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Conservación o saqueo

Los archivos de ISIS y una historia de la eliminación del patrimonio de Iraq

Fuentes: MERIP

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

El 4 de abril de 2018, The New York Times publicó una interesante información sobre la vida en el norte de Iraq entre 2014 y 2017 bajo el llamado Estado Islámico (también conocido como ISIS o EI). El artículo titulado «Los archivos de ISIS: cuando los terroristas gobiernan en el Ayuntamiento», fue la culminación de más de un año de trabajo de la corresponsal Rukmini Callimachi y un equipo de periodistas, verificadores de hechos y traductores. [1]

Callimachi recorrió el norte de Iraq asumiendo riesgos personales en busca de documentos abandonados por ISIS. Como los servicios de inteligencia iraquíes ya habían accedido a los principales edificios administrativos de las ciudades más grandes de la región, la periodista dirigió su atención a pueblos pequeños y edificios secundarios. Buscaba documentos abandonados de los registros burocráticos de ISIS: placas de matrículas, certificados de nacimiento, registros policiales, formularios de impuestos o tarjetas de identificación. Su equipo se hizo con un alijo de unos 15.000 documentos a partir de los cuales intentan reconstruir la imagen del funcionamiento de la vida cotidiana bajo un régimen brutal.

Callimachi describía en el artículo cómo compitió con los agentes de inteligencia iraquíes que también buscaban documentos de ISIS. Insinuaba que los funcionarios iraquíes estaban más interesados en examinar los archivos para conocer los nombres de las personas afiliadas al ISIS que para comprender los detalles de cómo administró ISIS su territorio. No se sabe si esos funcionarios publicarán los archivos aprehendidos, incluso puede que los destruyan. Por su parte, el artículo del NYT iba acompañado de un recuadro en el que el periódico prometía que «trabaja para poner los documentos de ISIS a disposición del público, de investigadores, académicos, funcionarios iraquíes y de cualquier otra persona que desee comprender mejor el Estado Islámico».

No obstante, a pesar de esta promesa de transparencia han sido muchos los iraquíes que han respondido a la publicación de «Los archivos del ISIS» con criticismo, frustración y hasta indignación. Sinan Antun, novelista y poeta nacido en Bagdad que ahora es profesor de la Universidad de Nueva York, ha denunciado la decisión de trasladar los archivos del ISIS a Estados Unidos como «un saqueo». En un artículo para Al Jazeera, ha cuestionado que Callimachi, como ha declarado, hubiera recibido autorización de las fuerzas de seguridad iraquíes para sacar los documentos [del país] y le ha exigido que presente una prueba escrita de esa autorización. [2] El historiador de Mosul Omar Muhammad, conocido como Mosul Eye y ahora refugiado en Europa, ha lamentado que «siempre sean otros los que cuentan nuestra historia usando nuestros propios materiales. Siempre…» [3] Y Sara Farhan, estudiante de doctorado en Historia en la Universidad de York, de Toronto, con familia que aún vive en Mosul, ha sido aún más crítica con Callkimachi: «Eres una ladrona y una sinvergüenza». [4]

A Callimachi (y a los miembros de su equipo y a sus defensores) les ha sorprendido la indignación. Le irrita que les equiparen con el equivalente moral de los saqueadores que se benefician de un botín de guerra. Cuando le pregunté qué le parecía la respuesta a su artículo contestó que «si NYT no hubiera conservado esos miles de páginas de documentos nadie debatiría sobre ellos ahora». [5] Lo cierto es que al igual que se desconoce el destino de otros muchos documentos de ISIS aprehendidos por el ejército iraquí, es probable que tampoco estos archivos hubieran podido ponerse a disposición de periodistas, historiadores o archivistas iraquíes si no llega a ser por Callimachi.

Sin embargo, la indignación no sorprende. El expolio de los archivos de ISIS de Iraq es solo el último episodio de una larga historia de apropiación de archivos y objetos iraquíes por parte de europeos y estadounidenses. En lugar de descalificar a los críticos iraquíes tildándolos de exagerados, los interesados en el estudio de Iraq -incluidos periodistas, historiadores y archivistas- deberían tener en cuenta el legado de dos siglos de eliminación del patrimonio iraquí por parte de Occidente.

Y debemos empezar por reconocer que quienes se han llevado objetos iraquíes siempre han justificado sus acciones apelando a la necesidad de preservarlos. En lugar de admitir que eran comerciantes o especuladores se autoconvencían a sí mismos de estar llevando a cabo una misión de salvaguarda de la historia de Iraq para la posteridad cuyo fin era poner los objetos a disposición de los investigadores. Sin embargo, en casi todos los casos las instituciones que han albergado el patrimonio iraquí han acabado por obtener beneficios directos de él. Han atraído fondos, investigadores, elogios y turistas. Mientras tanto, las iniciativas para que los iraquíes puedan acceder a esos materiales, si es que se han tomado, no se han materializado casi nunca.

Muchos críticos de «Los archivos de ISIS», incluido el Comité sobre Libertad Académica de la Asociación de Estudios de Oriente Próximo, se han centrado en la aparente ilegalidad que, de acuerdo con la legislación iraquí y con el derecho internacional -resoluciones de la ONU y convenciones de La Haya-, ha cometido el NYT sacando estos documentos del país. [6] Pero además de los problemas legales, el proyecto de «Los archivos de ISIS» plantea asimismo cuestiones éticas sobre la responsabilidad de los periodistas extranjeros para con las personas sobre las que informan. Para entender el alcance de tales responsabilidades en este caso es esencial una perspectiva histórica.

Los occidentales empezaron a saquear objetos históricos de Iraq en el siglo XIX. En ese momento la arqueología estaba en ascenso como disciplina, y la producción de conocimiento científico se entrelazaba con el proyecto del imperialismo. Además Mesopotamia ocupaba un lugar destacado en cuestiones de inspiración bíblica que formaban parte del patrimonio europeo. Los arqueólogos británicos y franceses que coleccionaban objetos como tabletas cuneiformes y esculturas consideraban que tenían mayor vinculación con ellos que los habitantes locales, en su mayoría musulmanes. Después de todo, los lugareños los habían dejado intactos y, desde su perspectiva europea, su existencia les era indiferente. [7]

La primera institución nacional en el Iraq moderno dedicada a coleccionar y estudiar objetos históricos se estableció en 1922, cuando Iraq era un territorio bajo mandato de la Liga de Naciones sujeto a la administración británica. Se dio a conocer como el Museo de Antigüedades de Bagdad en 1926, y más tarde se le llamó Museo Nacional de Iraq. La fundadora del museo, Gertrude Bell, era una arqueóloga británica convertida en funcionaria colonial que se encargó de decidir qué hallazgos arqueológicos se guardarían en Iraq y cuáles podrían enviarse de vueltaa Europa.

Estas decisiones fueron a veces razonadas -Bell expresó su orgullo por la calidad de los objetos que había decidido mantener en Iraq- pero también pudieron ser arbitrarias. En una carta de 1924, Bell describe cómo ella y los excavadores británicos echaban a suertes con una rupia cómo se repartían objetos excavados en Ur. [8] En otras cartas refiere de manera casual cómo funcionarios del mandato británico amasaban colecciones personales de antigüedades como tabletas, sellos y monedas. [9] A pesar de sus dudosas prácticas con estos objetos, Bell justifica sus acciones expresando dudas sobre la capacidad de los iraquíes para conservarlos. Por ejemplo, al escribir sobre una placa tallada de Ur en buen estado de conservación menciona que aunque había sido valorada en 10.000 libras esterlinas ocultaría esta información a los ministros iraquíes «para que no decidan venderla». [10]

Como administradora del Museo de Antigüedades de Iraq, Bell se enfrentó a otros arqueólogos europeos que maniobraban para quedarse con la mayor cantidad posible de los objetos que hallaban. Uno de esos arqueólogos, Sir Leonard Woolley, escribió una vez que había exagerado el valor de los objetos excavados que había entregado al gobierno iraquí para que Bell y los iraquíes se creyeran que era un chollo permitir que él se quedara con una parte lucrativa, un proceso al que se refería como «el reparto del botín». Woolley, sin embargo, no consideraba que quedarse con algunas de las antigüedades fuese un acto en interés propio; por el contrario, se veía a sí mismo como un altruista que emprendía excavaciones «para que Iraq consiga un buen negocio por nada». [11]

A medida que los iraquíes comenzaron a tomar conciencia de que esos objetos eran parte de su patrimonio, de su historia y de su valor nacional, empezaron a protestar por el traslado de antigüedades de Iraq para su exhibición en instituciones extranjeras. En esos momentos algunos de los descubrimientos arqueológicos más espectaculares de Mesopotamia, como los enormes toros alados que flanqueaban de forma protectora los palacios asirios, se encontraban en lugares tan lejanos como Chicago, Nueva York y París. En 1933 un periódico iraquí protestaba: «Echemos un vistazo a nuestro pequeño museo y comparemos su contenido con los objetos desenterrados en este país que han ido a parar a los museos que nos han enviado misiones de excavación… y descubriremos si es justo o no lo que nos han dejado». [12]

El traslado de antigüedades de Iraq se mantuvo en años posteriores y se aceleró desde la invasión de la coalición de 2003. En un caso reciente particularmente infame, la cadena estadounidense de tiendas de arte y artesanía Hobby Lobby fue obligada a renunciar a miles de tabletas de arcilla y bullas [especie de esfera que contiene en su interior diferentes representaciones icónicas de animales, utilizada como registro en trueques] de Iraq que habían sacado de contrabando a Estados Unidos con etiquetas falsas. La cadena tenía pensado incluirlos en un extravagante museo de temática cristiana que actualmente está construyendo en Washington, DC. [13] En un comunicado emitido después de que la compañía llegara a un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos, Hobby Lobby declaró que su objetivo al adquirir estas antigüedades para el museo era «preservar estos objetos para las generaciones futuras, proporcionar un amplio acceso a académicos y estudiantes para estudiarlos y compartir la colección con el mundo en instituciones públicas y museos». [14]

En las últimas décadas, el expolio del patrimonio de Iraq se ha extendido a archivos en papel que registran la historia más reciente. En 1991 las tropas kurdas se incautaron de un vasto archivo de documentos del Partido Baaz iraquí sobre operaciones en la región predominantemente kurda del noreste de Iraq. Esas tropas entregaron la mayoría de los documentos al ejército de Estados Unidos bajo un acuerdo con el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense y la ONG Human Rights Watch (HRW). El archivo se transportó en avión a Estados Unidos, donde los investigadores de HRW lo utilizaron para redactar informes sobre Al Anfal, la campaña genocida de Sadam Husein contra ciudadanos kurdos en los últimos años de la guerra Irán-Iraq. [15] En 1998 el gobierno estadounidense trasladó los archivos a la Universidad de Colorado, en Boulder. El comunicado de prensa de la universidad sobre la adquisición indicaba que estaba previsto poner en marcha «una iniciativa de gran calado para traducir los materiales y ponerlos a disposición en la World Wide Web para el mayor acceso posible». [16]

Veinte años después el objetivo de hacer esos archivos accesibles a través de internet no se ha cumplido. Se encuentran en la actualidad digitalizados en la Institución Hoover, un think-tankconservador de Stanford, California, donde se les conoce como Conjunto de Datos del Norte de Iraq (NIDS, por sus siglas en inglés). Fueron escaneados en la década de 1990, y son las copias escaneadas (y no los originales) los que pueden consultar los investigadores en los ordenadores de Hoover. Durante mis propios viajes a Hoover en 2013 y 2015 para realizar investigaciones sobre estos archivos, descubrí que las copias escaneadas son en blanco y negro y casi siempre de mala calidad, lo que hace que muchos de los documentos sean ilegibles. Los documentos originales, según una anotación de la biblioteca en la colección, fueron entregados a «los kurdos» -presumiblemente a los partidos gobernantes del Kurdistán iraquí- en 2007. [17]

En Hoover, el NIDS se unió a otra colección mucho más grande de archivos del Baaz. Esos documentos llegaron a Estados Unidos después de la invasión de la coalición de 2003, a través de la intervención de Kanan Makiya, profesor de la Universidad de Brandeis, conocido por ser opositor del Baaz desde hacía mucho tiempo y por cooperar con el Gobierno de George W. Bush en apoyo a la invasión de Iraq. Makiya había creado una pequeña organización sin ánimo de lucro, la Iraq Memory Foundation, con el propósito declarado de registrar y preservar la memoria iraquí de las atrocidades de la era del Baaz. [18] En septiembre de 2003, la Iraq Memory Foundation obtuvo el permiso del Departamento de Defensa de Estados Unidos y de la Autoridad Provisional de la Coalición para hacerse cargo de millones de documentos del Baaz producidos por el Comando Regional del partido. El sitio web de Iraq Memory Foundation, que solo profesa una misión académica y solicita donaciones de los visitantes, no explica en ninguna de sus páginas los vínculos de la Fundación con el Departamento de Defensa. [19]

De conformidad con el acuerdo, el archivo se trasladó a Estados Unidos y fue escaneado. La Iraq Memory Foundation, que carecía de las instalaciones para mantenerlo, entregó los archivos físicos y digitales a la Institución Hoover en 2008. [20] Hoy en día los investigadores pueden ver esos archivos digitales, conocidos como la Colección del Comando Regional de Baaz, en los mismos ordenadores que las copias escaneadas de los NIDS anteriores. Los documentos físicos, sin embargo, no son de acceso público.

El departamento de relaciones públicas de la Universidad de Stanford ha publicitado la colección del Baaz iraquí de Hoover como un «oculto tesoro de conocimiento» que «está contribuyendo a que académicos y representantes gubernamentales comprendan mejor la brutalidad del régimen». [21] Su retórica da a entender que los académicos y los representantes gubernamentales en cuestión son todos estadounidenses o, al menos, viven en Estados Unidos. Lo que no se dice es que los investigadores iraquíes no pueden acceder en absoluto a una fuente importantísima de su propia historia: Stanford se encuentra en el área de la bahía de California, una región extraordinariamente cara incluso para los académicos estadounidenses de clase media que deseen llevar a cabo un proyecto de investigación a largo plazo. Para los iraquíes, estigmatizados como están por las actuales políticas de inmigración de Estados Unidos, parece mucho más impensable, especialmente con los problemas que les ponen para obtener visados de entrada al país.

Otra colección de materiales del Baaz expoliada a Iraq en 2003 que incluye muchas cintas de audio de las reuniones de Sadam Husein con sus adjuntos, se halla actualmente en la Universidad de Defensa Nacional en Fort McNair, en Washington, DC. El Centro de Investigación de Registros de Conflictos de la universidad, cuya misión es «mejorar la seguridad nacional» animando el estudio de registros decomisados durante operaciones de combate, [22] emprendió un ambicioso proyecto de digitalización de documentos y cintas traduciéndolos al inglés, lo que da una idea clara de que estaban destinados a investigadores estadounidenses. Después de que el centro cerrase en 2015 por falta de fondos, los materiales en su haber dejaron de ser accesibles para los académicos de cualquier nacionalidad. Además, el Departamento de Defensa posee un número incalculable de archivos del Baaz que nunca se han puesto a disposición del público en forma alguna. [23]

La Biblioteca y el Archivo Nacional de Iraq, la institución más destacada de estudios de historia moderna de Bagdad, ha exigido repetidamente la custodia de los archivos del Partido Baaz. La solicitud la inició su anterior director, el historiador Saad Eskander, quien, junto con el fallecido director del Museo Nacional de Iraq Donny George Youyana, se enfrentó durante el saqueo generalizado que siguió a la caída de Bagdad en 2003 al fuego cruzado y a las amenazas de muerte para salvar los archivos y objetos iraquíes. Poco después de conocer el traslado de los archivos del Baaz, Eskander apeló primero a la Iraq Memory Foundation y luego a la Embajada de Estados Unidos en Bagdad. Después de que ambos rechazaran su petición, solicitó el apoyo de académicos occidentales preocupados por esta cuestión. Eskander expresó su consternación porque los archivos que contenían material tan delicado, incluida información personal de individuos recopilada a través del aparato de vigilancia del Baaz, estuvieran en manos de una entidad privada en el extranjero y no bajo custodia de los archivistas profesionales iraquíes que podrían catalogarlos «para evitar su robo y su uso indebido». [24] Hoy, diez años después de obtener los documentos, la Institución Hoover sigue sin planificar ni poner fecha a la devolución a Iraq de la colección.

Este es el contexto en el que Rukmini Callimachi se adjudicó los archivos de ISIS y los transportó por avión a Nueva York. No es la única periodista que se ha llevado materiales de Iraq desde la invasión de 2003. Eskander me dijo que muchos periodistas, «tanto árabes como extranjeros», se han «llevado ilícitamente de Iraq importantes registros políticos o culturales que incluyen filmaciones, fotografías, documentos, manuscritos y objetos culturales». [25] Pero es la relevancia de la iniciativa de Callimachi lo que la ha expuesto a una crítica tan inusual.

Si el asunto de «Los archivos de ISIS» responde a un propósito excepcional que no tiene que ver con la historia del expolio del patrimonio iraquí -desde Gertrude Bell hasta Hobby Lobby y Hoover- entonces el NYT tiene que explicar por qué es así y actuar en consecuencia. Hasta el momento, sin embargo, Callimachi, su equipo y sus defensores se han negado a responder a los académicos iraquíes interesados en los archivos. De hecho, la práctica de Callimachi de llevarse documentos de grupos extremistas de allí donde se produjeron viene siendo desde hace mucho tiempo un aspecto clave de su perfil como periodista; ella misma ha declarado con frecuencia que su método de informar comenzó cuando se llevó de Mali miles de documentos de Al Qaeda mientras trabajaba para Associated Press en 2013. [26]

Callimachi ha repetido muchas veces públicamente que el NYT está «buscando socios para crear un archivo digital» de los archivos de ISIS. [27] Sin embargo, de momento no ha respondido a dos consultas separadas sobre si el periódico se ha dirigido a universidades, bibliotecas o archivos iraquíes como posibles socios. [28] Sería lógico que así fuera. Por ejemplo, la Biblioteca Central de Iraq, que forma parte de INLA, tiene un activo programa de digitalización. [29] Saad Eskander, el ex director de INLA, sugirió que no hay ningún problema en que el NYT pueda conservar una copia digital de los archivos para ponerlos a disposición de académicos y periodistas siempre que se devuelvan los originales a Iraq. [30] Pero Aymenn al Tamimi, analista británico de origen iraquí que ha colaborado con Callimachi en el proceso de validación de los archivos de ISIS, ha expresado en conversación con la autora su apoyo al plan de digitalización del NYT. Según él, si el periódico renunciara al control de los archivos podrían acabar, como los archivos del Baaz, en «una institución privada a la que pocos puedan acceder». [31] La trágica ironía de sus palabras, por supuesto, es que los archivos de ISIS están actualmente ubicados en una institución privada cerrada, el NYT, a la que los iraquíes no tienen recurso alguno para poder acceder.

Más preocupante resulta aún que algunos de los defensores del NYT en el asunto de «Los archivos del ISIS» hayan calificado a los iraquíes que han criticado al periódico de desagradecidos por no reconocer la intervención de estadounidenses más sabios, lo que no deja de ser un eco de las opiniones expresadas por Leonard Woolley y Gertrude Bell hace un siglo. Por ejemplo, Kirk H. Sowell, un asesor que publica el boletín informativo Inside Iraqi Politics (en el que colabora al Tamimi), inició un intercambio conmigo en Twitter en respuesta a mi defensa de los iraquíes que habían criticado a NYT. Empezó con un tweet que decía: «Indíqueme un periódico iraquí que haga periodismo de investigación serio y lo leeré con entusiasmo». [32] Desconcertada por este comentario a una declaración sobre la [falta de] ética que implica expoliar archivos para una propiedad privada, pregunté a Sowell: «Hablando claro: ¿opina usted que los iraquíes no deberían denunciar que sus archivos se lleven a Estados Unidos porque aún no tienen los medios para crear un periódico del calibre de NYT? [33] Su respuesta: «Exactamente». (Callimachi dio un «me gusta» a este último tweet)[34]

Los problemas éticos sobre la usurpación por el NYT de os archivos de ISIS, especialmente a la luz de tanta condescendencia y auto-ensalzamiento son evidentes. Pero el procedimiento a seguir no está tan claro. ¿Deberían devolverse los documentos al Estado iraquí en general o a Mosul concretamente? Después de todo, la razón de devolverlos a Iraq es pensar en la gente a la que afectan. La mejor manera de lograr ese objetivo puede ser devolver los archivos al norte de Iraq, no a la capital. El 30 de abril de 2018, el Departamento de Historia de la Universidad de Mosul celebró una conferencia -la primera desde la liberación de la ciudad del ISIS- sobre la ética en la investigación histórica. La elección del tema ilustra hasta qué punto preocupa esta cuestión a la Facultad y a los estudiantes de la universidad. [35]

Por otro lado, es posible que tras la destrucción de ISIS Mosul no disponga de la infraestructura física ni digital para albergar tan vasta documentación. En ese caso, y como argumenta una petición que condena al NYT, ¿deberían entregarse los documentos al Ministerio de Cultura de Iraq y al Director del INLA? [36] o, como ha argumentado el escritor mosulí Arij Aziz, tal vez debería ser la justicia iraquí la que decida quién debe acceder primero a los archivos de modo que los sobrevivientes del ISIS los puedan utilizar como pruebas ante un tribunal. [37] ¿La entrega del archivo a los tribunales iraquíes garantizaría que los supervivientes pudieran acceder a ellos?

Son preguntas que aún no tienen respuesta pero que todos aquellos que se han llevado documentos de Iraq tienen la responsabilidad de hacerse.

También vale la pena considerar si sería suficiente para el NYT escanear los archivos y permitir que los iraquíes los lean en internet (si es que se escanean y si es que los iraquíes interesados tienen el privilegio de acceder a internet de alta velocidad) mientras mantiene la custodia de los documentos originales. Como muchos historiadores y archivistas han reconocido, la digitalización no es suficiente. Las propiedades físicas de los objetos históricos, incluidos papel, archivos y cajas, pueden ser tan importantes para los investigadores como el texto escrito en ellos. Además, como demuestra la baja calidad del escaneo de los archivos de NIDS que Hoover se ha apropiado, el deterioro de los datos y la rápida obsolescencia de los formatos digitales hacen que la posesión de los originales físicos para una futura re-digitalización sea una cuestión de suma importancia. ¿Por qué deberían permanecer los originales en poder de una corporación privada estadounidense sin rendir cuentas a los supervivientes del ISIS?

Finalmente, una preocupación que Saad Eskander planteó con respecto a los archivos del Baaz y que también se aplica a los archivos de ISIS: la existencia de información personal detallada sobre ciudadanos comunes. Resulta sobrecogedor que la versión on line de «Los archivos de ISIS» incluya copias completas escaneadas de documentos con nombres y apellidos de iraquíes comunes e información personal sobre ellos, y al menos en dos casos, de menores. Cuando le pregunté a Callimachi por qué el NYT publicó esos documentos sin editarlos, respondió que la misión de una institución periodística es ser transparente y que editarlos sería una forma de censura. [38] Pero se trata de un caso en el que la ética periodística colisiona con las necesidades de los sobrevivientes de ISIS. Si aceptamos que la misión del NYT exige publicar el contenido completo de los documentos que poseen, ¿tiene sentido que el NYT reclame la custodia de unos archivos que además contienen información personal de personas vulnerables?

Los iraquíes que han criticado públicamente al NYT por publicar «Los archivos de ISIS» coinciden en que los archivos deben ser devueltos a Iraq aunque no están de acuerdo en cuál debe ser la forma correcta de hacerlo. Algunos han reconocido con consternación que a algunos iraquíes puede que no les preocupe la conservación de estos y otros registros. Para ellos, esa falta de interés no mitiga la inmoralidad del expolio occidental de archivos y objetos iraquíes aunque puede explicar por qué algo tan cuestionable ocurre tan rutinariamente. De hecho, el saqueo de Iraq no es un acto cometido solo por occidentales. Hay saqueadores iraquíes que también han quemado o robado el legado de su país y han vendido documentos y antigüedades robados en el mercado negro para lucrarse.

Abbas Kadhim, analista y académico iraquí que reside en Estados Unidos, sostiene que desde 2003 no ha conseguido acceder a los registros del Baaz que quedan en Iraq. O se han destruido, o son inaccesibles o se han utilizado únicamente para chantajear a quienes aparecen en ellos. Asimismo, Kadhim critica que el gobierno iraquí haya ignorado su propuesta de que se financie a estudiantes de doctorado iraquíes para que viajen a la Institución Hoover, donde, dice, se ofreció a supervisar su trabajo. [39]

Balsam Mustafa, doctoranda iraquí en lenguas modernas por la Universidad de Birmingham y que ha escrito extensamente sobre ISIS, cree que la solución a los problemas que Kadhim observa pasa por concienciar sobre la importancia de este tipo de registros . Según indica «los iraquíes tenemos que tomar conciencia de la importancia y el valor de estos y otros documentos de nuestra historia actual y futura. La lucha contra ISIS no es solo militar». Subraya que los archivos deben regresar a Iraq pero que «es necesario que los historiadores y archivistas extranjeros y sus homólogos iraquíes se coordinen para garantizar que los documentos estén en el lugar correcto». [40]

Los dilemas para preservar el fragmentado registro histórico de Iraq no son de fácil solución. Pero está claro que los académicos occidentales, los periodistas y los funcionarios del gobierno deberían primero implicar a sus contrapartes iraquíes en un debate sobre estos archivos y otros aspectos de la herencia iraquí. La frustración de los críticos iraquíes está justificada en una larga historia de agravios. Tras llevarse de Iraq los archivos de ISIS, el NYT se comprometió a la ingente tarea de ponerlos a disposición del público. Ya veremos si cumple o no con las responsabilidades históricas y éticas que conlleva.

Notas

[1] Rukmini Callimachi, «The ISIS Files: When Terrorists Run City Hall», The New York Times, 4 de abril de 2018.

[2] @sinanantoon, Twitter, 11 de abril de 2018; Sinan Antoon, «How the NYT Partook in the Plunder of Iraq» Al Jazeera, 24 de abril de 2018.

[3] @MosulEye, Twitter, 11 de abril de 2018.

[4] @Farhanistan, Twitter, 10 de abril de 2018.

[5] Rukmini Callimachi, comunicación personal con el autor, 12 de abril de 2018.

[6] Committee on Academic Freedom, «Acquisition and Unethical Use of Documents Removed from Iraq by New York Times Journalist Rukmini Callimachi,» Middle East Studies Association, 2 de mayo de 2018.

[7] Magnus Bernhardsson, Reclaiming a Plundered Past: Archaeology and Nation Building in Modern Iraq (Austin: University of Texas Press, 2005), 19-56.

[8] Gertrude Bell, carta a su padre, 6 de marzo de 1924, archivo de Gertrude Bell, Universidad de Newcastle.

[9] Véase, por ejemplo, Gertrude Bell, carta a su padre, 1 de abril de 1925, Gertrude Bell Archive, Newcastle University; Gertrude Bell, carta a su madrastra, 6 de abril de 1926, Gertrude Bell Archive, Newcastle University.

[10] Gertrude Bell, carta a su padre, 6 de marzo de 1924.

[11] Sir Leonard Woolley, citado en H.V.F. Winstone, Woolley of Ur: The Life of Sir Leonard Woolley (London: Secker and Warburg, 1990), 128.

[12] Sawt al-Iraq, 14 de mayo de 1933, traducido y citado en Magnus Bernhardsson, «The Sense of Belonging: The Politics of Archaeology in Modern Iraq,» en Philip L. Kohl, Mara Kozelsky, y Nachman Ben-Yehuda, eds. Selective Remembrances: Archaeology in the Construction, Commemoration, and Consecration of National Pasts (Chicago: University de Chicago Press, 2007), 197.

[13] «Hobby Lobby to Forfeit Smuggled Iraqi Antiquities,» NPR, 5 de julio de 2017.

[14] «Artifact Import Settlement,» Hobby Lobby, 5 de julio de 2017.

[15] Véase, por ejemplo, Human Rights Watch, Genocidio en Iraq: Campaña de Anfal contra los kurdos (Nueva York: Human Rights Watch, 1993).

[16] «CU-Boulder Archives Acquires Iraqi Secret Police Files,» CU Boulder Today, 3 de febrero de 1998.

[17] «Register of the Hiẓb al-Ba’th al-‘Arabī al-Ishtirākī in Iraq [Partido Árabe Socialista de Iraq]. Records,» Online Archive of California.

[18] «Addressing the Future of Iraq,» Iraq Memory Foundation.

[19] «Donations,» Iraq Memory Foundation.

[20] Michelle Caswell, «‘Thank You Very Much, Now Give Them Back’: Cultural Property and the Fight Over the Iraqi Baath Party Records,» The American Archivist 74 (2011): 211-240.

[21] «Ba’ath Party Archives Reveal Brutality of Saddam Hussein’s Rule,» Stanford News, March 29, 2018.

[22] «Mission,» Conflict Records Research Center.

[23] Caswell, «‘Thank You Very Much,'» 214n10.

[24] Saad Eskander, citado en Caswell, «‘Thank You Very Much,'» 215.

[25] Saad Eskander, comunicación personal con el autor, 4 de mayo de 2018.

[26] Véase e.g., Lisa Ryan, «The New York Times’ Rukmini Callimachi on How She Gets Close to ISIS,» The Cut, 26 de abril de 2018.

[27] Véase e.g., @rcallimachi, Twitter, 23 de abril de 2018.

[28] Hice la primera de estas consultas de forma privada. La segunda consulta fue pública en: @abshlimon, Twitter, 4 de mayo de 2018.

[29] Vivian Salama, «Facing Islamic State Threat, Iraq Digitizes National Library,» Associated Press, 4 de agosto de 2015.

[30] Eskander, comunicación personal.

[31] @ajaltamimi, Twitter, 11 de abril de 2018.

[32] @UticaRisk, Twitter, 11 de abril de 2018.

[33] @abshlimon, Twitter, 11 de abril de 2018.

[34] @UticaRisk, Twitter, 11 de abril de 2018.

[35] @MosulEye, Twitter, 29 de 29 de 2018.

[36] «Petition Condemning the Unlawful Appropriation of ISIS Files From Iraq by New York Times Correspondents.»

[37] @AreejNAziz, Twitter, April 11, 2018; @AreejNAziz, Twitter, 12 de abril de 2018.

[38] Callimachi, comunicación personal.

[39] @DrAbbasKadhim, Twitter, 28 de abril de 2018.

[40] Balsam Mustafa, comunicación personal con el autor, 13-14 de abril de 2018.
 

Fuente: https://www.merip.org/mero/mero050818