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Max Aub o la necesidad de novelar la historia

Fuentes: Rebelión

Max Aub es uno de los más grandes escritores que ha tenido la lengua castellana, exiliado tras la guerra del 36, pasó varios años en campos de concentración hasta que pudo llegar a México, país de acogida, pueblo amigo con un presidente demócrata y defensor de los demócratas. Max Aub escribió bajo el título general […]

Max Aub es uno de los más grandes escritores que ha tenido la lengua castellana, exiliado tras la guerra del 36, pasó varios años en campos de concentración hasta que pudo llegar a México, país de acogida, pueblo amigo con un presidente demócrata y defensor de los demócratas. Max Aub escribió bajo el título general de «El laberinto mágico» seis novelas, editadas en Alfaguara y en Punto de lectura, son obras del máximo interés tanto literario como histórico. Comienzan antes de la guerra y acaban cuando termina la guerra. El primero de los títulos, «Campo Cerrado», indaga en las búsquedas que se realizan a lo largo de la vida, los sentimientos de convicción y la influencia de las circunstancias, la falta de conciencia y la experiencia, la mirada al pasado y el contraste con el presente, Max Aub mira las circunstancias personales, la convulsión interior de sus protagonistas, la asunción de los conflictos con la vida desde la vivencia que hace chocar intereses, y deja que se desarrolle bajo ese fuego, en el interior del personaje comienza se mueve lo más primario, la vida lo tratará, lo modificará, le dará forma, le pondrá a buscar y le combatirá. La combinación constante de flujos internos y externos componen una conciencia que contrasta con la nuestra, que contrasta con el pasado, que contrasta con su pasado. Las miradas de los personajes de «Campo Cerrado» presentan siempre una diferencia con las circunstancias, con el mundo, que nos va a interrogar y las soluciones que adopta se nos plantean de forma inquietante, soluciones que nos arrastran, nos golpean, nos ponen en primer plano. «Campo Cerrado» recoge la historia de un muchacho que trabaja en el campo valenciano y tras algunas peripecias llega a Barcelona, allí va de una a otra fábrica hasta que se ve en el paro, si antes había estado vinculado al movimiento sindical, las dificultades económicas le pondrán en manos del fascismo. Aventura, compromiso, reflexión sobre las condiciones de vida de los trabajadores en aquellos años, circunstancias históricas. Además veremos comenzar la relación entre un chico y una chica cuya entrega amorosa y lucha por la defensa de la legalidad republicana nos llenará de emoción, los reconoceremos en las restantes novelas de «El laberinto mágico». El acontecer de esos días resulta tan presente que cualquier interesado en el conocimiento de lo ocurrido en general, así como de las vivencias más profundas y personales, puede satisfacer su curiosidad, su necesidad de saber y su deseo de vivir con emoción mientras lee. En «Campo Cerrado», Max Aub se vuelca con el lenguaje y sorprende siempre al lector, tanto si no lo ha leído nunca como si es un habitual de su palabra, busca en las imágenes, en los significados, en las descripciones, en las metáforas, llevando al lector hasta el interior mismo de cada acontecimiento donde lo humano libra su batalla de intereses del momento o por convicción. Relaciona ideas, pregunta sobre ellas, expone conclusiones precisas, escuetas, el personaje las escribe en columnas. Leemos diferentes formas de hablar, usos del lenguaje de individuos pertenecientes a condiciones sociales distintas, regiones y naciones, así sean valencianos, o suizos, que dicen libertat, organitzación, ggrracioso, ess verdat, o leemos lo que dice un tartamudo, además de hacer discurrir a los personajes por todas las posturas ideológicas en liza. La voz narrativa también sitúa al lector ante las relaciones y objetivos de las clases sociales representadas en sus organizaciones y ante la vida del momento. Un fascista explica su odio hacia los maestros en base a que solo debe aprenderse lo que tiene que ver con lo que uno es, de modo que la condición social debe quedar establecida desde el principio, y si entra en el mundo de los parlamentarios y la posibilidad de que el pueblo se haga con el poder, lo tiene claro: hay que suprimirlos a todos, despotrica contra la inteligencia y proclama la fuerza como único valor. Tras una de las discusiones nuestro obrero en paro escucha a un amigo que le dice: «Los fascistas son los que lo son, más los que lo son sin saberlo, más los que lo son sin decirlo». Por otra parte se hace presente la castidad republicana que es llevada al escenario de un club de los de «enseñen» como dicen: se prohíben los desnudos, la respuesta, o cómo lo remedian, es la invención de «unas bragas con pelusilla artificial que salvan la ley y permiten los entusiasmos», después también serán prohibidas. Pero no desaparece la vida de la noche ni las canciones picarescas como la que entona la artista principal de uno de estos cabaret: «El día que yo me vaya// de este pequeño salón// ya no romperán los hombres// por delante el pantalón.

Una vez que ganan los republicanos las elecciones, Febrero del 36, un personaje sin afiliación espeta a los fascistas: «- Señores, ¿por qué no nos dejan en paz?. ¿Qué les han ganado en las elecciones? Pues bien, ¡ya ganarán ustedes otras!

-Y mientras tanto España ¿qué?- dijo Salomar. (el fascista).

– Ustedes se creen indispensables para su historia. ¿Sin ustedes dejaría de ser España?.»

En otro momento un fascista recuerda que en 1912 había en España un 60% de analfabetos y que entonces, 1936, estarán en el 50%. Van apareciendo aspectos de los encuentros de cierto mundo que se denomina anarquista y el fascismo en base a su antirepublicanismo, antipartidismo, y su sindicalismo. Aparecen los entrenamientos de los fascistas con armas de fuego previos al golpe de Estado, que llamaron «alzamiento», y sus lemas: «¡Lejos de nosotros la funesta manía de pensar! ¡Creemos, y obedecéis!». Los días previos al golpe de Estado corren los rumores, y los mandos de la Guardia Civil saben a que hora se va a producir. Los señores don, los excelentísimos, exministros monárquicos, ya lo celebran, brindan por el éxito del levantamiento militar y echan cuentas de las huestes de que disponen. Hablan de Lerroux «que no nos ve con malos ojos», los generales en capitales y en Tetuán, la aviación prometida por italianos y alemanes; van desgranando el plan de asalto, plan de muerte, el plan de los asesinos. Entretanto, para el día siguiente están previstas las Olimpiadas Populares Antifascistas, en Barcelona, deberían comenzar a las 11 de la mañana, cuando en Alemania Hitler inauguraba las Olimpiadas. Sobrevuela el panorama la reforma laboral que implantaba las 8 horas de trabajo, la autonomía de Cataluña, la labor de los sindicatos y la República. Y asalta la mentira de los mandos militares en la Península para sacar a los soldados a la calle: «¡Soldados de la República!: Ha sido descubierto un complot comunista contra las instituciones republicanas. Pero se han podido desenredar todos los hilos de la madeja urdida traidoramente en Moscú contra las libertades españolas. Con una rapidez ejemplar para el castigo de los culpables, el gobierno de la República ha decretado el estado de guerra…» Y los atletas participantes de las Olimpiadas Populares se manifestaran antifascistas al saber del golpe de Estado. La pobre toma de armas por parte de los combatientes antifascistas en Barcelona. Y don Jacinto Benavente, «un hombre calvo, con barbita, el puñito en alto…, Premio Novel de Literatura.» Y el triunfo del pueblo sobre los fascistas en Barcelona. Finalmente encontraremos al obrero que conduce la acción de la novela, que en medio de la lucha, habiéndose situado al lado de los golpistas, ve cómo combaten los de su condición social, la gente trabajadora, y mientras hace el camino de vuelta a los suyos se pregunta cómo ha conducido su vida de manera tan absurda, tan sin objeto.
En lenguaje de la calle, una novela como la copa de un pino. Si no ha leído a Max Aub, no deje pasar más tiempo, por algo es uno de los mejores escritores que tenemos en lengua castellana.

Título: Campo Cerrado.
Autor: Max Aub.
Editoriales: Alfaguara y Punto de Lectura.