El pasado 24 de febrero moría en Montreal, donde se exilió en el año 1966, después de abandonar la docencia universitaria en la Argentina y de permanecer en EEUU (1963-1965) y Alemania (1965-1966), Mario Bunge (1919-2020), físico, filósofo de la ciencia y uno de los más lúcidos teóricos del materialismo del último siglo, que hizo del materialismo el fundamento ontológico de la ciencia. En Montreal, en la Universidad McGill, ocupó la cátedra Frothingham de Lógica y Metafísica y escribió una extensa obra de más de 50 ensayos científicos y filosóficos, entre los que destaca un sistemático Tratado de filosofía (1974-1989), en el que estudia los principios básicos de la semántica, la ontología, la epistemología y la metodología y la ética.
Filósofo materialista
Doctor en física y matemáticas por la Universidad Nacional de La Plata en el año 1952, en el año 1956 inició su andadura universitaria como profesor de física teórica en la Universidad de Buenos Aires, donde impartió filosofía desde el año 1957.
Su materialismo científico se caracteriza, en primer lugar, por el monismo ontológico, abiertamente antidualista, antiidealista y antiespiritualista, al considerar que la materia es el único elemento constituyente del universo y al afirmar la unidad ontológica del cuerpo y del ‘espíritu’; en segundo lugar, por el inmanentismo, que afirma que la materia no fue creada -en este sentido, también es anticreacionista-, y posee los recursos suficientes para transformarse, por lo que se trata de un materialismo evolucionista, aunque no dialéctico, al considerar que la dialéctica es confusa, incluso falsa, y una necesidad ontológica del idealismo, pero no necesariamente del materialismo; y, en tercer lugar, por el realismo, que entiende que la materia existe independientemente de la representación que nos hagamos de ella.
La busca de la verdad y el método científico
Consecuentemente con estos postulados fundamentales en su obra y con su propia formación científica, Bunge considera que el método científico, que es un procedimiento que tiene por objetivo producir conocimiento objetivo libre de la influencia de los perjuicios y de las creencias subjetivas a partir de la observación sistemática de los hechos y de su análisis mediante su medición, cuantificación…, es la única vía de acceso al conocimiento de la verdad. Asimismo, sostenía que el discurso filosófico debía apoyarse en los avances científicos del momento y que la función de la epistemología era definir la línea de demarcación entre el discurso científico y el discurso ideológico. En este sentido, Bunge estableció una serie de elementos que debían mantener una coherencia lógica para considerar a un campo cognitivo como científico, entre los que figura una comprensión del mundo como una entidad compuesta por entes concretos y mudables según leyes específicas; una teoría del conocimiento realista y un sistema de valores basado en la claridad, la exactitud, la profundidad, la coherencia, la verdad y el ethos de la busca libre de la verdad. Asimismo, coherentemente con esa postura, defendió el fomento de la investigación científica y la promoción del pensamiento crítico, el debate racional y la divulgación científica.
La denuncia de las pseudociencias
En consecuencia con esta posición científico-filosófica, Bunge denunció numerosas veces las pseudociencias, que considera la expresión moderna del pensamiento mágico. Así, en el libro Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli, 2010) incluye la ortodoxia económica neoliberal, que a pesar de sus errores predictivos reiterados “sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común”; la sociobiología y otras teorías biológicas reduccionistas, como el gen egoísta defendido por Richard Dawkins o la teoría computacional de la mente defendida por Steve Pinker; el psicoanálisis, puesto que “viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina”; el conjunto de medicinas tradicionales, como la acupuntura -que no pasa de ser un placebo mecánico-, y las medicinas alternativas, como la homeopatía o la naturopatía, que parten de premisas no científicas para la elaboración de sus productos; el creacionismo científico, en tanto que discurso con apariencia de ciencia que no pretende otra cosa que probar una creencia religiosa; la teoría de las supercuerdas, que considera que bajo una apariencia científica -al ofrecer un modelo unificado de la gravedad y la física de partículas que describe todas las fuerzas y todas las formas de materia-, esconde una impostura al postular un espacio de hasta 11 dimensiones: las tres espaciales, una temporal y 7 dimensiones adicionales, ‘compactadas’, que son un requisito teórico para dar coherencia matemática al modelo pero nunca fueron observadas en la realidad.
Bunge y el soMcialismo democrático
En 2010, 20 años después de la caída del muro de Berlín (1989) y en el marco de una crisis del capitalismo iniciada en el año 2007 y aun no superada -¿acaso eso es posible?-, Mario Bunge escribió el ensayo ¿Existió él socialismo alguna vez, y tiene porvenir?, que en el año 2015 reeditó en el libro ¿Tiene porvenir el socialismo?, en el que incluyó además textos de Carlos Gabetta, Josep Fontana, Antoni Domènech, Antonio Gutiérrez y Mariano Schuster, que constituyen una reflexión colectiva sobre el futuro del socialismo.
En su ensayo, Mario Bunge manifiesta su intención filosófica y política: “destacar la gran variedad de la familia socialista, con el objeto de identificar que queda vigente de esa idea y que habría que añadirle o quitarle a la tradición socialista para que pueda servir como alternativa al capitalismo en crisis”.
Así, después de analizar la tradición socialista pasada (el socialismo utópico, la socialdemocracia, el socialismo soviético…) y mostrar su crítica frente el estatismo soviético o la dictadura del proletariado, propone una defensa del cooperativismo y sostiene que el futuro del socialismo pasa por la construcción de un socialismo democrático y cooperativista que desarrollaría los principios de la Ilustración radical y republicana: libertad, participación política, igualdad, solidaridad e idoneidad.