Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Más de cien personas perdieron la vida como consecuencia de la serie de atentados perpetrados por todo Bagdad el martes 8 de diciembre. Dichos atentados estuvieron a su vez precedidos de otros tantos a lo largo de las anteriores semanas. Uno de esos ataques mató al zar del contraterrorismo del régimen de Bagdad sostenido por EEUU, mientras que en octubre otra racha de atentados contra las oficinas del régimen acabaron con la vida de alrededor de 150 personas. Al igual que la mayoría de los atentados que se han ido produciendo en Iraq durante el presente año, su autoría sigue siendo un misterio aunque el gobierno ha culpado a los baazistas de los ataques de octubre y algunos funcionarios estadounidenses no paran de especular atribuyendo o no algunos de los restantes a su hombre del saco favorito: Al Qaida en Iraq. A diferencia de gran parte de los atentados acaecidos en los momentos álgidos del conflicto en Iraq, gran parte de los últimos ataques se están perpetrando contra agencias gubernamentales fuertemente defendidas.
Si estos atentados fueran obra de la insurgencia iraquí y uno los situara en el marco global del conflicto en Iraq, podrían simbolizar un resurgimiento de la insurgencia. Si uno además tuviera en cuenta la naturaleza de la guerra de guerrillas, estos espectaculares atentados representarían una nueva fase en la guerra de los insurgentes contra el gobierno. La mayoría de los comentaristas occidentales se muestra de acuerdo en que la insurgencia va a incrementar sus ataques en esta etapa previa a las elecciones supuestamente para asustar a los potenciales votantes, pero también para mostrar la debilidad esencial del régimen. Si las anteriores respuestas a la violencia de los insurgentes sirven como indicio de futuras actuaciones, entra dentro de lo posible que se proceda a revocar la reciente relajación de ciertas precauciones de seguridad. En efecto, el Primer Ministro al-Maliki dijo tras los atentados producidos el 19 de agosto de 2009: «Esos ataques representan una reacción a la apertura de las calles y puentes y al levantamiento de barreras dentro de las zonas residenciales… (y) nos exige (al régimen) que volvamos a evaluar nuestros planes y mecanismos de seguridad para confrontar los desafíos terroristas e incrementar la cooperación entre las fuerzas de seguridad y el pueblo iraquí». Es decir, tenga Vd. mucho cuidado si resulta que es sunní o pueden identificarle como alguien que no apoya la ocupación estadounidense ni su régimen clientelista.
Mientras tanto, el Financial Times informó de que el ministro del petróleo del régimen de al Maliki había anunciado que no iba a retrasarse la subasta de los contratos de petróleo fijada para el 11 y 12 de diciembre de 2009. Se ha invitado a los ejecutivos de las compañías petroleras más importantes y no se duda de que asistan. Dado que el edificio donde se va a celebrar la subasta era uno de los atacados el 8 de diciembre, uno puede sentirse razonablemente seguro de que los ataques tenían también algo que ver con todo este proceso que muchos iraquíes valoran de forma correcta como la liquidación de sus recursos naturales y una intrusión más de Washington y otras capitales occidentales en la nación iraquí.
Dos atentados más se produjeron también en Pakistán los días 7 y 9 de diciembre, uno en Lahore y otro en Peshawar. Aunque ningún grupo ha reclamado su autoría, el gobierno y muchas fuentes de los medios se dieron prisa en culpar a los militantes islámicos. Los edificios atacados incluían una comisaría y un banco, aunque muchos de los muertos fueron civiles. La reciente avalancha de atentados de las últimas semanas ha acabado con la vida de más de 400 personas. El gobierno culpa a los militantes a la vez que emprende una guerra contra los paquistaníes que viven en las provincias situadas al noroeste del país, matando a cientos y desplazando a muchos más. Los bombarderos teledirigidos estadounidenses continúan actuando de forma implacable contra esta misma región, asesinando a muchos civiles por cada supuesto terrorista que alcanzan. Todo esto está sucediendo mientras los rumores y las negativas respecto al papel que juegan los mercenarios estadounidenses de Blackwater provocan desconcierto e inestabilidad en todos los medios pakistaníes.
Todo lo cual nos lleva, aunque no claramente, al factor subyacente en todos y cada una de las situaciones anteriormente mencionadas. Ese factor es la presencia de Estados Unidos en la región. Iraq continúa estando bajo la ocupación de 124.000 soldados y de al menos 180.000 mercenarios. Pakistán tiene una cifra incalculable de operativos de inteligencia y efectivos de las Fuerzas Especiales estadounidenses que trabajan de forma independiente y también conjunta con los soldados pakistaníes. En cuanto al actual elemento primordial en la región -Afganistán-, EEUU tiene allí al menos 68.000 soldados actualmente y otros 30.000, o más, en camino. Ni el gobierno clientelista iraquí ni el afgano podrían sobrevivir sin esas fuerzas o los miles de millones de dólares dilapidados para mantener sus regímenes. El gobierno pakistaní debe también gran parte de su inestabilidad a EEUU y así ha ocurrido durante gran parte de su historia. Falta por ver si van a enviarse o no soldados a Pakistán. Pero pueden estar seguros de que esa posibilidad se ha discutido ya en las más altas esferas del régimen estadounidense y que a favor de la misma están bastantes de sus dirigentes, ya sean civiles o militares. Uno se pregunta que es lo que está haciendo que el presidente se contenga de ponerla en marcha. Cualquiera que sea la razón, lo que sí es seguro es que si no surge un clamor popular de protesta contra la actual escalada en Afganistán y una exigencia renovada de retirada total de Iraq y Afganistán, Obama desechará cualquier vacilación sobre dar o no tal paso si los generales le convencen de que es necesario darlo.
Ron Jacobs es autor de «The Way the Wind Blew: a history of the Weather Underground», que se acaba de publicar en Verso. Puede contactarse con él en: [email protected]