensa liberal que llama a los soldados a recordarse de su humanidad. ¿Serán los hijos de los soldados que degollaron a decenas de miles de civiles en incursiones nocturnas durante Vietnam? ¿Hijos de los que coleccionaban orejas humanas? ¿Parientes de oficiales de la CIA que dirigían una red internacional de tortura? Las palabras no sirven de nada para los que realmente poseen humanidad. Del mismo modo, son un derroche de aliento para los que tienen defectos mentales. No se le puede decir a alguien con un desorden mental serio, inclinado a la violencia, que por favor se porte bien.

Tenemos una alternativa en la sociedad. Los que tienen tendencias tan poco civilizadas pueden ser controlados a través de leyes y políticas racionales. EE.UU., con su alta tasa de encarcelamientos, su uso continuo de la pena de muerte, y su interminable fascinación con la redención, reconoce claramente, un cierto modo distorsionado, la importancia de hacerlo en casa. Lo que quiere ver la gente civilizada de todo el mundo es que EE.UU. guarde la compostura más allá de sus fronteras.

¡Qué terriblemente temerario es comenzar guerras como si tal cosa, sin darse cuenta de que soltar a los monstruos humanos de sus celdas es siempre parte de lo que estás haciendo! Si los estadounidenses llegaran algún día a comprender ese hecho tan simple, el mundo será un lugar mejor.

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John Chuckman vive en Canadá.

http://www.counterpunch.org/chuckman10042005.html

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Carlos Martínez
23-08-2005