Nunca una supuesta actividad de solidaridad y compromiso ha sido tan militarizada y equívoca como esta. Acudir a Bagdad para un encuentro de la Liga Árabe sobre los presos palestinos me pareció importante porque me lo pedían desde Gaza. Pero creo que ni la gente de Gaza sabían ni del texto, ni del contexto de […]
Nunca una supuesta actividad de solidaridad y compromiso ha sido tan militarizada y equívoca como esta. Acudir a Bagdad para un encuentro de la Liga Árabe sobre los presos palestinos me pareció importante porque me lo pedían desde Gaza. Pero creo que ni la gente de Gaza sabían ni del texto, ni del contexto de esta Conferencia. Y más aún, de las organizaciones y personas que habían sido invitadas siguiendo una lógica oscura que responde, seguramente, a la ausencia de criterios democráticos y a la voluntad de cumplir, simplemente, con un trámite sin hacer frente a los problemas de los presos palestinos y mucho menos a las incongruencias y al cinismo de hablar de presos y de derechos humanos en el Mundo Árabe. La Liga Árabe, no ha cambiado.
Desde nuestro aterrizaje en Bagdad, donde compañeros de delegación nos hicieron la observación de la existencia en pista de aviones no numerados, el grupo de unas 300 personas agrupado en el hotel Al-Rashed en plena zona verde, fue aislado de la realidad y sometido a un estricto control militar de todos sus movimientos. Nadie estaba autorizado a moverse del hotel, que aparecía como un búnquer, custodiado por soldados armados, y los coches que nos traían y llevaban aparecían, frecuentemente, con ningún tipo de matrícula. Las sesiones, que fueron en el palacio presidencial, nos obligaban a movernos en coches blindados, rodeados por todo tipo de policías y militares y a toque de corneta. Nori Al Maliki abrió la sesión contándonos su compromiso contra la ocupación (de Palestina, no de Iraq), su compromiso por la liberación de los presos (los palestinos, no los de Iraq) y se arrogó el honor de haber sido los primeros en expulsar las tiranías en el Mundo Árabe, algo así como de haber inaugurado «las primaveras árabes» allá por el 2003. La operación «Shock y estupor» se revivía en nuestras almas diez años después en la misma sala del palacio presidencial.
Sin conocer los criterios previos, el resultado es que personas relevantes, como Richard Falk o Víctor de Currea, que estaban anunciados en el programa dándole un poco de credibilidad, no acudieron. Y que en su lugar aparecieron innumerables grupos de cristianos angloamericanos rancios que hablaban en nombre de Jesucristo de una forma repugnante y de la Tierra Santa como si todo esto fuera un conflicto de religiones tipo «Cruzadas» y no una cuestión colonial, al igual, por cierto que la de Iraq. Los moderadores de las mesas hacían risas con las diferencias de criterios entre árabes y occidentales y se reían mucho de la participación de las mujeres, todo ello, desde luego, en nombre de Cristo y de la fraternidad universal. Para postre, la última de estas moderadoras, Bárbara Contini, se introdujo a sí misma con mucha emoción, habiendo regresado a Bagdad después de su participación en…. las labores de pacificación y reconstrucción de diversas provincias iraquíes en el 2003 y años siguientes en el equipo de Paul Bremer: vomitivo. Vomitivo, que es un estado del alma y del cuerpo, no una palabra, ni una descripción, es un estado de rabia intensa, de sensación de estar en el lugar equivocado, del que te quieres marchar pero antes tirar una bomba, o algo así, sabiendo que los que se quedan ni siquiera harán ascos al humo o la pólvora, de tan acostumbrados como están.
Muestra de trasparencia, tras dos días de exposiciones breves, Talabani trajo las conclusiones de la conferencia por escrito a la clausura, sin que nadie conociera el proceso de elaboración de las mismas, sin que se hubiera consensuado un texto, sin que se pudieran incluir propuestas. ¿Para qué, pues este gasto? De todas formas, ya estaría hablado: una donación de 2 millones de dólares, algo así como ¿el gasto de dos horas en seguridad en Iraq?
El hecho de que Iraq ocupe el nivel más alto de corrupción, según Tansparency International en el Mundo Árabe y sea el 8º país del mundo más corrupto nos debería ayudar a comprender muchas cosas del nuevo Iraq. Por ejemplo, el batallón de chicos de Nepal que mantenían arrodillados a las alfombras del palacio presidencial todo el día para quitar las motas de polvo que dejaban nuestros zapatos. Por ejemplo, el lujo prescindible en las comidas; el abuso de la seguridad. Por encima de todo, la ilegítima utilización del dolor palestino para lavar la imagen del gobierno iraquí es muestra de despotismo, de cinismo y de corrupción; el ilegítimo secuestro y aislamiento al que estábamos sometidos todos los internacionales era una vergüenza así como los ilegítimos y humillantes chequeos con láseres, escáneres, perros, etc a los que fuimos sometidos todos. Seguramente nada en comparación con lo que tienen que sufrir los propios iraquíes, a los que dispararán antes de preguntar y encarcelarán sin pretender respetar sus derechos.
A la rabia de saber de la inutilidad de tan suntuoso gasto, se unía el hecho de saberme en el lugar equivocado, es decir, al otro lado del muro, sin contacto posible con los ocupados. Y a pesar de que el muro nos aislara de esa forma del pueblo iraquí, los palestinos presentes no fueron muy sensibles a esta impostura, porque, claro, también ellos habían sido elegidos previamente entre los que comulgan con ruedas de molino (pro-Fatah) para que no señalaran con el dedo al mismo muro, igual, que el que separa sus pueblos de sus tierras en Cisjordania.
Como regalo del gobierno títere, un paseo en autobuses escoltados por el ejército se atrevió a salir de la zona verde para llevarnos… a ninguna parte. «Vamos a ver Bagdad». Pero no lo vimos. En su lugar, el autobús realizó un itinerario calles arriba y abajo, siguiendo el extrarradio de Bagdad en barrios que no merecen recibir ese nombre porque solo eran una fila de edificios con todo tipo de restaurantes de comida rápida, instalaciones de todas las multinacionales de servicios posibles y algunos comercios tradicionales. Más allá todo era oscuro y cuando llevábamos una hora o más, yo me puse a gritar en el autobús que dónde estaba Bagdad, dónde sus mezquitas, dónde la Munstansiriya, donde sus mercados, la calle de los libros, la gente, dónde las mujeres y los niños. Les dije que era de Andalus, y que llevaba en mi parte de la cultura que se generó allí y se expandió por mi tierra, que me rompían el corazón como se le rompe a un árabe que visita Al-Andalus y no ve La Alhambra. Y que estaba harta de muros... Con mis gritos y mi llanto solo conseguí que dejaran de reír los policías que nos acompañaban, y no fue poca cosa, vive dios que estaba muy harta de su prepotencia. Y más alucinante, aún, la voz de una mujer, una palestina, una presa palestina que había dado su testimonio en la Conferencia sobre su sufrimiento «vete a Gaza» me dijo, y se echó a reír.
He vuelto a casa dolorida, con deseos de compensar de alguna forma mi implicación y complicidad en esta conferencia por el simple hecho de haber asistido. Allí, en la sala de reuniones del palacio presidencial, bajo la cúpula con el dibujo de la mezquita Al-Aqsa hablé del boicot, sí, del boicot a Israel, cuando en realidad debería haber hablado del boicot a esa misma conferencia, una pantomima más de un gobierno que es una pantomima en sí mismo.
Cristina Ruiz-Cortina Sierra forma parte de la Asociación Al Quds de Solidaridad con los Pueblos del Mundo Arabe
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