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Milagro

Fuentes: Página/12

Si es verdad que para ser filósofo no debe perderse la capacidad de asombro, quien quiera ser filósofo debería vivir en Argentina. El realismo mágico -como denominación- se inventó en otro lado, pero como realidad florece aquí con singular entusiasmo. El balance de hechos sobre el «caso Milagro» lo verifica: 1) El Superior Tribunal está […]


Si es verdad que para ser filósofo no debe perderse la capacidad de asombro, quien quiera ser filósofo debería vivir en Argentina. El realismo mágico -como denominación- se inventó en otro lado, pero como realidad florece aquí con singular entusiasmo.

El balance de hechos sobre el «caso Milagro» lo verifica: 1) El Superior Tribunal está integrado por los diputados oficialistas que horas antes votaron su ampliación. 2) En el penal asesinan al sobrino de otro preso que denuncia que se lo torturó para obligarlo a declarar contra Milagro. 3) En una noche se allanaron 21 domicilios particulares de gente humilde. 4) Se reactivó un proceso contra Milagro por una agresión al actual gobernador en 2009, sin prueba alguna de su participación. 5) Se intentó impedir la publicidad de las audiencias de debate. 6) Se sanciona y amenaza a los defensores, hasta por apelar. 7) Un fiscal y un juez «no diligentes» contra Milagro, en curso de remoción. 8) Un fiscal dedicado a la persona de Milagro, como una sección del Ministerio Público. 9) El desopilante proyecto de consulta popular de 13 insólitos legisladores jujeños, que agravian a todos los organismos internacionales, borrando de su memoria la visita de la Comisión en 1979.

Más asombro provoca la cobertura mediática de esto: 1) Noticias falsas: retiro de dinero del banco, destinado a pagar sueldos, mostrado como corrupción. 2) Una «clonación» de procesos en que se inventan hasta homicidios. 3) Se le atribuye «riqueza». ¿Acaso Milagro tiene cuentas extranjeras y empresas panameñas? Vive como todo argentino merece, decentemente, pero nada más. 4) Se secuestran 12.000 pesos a una compañera de Milagro, que son parte de su sueldo, y se fotografían los billetes en los diarios oficialistas. 5) Un enemigo imputa a Milagro maltrato a niños, cuando ha criado a varios «hijos del corazón», como ella los llama y todos lo saben. 6) Clarín publica un artículo discriminatorio contra la abogada de Milagro, pintándola como una niña de doble apellido, rubia y distinguida. A «contrario sensu»: ¿sólo los pobres pueden defender a los pobres? ¿Los demás seríamos «traidores de clase»? ¿Acaso Clarín se volvió trotskista?

Esa cobertura mediática oculta que los comedores, escuelas e instalaciones deportivas creados por la Tupac Amaru están siendo desactivados; también las condiciones de detención de Milagro. Es una presa «preventiva»; no obstante, controlan su correspondencia, escuchan sus llamadas telefónicas, cortan su comunicación con un periodista, prohíben las fotografías.

Lo único que podría ser viable es averiguar si hubo una eventual administración desprolija, lo que se prueba con documentos, prueba que Milagro no podría impedir ni dificultar después de casi un año de detención preventiva. No debe haber en el país otro preso preventivo imputado de administración fraudulenta, que es un delito excarcelable, como cualquier abogado sabe.

Es clara la explotación de prejuicios racistas, de clase y de género contra Milagro. Pero eso solo no explica su detención «a disposición del Poder Ejecutivo», porque el gobernador lo reconoció: «A esta mujer no la voy a soltar». Lo que realmente horroriza a quienes quieren una sociedad de 30% incluido y 70% excluido, es que una mujer pobre, militante, india y morena, organice a los excluidos y los desafíe.

Pero el nivel de asombro rompe el termostato, porque la Argentina del realismo mágico hizo crecer a Milagro: de una digna dirigente local pasó a ser un nombre central en el panorama nacional y trasciende hoy a lo internacional: se ocupan de ella la Comisión Interamericana, el secretario general de la OEA, el Comité de NU, el papa Francisco, el Premier de Canadá, el presidente del Uruguay, y lo insólito llega dicho o sugerido por la cobertura mediática: son todos «kirchneristas».

Alguien dijo que lo espantoso no está allí en beneficio propio, sino que genera espacio para que lo grande pueda hacerse. Y Milagro no lo buscó, no quiso ser figura de dimensión regional ni mucho menos mundial: lo espantoso la colocó en ese lugar.

Un poder local perdió de vista la dimensión de sus actos, cegado por prejuicios, irritado y con pánico a la organización y al desafío de los humildes, comandados por una mujer, india, militante, morena. Y ahora nadie sabe qué hacer.

La canciller Malcorra, que sabe de organismos internacionales, balbucea que es una cuestión provincial, cuando sabe de sobra que no es cierto, que ante el derecho internacional responde el Estado nacional.

Quizá encuentren la salida: tal vez una decisión de la Corte Suprema que le reconozca a Milagro los fueros parlamentarios, o tal vez una cautelar interamericana, aunque eso no resuelve el problema de los otros compañeros presos.

Pero el temor es fuerte: Milagro expresa no sólo el discurso de los excluidos, sino el de nuestros pueblos originarios, de la Pachamama, de la religiosidad popular, de 500 años de sometimiento. ¡Qué miedo! ¡Tienen hasta un discurso! ¿Cómo los negros pobres excluidos e indios pueden tener un discurso que armoniza con fuertes corrientes de reclamo mundial?

¿Y Milagro? ¿La Milagro de carne y hueso? Primero se deprime, no entiende bien qué pasa. Y luego se debate en el drama de quien se vuelve líder. No lo buscó, pero lo espantoso la puso en ese lugar. Su inconsciente se resiste a aceptar que son muchos más los que dependen de ella, que ya no son sólo sus compañeros jujeños. Es una carga pesada: es el peso de su propio discurso, que encarna el reclamo de muchísimos más, que le exigen «no aflojar». Y su resistencia inconsciente va cediendo, empieza a aceptar que pierde parte de su espacio existencial, porque un colectivo gigante y nunca imaginado, le reclama asumir el rol en que la puso lo espantoso.

Y se la ve fuerte en ese rol, lo va asumiendo, supera la depresión del desconcierto, sale poco a poco del asombro, con la resignación de quien no lo buscó, pero lo determinó con su conducta, aunque el resto lo haya hecho la Argentina del realismo mágico, con la que no había contado, como nadie podía hacerlo hasta hace unos meses. ¡Como para no ser filósofo en nuestro país! ¡Qué grande es nuestra Argentina, incluso en sus mágicas mezquindades!

E. Raúl Zaffaroni, ex juez de la Corte Suprema argentina

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/9818-milagro