En un reciente discurso el genocida Bush dijo que «en Irak no les va a pasar lo mismo que en Vietnam». Después visitó sorpresivamente Irak para intentar apuntalar a su títere Al Maliki. Pero, sin proponérselo, reconoció la realidad de que ya les está pasando «lo mismo» que en Vietnam. Es decir, están siendo derrotados […]
En un reciente discurso el genocida Bush dijo que «en Irak no les va a pasar lo mismo que en Vietnam». Después visitó sorpresivamente Irak para intentar apuntalar a su títere Al Maliki. Pero, sin proponérselo, reconoció la realidad de que ya les está pasando «lo mismo» que en Vietnam. Es decir, están siendo derrotados en el campo de batalla y en la retaguardia, en la opinión popular norteamericana cada vez más adversa a la guerra. El descontento creciente por la guerra se combina y potencia en Estados Unidos por el «desinfle» de la burbuja especulativa inmobiliaria y sus consecuencias sobre la población
Desde hace varios meses se abrió una discusión en Estados Unidos sobre la mejor forma de retirarse de Irak. El New York Times, el más importante diario yanqui, aconsejó retirarse conservando una base militar de «dimensiones adecuadas»; dividir el país en tres regímenes títeres de inspiración étnicas y confesional (chiitas, sunnita y kurdo) y asegurar una ley petrolera que satisfaga a las multinacionales que desde la invasión esstán esperando hacer el gran negocio. De hecho la resistencia ha impedido la producción y exportación normal de petróleo.
Gobierno títere en desintegración
Pero, mientras los yanquis discuten qué hacer, el derrumbe en Irak es cada día más difícil de detener. El gobierno títere del primer ministro Al Maliki, que tenía 40 ministros que expresaban la coalición entre los dos partidos kurdos, el Partido Islámico (sunnita) y varios partidos chiitas, se rompió y solo quedan 17 ministros, 23 renunciaron. Entre los que se fueron están el Partido Islámico, con lo que no queda ninguna representación sunnita en el gobierno. Pero también se retiró del gobierno el más importante partido chiita, el de Moqtada al-Sadr, que comanda el poderoso «Ejército Madhy» con 160.000 milicianos armados que actúan públicamente y ejercen un poder dual en grandes regiones de Irak. Esto, además de la resistencia clandestina que viene incrementando sus ataques y que ya no solo destruye blindados sino que, cada vez con más frecuencia derriba helicópteros yanquis.
El total de ataques contra fuerzas de EE.UU. y de la coalición, fuerzas de seguridad iraquíes, civiles iraquíes, y objetivos de la infraestructura fue en junio de 2007 de 5.335. Esto significa un promedio diario de 177,8, la cantidad más elevada desde mayo de 2003, y un 46% más que en junio de 2006. 3.671 de estos ataques, fueron lanzados contra tropas de EE.UU.
La propaganda imperialista afirmaba que la resistencia era solo de las zonas sunnitas, y no de la región centro-sur donde vive la mayoría chiita (60% de la población del país). Pero, desde hace mucho, las noticias muestran una intensa resistencia también en el sur.
Los mandos militares ingleses, que controlan Basora, le dijeron al primer ministro británico Gordon Brown que «ya nada puede lograrse en Irak» y sugirieron una retirada rápida de los 5500 soldados que le quedan. Uno de los comandantes le contó al diario The Independent que la guarnición inglesa recibe hasta 60 disparos de mortero y cohetes por día y las salidas con camiones blindados para el reabastecimiento de la base son denominadas «misiones suicidas». El diario yanqui The Washington Post publicó opiniones de agentes de inteligencia de Estados Unidos que consideran que «básicamente los británicos han sido derrotados en el sur».
Las «victorias» de Bush
En cuatro años y medio de ocupación los invasores han causado un desastre nacional y genocidio. Se calcula que más de 600.000 irakíes murieron a consecuencia de la invasión. Un millón fueron desplazados de sus hogares. Fue destruida gran parte de la infraestructura del país en sanidad y educación. Y arrasadas ciudades enteras como Faluya. Estas son las únicas «victorias» de las que se puede jactar Bush. Pero no de haber doblegado al pueblo irakí. Todo lo contrario.
El jefe genocida Bush se va quedando solo. Casi todos sus compinches asesinos seriales que lo acompañaron a la aventura imperialista en Irak, Donald Rumsfeld, Karl Rove, el «jurista» Alberto González, tuvieron que renunciar ante el creciente repudio popular. Si Bush no tuvo que retirar las tropas es solo porque los demócratas, el otro partido imperialista, que tiene mayoría en ambas cámaras votaron el presupuesto para sostenerlas.
Aunque muy golpeados, los yanquis siguen en Irak haciendo daño, arman a los genocidas sionistas para matar palestinos y amenazan a Irán. La movilización mundial exigiendo retirada inmediata e incondicional de Irak tiene gran importancia para apoyar los heroicos esfuerzos del pueblo irakí.