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Mentiras para invadir… ¿mentiras para retirarse?

Fuentes: La Estrella Digital

En un informativo televisado español se emitieron el viernes pasado dos secuencias sucesivas. La primera se refería a un bombardeo estadounidense en Iraq, que produjo una treintena de muertos (entre ellos algunos combatientes de Al Qaeda, según fuentes de las tropas atacantes), incluyendo mujeres y niños, con las consabidas escenas de tragedia familiar: ruinas domésticas, […]

En un informativo televisado español se emitieron el viernes pasado dos secuencias sucesivas. La primera se refería a un bombardeo estadounidense en Iraq, que produjo una treintena de muertos (entre ellos algunos combatientes de Al Qaeda, según fuentes de las tropas atacantes), incluyendo mujeres y niños, con las consabidas escenas de tragedia familiar: ruinas domésticas, llanto, sangre y cadáveres.

Acto seguido en la misma pantalla del televisor apareció un beatífico coro formado por la feliz familia Bush junto con sus allegados más inmediatos, cantando dulces canciones navideñas para festejar el encendido del árbol de Navidad en la Casa Blanca, con la participación musical de la banda del Ejército de EEUU en uniforme de gala. Sonrisas, besos, parabienes, espíritu de paz y concordia.

El contraste no podía resultar más repugnante. Los dos acontecimientos tuvieron lugar casi a la vez. Ambos tenían su origen en la misma Casa Blanca que, por un lado, muestra un semblante de felicidad navideña y, por otro, la ya prolongada violencia que gestiona implacablemente. El mismo rostro inexpresivo y oficial del presidente de EEUU avalaba ambos sucesos. Radiante felicidad pública en casa; sangrienta violencia oficial en el desdichado Iraq.

Pero las cosas se están torciendo en esa Casa Blanca donde Bush ve, entre irritado y obcecado, cómo sus planes para Iraq -y para todo Oriente Medio- se van al traste ante la creciente oposición que sus monumentales errores y no menos abultadas mentiras han hecho crecer en EEUU. Igual que los errores y mentiras de Aznar y su camarilla les enviaron a la oposición en 2004, al perder la confianza mayoritaria de los españoles.

Ni el mismo Bush se cree ya su repetida frase: «Continuaremos allí [en Iraq] hasta terminar nuestro trabajo», porque sabe que la presión opositora va a crecer hasta hacerse insoportable si las cosas siguen igual. El giro que tomarán los acontecimientos no es del todo imprevisible. La hipótesis más probable es que, del mismo modo que el gobierno de EEUU recurrió a la mentira para forzar la invasión y ocupación de Iraq, con el resultado por todos conocido, también ahora hará todo lo posible por engañar a la opinión pública -y a los gobernantes aliados, empezando por el crédulo primer ministro británico- vistiendo con mentiras y engaños una retirada militar que se anuncia irremediable.

De la última reunión entre Bush y su más fiel vasallo europeo, Blair, cabe deducir que ambos intentarán responsabilizar del fracaso iraquí a todo el mundo menos a sí mismos. Lo mismo que hizo el ex presidente español respecto a su fracaso electoral del 14-M. Ninguno de ellos parece capaz de aprender lecciones de una derrota, que es la circunstancia más favorable para hacerlo: las victorias enseñan poco y ni siquiera obligan a reflexionar sobre lo ocurrido.

Anticipemos cómo nos explicarán el abandono (parcial: las bases militares de EEUU permanecerán allí mientras sea posible) de Iraq. En primer lugar, se responsabilizará al pueblo iraquí. El nuevo jefe de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU ya ha apuntado en esa dirección: «Los iraquíes habrán de tomar decisiones difíciles y aceptar la responsabilidad de su futuro». ¡Formidable argumento! Destruya usted primero su ejército, liquide la administración civil, hunda al país en el caos, abra las puertas al terrorismo, fuerce la emigración de la población que -por su mayor nivel cultural y económico- puede todavía irse y, a continuación, exija a ese mismo pueblo que tome en sus manos las riendas del futuro. Riendas que usted mismo se ha preocupado de romper e inutilizar. ¿Cabe mayor hipocresía?

Puede intuirse también que se escuchará en los círculos dirigentes de Washington y Londres un dolido reproche hacia ese pueblo ingrato que no apreció los esfuerzos liberadores y desinteresados de la coalición ocupante. Con esto se cerrará el círculo de la falacia: el culpable de lo que suceda después será el mismo pueblo víctima de lo que está sucediendo ahora. ¿Cabe mayor dislate?

No es descartable, por último, que se nos insista en que la ocupación ayuda todavía a la recuperación y, por tanto, se está favoreciendo al pueblo iraquí manteniendo allí los ejércitos. Se dice: solo nos iremos, bien a nuestro pesar, cuando los dirigentes iraquíes nos lo pidan. Pero muchos dirigentes iraquíes independientes -no los del actual gobierno marioneta- han sido claros al respecto: «La raíz de nuestros problemas está en los errores cometidos por los americanos desde que nos invadieron», opinión que comparten chiíes y suníes.

Lo peor de la sarta de mentiras que está al caer será que, al no haber aprendido nada del fracaso, se esté predispuesto a repetirlo en otro lugar: por ejemplo, Irán. Bush admira a los que llama «líderes fuertes» (así calificó a Aznar), entre los que él se considera, sin advertir que suelen ser líderes testarudos y obcecados. Los griegos de la Antigüedad ya lo sabían: «Los dioses ciegan a quienes quieren perder».


* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)