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Mi Celebración del Eid

Fuentes: An Arab Woman Blues

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


«La bandera iraquí en 2007″

Cuadro del artista iraquí Qais al-Sindi

Gracias a todos los que me han felicitado por el Eid (*). Es un detalle que aprecio mucho pero, por favor, ya es suficiente.

No lo estoy celebrando. No lo celebré el año pasado ni tampoco este año.

Algunos familiares me llamaron para hacerme llegar sus buenos deseos. Les dije: «Gracias, lo mismo para ti.» Fin de la conversación.

Mi madre me dio bastante la lata para que fuera y saludara a los visitantes que se dejaron ver durante todo el día. Le dije «Estoy ocupada«. Fin de la conversación.

Mi hermano llamó: «Hermanita, feliz Eid«. Le dije, «Oh, ¿realmente

No estoy celebrando nada. No lo celebraré. Me niego a hacer fiesta. Me he propuesto no celebrarlo. Estoy en huelga. Sí, así es.

Y mi huelga es más significativa aún porque esta es la primera vez desde «nuestra liberación» que los chiíes sectarios de Irán, encargados de «gobernar» al gobierno «iraquí» en pos de las directrices de Teherán, Washington y Tel Aviv, decidieron celebrarlo durante los mismos días que los sunníes.

¿Cómo es que lo preguntan? El año pasado decidieron expresamente celebrarlo un día después. El sábado, en lugar del viernes.

El viernes lo reservaron para hacer la ofrenda del cordero a su salvaje dios (**). ¿Cómo podría olvidar ese viernes?

Ahora, una vez que el cordero ha sido sacrificado según el preciso ritual expiatorio, ¿por qué deberían tener controversias con los sunníes?

Después de todo, los sunníes han sido pacificados a través de una campaña masiva de limpieza primaveral. No quedan, pues, sunníes con los que disputar.

Por eso, sí, ¿por qué no? Vamos a celebrarlo con ellos el mismo día, para demostrar los buenos resultados del incremento de tropas. Un trama típica y barata de los esclavos de Teherán.

No nos engañemos. Ya no quedan más sunníes. Están en el exilio o muertos.

Tengo aún frescas en la memoria las ofrendas del Eid del pasado año.

Las he tenido presentes durante todo el año. Y seguiré teniéndolas presentes durante todos los días de vida que me queden.

Esas imágenes no me abandonarán nunca. Se han convertido en mi emblema, en mi tatuaje, en mi referencia, en mi señal, en mi dirección, en mi línea anterior y posterior…

Se han convertido en mi pared, en mi arma y en mi pluma…

¿Cómo podría olvidar? ¿Cómo podría olvidar alguien que tenga un ápice de dignidad?

Y mientras algunos de Vds., izquierdistas, antibelicistas, me envían correos deseándome un «feliz nuevo amanecer», y otros prometieron que no habría «lágrimas» para el Héroe… Mi país está ardiendo.

Y mientras el Hombre, el Líder, que contribuyó a sacar este país de la oscuridad del colonialismo, del tribalismo y del atraso sectario, estaba siendo colgado y linchado por los estadounidenses y por algunos de esos mismos chiíes sectarios y matones kurdos Vds. seguían defendiendo y defendiendo las mentiras urdidas para el «ocasión»…

Mi país sigue ardiendo.

¿Y quieren que yo festeje algo?

¿Y me preguntan por qué no les respeto?

No se merecen mi respeto.

Son tan criminales como los asesinos a los que supuestamente se oponen.

No. Las imágenes inéditas no me abandonarán nunca.

Nunca olvidaré a quienes estaban presentes en aquel Eid.

No olvidaré a los cabecillas de las milicias asesinas y sus cohortes…

Abdel Aziz al-Hakim, de las Brigadas Badr, Muwafak Al-Rubaie, del partido Dawa, los periodistas empotrados estadounidenses especialmente invitados para el suceso, los agentes kurdos sionistas -mientras «el presidente» Talabani estaba en París en el Hotel Georges V comiendo caviar, bebiendo champagne y contemplándolo todo desde su suite «presidencial»-, el Embajador de Irán y, en último lugar, pero no por ello menos importante, Muqtada Al-Sadr y sus torturadores del Ejército del Mahdi.

No, no olvidaré y no perdonaré.

No olvidaré al hombre del traje negro y la camisa blanca, aún guapo y aún digno a pesar de los meses pasados en una húmeda celda de la prisión estadounidense.

No olvidaré esa sonrisa.

No olvidaré aquellos pasos cortos con los tobillos y las muñecas encadenados.

El, que liberó a Iraq de la corrupción, criminalidad, injusticia social, subdesarrollo y atraso…

El, que exigió que las naciones quedaran libres de la tiranía sionista y estadounidense.

El, que hasta su último suspiro exigió una Palestina libre.

El, que pidió a los pueblos del mundo que conservaran su dignidad y honor y asumieran su legítimo rol y lugar cualquiera que fuera su raza, credo o nacionalidad…

Y, sobre todo, no olvidaré aquellos ojos. Ojos que se negó a que le taparan… A diferencia del resto de Vds. que no han se quitado aquellos velos.

No olvidaré los gritos: «Muqtada, Muqtada», cuando ese gordo violador babeaba mientras ataba el lazo alrededor del cuello del hombre que intentó convertir a esos chiíes sectarios y al rebaño de sus seguidores en seres humanos.

Convertirles en seres humanos proporcionándoles todas las oportunidades para evolucionar, a nivel educativo, político, profesional, económico, social… pero prefieren seguir siendo borregos. Los borregos de sus ayatollahs y mullahs.

Los borregos de clérigos oscuros. Echando a perder la libertad concedida por Dios y vendiendo sus almas…

No. No olvidaré.

No olvidaré a uno de esos matones sectarios chiíes, al parecer un fiscal o algún abogado. No olvidaré su tradicional barba corta de tres días y su brillante anillo de plata de Qum.

El mismo anillo de Maliki, Yafari, Solagh, Muqtada Al-Sadr, Al-Rubaie, Al-Sistani, Al-Jamenei, Ahmadinayad, Jatami, Rafsandyani, Fadlallah, Nasrallah… ese mismo anillo de plata de los Masones Libres de Irán.

No olvidaré cuando sus seguidores le llevaban en hombros. Le llevaban entre aplausos, mientras el Presidente de la República LIBRE de Iraq yacía sobre una sábana blanca con el cuello expuesto para que todos lo vieran.

Mostrando una enorme herida aún sangrando. Una herida enorme, justo en el sitio en que el carnicero hiende su cuchillo cuando mata a los corderos para el Eid.

No. No olvidaré los hematomas en la cara y en el cuello de los puntapiés recibidos y las danzas a su alrededor antes y después de la cobarde carnicería. Esa cobarde matanza que vosotros, mierdas antibelicistas, contemplasteis divertidos, de la misma forma que vuestros criminales Bush y Blair contemplan las matanzas y torturas de Gitmo y Abu Ghraib.

¿Y me decís que tengo que sentir agradecimiento por mi «nueva democracia»?

No. No olvidaré.

No olvidaré cómo chille, cómo chillé como loca, cuando ví lo que ví. Y no soy una baazista, ni Saddam Hussein era pariente mío. Pero fue y es el Padre de esta nación. Esta nación que no habéis cesado de atracar, violar, destruir y matar…

No. No olvidaré.

¿Cómo podría olvidar los frutos de vuestro trabajo?

Cómo olvidar las ruinas, la tierra agonizante, las aguas contaminadas de basuras y cadáveres, los campos chamuscados, las iglesias y alminares destruidos, las palmeras moribundas… los pacientes de cáncer por vuestro uranio empobrecido. Los civiles abrasados con vuestro fósforo blanco…

No. No olvidaré.

¿Cómo podría olvidar mi hogar? ¿Cómo podría olvidar la tierra de mis antepasados, de mis abuelos, de mi padre, de mi madre… ¿Cómo puedo olvidar mis raíces? ¿Cómo puedo olvidar lo que me ha forjado y ha forjado mi destino?

¿Cómo puedo olvidar que me he fraguado en el molde, en el fuego desvergonzado de vuestro odio?

No. No olvidaré.

¿Cómo puedo olvidar los sueños que me habéis arrancado? ¿Cómo puedo olvidar las esperanzas que me habéis pisoteado? ¿Cómo puedo olvidar las pequeñas ilusiones que me habéis destrozado?

Dejándome tan en carne viva como esa enorme herida… yaciendo sobre aquella sábana blanca…

Y aplaudisteis y os congratulasteis.

Dejándome sangrando como ese cordero propiciatorio, atado de pies y manos con cadenas.

Y aplaudisteis y os congratulasteis.

Las cadenas de vuestra opresión. Las cadenas de vuestra tiranía. Las cadenas de vuestra dictadura. Las cadenas de vuestra injusticia.

No. No olvidaré.

No olvidaré los cinco millones de pequeños inocentes que habéis convertido en huérfanos.

No olvidaré los millones de viudas vestidas de negro.

No olvidaré los cuerpos tirados entre las pilas de basura y de tal forma hinchados que hasta que los intestinos se les salían por la boca… No olvidaré jamás el ruido de los perros al mascarlos.

No olvidaré los alaridos de Abu Ghraib. No olvidaré sus suelos teñidos de rojo, marrón y blanco. Coloreados de sangre, heces y semen.

No olvidaré a las mujeres violadas, mutiladas, decapitadas, quemadas, yaciendo en las esquinas de las calles…

No olvidaré las heridas, los agujeros hechos por las taladradoras, los ojos arrancados, el olor de la muerte por doquier…

No. No olvidaré.

No olvidaré vuestras fosas comunes donde alrededor de un millón de los nuestros duermen calladamente preguntándose aún por qué…

No olvidaré las prisiones donde 100.000 de los nuestros se siguen pudriendo…

No olvidaré vuestros campos de detención donde nuestros pequeños están siendo sodomizados…

No olvidaré los cuatro millones en el exilio, en medio del frío…

No. No olvidaré.

No olvidaré vuestros insultos, vuestras calumnias, vuestras humillaciones, vuestros rostros, vuestras voces, vuestros nombres… No. Nunca olvidaré.

Pero aún hay mucho más…

Me habéis desbordado de llanto humano que ha llegado hasta los cielos y sin embargo habéis permanecido impasibles.

Me habéis inundado de lágrimas y habéis seguido como cadáveres secos.

Me habéis colmado con vuestro odio, como si fuera un recipiente sin fondo y habéis seguido derramando más y más…

¿Cómo puedo olvidar?

¿Cómo puedo olvidar que habéis convertido el Iraq de mi alma y mi corazón en una inmensa lápida que nadie visita y por el que nadie reza?

No. No estoy celebrando este Eid. Ni el siguiente. Ni el siguiente del siguiente…

Mi celebración del Eid será cuando Iraq de nuevo sea libre.

Por la sangre de los inocentes que inundó esta ciudad,

Por las lágrimas que lavaron sus aceras,

Por los gritos que se elevaron como plegarias,

Por el Cordero Propiciatorio en aquel primer día del Eid,

Iraq será libre de nuevo.

N. de la T.:

(*) El término Eid podría traducirse como «celebración del sacrificio», es la fiesta grande de los musulmanes y tiene lugar el décimo día del mes de Zil Hajj, 70 días después de la fiesta que conmemora el fin del Ramadán, o mes del ayuno. La fiesta del Eid es representada por los musulmanes de todo el mundo con la ofrenda de un sacrificio animal (normalmente, un cordero) como una acción de gratitud para Dios por salvar la vida del hijo del profeta Abraham.

(**) La Sra. Anwar se refiere a la ejecución de Saddam Hussein, el 30 de diciembre de 2006.

Enlace con texto original en inglés:

http://arabwomanblues.blogspot.com/2007/12/my-eid-celebration.html