Pocos minutos después de la explosión de una bomba que mató a un marine e hirió a otros dos, el resto del pelotón ejecutó a sangre fría a los cinco ocupantes de un taxi que les seguía y sembró la muerte en las casas de los alrededores. Uno de ellos incluso orinó sobre los cadáveres, […]
Pocos minutos después de la explosión de una bomba que mató a un marine e hirió a otros dos, el resto del pelotón ejecutó a sangre fría a los cinco ocupantes de un taxi que les seguía y sembró la muerte en las casas de los alrededores. Uno de ellos incluso orinó sobre los cadáveres, según revela la investigación que filtró ayer ‘The Washington Post’.
La mayor matanza de civiles indefensos en Irak que investiga el Pentágono ocurrió en la localidad de Haditha el 19 de noviembre de 2005. En apenas diez minutos los cuatro marines acusados mataron a 24 civiles, muchos de ellos mujeres y niños. Al final del día, el comandante McConnell de la Compañía Kilo a la que pertenecía les felicitó por haber hecho «un buen trabajo».
Ninguno de ellos fue interrogado entonces sobre las circunstancias en las que habían muerto tantos civiles, porque McConnel consideró inapropiado molestarles con preguntas cuando acababan de perder a uno de sus compañeros. De hecho, el caso se conoció cuando un periodista de la revista ‘Time’ recibió el vídeo grabado por un activista al día siguiente de la masacre. Pero el Servicio de Investigaciones Criminales de la Marina no abrió una investigación hasta marzo pasado.
Para el informe al que ha tenido acceso el rotativo se han entrevistado a cientos de testigos que dan fe de la barbárica reacción de los marines que perpetraron esta bacanal de sangre, aunque también ratifican su versión de que recibían fuego enemigo.
Nada demuestra que esas balas procedieran de las casas que asaltaron a golpe de granada, antes de ejecutar a sus ocupantes.
No intentaron huir
Las primeras víctimas fueron los cinco ocupantes de un taxi blanco que circulaba detrás del vehículo atacado por los insurgentes con una bomba de propano activada a distancia . Algunos de los implicados dicen haber visto salir disparos de detrás de ese coche. Los más describen a los marines sacando por la fuerza a sus ocupantes con las manos en la cabeza antes de que el sargento Frank Wuterich, líder del pelotón, los fusilara uno a uno.
«Ni siquiera intentaron huir», dijo el sargento Asad Amer Mashoot, un soldado iraquí de 26 años que acompañaba ese día al pelotón estadounidense. «Nosotros estábamos asustados de los marines porque los vimos volverse locos, gritando y dando voces».
Uno de los acusados, el sargento Sanick De la Cruz confesó a los investigadores que después ver a Wuterich «apoyado con una rodilla en el suelo disparando su M16 en dirección a los civiles iraquíes» que habían sacado del taxi, se dirigió a ellos y vació su cargador en los cuerpos yacientes antes de orinar sobre uno de los cadáveres. De la Cruz ha declarado que el líder del pelotón le pidió que le respaldase en su declaración de que intentaban huir.
La masacre en las casas colindantes comenzó cuando los marines creyeron ver en una de ellas a uno de los francotiradores. «Les dije que la trataran como un ambiente hostil», ha confesado Wuterich. «Les dije que dispararan primero e hicieran preguntas después».
En la segunda casa, la niña de 13 años Safah Yunis Salem fue la única superviviente por hacerse la muerta. Cinco miembros de su familia murieron ese día, incluyendo a su madre, su hermano Zainab de 5 años y su hermanita Aisha de 3. «El americano disparó y mató a todo el mundo», contó.