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Rebelión abre un apartado dedicado a la obra del filósofo marxista Manuel Sacristán

Manuel Sacristán Luzón (1925-1985), veinticinco años después

Fuentes: Rebelión

De regreso a su casa de la Diagonal barcelonesa, pocos minutos después de haber finalizado una sesión de diálisis en un dispensario de la sanidad pública cercano a su domicilio, un infarto segó la vida de Manuel Sacristán Luzón el 27 de agosto de 1985. Había nacido 60 años antes en la ciudad resistente, en […]

De regreso a su casa de la Diagonal barcelonesa, pocos minutos después de haber finalizado una sesión de diálisis en un dispensario de la sanidad pública cercano a su domicilio, un infarto segó la vida de Manuel Sacristán Luzón el 27 de agosto de 1985. Había nacido 60 años antes en la ciudad resistente, en la capital republicana, en aquel Madrid del que hablaba con nostalgia en una conferencia clandestina impartida en 1983 a militantes revolucionarios mexicanos y latinoamericanos al sur de la Ciudad de México [1], durante el curso académico que impartió en la Universidad Nacional Autónoma de México, un país amigo, cuya cultura y lengua le interesó desde joven, donde vivía desde 1939 la familia exiliada del hermano socialista de su padre.

En 2010, veinticinco años después de su fallecimiento, recordaremos la figura y la obra del que, en opinión de muchos, Jesús Mosterín entre ellos, ha sido el más grande filósofo hispánico de su generación. No sólo eso desde luego. Sacristán fue, en diferentes momentos de su vida, un crítico literario y teatral de referencia; un miembro destacado del consejo de redacción de revistas inolvidables como Laye, Materiales o mientras tanto; un profesor universitario como pocos que fue expulsado de la Universidad en 1965 por motivos políticos y a la que tan sólo pudo reincorporarse de forma no esporádica en 1976; una figura clave en la consolidación de la lógica en España, al que se le negó en 1962 -la decisión está en el amplio y destacado currículum del Opus Dei- la cátedra de lógica de la Universidad de Valencia; un traductor autoexplotado, unas 30.000 páginas vertidas del griego, alemán, inglés, francés, italiano y catalán están en su incansable hacer; un metodólogo competente, informado y abierto a novedades documentadas; un filósofo de una pieza que no comulgó con las concepciones tradicionales del filosofar; un conocedor como pocos de las corrientes destacadas de la epistemología contemporánea; un estudioso de las ciencias sociales y naturales; un marxista singular, contra corriente, ortodoxo en su heterodoxia, en estado de revisión permanente, interesado por Marx, Engels, Lenin y Lukács pero también por Gramsci, Labriola, Luxembourg, Dutschke, Korsch, Zeleny o Harich, por ejemplo, y, sobre todo y ante todo, un revolucionario que, junto a muchos otros y otras, luchó arriesgadamente contra la dictadura militar-nacional-católica y por la irrupción de una sociedad de orientación y valores socialistas, en equilibrio con la Naturaleza (a la que nunca observó idílicamente y con flores impolutas en los ojos), ajena, por lo demás, a todo tipo de desigualdad, explotación e injusticia. Son suyas esta palabras, tan actuales, de la Carta de Redacción del primer número de mientras tanto [2]:

    […]Aunque convencidos de que las contradicciones entonces aludidas se han agudizado, sin embargo, ahora nos sentimos un poco menos perplejos (lo que no quiere decir más optimistas) respecto de la tarea que habría que proponerse para que tras esta noche oscura de la crisis de una civilización despuntara una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo. La tarea, que, en nuestra opinión, no se puede cumplir con agitada veleidad irracionalista, sino, por el contrario, teniendo racionalmente sosegada la casa de la izquierda, consiste en renovar la alianza ochocentista del movimiento obrero con la ciencia.

Rebelión pretende sumarse al recuerdo de su figura, un recuerdo que no quiere cultivar la nostalgia sino, más bien, evitar que habite el olvido en una obra que merece ser considerada, sin exageración ni papanatismos, una aportación clásica, que nadie debe apropiarse y que merece ser leída siempre y no estar de moda nunca, como él mismo dijera refiriéndose a las aportaciones de su admirado Antonio Gramsci.

Rebelión abrirá en la sección «Cultura» un apartado especial dedicado a la obra de Sacristán, abierto a todas las personas que quieren contribuir con artículos y aportaciones.

Rebelión ha pensado editar a lo largo de 2010 en la sección libros-libres seis libros dedicados a su obra. Entre ellos, un estudio sobre su relación con el poeta José Mª Valverde; El legado de un maestro, el libro que editó la FIM con las comunicaciones y ponencias del encuentro celebrada en Barcelona en 2005, veinte años después de su fallecimiento, y Del pensar, del vivir, del hacer, el volumen que acompañó a los extraordinarios documentales realizados y dirigidos por Xavier Juncosa, películas que El Viejo Topo editó a principios de 2007 junto con el audio de cinco de sus conferencias más recordadas (Este último volumen aparecerá mañana mismo, 1 de enero de 2010, en las páginas de rebelión).

Además de ello, rebelión tiene la intención de editar semanalmente un artículo de divulgación sobre su vida y los numerosos registros de su poliédrica obra para aproximarse paulatinamente a algunas de sus aportaciones centrales, poniendo énfasis especial en los aspectos y aristas menos conocidos o menos desarrollados.

Por último, rebelión intentará buscar y editar materiales del propio Sacristán que ya cuelgan en diferentes páginas. Sin duda, la lectura de sus escritos es la mejor forma de adentrarse en un pensamiento que, como él dijera refiriéndose a Marx y a la tradición, tenía la decencia, intelectual y poliética, de estar en crisis permanente.

Carl Sagan, un científico-filósofo al que Sacristán si no ando errado no citó en ninguna ocasión, apuntó una interesante reflexión sobre un delicado y difícil equilibrio [3]:

    Me parece que lo que se requiere es un delicado equilibrio entre dos tendencias: la que nos empuja a escrutar de manera incansablemente escéptica todas las hipótesis que nos presentan; y la que nos invita a mostrar una gran apertura hacia las ideas nuevas. Si no somos más que escépticos ninguna idea nueva llegará jamás hasta nosotros; nunca aprendemos nada nuevo; nos convertiremos en personas detestables, convencidas de que la estupidez reina en el mundo -y, por supuesto, existen muchos hechos que nos darán la razón-. Por otra parte, si somos abiertos hasta la credulidad y no tenemos siquiera una pizca de escepticismo, no seremos siquiera capaces de distinguir entre las ideas útiles y las que carecen de todo interés. Si todas las ideas tienen la misma validez, estamos perdidos; pues, en este caso, ninguna tiene valor.

Sacristán supo transitar por ese difícil sendero: mostrando una gran apertura de miras hacia las nuevas ideas y escrutando críticamente de manera incansable el fundamento de las nuevas y viejas conjeturas, también de las propias claro está. Fueran esas acaso dos de las las señas de identidad más destacables de un filósofo marxista revolucionario que no claudicó nunca en el combate milenario contra los, como él mismo los denominó, descreadores de la Tierra. Ni el amor al conocimiento ni la indignación (y combate) ante el mal social estuvieran alejados de un filosofar que nunca aspiró a tomar asiento definitivo ni a ser fácil presa de los poderosos.

PS: Admitiendo que toda recomendación es arriesgada y difícilmente compartible en todos sus vértices, me permito sugerir a ciudadanos y ciudadanas que no hayan transitado hasta ahora la obra de Sacristán tres lecturas esenciales, si se concede el uso de un término muy del gusto de Samuel Kripke y de S. Jay Gould. En primer lugar, un libro editado por Juan Ramón Capella en 1987, que el diario Público ha reeditado recientemente: Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Icaria-Público (colección Pensamiento crítico), Madrid, 2009, donde además de sabrosas notas editoriales sobre la transición-transacción política española, aproximaciones político-filosóficas no inactuales a diversos asuntos del ecologismo político y el antimilitarismo, puede leerse el que fuera su último escrito largo: su presentación al undécimo cuaderno de la cárcel de Antonio Gramsci, el revolucionario sardo sobre el que escribiera años atrás un magnífico texto interrumpido: El orden y el tiempo (Trotta, Madrid, 1998, edición de Albert Domingo Curto); en segundo lugar, un amplio conjunto de entrevistas recogidas con el título De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas a Manuel Sacristán, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2004, entre las que destacan las conversaciones con Gabriel Vargas para Dialéctica (1983), con José Mª Mohedano sobre la primavera praguense para Cuadernos para el diálogo (1969) y con Jordi Guiu y Antoni Munné para El Viejo Topo (1978). Por último, un libro de reciente aparición: Sobre dialéctica, El Viejo Topo, 2009 (prólogo de Miguel Candel, epílogo de Félix Ovejero Lucas y nota final de Manuel Monleón Pradas), centrado en uno de los temas filosóficos más y mejor tratados por el autor de Introducción a la lógica y al análisis formal, lectura esta última que acaso podría complementarse con Manuel Sacristán, Seis conferencias. Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas, El Viejo Topo, Barcelona, 2005, volumen que cuenta con un prólogo, imprescindible en mi opinión, del que fuera su alumno, discípulo, amigo y compañero de lucha Francisco Fernández Buey.

Notas:

[1] M. Sacristán, , «La situación del movimiento obrero y de los partidos de izquierda en la Europa Occidental», Seis conferencias, El Viejo Topo, Barcelona, 2005, pp. 95-114.

[2] Puede verse ahora en M. Sacristán, Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Icaria-Público, Madrid, 2009, p. 51.

[3] Tomo la cita de: 3ormand Baillargeon, Curso de autodefensa intelectual, Ares y Mares (Crítica), Barcelona, 2007, pp. 297-298 (traducción de Francisco Carbajo Molina).