Recomiendo:
0

Entrevista con Shalal el Kaissi, símbolo de los maltratos a los prisioneros iraquíes:

«Me torturaron, me humillaron, me destrozaron por dentro»

Fuentes: La Repubblica

Traducido para Rebelión por Juan Vivanco

«Me torturaron, me humillaron, me destrozaron por dentro. No quiero que lo que me sucedió le vuelva a pasar a nadie, que todos sepan lo que fueron esos meses en Abu Graib. Esta es mi nueva vida: denunciar lo que sucede en las cárceles iraquíes, defender los derechos de quienes están allí encerrados». Habla el que fuera preso n.º 151716 de la cárcel de la vergüenza, el hombre que se ha reconocido en una de las fotos más simbólicas de las violencias de Abu Graib: el preso encapuchado, de pie sobre una caja de cartón, de espalda a la pared, con los brazos abiertos y unos cables eléctricos atados a los dedos.

Ali Shalal el Kaissi, de 42 años, fue detenido en octubre de 2003 en un aparcamiento junto a la mezquita de El Amariyah y encarcelado con la acusación de ser un miembro de la guerrilla. En la jerga despectiva de sus verdugos era Clawman, el hombre garra, por una llamativa quemadura que tiene en la mano. Le soltaron en enero de 2004 y meses después fundó, con otras 12 personas, la «Asociación de Víctimas de las cárceles de la ocupación estadounidense».

Invitado a la conferencia sobre Irak que organiza [en Italia] el Campo Antimperialista para primeros de octubre, Hayy Ali (Hayy es el título del que ha hecho la peregrinación a La Meca) está al tanto de las presiones norteamericanas y la negación de visados a los otros iraquíes. Él está esperando una respuesta: «No sé si conseguiré ir», dice. Estos días se encuentra en Amán, Jordania, donde asiste a un curso de formación para agentes humanitarios.

¿Se reconoció cuando vio por primera vez la foto del hombre encapuchado?

-Los voluntarios de una asociación iraquí de derechos humanos me enseñaron las fotos de Abu Graib. Fue una impresión horrible, una destrucción personal. Recordé de inmediato lo que se ve en las imágenes: cómo me taparon la cabeza, me torturaron y me sometieron a una presión enorme. Me fotografiaron muchas veces. Otros han confirmado que ese preso era yo: organizaciones de derechos humanos y también indagaciones periodísticas, una de la televisión estadounidense, PBS, y otra de la revista Vanity Fair.

¿Cuándo le hicieron esas fotos?

-Nada más llegar a Abu Graib me llevaron al edificio donde estaban las celdas. El segundo mes empezaron las torturas y al mismo tiempo las fotografías. No sabría decir el día exacto, porque había perdido la noción del tiempo.

¿Cuál fue el momento más difícil durante los meses de encarcelamiento?

-Cuando me pusieron sobre una caja de cartón, con los cables eléctricos conectados a las manos. Y cuando me dejaron quince días desnudo. Mientras tanto, con un altavoz, me ponían todo el tiempo una canción, By the rivers of Babylon. Creí que iba a volverme loco.

¿Qué le preguntaban durante los interrogatorios?

-Querían saber si luchaba contra la ocupación. Pero también si conocía a las personas de la zona donde vivía. Me dio la impresión de que estaban buscando a alguien que pudiese colaborar, querían información. Quería que me convirtiese en «su ojo» en la zona. Pero yo no sabía nada y no contestaba a las preguntas. Entonces empezaron a torturarme. Me preguntaban siempre lo mismo, lo repetían una y otra vez, supongo que era un método para hacerme hablar. Las personas que dirigían los interrogatorios decían que habían trabajado en Gaza y Cisjordania.

¿Cuando le pusieron en libertad denunció lo sucedido?

-Me soltaron antes de que estallara el escándalo de las fotos. Me dijeron que mi detención había sido un error. Denuncié lo que me habían hecho a las autoridades iraquíes, pero me despacharon diciendo que me lo había inventado todo.

¿Qué le parece haberse convertido en el símbolo de las torturas de Abu Graib?

-La misma foto es para mí una tortura y preferiría que me conocieran por otra cosa. Pero no quiero que nadie más pase por lo que he pasado yo. Por eso he fundado una asociación, que no tiene nada que ver con los partidos políticos. Su labor consiste en defender los derechos de los presos, socorrer a los que salen con ayuda material y apoyo psicológico y contar lo que sucede en Irak.

¿Cree que el último año, después de que se conocieran las violencias de Abu Graib, ha mejorado la situación de los presos?

-No. Creo que cuando las cámaras de televisión entran en las cárceles parece que la situación ha mejorado. Pero recibo continuamente correos electrónicos de familiares de detenidos que denuncian abusos y violencias, y no sólo en las cárceles administradas por los estadounidenses. En la zona de Al Garma hay mujeres y niños presos, unos 15 en total. Lo más grave es que en el 99% de los casos los detenidos son inocentes y les dejan en libertad, pero mientras tanto, en la cárcel, han perdido la dignidad.