Se suponía que este fin de semana, aquí en Bagdad, todos debían estar preparándose para una elección. Pero se estaban preparando para la guerra. Vehículos blindados Bradley circulaban por las calles, lo mismo que patrullas a pie y viejos vehículos de transporte rusos que Saddam Hussein compró a la Unión Soviética, ahora disfrazados con opaca […]
Se suponía que este fin de semana, aquí en Bagdad, todos debían estar preparándose para una elección. Pero se estaban preparando para la guerra.
Vehículos blindados Bradley circulaban por las calles, lo mismo que patrullas a pie y viejos vehículos de transporte rusos que Saddam Hussein compró a la Unión Soviética, ahora disfrazados con opaca pintura de camuflaje que distingue al nuevo ejército iraquí, llevando a sus policías encapuchados.
Todo esto no parece el preludio de un experimento en democracia. Están esperando los ríos de sangre que advirtieron los insurgentes. Pero habrá democracia en Irak.
Los morteros llovieron esta ma-ñana en la Zona Verde, donde se encuentran las embajadas estadunidense y británica. Con ruido traqueteante, en menos de 30 segundos llegaron los helicópteros estadunidenses Apache para sobrevolar todas las carreteras aledañas, pero los rebeldes habían desaparecido.
Luego se desató un feroz tiroteo en el centro de Bagdad entre estadunidenses e insurgentes. Aquí también llegaron demasiado tarde y los hombres armados escaparon.
Ataques de fantasía antes de elecciones de fantasía. Muchos no conocen los nombres de los candidatos, ya no digamos sus políticas. Pero habrá democracia en Irak.
Se espera que chicos y chicas de los medios participen en el juego. «Transición en el poder», dice el logotipo que aparece en la cobertura en vivo de las elecciones transmitidas por CNN, pese a que son para elegir un Parlamento que redacte una Constitución; quienes tengan mayoría en ese cuerpo no tendrán poder alguno.
No tendrán control sobre su petróleo ni autoridad en las calles de Bagdad, por no decir en el resto del país. No dispondrán de un ejército operativo ni una policía leal. El único poder real que existe lo tiene el ejército estadunidense y sus 150 mil soldados, quienes hoy se encontraban en las principales intersecciones de Bagdad.
Las grandes cadenas televisivas recibirán una lista de cinco colegios electorales donde se les «permitirá» filmar. Un análisis minucioso de la lista muestra que cuatro de los cinco se encuentran en zo-nas de población chiíta, donde seguramente la participación será alta. El quinto centro electoral está en una zona sunita de clase alta, y la participación será moderada.
Toda casilla ubicada en zonas sunitas de clase trabajadora estará vedada para la prensa. Me pregunto si los muchachos de la televisión nos dirán esto cuando el domingo nos muestren a los electores llegando «en bandada» a las urnas.
Este sábado, en el distrito de Karada, había tres camiones llenos de jóvenes que ondeaban banderas iraquíes; todos ellos a sueldo de Bagdad para «promocionar» la elección, igual que los desempleados que han estado pegando carteles en las paredes. Esto fue filmado por un camarógrafo de la estación de televisión estatal iraquí, controlada por el gobierno «interino» de Iyad Allawi.
La verdadera «nota» se encuentra afuera de Bagdad, y sucede en las decenas de miles de kilómetros cuadrados que están fuera del control gubernamental y del campo visual de los periodistas independientes; sobre todo en las cuatro provincias sunitas donde está el corazón de la insurrección iraquí.
Hasta la hora de apertura de urnas, los jets estadunidenses continuaron bombardeando «posiciones terroristas». Los más recientes de estos ataques fueron contra la ciudad de Ramadi, la cual -aunque George W. Bush y Tony Blair no lo admitan- está en poder de los insurgentes, como lo estuvo Fallujah antes que los soldados estadunidenses la destruyeran.
Los bombardeos aéreos estadunidenses se han incrementado mes con mes desde que Allawi, ex agente de la CIA, fue nombrado primer ministro interino por Bush. No hay reporteros «incrustados» en la gigantesca base aérea de Estados Unidos en Qatar o a bordo de los portaviones estadunidenses posicionados en el Pérsico, desde los cuales se lanzan estas cada vez más numerosas y mortales misiones.
Se ejecutan sin que nadie las notifique o las consigne en los medios; son parte de la guerra de «fantasía» que es muy real para las víctimas, pero que se mantiene oculta para nosotros, los periodistas que nos escondemos, acobardados, en Bagdad.
La realidad es que buena parte de Irak se ha convertido en una zona de fuego libre -para mayores referencias, véase el caso de Vietnam- y los estadunidenses están llevando a cabo una guerra secreta de manera tan eficiente y despiadada como lo fue su anterior campaña de bombardeos contra Irak, en 1991 y 2003: con un ataque aéreo al día, o dos, o tres.
Entonces estaban atacando las «posiciones militares» de Saddam en Irak. Ahora atacan las «posiciones de terroristas extranjeros» o a las «fuerzas antiraquíes». Esta úl-tima me gusta especialmente debido a que los extranjeros involucrados en esta violencia son, en realidad, estadunidenses que atacan, sobre todo, a iraquíes.
Esto no ocurre únicamente en las áreas sunitas. Sólo este mes, por ejemplo, un avión estadunidense disparó misiles contra un dormitorio de estudiantes de la Universidad de Erbil, en la zona kurda, al norte del país.
Entre los kurdos heridos figura un sobreviviente del ataque con gas venenoso que Saddam lanzó sobre Halajba, y que fue una de las razones por la que Bush y Blair supuestamente invadieron este desdichado lugar. Los estadunidenses no ofrecieron explicación.
¿Para qué decidieron bombardear a los kurdos? ¿Para advertirles que no se les dará la independencia? ¿O, más bien, para que dejen de reclamar la ciudad de Mosul, que el «nuevo» Irak quiere conservar como parte de su territorio nacional y no entregársela a un futuro «Kurdistán»?
Sí. Ya sé cómo se manejará todo. Los iraquíes acudirán valientemente a votar pese a las escalofriantes amenazas de los enemigos de la democracia. Al fin, las políticas estadunidenses y británicas llegaron a buen fin al instaurarse una democracia funcional para que podamos irnos pronto. El año próximo. O la próxima década, tal vez. El sólo hecho de celebrar elecciones -insensatez, en la opinión de muchos iraquíes- será un «éxito».
Los chiítas votarán masivamente, los sunitas se abstendrán mayoritariamente. El poder chiíta será investido por primera vez en un país árabe. Luego comenzará la manipulación con acusaciones de fraude y admisiones de que las elecciones pudieron haber sido «imperfectas» en algunas zonas.
Pero seguiremos hablando de «democracia» y «libertad» una y otra vez, la insurgencia seguirá creciendo y volviéndose más violenta, y los iraquíes seguirán muriendo. Pero habrá democracia en Irak.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca