Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
En una primera ojeada, Shawbo Ali Rauf parece dormir sobre la hierba, con sus rizos castaños enmarcándole el rostro y su veraniega falda extendida sobre ella. Pero la difícil postura de sus miembros y la sangre que salpica sus ropas revelan el auténtico horror de la escena.
La joven iraquí de 19 años fue asesinada, según su padre, por su propia familia política, que se la llevó hasta una zona de picnic en Dokan y le disparó siete balas. Su crimen fue tener un número desconocido en su teléfono móvil. Su «asesinato por honor» es sólo uno más de la grotesca serie aparecida en Iraq, donde los activistas por los derechos humanos hablan de «genocidio» contra las mujeres en nombre de la religión.
El domingo pasado 27 de abril se informó sobre el caso más reciente: una muchacha de 17 años, Rand Abdel-Qaber, fue apuñalada por su padre hasta morir por haberse encaprichado de un soldado británico destinado en el Sur de Iraq.
Sólo en Basora, la policía reconoce que alrededor de 15 mujeres son asesinadas al mes por romper los códigos islámicos de vestimenta. Los activistas insisten en que esas cifras son muy cautelosas.
La violencia contra las mujeres prolifera y se intensifica cada día que pasa con el poder de las milicias. Decapitaciones, violaciones, palizas, suicidios mediante autoinmolación, mutilación de genitales, tráfico y abuso de niñas de hasta diez años, enmascarándolo como matrimonio, toda una desdichada e intolerable violencia que no deja de aumentar.
Du’a Jalil Aswad, de 17 años, de Nínive, murió lapidada frente a una turba de 2.000 hombres por haberse enamorado de un muchacho que no era de su tribu yasidí. Las imágenes grabadas con móvil de su cuerpo roto transmitidas por Internet sobre ese espantoso acto de violencia sectaria, provocaron la indignación internacional y el llamamiento a poner fin a esos actos. Su padre, Jalil Aswad, ha hablado un año después de su muerte, ocurrida en abril de 2007, y ha revelado que ninguno de los responsables había sido juzgado y que su familia había quedado «marginada» en su propia tribu.
Du’a Jalil Aswad
«Mi hija no hizo nada malo», dijo. «Se enamoró de un musulmán y en eso no hay nada malo. No pude protegerla por todas las amenazas que me llegaron, hasta de mi propio, hermano, de la tribu entera. Insistieron en que nos iban a matar a todos, no sólo a Du’a, si no la ajusticiaban. La mutilaron y se deshicieron de su cuerpo como si fuera basura».
«Quiero que los que cometieron aquel acto sean castigados, pero hasta el momento no ha sido así y siguen en libertad. La muerte por honor es un asesinato. Es un acto de barbarie».
A pesar de la indignación ante esos hechos, los fundamentalistas han bloqueado los recientes llamamientos del Primer Ministro kurdo Narmin Osman a proscribir las muertes por honor. «En estos momentos, el gobierno no considera las muertes por honor como un crimen», dijo Houzan Mahmoud que tiene una fatwa de muerte por haber presentado una petición contra la introducción de la Sharia en el Kurdistán. «Si antes había un dictador persiguiendo al pueblo, ahora casi todo el mundo persigue a las mujeres».
«Todo ha ido a peor en los últimos cinco años. Es difícil describir cuán horrible es, de qué espantosa forma nos han devuelto a épocas oscuras. Se está decapitando a las mujeres por quitarse el velo. Aumenta la autoinmolación porque a las mujeres no les queda otra opción. No hay ningún órgano o institución gubernamental que les proporcione algún tipo de apoyo. Se está utilizando la Sharia para apuntalar las leyes del gobierno negando a las mujeres sus derechos humanos más básicos».
En agosto del pasado año, se encontró el cuerpo de Sara Yaffar Nimat, de 11 años, en Janaqin, Kurdistán, después de haber sido lapidada y quemada hasta morir. Anteriormente, aquel mismo mes, dos hermanos y una hermana fueron secuestrados de su hogar cercano a Kirkuk por pistoleros con uniformes de policía. Los hermanos fueron golpeados hasta morir y la mujer abandonada en muy grave situación después de haberle dicho que debía obedecer las normas del «estado islámico». Hace una semana, una periodista, Begard Husein, fue asesinada en su hogar en Arbil, al norte de Iraq. Su marido, Mohammed Mustafa, la apuñaló porque se había enamorado de otro hombre, según informaciones locales.
La lapidación de la Du’a Aswad llevó al establecimiento de una unidad interna ministerial en el Kurdistán para combatir la violencia contra las mujeres. Se ha informado que el pasado año, en Suleimaniya, una ciudad de un millón de habitantes, hubo 407 delitos con decapitaciones, palizas, muertes por «problemas familiares» y amenazas de asesinatos de honor. No se incluían violaciones porque la mayoría de las mujeres no quieren denunciarlas por temor a las venganzas. Sin embargo, la policía en Kerbala reveló recientemente 25 casos de violación.
La nueva constitución iraquí, según la Sra. Mahmoud, es un compendio de contradicciones y confusiones. Aunque afirma que hombres y mujeres son iguales ante la ley, también decreta que debe observarse la ley de la Sharia, que considera que un hombre vale por dos mujeres. Los días en que las mujeres podían desempeñar sus puestos de trabajo o disfrutar de libertad de movimiento pertenecen al pasado. Los fundamentalistas han enviado demasiados mensajes escalofriantes. En Mosul, hace dos años, ocho mujeres fueron decapitadas en una campaña de terror.
«Es realmente espantoso», dijo la Sra. Mahmoud. «Se han extendido por todas partes las muertes por honor y el asesinato. Miles de mujeres se han convertido en víctimas de asesinatos, violencia y violaciones, todo ello apoyado por leyes, costumbres tribales y normas religiosas. Exigimos a la comunidad internacional, al gobierno, que condene todas esas prácticas de barbarie y corran en ayuda de las mujeres de Iraq».
Enlace con texto original en inglés:
http://www.independent.co.uk/news/world/middle-east/barbaric-honour-killings-become-the-weapon-to-subjugate-women-in-iraq-816649.html