La masacre de civiles por disparos de los «contratistas» de la firma Blackwater ha servido para sacar a la luz el odio que los iraquíes profesan a los mercenarios, a los que califican como «perros de guerra». El Gobierno colaboracionista se ha visto forzado a reaccionar y anuncia medidas políticas (expulsiones, reconsideraciones) y legales cuyo verdadero alcance queda claro tras las palabras de un oficial de la embajada estadounidense: «Blackwater sigue aquí». Se calcula que hay unas 280 compañías privadas de seguridad actuando ilegalmente en Honduras. En Ecuador las condiciones son inmunidad, impunidad, explotación y violaciones de derechos humanos y laborales.
¿Blackwater en Irak? «Perros de guerra rabiosos que matan a inocentes en la calle», responde indignado Hamid Hussein, jubilado de 60 años, sentado junto a la puerta de su casa.
Los bagdadíes muestran a las claras su odio a los «empleados de empresas de seguridad extranjeras», a los que quieren fuera de su país cuanto antes.
Mercenarios de nuevo cuño que circulan a tumba abierta en convoyes blindados superarmados por las calles de la capital, «tienen el derecho de matar por una simple sospecha», denuncia Abu Ahmed. «Ellos son los dueños y nosotros nos hemos convertido en extranjeros en nuestro propio país», lamenta este funcionario de 37 años de edad.
A bordo de sus 4×4 con las ventanillas tiznadas y con sus tiradores fuertemente armados y protegidos con chalecos antibalas, apuntan con sus ametralladoras a todo lo que se mueve. Reputados por su brutalidad, alardean de lanzar en picado sus helicópteros para aterrorizar a la población y no dudan en abrir fuego indiscriminadamente a los vehículos y a los peatones que se acercan a sus convoyes.
«Son los ocupantes. Son como los militares estadounidenses y se comportan de la misma manera», resume Mohamed Abdallah, un parado de 32 años originario del barrio de Mansur, donde mercenarios de la firma Blackwater que escoltaban a diplomáticos estadounidenses mataron el domingo a al menos diez civiles.
Granadas ensordecedoras
Blackwater cuenta más de un millar de mercenarios en nómina famosos en Bagdad en particular por utilizar granadas ensordecedoras contra los automovilistas distraídos o ïnconscientes que ignoran sus órdenes. La firma tiene un contrato de 50.000 millones de dólares con el Pentágono y clientes tan prestigiosos como la embajada estadounidense en Bagdad.
Blackwater se ha convertido en referencia mundial de una pléyade de empresas de mercenarios en Irak. Atraídos por altos salarios, sus «empleados» garantizan la logística del Ejército estadounidense y la vigilancia de instalaciones clave.
Más allá, cumplen misiones de asistencia militar que van desde las escoltas de convoyes de personalidades hata operaciones de apoyo a unidades del Ejército, sin olvidar el interrogatorio de los prisioneros, como quedó patente tras la filtración del escándalo de torturas a los prisioneros en Abu Ghraib,
Son 50.000 mercenarios, gustan presentarse con el acrónimo PSD (Private Security Detail), constituyen el segundo Ejército extranjero en Irak.
Blackwater es la más conocida pero las también estadounidenses Triple Canopy, Zapatas, Titan, CACI y la británica Aegis, entre otras, han estado igualmente implicadas en masacres de ciudadanos iraquíes.
«No respetan a los iraquíes, interrumpen la circulación y disparan contra todo el que se les acerca», denuncia un policía de tráfico. «Pero no podemos hacer nada ante ellos, ni siquiera el Gobierno iraquí puede impedirles comportarse como bárbaros», reconoce un soldado, kalachnikov en ristre.
Un juez de la Corte Suprema del Irak, Abdel Sattar Ghafour Bairaqdar, aseguró ayer que «la justicia iraquí tiene jurisdicción sobre este suceso y puede juzgar a sus autores».
Lo cierto es que la ley N.17, promulgada el 27 de junio de 2004 por el entonces virrey de EEUU, Paul Bremer, les concede inmunidad total. Los mercenarios no obedecen más que a su propios jefes, y sus empresas aseguran estar al margen no sólo del derecho local sino incluso de la jurisdicción internacional.
Como requisitos, estas firmas deben contar con el aval del Pentágono y obtener una autorización del Gobierno iraquí. Esta última formalidad no ha sido siquiera siempre respetada.
Sí lo ha sido en el caso de Blackwater, que cuenta con licencia del Gobierno iraquí.
«Blackwater sigue aquí»
Un Ejecutivo entre la espada y la pared que anunció el lunes la retirada del permiso a esta firma para actuar en Irak. 24 horas después, un oficial de la embajada estadounidense confirmaba que «Blackwater sigue aquí» y que «ha habido discusiones entre las autoridades iraquíes y los responsables americanos».
La secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, se limitó a «pedir disculpas» en conversación telefónica al primer ministro, Nuri al-Maliki.
Su Ejecutivo no ha reaccionado al incumplimiento por parte del Pentágono de la retirada de la licencia a la firma
Sí lo ha hecho a la exigencia, por parte del movimiento chiíta antiocupación, al-Sadr, de que se prohíba a todas las empresas de mercenarios seguir en Irak.
En un intento de conjurar este frente interno interchiíta, el Ejecutivo de al-Maliki anunció su intención de reconsiderar en los próximos días y «en conformidad con la ley» las actividades de todos estos grupos.
Sarmad Abdul Rahman, parado de 40 años de edad, lo tiene claro. «Este suceso deja al descubierto una vez más la mentira de la soberanía iraquí». Ali al-Saadi duda de que Blackwater se vaya. Es la opinión de los bagdadíes, que han agrupado a todos los mercenarios en Irak bajo el nombre del Mossad, el servicio secreto israelí, toda una muestra del «cariño» que profesan a estos «asesinos».
«Habría que expulsarlos a todos», insiste Ali. ¿Y mientras tanto? «Habrá una multiplicación de ataques de la resistencia contra estos grupos», sentencia.
El Pentágono ha encargado un estudio sobre la necesidad logística de los mercenarios y sus obligaciones legales.
El de Irak es el primer escenario de guerra moderno que depende tan abierta y estratégicamente de los servicios remunerados de mercenarios.
El «incidente» de Blackwater crea una situación engorrosa para EEUU, cuya ocupación depende de más de 100.000 «contratistas», entre los que se incluye el contingente de mercenarios.
La práctica, cada vez más frecuente, que consiste en externalizar los contratos militares, ha dado a luz a un sector muy lucrativo (un mercado de 100.000 millones de dólares), que se defiende asegurando que suministra recursos, servicios y seguridad en muchas zonas del mundo asoladas por conflictos.
Irak está en el corazón de este comercio más que rentable, presente a través del globo desde Colombia hasta Afganistán y del que EEUU es el principal cliente.
Según Peter Singer, experto de la Brookings Institution y autor del libro «soldados bajo contrato», hasta 48.000 mercenarios están implicados en operaciones tácticas en el Irak ocupado, un contingente mayor que la suma de todas las fuerzas aliadas con EEUU en el país.
Miembro de Globalsecurity.org, John Pike no duda en valorar que los mercenarios suponen «una baza» y añade que «una de las razones que hace que estén tan bien pagados es que matan a los terroristas sin hacer explotar todo el vecindario». En esta línea de argumentación, Pike concede que «esta gente son asesinos» y matiza a continuación y demasiado tajante que «no se puede decir lo mismo de los soldados ordinarios».
Su independencia frente a la cadena de mando ha suscitado de vez en cuando la inquietud de Washington. Un informe de GAO (Organismo de Control del Gobierno de EEUU) alertaba el año pasado de que los mercenarios «entran en combate sin coordinarse con el Ejército, exponiendo a ambos a riesgos más elevados».
Los riesgos son elevados -un millar largo de mercenarios han muerto en Irak- pero la paga es muy superior a la de los soldados o a la que los mercenarios originarios de países empobrecidos podrían percibir si se quedaran en casa.
Blackwater, empresa que tiene su base logística en Carolina del Norte (sureste de EEUU), asegura que paga a sus mercenarios de 450 a 650 dólares al día. En su web de internet se lee la siguiente leyenda: «Blackwater es un equipo de veteranos del Ejército y de Fuerzas del Orden y de otros americanos aptos y motivados que protegen a diplomáticos, ofrecen entrenamiento y servicios logísticos. Blackwater no lleva a cabo más que misiones defensivas».
En esta línea, esta empresa de mercenarios rompió ayer su silencio y aseguró que masacró a una decena de civiles iraquíes «en legítima defensa».
«La llegada de la motivación lucrativa al campo de batalla abre enormes y nuevas posibilidades», señala eufórico Peter Singer. No obstante, este experto en cuestiones militares concede que «también abre una serie de cuestiones sobre democracia, ética, mando militar, ley, derechos del hombre y sobre la seguridad nacional e internacional».