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Melancólicas fiestas

Fuentes: An Arab Woman Blues

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Pintura del artista iraquí Kazem Al-Dajil

Creo que las últimas Navidades, y las actuales, son las peores que he vivido hasta ahora…

No he celebrado el Eid y tampoco voy a celebrar las Navidades. ¿Qué podría celebrar?

Miles de corderos han sido degollados y la sangre de Jesús no ha parado de gotear a borbotones…

Ni siquiera me atreví a telefonear a la rama cristiana de la familia para desearles algo. Sólo envié un mensaje que decía: «Que Dios nos proteja a todos».

Sé que las Navidades es una época difícil para algunas personas. Por diferentes razones. Las reuniones familiares no siempre son placenteras, pueden traer recuerdos de una familia que una hubiera querido siempre poder cambiar… Algunas personas ni siquiera tienen familia con la que celebrar nada. Y algunos llevan penando lo que parece ser toda una eternidad y no tienen ya corazón para nada, nunca más…

Pertenezco a la última categoría. No sólo yo, sino casi toda la gente que conozco, al menos la mayor parte de la gente que rodea mi pequeño mundo.

Mi pequeño mundo que se ha visto reducido al ordenador y a un contacto mínimo con el exterior. El ghetto mental y físico como existencia… donde se quemaron todos los puentes y donde colgamos todos pendientes de un hilo…

Francamente, incluso escribir esto me resulta demasiado penoso… mis dedos se fuerzan a sí mismos sobre el teclado, porque las palabras han estado repiqueteando, como si quisieran salir afuera.

A veces juego un poco conmigo misma. Por ejemplo, me prometo que hoy no voy a ver las noticias, ni tampoco a leer nada ni a hablar con nadie que pueda contarme otra historia desesperada… Algunas veces me comprometo conmigo misma a no acercarme siquiera al ordenador… A no abrir el correo, a no leer los comentarios, a no…

Tengo fantasías acerca de un botón que lo pudiera apagar todo, pero es sólo una fantasía.

La Realidad se me ha convertido en una segunda piel… Y una habría confiado en que, a estas alturas, esa piel se habría ido espesando hasta crear callo, pero no, no ha ocurrido nada de eso.

Todo sigue siendo muy burdo y así seguirá durante largo tiempo. Los Dictados de una Realidad de la que no hay escape posible, a menos que empiece a dominar el perfecto arte de la Negación, algo para lo que muchos de Vds. disponen de grandes recursos.

Supongo que ya es demasiado tarde para mí.

Estaba el otro día hablando con un amigo iraquí y me dijo que se sentía muy desgraciado, crónicamente desgraciado… Y añadió: «La lucidez tampoco me está sirviendo de ayuda«.

Supongo que Vds. no tienen ese problema. Les envidio.

A mí madre le está pasando también algo parecido… La mayor parte del tiempo está silenciosa y en más de una ocasión la he sorprendido llorando sobre su alfombrilla de oración. Echa de menos su hogar. Se siente perdida… Yo también, me siento perdida. Todos nos sentimos perdidos.

El otro día estábamos viendo un programa de televisión sobre Iraq y, normalmente, cuando ella está delante, trato de medir mis palabras pero ese día no controlé demasiado y se me escapó: «Iraq se acabó, la han liquidado».

Mi madre se volvió hacia mí con ojos suplicantes y dijo: «Te lo ruego, no vuelvas a decir eso nunca».

Estamos constantemente volviéndonos locos con palabras… con frases que construimos cuidadosa y elaboradamente, retorciéndolas y dándoles la vuelta para evitar decir lo no expresado, esa verdad que nadie quiere oír y que nadie se atreve a pronunciar…

Sí, estamos colgando de un hilo en el vacío.

Algunos familiares siguen en prisión y todavía no sabemos de qué se les acusa y si están vivos o muertos. Otros han desaparecido y no sabemos nada. Otros están dispersos y sus hogares destruidos. Los amigos se han desvanecido. Y mi pequeña palmera murió, eso me han dicho. Y también los otros cinco árboles. Sin agua. Todavía no hay agua, ni electricidad ni fuel…

Rezamos para que llueva ya, para que lluevan los cielos y se apague la sed… esa sed, tantas clases de sed…

Los soldados volvieron de nuevo, los estadounidenses, y le rompieron otra vez la puerta a Radhi. Pero en esta ocasión encontraron algo. Abrieron el frigorífico y vieron una docena de botellas de Pepsi Cola.

«¿Qué pasa con toda esta Pepsi? ¿A quién estás recibiendo? Vives aquí solo con tu mujer, ¿por qué necesitas 12 botellas de cola?»

«Tengo nietos que podían venir a visitarme por el Eid», dijo Radhi.

«Bien, no creo que lo hagan».

Y los soldados cogieron las botellas de Pepsi y se las bebieron.

Los pequeños placeres que Radhi había reservado para sus nietos… en caso de que se atrevieran a llegar hasta su emparedado barrio…

Las cosas nimias y las cosas importantes han devenido intercambiables, confundiéndose… y las líneas de separación son borrosas.

Las pequeñas cosas se han convertido en grandes y Radhi, que apenas se quejó cuando perdió su trabajo, su hijo, su hermana, su sobrino, rompió a llorar a causa de las botellas de Pepsi…

Y las cosas importantes, como el secuestro de alguien muy cercano y su desaparición, encuentran tan sólo silencios estoicos y rostros glaciales…

Las líneas se han vuelto muy confusas pero todas ellas dibujan y trazan una única y misma cosa: Ocupación.

Ocupados en verano, otoño, invierno y primavera. Ocupados en Eid y en Navidad. Ocupados.

Todos convertidos en prisioneros, de un modo u otro… Lo de dentro y lo de fuera se entremezclan y señalan hacia esa Realidad única.

Incluso aquellos de nosotros que se fueron tan lejos como pudieron, como Hala, que dio con sus huesos en Estados Unidos, a la edad de 65 años, sin conocer a nadie allí…

Finalmente logré saber algo de ella. Se ha visto obligada a trabajar en un supermercado durante nueve horas al día. No tiene coche. Por eso depende de que algún vecino la lleve al trabajo y la traiga de vuelta. Tiene un magro salario de 1.500 dólares al mes. Después de pagar los impuestos y el alquiler y las «cuotas de refugiada», le quedan 200 dólares para comer.

Se pasa todo el día en ese supermercado en la habitación frigorífico sacando artículos alimenticios… todo el tiempo helándose, quedándose helada. Y la única cosa que le da algo de calor es cuando vuelve a casa y llora hasta que se duerme. «Mis lágrimas me calientan», dice.

A tantos kilómetros de aquí y está también prisionera. Prisionera, como todos nosotros. Una prisionera de «la Liberación, la Libertad y la Democracia».

Ya ven, cada uno de nosotros vive una existencia amurallada. Los muros están por todas partes, por dentro y por fuera. Dentro de nuestras cabezas, alrededor de nuestros corazones y… fuera de nuestras ventanas.

Todo es ahora borroso, líneas borrosas para una existencia confusa, un túnel existencial…

Y como dijo aquella mujer cristiana iraquí al hablar de las Navidades:

«No veo ninguna luz al final de este túnel. Está muy, muy oscuro. Mientras no haya un gobierno y unos dirigentes fuertes que sepan cómo tomar el control de todo, el caos y el terror continuarán y continuarán. Ya lo verán.» (*)

Había un dirigente fuerte, pero ya no está. Se fue unos cuantos días después de la Navidad, poco antes de Año Nuevo, en el día del Eid.

¿Quién podrá sustituirle y poner de nuevo todo en su sitio? ¿Quién controlará el caos y el terror?

Todo está borroso y muy sombrío… Es algo más que un momento de melancolía decembrina. Ya lo verán…

N. de la T.:

(*) Enlace con artículo conteniendo información referida:

english.aljazeera.net/NR/exeres/B5081016-3CFE-4E11-8B51-D904B5FFF902.htm Enlace con texto original en inglés:

http://arabwomanblues.blogspot.com/2007/12/holiday-blues.html