Son las tres y media de la madrugada, y estoy tumbado sobre la cama, doy una vuelta más, al mismo tiempo que múltiples pensamientos corren simultaneamente por mi mente. Me siento, como si me hubieran inyectado una dosis de Pentotal Sódico, mis pensamientos luchan por salir, en definitiva, no puedo dormir. De entre los muchos […]
Son las tres y media de la madrugada, y estoy tumbado sobre la cama, doy una vuelta más, al mismo tiempo que múltiples pensamientos corren simultaneamente por mi mente. Me siento, como si me hubieran inyectado una dosis de Pentotal Sódico, mis pensamientos luchan por salir, en definitiva, no puedo dormir.
De entre los muchos pensamientos está, como no, el de las patentes de software. ¿Como pueden ser los yankies tan masocas como para haber aprobado tales leyes?.
Recuerdo, una escena de una vieja película del Oeste, cuando un indio ¿Sioux?, ¿Apache?, ¿Arapajoe?, se hace algunas «inocentes» preguntas:
¿Como poder hombre blanco, pretender ser dueño de un árbol?, ¿como poder hombre blanco, pretender ser dueño de lo que siempre ha sido libre, y siempre ha estado ahí?, ¿como poder poner puertas a las montañas y los rios?.
Quizá, las sociedades de las viejas naciones indias, aunque primitivas, no estaban tan degeneradas y corrompidas como la incipiente sociedad capitalista de la época. Quizá, no eran tan salvajes, quizá todavía conservaban algo de buén juicio.
Mientras fluyen esos pensamientos, me levanto, y me pongo en los oidos unos auriculares, doy al «play» de mi Compact Disc Player fabricado en Japón, y suena el tema 1 de un CD de «Iron Maiden».
A estas horas de la noche, el sonido armonioso y al mismo tiempo potente, estruendoso y cañero de Iron Maiden suena a música celestial, y todo ello en estereo, una experiencia alucinante.
Enciendo el ordenador, y aquí me teneis, platicando yo solito, sobre el tema de las patentes de software, si, sobre esas estúpidas patentes que las gigantescas multinacionales norteamericanas, (tan acostumbradas como están a que los políticos de sus pais les digan «Si Buana» a todo), quieren imponernos en Europa. Para ello, hacen uso de sus titeres, sus políticos.
Me levanto de la silla, y doy varias vueltas alrededor de la sala de estar, mientras sigo escuchando Heavy Metal, hasta que aparece en mi cabeza, un simil comparativo.
Las matemáticas, los algoritmos, las fórmulas químicas, las ideas, son como las verdes praderas, como las montañas, como los rios, como el aguila que vuela majestuosamente observandolo todo.
Por que tengan algo muy claro, aun suponiendo que nadie supiera sumar, dos y dos siempre seguirían siendo cuatro. Los algoritmos, «están» ahí, hayan sido descubiertos o no. Y nuestros genes, mucho antes de que nadie supiera secuenciarlos, y las propiedades del Cosmos.
El «hombre blanco», marcó con escuadra y cartabón, extensos territorios, se apropió de rios, montañas, y estensas llanuras, expulsando a los nativos de las tierras en las que siempre cazaron.
Ahora, los indios somos nosotros, hasta ahora el «hombre blanco», ha mantenido su posición dominante en la sociedad teniendo la propiedad privada de los medios de producción, la propiedad de las tierras y sembrados, de las minas, de los astilleros y siderurgicas, etc. etc.
Por primera vez en la historia de la humanidad, (bueno, o quizá no), los ciudadanos de a pie, podemos tener en nuestras manos medios de producción, con un simple ordenador, podemos desarrollar software, podemos componer música, y quizá, hacer efectos especiales para cine amateur, y hasta, podemos hacer enciclopedias, ¿verdad que sí?.
Si hasta, podemos prescindir de ellos en algunos campos. Si alguien se apaña con Linux, o con Wikipedia, ¿para qué necesita Windows o para qué necesita una Espasa?
Con un ordenador, podemos hacer todo tipo de trabajo intelectual, y no sólo eso, si no que además, podemos compartirlo con otras personas en la red. El conocimiento es poder, y poder compartir la información, nos proporciona a todos un gran poder, aunque todavía no nos hayamos dado cuenta.
Ahora, los indios somos nosotros, cabalgamos libremente por las extensas llanuras de la red, cazamos en google sólo lo que necesitamos.
Pero el «hombre blanco», es ambicioso, y quiere tener el control de todo, seguirá avanzando hasta echarnos de las verdes praderas digitales, y para eso, empleará muchas armas, entre ellas, las patentes de software.
Con las patentes de software, evitará que los bravos indios programadores compartan su software, intentaran matar al gran espiritu Linux, y al gran espíritu Open Office.
Hombre blanco intentará acabar con la tribu hacker.
Con las patentes de software, nuestras herramientas, nuestros medios de producción, serán inutiles, por que no podremos emplearlos sin miedo a que nos pongan una denuncia por inflingir tal o cual patente.
Si no les hacemos frente, Nuestros PCs, se veran convertidas en algo parecido a los televisores, donde podremos ver sus bobadas, las 24 horas del día.
El presente escrito se publica con la preeceptiva autorización de Lokutus y para deleite de todos Salud y Fuerza