Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La raza humana es crédula. En la India , miles de pueblos tienen «casas embrujadas» en las que nadie se atreve a entrar. Haití practica el vudú y muchos haitianos están convencidos de que un oficiante de vudú puede urdirles un hechizo que hará que sus cabezas giren 180 grados para que parezca que miran por detrás de ellos mismos.
La mayoría de los ciudadanos estadounidenses se ríen de esas prácticas, pero son también culpables de credulidad. En mi último artículo hacía una parodia acerca de la portada de la revista New Yorker, en la cual Obama y su mujer aparecían caricaturizados de una manera poco halagüeña que les representaba a través de los ojos de sus adversarios. Escribí algo sobre esa portada y después continué inventando nombres de revistas y organizaciones, llevando hasta el absurdo el incidente del New Yorker.
Un lector de Canadá dijo que era un artículo desafortunado, sin embargo, algunos de mis lectores pensaron que mi artículo era verdad, que iba en serio. El canadiense tenía razón.
Diseñé la portada de una revista ficticia, Quack, en la cual mostraba a un perro cargando con un pato y dije que el artículo especial estaba escrito por un astuto investigador que demostraba el viejo refrán de: «¡Que te folle un pato [pez]!» [*] Los editores eran NADA (North American Duck Admirers) [Admiradores del Pato Norteamericano]
El primer presentimiento de que alguien podría creerse todo eso me llegó a través de un amigo mío jubilado que había sido luchador, quien, mientras leía el artículo, se dijo: «No sabía que hubiera un grupo de Admiradores del Pato Norteamericano». Le contesté que había recibido demasiados golpes en la cabeza durante su carrera como luchador.
Al día siguiente, un amigo al que envié el artículo me contestó diciendo: «Como siempre, tus artículos son interesantes e informativos». Le respondía que ese artículo no era ninguna de las dos cosas.
Hoy, estaba hablando con uno de mis clientes, que me expresó haber disfrutado del artículo por su contenido satírico y fui y le dije: «Hoy me llamó el editor de la revista Quack y me dijo que iban a quitar la portada del número de septiembre después de indicarles que podía ofender a algunos amantes de los patos». Me quedé alucinado cuando la persona con la que estaba hablando dijo: «Sí, realmente ha causado ese impacto». Increíble.
Hay un aspecto importantísimo en la historia que supera incluso la credulidad de la gente que se creyó mi parodia sobre los patos: que la invasión de Iraq iba a ser pan comido.
Se han escrito miles de millones de palabras sobre Iraq. Los escritores van desde los belicistas irreductibles hasta los partidarios de la resistencia de línea dura. Sin embargo, pocos han escrito con detalle sobre un aspecto de la política estadounidense que representó la gran apuesta. Si hubiera funcionado, no estaríamos escribiendo hoy sobre Iraq.
La gran apuesta fue que los iraquíes iban a recibir y dar la bienvenida a los estadounidenses como libertadores. Si así hubiera sido, Bush no tendría hoy problemas políticos y el índice de aceptación del pueblo estadounidense hacía él sería muy alto. Habrían enterrado a todos los que se oponen a la guerra y nadie escucharía sus mensajes. No habría páginas de Internet antibelicistas o a favor de la resistencia.
Pero Bush & Co sabían muy bien que toda la propaganda que estaban lanzando era falsa. Sabían que iban a estafar a la gente, así como a la supuesta oposición: el Partido Demócrata. La administración sabía que era una apuesta, pero no se dieron cuenta de que las probabilidades se amontonaban en su contra.
La razón principal de la ignorancia es la vieja fragilidad humana denominada «suspensión de incredulidad». Bush y sus cohortes sabían que Chalabi mentía más que hablaba para poder presentarse todos los días de cobro de salario a recoger las pagas multimillonarias en dólares que recibía de Washington. Sin embargo, se creyeron sus valoraciones de que el pueblo iraquí quería que le liberaran.
Hay una fecha que apenas se menciona y que es fundamental cuando hablamos de Iraq: el 6 de abril de 2003. Ese día, el ejército estadounidense voló con él hasta el sur. Según Chalabi, al aterrizar iba a ser recibido por 100.000 combatientes iraquíes por la libertad. La cifra mostrada fue cero. Ese incidente golpeó duramente a EEUU al darse cuenta que habían sido estafados de nuevo.
Avancemos tres días. El 9 de abril de 2003, vimos a George Bush frente a su televisión contemplando el derribo de una estatua de Saddam Hussein. Cuando ésta cayó al suelo, Bush estaba eufórico. Se levantó de su silla salió para hacer una proclama.
Según Bush, el derribo de la estatua tenía la misma importancia que la caída del muro de Berlín. Lo que no contó a la gente fue que la estatua fue echada abajo por personal y tanques del ejército de EEUU, no por los iraquíes. Las vistas aéreas del suceso muestran a un puñado de iraquíes junto a unas cuantas docenas de periodistas y la presencia del ejército estadounidense. No representaba en absoluto un acto de desafío general del pueblo.
En aquel momento, la administración tenía aún firmes esperanzas en que Chalabi tuviera razón. Durante un par de días, el caos estuvo al orden del día. Después, la mierda lo llenó todo. A mediados de abril, los victoriosos héroes conquistadores estaban ya en el punto de mira de los iraquíes. En mayo, los actos de la resistencia crecían sin parar. «Tantos muertos…», era la frase del día. Nos aseguraron que en un par de meses iban a liquidar a toda la resistencia.
Justo antes de la invasión, vimos a general retirado tras general retirado haciendo valoraciones. En un show en televisión, el general retirado Barry McAffrie, el cerebro de los asesinatos de 8.000 hombres, mujeres y niños iraquíes cuatro días después del alto el fuego de 1991 entre EEUU e Iraq, afirmó que Iraq caería entre tres y seis días después de la invasión. Otro general no estuvo de acuerdo con esa afirmación y dijo que llevaría, al menos, dos semanas. Ambos se rieron de la broma mientras Scott Ritter se tapaba la cabeza con las manos y todo el tiempo movía la cabeza de un lado al otro y decía: «No, no, no». Los generales y el entrevistador se rieron de Ritter por su disparatada actitud de pensar que los iraquíes iban a defenderse.
Me sorprende que nadie grabara un video de esos pocos minutos de programa, poniendo a continuación la voladura de un tanque estadounidense. Podía resultar sangriento, pero esos pocos minutos dirían más que una enciclopedia entera. Pero el pueblo estadounidense nunca ha tenido mucha afición a querer saber la verdad. Y cree que es una mala política atacar a héroes como McAffrie.
Durante esa época, la administración destacó las opiniones de Chalabi y las de tipos de su calaña. Sólo escuchaban lo que querían oír y Chalabi, el maestro de los embusteros, percibió eso y embelleció su mensaje.
Los cuentos de hadas son para los niños. Bush ha contemplado demasiadas películas sobre la liberación de París de los nazis donde las mujeres francesas lanzaban flores a las tropas estadounidenses y besaban a lo soldados.
Las noticias que vimos desde el principio de la ocupación eran extrañas. No había desfile victorioso alguno en Iraq en el que los soldados estadounidenses aparecieran marchando. Durante los primeros meses, todo lo que vimos fueron iraquíes de rostros inexpresivos sobre las aceras observando cómo las tropas estadounidenses avanzaban por las calles. Eso no era, en absoluto, el París de 1944.
Y enseguida, el personal estadounidense se convirtió en objetivo. Ni siquiera podían viajar con seguridad, menos aún ser bienvenidos. Se sentían confusos porque sabían que la persona que les observaba por la mañana podía estar disparándoles una granada esa misma tarde.
Sólo piensen que la gran apuesta hubiera funcionado. El iraquí medio estaría comiendo dos veces por semana en McDonald. En Damasco y Teherán, las barras y estrellas adornarían los edificios públicos. EEUU disfrutaría de gran prosperidad económica después de robar todo el petróleo iraquí e iraní, que estaría vendiéndose a unos 10$ el barril. Toda la gente antibelicista de EEUU habría desaparecido.
De todos los expertos que predijeron el resultado de la invasión de Iraq, tan sólo uno resultó penetrantemente certero: Tariq Aziz, primer ministro durante el gobierno de Sadam Hussein. Dijo: «Que vengan, les daremos la bienvenida a Iraq. Por desgracia, se nos han agotado los caramelos y vamos a tener que sustituirlos por balas».
N. de la T.:
[*] Expresión coloquial juvenil utilizada entre colegas para significar, entre otras cosas, «déjame en paz», «que te den por saco», etc… En la expresión en castellano se utiliza el pez, en inglés el pato…
Enlace:
http://www.malcomlagauche.com/id1.html