Traducido por Caty R. y Juan Vivanco
Cartel de Carrefour en China; los internautas llaman a boicotearlo
y proponen que los chinos se nieguen a trabajar en empresas francesas.
Sou.com, uno de los grandes portales de Internet chinos, acaba de abrir un sitio dedicado a Francia. A la República Popular no le han gustado ni las invitaciones dirigidas al Dalai Lama ni el hipotético boicot de Nicolas Sarkozy a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos que tendrá lugar en la tarde del próximo 8 de agosto en Pekín.
Independientemente de la simpatía, la antipatía o el juicio que se pueda hacer sobre China, el auténtico problema que suscita la cobertura de los acontecimientos del Tíbet concierne a los medios de comunicación occidentales y a nuestra supuesta libertad de información que en realidad, como dice Chomsky, ya no es el derecho del ciudadano a la información, sino un sistema de propaganda que consagra la «libertad» del mercado de la información, la de los magnates de la prensa que en Francia, a menudo, son vendedores de armas como Dassault o Lagardère, y la de los grandes publicistas como Havas o Publicis, uno de cuyos principales clientes es el ejército estadounidense. La CIA lanza y entrega «llave en mano» las campañas; los «subvencionados» de esta organización están a la vez en las redacciones y en las ONG o son «expertos» que monopolizan el derecho a la palabra. El caso más flagrante es el de «Reporteros sin Fronteras».
Para llegar a esto hace falta mentir sobre los hechos, aislarlos; por ejemplo, nunca se relacionan estos sucesos con la opción conciliadora del voto taiwanés a favor del candidato a la presidencia que predica dicha conciliación; ni tampoco se compara la «represión» en el Tíbet con lo que pasa en Basora, la desvergonzada justificación de Bush de la actuación del gobierno iraquí contra los desórdenes que ningún gobierno debería tolerar y los bombardeos estadounidenses. Por no hablar de la manipulación sistemática del «derecho de Israel a defenderse» masacrando niños.
Hoy resulta que los mismos órganos de prensa que claramente deberían proceder a la autocrítica de su cobertura de los acontecimientos del Tíbet, lo hacen intentando mantener la ficción de una prensa occidental libre enfrentada a una prensa totalitaria que habría desplegado sus grandes órganos mediáticos aprovechando algunos pequeños «patinazos» occidentales. Todo vale, pero no para hacer la autocrítica del enorme trampantojo «de la represión china en el Tíbet», sino para justificar las campañas que vendrán a continuación. Y esto sólo puede ocurrir porque el ciudadano francés está totalmente alienado, porque está convencido de que la prensa china «totalitaria» miente, puesto que es gubernamental, mientras que la suya, en manos del sector privado, dice más o menos la verdad. Sin embargo, en mi primer artículo «La extraña cobertura informativa occidental sobre el Tíbet y China«, publicado aquí mismo y que desencadenó polémica, incomprensión y acusaciones de casi estalinismo, propuse un método.
Juzgar los hechos y no los méritos de las víctimas
El método que propuse consistía, en primer lugar, en tener claro de qué fuentes procedían las informaciones; las que nosotros recibimos procedían únicamente de dos fuentes: la primera la información oficial china y la segunda Radio Free Asia y Radio Free Europe, que antiguamente fue La voz de América, financiada totalmente por los servicios secretos, léase la CIA. Propuse que se cruzasen las informaciones a partir de lo que sabíamos del país. Y en este punto destaqué la importancia de dos informaciones, primero la del ataque a los comerciantes han (principal etnia de China) y hui (minoría musulmana) y a continuación la forma en que Radio Free inventaba una independencia del Tíbet que ni la historia de China ni el poblamiento actual del Tíbet justificaban. Señalé que, como en el plano internacional esta independencia no tenía ningún fundamento legal, se trataba de que unas ONG y unos intelectuales falsamente «expertos» lanzasen una campaña separatista basada en la «espiritualidad» tibetana y en la violación de los derechos humanos, cuando ningún gobierno del mundo, y menos que cualquiera el de Sarkozy, habría tolerado semejantes disturbios.
Esta posición de simple sentido común, que exponía los hechos contradictorios en el artículo siguiente sobre «los intereses en el Tíbet», me ha acarreado aquí mismo, en este blog, insultos y tergiversaciones por parte de personas con las que declaro que, a partir de ahora, me costaría mucho militar, ya que perdí la confianza en ellas. No sólo se trata del PS y la dirección del PCF, sino también de las tropas de la LCR, de los trotskistas que siempre buscan el «estalinismo» y falsean en este sentido la información (1) contribuyendo a materializar, desde la izquierda y la extrema izquierda, todas las campañas de la CIA.
El debate en mi blog (2) se convirtió en una llamada, no contra lo que dije realmente, sino contra aquello de lo que soy sospechosa como individuo, un proceso inquisitorial muy en boga; a otros después de mí también los han juzgado con los mismos argumentos. Han trasladado este proceso inquisitorial a Grand Soir: se trataba, más allá de unos modestos objetores del dogma como nosotros, de constituir un frente monolítico desde la extrema izquierda a la extrema derecha; se trataba de contribuir a culpabilizar de los sucesos a los chinos, de contribuir a la campaña del Dalai lama. Como esta actitud político-mediática no es más que la reproducción de múltiples experiencias que van todas en el mismo sentido, desde los ataques a Cuba y después el «ni-ni» cada vez que hay una invasión occidental (esperamos con impaciencia el «ni» Mocqtar Sadr «ni» el ejército estadounidense en Iraq), es imperativo denunciarla. No por los chinos, sino por nosotros mismos. Consiste en exigir, ante la agresión imperialista, un certificado de buena conducta revolucionaria de la víctima de la agresión… «Sé perfectamente que este país está sometido al bloqueo, a ataques militares y terroristas, pero finalmente no podemos defenderlo porque no representa la gran revolución socialista mundial», variante sutil del consenso sobre la «democracia» izquierda-derecha frente a Occidente…
Así es como analicé los sucesos del Tíbet. No se trata tanto de defender a China como de restablecer los hechos, de terminar con esa extraña concepción de la izquierda y la extrema izquierda francesas que plantean el derecho internacional en función de un «palmarés» democrático establecido por el imperialismo, de la misma forma que Estados Unidos e Inglaterra han establecido una lista de los «países canallas», es decir, susceptibles de sufrir sus invasiones en cualquier momento.
De ese asunto trata esta cuestión, y mientras veamos el mundo de esta manera mantenemos la rémora de la colonización. Como ya dijo Marx, un pueblo que oprime a otro no puede ser libre. Nuestra visión del mundo es la del occidental superior que tiene derecho a utilizar en su provecho todos los recursos del planeta tratando a los demás como inferiores y además sin dejar de sermonearlos. Mientras la izquierda y la extrema izquierda tengan este concepto, estamos condenados a ir a remolque de la derecha, de nuestros imperialistas y capitalistas a quienes consentiremos que justifiquen sus tejemanejes desde un punto de vista «moral» y humanista aliando la hipocresía beata con la opresión, la legitimidad ideológica con la política de las cañoneras: el derecho de injerencia convertido en deber de injerencia, una monstruosidad a escala mundial.
Los recovecos del sistema propagandístico occidental
«En la Red, como en los medios de comunicación y a veces en la calle, el Estado-Partido chino sólo tolera la expresión pública que se ajusta a las normas o sirve a sus intereses inmediatos. Oficialmente la censura no existe, pero está omnipresente. Sólo su consentimiento puede explicar el despliegue antifrancés de estos últimos días en Internet. Párrafos escogidos». Así es como Le Figaro del 28 de septiembre presentaba la ira de los chinos de a pie frente a la propaganda occidental. Aquí mismo, en este blog, hemos recibido testimonios de estudiantes que se declaraban pro occidentales y que por lo tanto representaban al sector pro occidental que en todos los países del Tercer Mundo, emergentes o no emergentes, está más cercano a nuestras concepciones occidentales. Incluso estos chinos, admiradores de la cultura occidental que sueñan con parecerse a nosotros, estaban indignados por la parcialidad de las formas con las que Occidente toma partido por el Tíbet. Una opinión de este tipo, nada sospechosa de estar manipulada, es la que se encuentra en la web china y, con toda seguridad, refleja opiniones personales y no la voz «oficial» de Pekín, aunque eso sea lo que la prensa francesa va a seguir manteniendo.
Los chinos están manipulados, pero nunca se plantea la auténtica cuestión, la de la manipulación que sufrimos los franceses y occidentales. Porque, dicho sea de paso, qué excelente definición la que se aplica a la información y comunicación chinas, para nuestro propio sistema: «sólo tolera la expresión pública que se ajusta a las normas o sirve a sus intereses inmediatos. La censura, oficialmente no existe, pero está omnipresente». La pura verdad es que en este asunto, como en muchos otros, en la prensa francesa y en los estudios de televisión jamás se ha tolerado la más mínima voz discordante… Oficialmente no hay censura pero las voces discordantes no se toleran… Sin embargo esto no impide a nuestros virtuosos de los derechos humanos burlarse de los chinos.
He aquí el debate de la «jauría» de internautas chinos que, según se afirma, ha soltado el gobierno chino…
Internauta de Suzhou (provincia de Jiangsu): «Francia, que fue uno de los ocho invasores de China, habla a tontas y a locas. (…) Occidente muestra su auténtica cara. Los derechos humanos y la democracia no son más que excusas para avasallar y descuartizar a China. ¡Chinos, unámonos tras nuestros dirigentes para acabar con el Dalai Lama y la mano negra de Occidente!»
(A favor: 9.109. En contra: 597)
Internauta de Lanfang (Hebei): «Es un asunto interno de China. No hay diferencia entre la pandilla del Dalai Lama y el terrorismo internacional. (…) Hay que exigir a la diplomacia francesa que se disculpe ante el pueblo chino».
(A favor: 362. En contra: 18)
Internauta: «No cometamos errores diplomáticos. Francia y Alemania se convencerán».
(A favor: 2. En contra: 0)
Internauta: «Un país que acumula deudas de sangre, un presidente que haría mejor vigilando a su mujer. ¿Con qué derecho se atreven a señalarnos con el dedo?»
Internauta en Canadá: «Las fuerzas antichinas están otra vez manos a la obra a través de sus medios de comunicación. Hay que responder golpe por golpe. ¡China vencerá!»
Internauta de Guangdong: «Cuando Sarkozy vino a Pekín, China le agasajó con grandes regalos. Fue un error. A cambio Francia nos paga con su arrogancia».
Internauta: «¿Los franceses habrán olvidado sus revueltas de los suburbios del año pasado?»
Internauta en Shangai: «¡Qué vergüenza Francia, un país cruel e inmoral! Propongo tres respuestas. Boicotear Carrefour (muy presente en China), boicotear el turismo chino en Francia y negarnos a trabajar en empresas francesas».
Otra reseña: desconcierto en la prensa occidental
El ejemplo típico es este artículo de Le Monde:
«Tibet, la guerra de la información» Le Monde 29.03.08 15h08
CORRESPONSAL EN PEKÍN – Llegó la hora de la contraofensiva mediática. Mientras Occidente clama contra la política de Pekín en el Tíbet, el gobierno chino se afana por desmentir o ridiculizar la manera en que algunas televisiones y publicaciones occidentales han informado de los recientes disturbios en el Techo del Mundo.
El propósito es doble. Ante todo se trata de acreditar la versión de que los disturbios del viernes 14 de marzo en Lhasa se redujeron a un estallido de violencia étnica de los manifestantes tibetanos contra los inmigrantes han y hui. Al presentar así las cosas, Pekín quiere salir al paso de las acusaciones de «represión» lanzadas por el círculo del Dalai Lama y recogidas por los medios occidentales. Pekín, además, afirma que estos medios han manipulado las fotos o los videos para fomentar la indignación.
Esta contraofensiva china empezó al día siguiente del 14 de marzo, cuando la televisión nacional CCTV emitió un reportaje rodado en Lhasa durante los disturbios. En él se ve a los amotinados destruyendo todo lo que era chino en las calles de la capital tibetana. Tiendas saqueadas o incendiadas, motociclistas apaleados. Unos tenderos llorando. Varios turistas extranjeros, testigos del asalto de los manifestantes tibetanos, mezclados con monjes, en la ciudad vieja, confirman la violencia de los disturbios.
Un presentador del programa de la CCTV Xinwen 1 + 1 dice que los medios de Occidente son antichinos por sistema. Una página web «anti CNN», creada por un estudiante de la universidad pequinesa de Qinghua, que enlaza con la web del Diario del pueblo, órgano central del Partido Comunista Chino, denuncia la cobertura de los acontecimientos del Tíbet que hace la cadena estadounidense de noticias, y llama al boicot contra los comercios europeos.
Foto recortada
Resulta jocoso ver a los medios oficiales chinos, maestros de la desinformación, convertidos en adalides de la deontología periodística. Pero en esta ocasión algunas pifias de los medios occidentales se lo han puesto en bandeja. Porque, sin prejuzgar una intención deliberada de engañar a sus telespectadores o lectores, algunos medios han hecho gala de una falta de profesionalidad asombrosa. Por ejemplo, en la web de la CNN, una foto que denuncia la supuesta represión china muestra unos camiones militares avanzando por las calles de Lhasa, donde se aprecian señales de violencia. En realidad, si la foto no se hubiera recortado, se vería, tal como aparece en el sitio «anti CNN», a unos amotinados apedreando los camiones.
Peor todavía: la portada del semanario alemán Bild, bajo el titular: «Varios cientos de muertos en Lhasa», incluye una foto en la que se ve a unos manifestantes tibetanos golpeados con varas de bambú por policías… ¡nepaleses, durante una manifestación en Katmandú, Nepal! (3). Por su parte la televisión estadounidense Fox News, que no tiene precisamente fama de seria, publica en la portada de su web una foto de refugiados tibetanos en Nueva Delhi retirados en volandas por policías indios con este pie: «Los chinos han paseado en camiones por las calles de Lhasa a los detenidos tibetanos».
La CNN ha reconocido que la maquetación de su página web podría confundir al lector, pero sostiene que su información sobre los disturbios ha sido imparcial. La televisión alemana RTL, que también recurrió a fotos de Nepal, ha publicado una nota de disculpa.
Esta contraofensiva de Pekín ha tenido gran repercusión en la opinión pública china, convencida de que Occidente está desinformando sobre este asunto. En la Red, una carta abierta llama a los chinos a rebelarse contra los «medios nazis de los Goebbels de Occidente» y añade con indignación que «la nación china, amante de la paz, refinada y culta, ha soportado ya demasiados insultos».
En otros sitios, los blogueros la emprenden contra Sarkozy a raíz de las declaraciones del jefe del Estado francés que sugerían un boicot de la ceremonia de inauguración de los JO. Algunas reacciones caen en un lirismo agraviado: «Los separatistas tibetanos son más crueles que las fieras (…) Un grupo de enemigos llegados de Occidente esconden sus manos negras detrás de ellos pero se les ven los rabos asomando de sus escondrijos».
Último episodio del contraataque de Pekín: los 26 corresponsales extranjeros y chinos, bien escoltados, han recibido una invitación para visitar Lhasa. Pero la operación de relaciones públicas quedó deslucida en el templo de Yojang por la manifestación de treinta monjes budistas que pusieron en duda la versión oficial china de los sucesos. La guerra de información hace furor en China.
Bruno Philip
Artículo publicado en la edición del 30 de marzo de 2008
Como se puede observar, no hay el menor asomo de autocrítica, pese a la evidencia de que la versión de los medios oficiales chinos estaba cerca de la verdad, mientras que Radio Free Asie y Radio Free Europe habían mentido sin parar, todas las proclamas del Dalai Lama y del «gobierno en el exilio» también eran falsas y, a falta de hechos que llevarse a la boca, todavía hoy el sistema de propaganda occidental pregona las payasadas de Robert Menard y los llamamientos a la moderación de Estados Unidos -mientras siguen matando iraquíes ante la indiferencia general-, los alcaldes socialistas izan la bandera del Tíbet en los frontones de los ayuntamientos, la patética Marie-Georges Buffet [dirigente del partido comunista] desvaría, lo mismo que los trotskistas, cómo no; todas las almas nobles siguen lloriqueando sobre el Dalai Lama y denunciando el capitalismo chino sin preocuparse lo más mínimo de los mil millones de seres humanos que viven en chabolas, del envío de tropas francesas a Afganistán o de lo que acaba de ocurrir en Chad. El imperialismo le tiene ojeriza a China porque todavía la considera demasiado comunista, porque teme su competencia y el modo en que China establece nuevas relaciones Sur-Sur; y la izquierda y la extrema izquierda le tienen ojeriza porque su capitalismo es inmoral. ¿Nos toman el pelo?
Nadie plantea las verdaderas cuestiones, las que permitirían, no ya juzgar a los demás, sino transformarnos a nosotros mismos, es decir, nuestro modo de entender el mundo y a nosotros mismos; sentar las bases de una democracia verdadera, partir del punto de vista de todas las víctimas del planeta, que es el mundo del imperialismo, y no limitarnos a denunciar lo que señalan el imperialismo y su sistema de propaganda; tener derecho a un verdadero debate contradictorio entre nosotros.
Estos días he presenciado cómo los izquierdistas vociferaban más que nadie cuando un hilo de voz, basándose en hechos, osaba contrariar el dogma oficial, el de los malvados chinos que reprimen a los inocentes tibetanos como el ejército francés había reprimido a los argelinos. Nos han acusado de todo: somos el KGB, la represión y la mentira estalinista por haber osado rebelarnos contra la desinformación, había que taparnos la boca a toda costa, para asegurarse de que se repita la historia cuando inviten a Francia al Dalai Lama a fin de seguir preparando el choque de civilizaciones.
Lo cierto es que nuestro sistema político-mediático, a partir de una crisis violenta, urbana e interna, ha montado toda una propaganda y una desinformación que ha indignado a los chinos. Si bien el origen de los desórdenes es Estados Unidos, que ha manejado el títere del Dalai Lama, Francia es la principal acusada de fomentar la operación. Es el eslabón débil, tanto por la desconsideración de nuestro jefe del Estado como por la ridícula posición de vanguardia que hemos creído necesario adoptar y que sólo obedece al grado de estupidez de nuestras «elites». Aparte de Francia ningún país, ni siquiera Estados Unidos, ha planteado el boicot.
Como en realidad no tenemos ninguna capacidad de presión, hemos quedado como el eslabón débil de Occidente, como unos personajes ridículos y, por usar una expresión china, hemos perdido «la cara», es decir, hemos sido incapaces de representar el papel que nos atribuimos, ni el de gran potencia ni el de amigo de China, sobre todo después de haber suscrito hace poco un contrato muy jugoso, ocasión en la que confirmamos que Francia consideraba a Taiwán y el Tíbet como partes integrantes de China.
Nos atolondramos, izamos banderas tibetanas en los frontones de los ayuntamientos e invitamos al Dalai Lama, que no es un sabio sino el jefe de un «gobierno en el exilio» opuesto al de China, es decir, un desaire equivalente al que les haríamos a los españoles si recibiéramos con todos los honores a la ETA; mientras tanto callamos sobre Iraq, donde todos los días hay una cantidad infinitamente mayor de muertos, mandamos 1.000 soldados de refuerzo a Afganistán, acabamos de salvar una dictadura en Chad, etc., etc.
Lejos quedó aquel discurso de De Gaulle en Phnom Penh, somos ridículos… ¿Alguna de esas nobles almas será capaz de reconocerlo?
Notas
(1) Al mismo tiempo aparece, o intenta aparecer, en Venezuela una pseudo oposición de «izquierda» que intenta explicar que efectivamente existe una campaña de la derecha contra Chávez, pero también hay una «oposición» de izquierda que tiene miedo de la dictadura de un solo hombre. En esta famosa oposición de izquierda se encuentran los socialdemócratas de «Podemos» y además algunos trotskistas que alardean de un punto de vista de izquierda, e incluso de pureza revolucionaria; por no hablar de algunos intelectuales como Heinz Dietrich, todos dispuestos a emprender una ofensiva contra Chávez e intentar una desestabilización interna utilizando los métodos de la oligarquía, es decir, del imperialismo, para atacar desde el interior el apoyo popular. Lo que queda claro es que hoy las etiquetas ya no cuentan y que algunos socialistas como Melenchon y algunos trotskistas como Alan Wood han elegido el campo antiimperialista, pero también hay una profunda degradación de la izquierda y la extrema izquierda que las arroja, por puro colonialismo y miedo a los «bárbaros», al campo imperialista; estamos entre la espada y la pared y cada uno debe saber dónde está.
http://paris.indymedia.org/article.php3?id_article=97238
(2) Changement de societé: http://socio13.wordpress.com/
(3) Resulta especialmente «jocoso», por usar el vocabulario anticuado de Le Monde, comprobar que el periodista critica al Bild por haber utilizado la foto de los bonzos apaleados en Nepal, ¡la misma que había puesto su periódico en primera página!
Original en francés: http://socio13.wordpress.com/2008/03/30/appel-au-boycott-des-produits-francais-sur-le-web-chinois/
Caty R. y Juan Vivanco pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a los traductores y la fuente.