Manfred Linz, Jorge Riechmann y Joaquim Sempere, Vivir (bien) con menos. Sobre suficiencia y sostenibilidad. Icaria, Barcelona, 2007, 119 páginas. Edición al cuidado de Jorge Riechmann ¿Vivimos en el mejor de los mundos posibles? ¿Es inevitable que, como informaba The Lancet en 2006, y recuerda Riechmann en su artículo, millones de niños en todo […]
Manfred Linz, Jorge Riechmann y Joaquim Sempere, Vivir (bien) con menos. Sobre suficiencia y sostenibilidad. Icaria, Barcelona, 2007, 119 páginas. Edición al cuidado de Jorge Riechmann
¿Vivimos en el mejor de los mundos posibles? ¿Es inevitable que, como informaba The Lancet en 2006, y recuerda Riechmann en su artículo, millones de niños en todo el mundo puedan haber sufrido daños cerebrales por efecto de la contaminación industrial? ¿Es una simple aporía apuntar que podemos vivir bien y mejor con menos bienes? ¿Más con menos?
Probar que no hay aquí ningún desatino, sino más bien un sendero abierto y urgente de temperada racionalidad, es la finalidad de este ensayo.
Vivir (bien) con menos está compuesto por cuatro trabajos: dos de Manfred Linz -«Sobre suficiencia y vida buena» y «¿Y qué pasa con la economía? Sobre suficiencia, crecimiento económico y desempleo»-; un tercero de Joaquim Sempere -«¿Es posible a austeridad voluntaria en un mundo que se hunde en la insostenibilidad ecológica?»- y, finalmente, un cuarto artículo de Jorge Riechmann: «Oikos & jaikus. Reflexiones sobre la crisis ecosocial», quien es además el editor del volumen.
En el primero de sus textos, una comunicación presentada en la sesión de 27 de octubre de 2006 sobre «Los valores de suficiencia y austeridad» dentro del seminario «Ciencia y tecnología para una sociedad sostenible» organizado por ISTAS y el Instituto de Filosofía del CSIC, Linz analiza en la primera parte los tres caminos necesarios, la terrenal trinidad ecológica, para la sostenibilidad intentado demostrar por qué la suficiencia es necesaria. En la segunda parte, Linz da cuenta de la forma en que el Instituto Wuppertal ha organizado su estudio acerca de ella.
La sostenibilidad, señala Linz, puede obtenerse por tres caminos diferentes: eficiencia, coherencia y suficiencia. La eficiencia -hacer más con menos- se orienta al mejor aprovechamiento de los recursos naturales y tiene su telón de Aquiles: los ahorros conducen o seducen hacia un sobreconsumo. La coherencia se orienta al estudio de tecnologías compatibles con la naturaleza, aquellas que aprovechan los ecosistemas sin destruirlos. La suficiencia trata de conseguir un menor consumo de los recursos a través de una demanda de bienes menor. Si queremos preservar la Tierra, los seres humanos -especialmente los mayores consumidores, los habitantes de los países más industrializados- tendremos que aprender a vivir dentro de sus límites, sin causar más impactos que los que soporta la biosfera.
La autolimitación propugnada por Linz no es estrictamente ética, no es sólo asunto de benevolencia. Los países más ricos tendrán que acceder a una reducción de su consumo de materiales y energía. La aceptación voluntaria de límites responde «al interés propio esclarecido de las naciones en las cuales estamos viviendo» (p. 9). La suficiencia, a diferencia de la eficiencia y la coherencia, busca vías y estrategias para ahorrar recursos a través de transformaciones del comportamiento humano.
La segunda parte del trabajo está dedicada, como señalábamos, a dar cuenta de la investigación sobre la suficiencia que se realiza en el instituto Wuppertal, institución en la que realiza su investigación. Debo reconocer que no he sido capaz de valorar justamente el alcance de una de las líneas de estudio del instituto alemán -«¿De qué manera se pueden convencer a las empresas de que realicen una gestión económica orientada a la suficiencia?»- ni tampoco acabo de estar convencido, a pesar de coincidir con la importancia de la perspectiva defendida, de alguno de los mecanicismos de acción individual propuestos por Linz. El siguiente por ejemplo: «Antes de viajar estos días a Madrid hice una transferencia de 14 euros para contribuir con esta suma al fomento de la energía solar en África y de esa manera compensar el daño climático producido por el vuelo» (p. 15).
En el segundo de sus trabajos, Linz ahonda en algunas de sus posiciones y discute la que sigue siendo corriente principal de la filosofía y de las políticas económicas: crecimiento económico sigue significando incremento cuantitativo, entendido éste como crecimiento exponencial. «Sólo una economía que crezca de tal forma es una economía sana y por ello hay que subordinarlo todo al alcanzar tal crecimiento, que eleva el bienestar monetario» (p. 40). Las razones por las que a pesar de hechos, reflexiones y experiencias se mantiene, tozudamente, en opinión de Linz, esa falsa creencia y esa absurda esperanza son expuestas por el autor en las páginas 44-45. Es destacable el apartado dedicado a refutar la idea de la eliminación del paro a través del crecimiento. La tesis defendida: «Ha de reconocerse que el crecimiento económico sólo de forma muy limitada puede contribuir a una reducción sustancial del paro. Pues con independencia de cuanto crecimiento siga siendo posible en países como Alemania, toda una serie de indicadores apunta a que el crecimiento sólo de manera limitada y no duradera redundará en una mayor ocupación» (p. 48). La crítica y el problema abierto con ella son decisivos.
La reflexión de Joaquim Sempere, profesor de teoría sociológica y sociología medioambiental en la Universidad de Barcelona y autor del libro La explosión de las necesidades, parte de la consideración de que la situación histórica en la que se encuentra hoy la humanidad es inédita dado que, por vez primera, el despilfarro colectivo en el aprovechamiento de unos recursos naturales crecientemente escasos pone en peligro su propia supervivencia, «o por lo menos su supervivencia civilizada» (p. 40). Su razonable pregunta se impone: ¿es posible y suficiente una austeridad voluntaria, como la defendida en épocas anteriores por corrientes religiosas y laicas, para evitar esa tragedia final por lo demás reiteradamente anunciada? La tesis de Sempere puede ser resumida en los siguientes términos: no basta con actitudes meramente individuales, sin duda importantes y valiosas, sino que es necesario intervenir con instrumentos colectivos para introducir cambios sustantivos en los hábitos, los valores y las prioridades de la sociedad, cambios que simplifiquen el metabolismo socionatural «y permitan reducir el impacto humano sobre la biosfera tratando de conservar todas las mejoras que sea posible conservar con miras a una vida buena y digna» (p. 32). Para Sempere, y es fácil, y justo, coincidir con él y con su línea argumentativa, construir una voluntad colectiva sobre esas bases es, actualmente, la tarea política más urgente. Es necesario extender la ciudadanía a la esfera del consumo, un ámbito donde el poder de las multinacionales apenas tiene bridas y son muy escasas las resistencias ciudadanas.
«Oikos y jaikus» es el título del magnífico artículo de Jorge Riechmann que cierra este ensayo. El movimiento ecologista está perdiendo al menos en los países centrales del imperio del Norte. «Lleva más de un tercio de siglo luchando para hacer avanzar la propuesta de paz con la naturaleza. Pero el partido de la guerra está ganando ese combate» (p. 71). Tanto el calentamiento del planeta «como la proliferación nuclear están a punto de escapar a todo posible control» (p. 73) poniendo en entredicho el futuro de la civilización humana. Un ejemplo, entre muchos otros. Desde comienzos de los años setenta, hace apenas cuatro décadas, la demanda europea de recursos naturales, a pesar de los esfuerzos en el ámbito de la ecoeficiencia, ha registrado un aumento cercano al 70%, de tal forma que si desarrollo se entiende al modo convencional, no hay forma de alcanzar un desarrollo que sea sostenible. Afirmarlo es publicidad engañosa o simple ideología, falsa consciencia o consciencia falseada. ¿Se trata, pues, de volver a las cavernas, como dicen los críticos antiecologistas que defienden los movimientos ecologistas? Nada de eso. No se trata de rechazar la técnica, la ciencia ni el progreso sino de reevaluar sus logros sin prejuicios, teniendo en cuenta todas las variables en juego.
El texto de Riechmann finaliza recordando una anécdota de Jean Ziegler. En una entrevista de abril de 2001, el actual y activo comisario de las Naciones Unidas recordaba que cuando el Ché Guevara visitó Ginebra en 1964 para asistir a la Conferencia del Azúcar fue él su chófer durante casi dos semanas. El último día, a las cuatro de la mañana, un jovencísimo Ziegler se atrevió a expresarle a Guevara su deseo de ir con él a Cuba. El líder revolucionario, sin apenas dudarlo, le contestó que él, Ziegler, había nacido en el cerebro del monstruo y que era allí donde tenía que trabajar y combatir. Riechmann, Linz y Sempere también han nacido en las cercanías de ese mismo cerebro y desde hace ya largo tiempo también han decidido, como quería Guevara, trabajar y combatir el monstruo aquí, en su centro neurálgico, y ayudarnos a los demás con su ejemplo y sus documentadas aportaciones teórico-políticas. Gracias por ello.
Nota: Esta reseña apareció publicada en la revista El Viejo Topo, marzo 2008.