Recomiendo:
0

Una siniestra guerra aérea contra un país ocupado

¿Mintió EE.UU sobre el uso de bombas de racimo?

Fuentes: TomDispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

¿Utilizaron los militares de USA bombas de racimo en Iraq en 2006 y mintieron luego al respecto? ¿Mantienen en secreto los militares de USA la cantidad de cohetes y de granadas de cañón disparados desde sus aviones y helicópteros porque más civiles iraquíes han muerto debido a su uso que por cualquier otro tipo de armamento?

Son sólo dos de las numerosas preguntas relacionadas con una guerra aérea librada por los militares de USA en Iraq de la que se ha dado a conocer sólo una pequeña parte.

Lo que sabemos es lo siguiente: Desde la principal fase de los combates de la guerra terminó en abril de 2003, los militares de USA han lanzado desde el aire en Iraq por lo menos 27.000 kilos de bombas de racimo – el mismo tipo de arma que Marc Garlasco, el analista militar sénior en Human Rights Watch (HRW) califica de: «el mayor riesgo singular que los civiles enfrentan en cuanto a un arma que esté actualmente en uso.» También sabemos que, según la opinión de expertos, los cohetes y el fuego de cañón de los aviones de USA podrían ser la causa de la mayoría de las muertes de civiles iraquíes atribuidas a USA y a la coalición y que el Pentágono ha reaprovisionado estas armas por un valor de cientos de millones de dólares en los últimos años.

Por desgracia, gracias a la extrema falta de cobertura por los medios dominantes, lo que no sabemos sobre la guerra aérea en Iraq es tanto más que lo que sabemos que todo lo que se puede presentar es una mínima idea de la destrucción desde el aire en ese país. En su lugar, se piensa en la historia del poder aéreo de USA en Iraq como si fuera una serie de pequeñas salpicaduras de color vivo sobre un lienzo casi totalmente vacío.

Bombas de racimo

Incluso entre los aspectos de la guerra aérea en Iraq de los que menos se sabe, el tema de la bomba de racimo (CBU) sigue siendo especialmente tenebroso. No es algo sorprendente. Después de todo, en una época en la que numerosas naciones se orientan hacia la prohibición de las municiones de racimo – en una conferencia en febrero de 2007 en Oslo, Noruega, 46 de los 48 gobiernos representados apoyaron una declaración para un nuevo tratado y prohibición internacionales de esas armas para 2008 – USA, China, Israel Pakistán y Rusia se oponen a nuevos límites de cualquier tipo.

No es de extrañar. Los militares de USA tienen un asombroso arsenal de estas armas. Según un reciente informe de Human Rights Watch, el ejército tiene un 88% del inventario de CBU del Pentágono – por lo menos 683,3 millones de «submuniciones» de racimo están almacenadas dentro de cada una de las municiones de racimo; la Fuerza Aérea y la Armada, según cifras del Departamento de Defensa, tienen 22,2 millones y 14,7 millones de esas «submuniciones», respectivamente. Y los expertos consideran que esas cifras son subestimaciones.

Una bomba de racimo estalla sobre el suelo, liberando cientos de letales bombillas más pequeñas o «»submuniciones»» que aumentan el radio mortífero del arma causando, como dice Garlasco, «efectos indiscriminados.» Es un arma, señala, que por su amplia área de dispersión «no distingue entre un civil y un soldado al ser empleada. Si se lanza el arma y se hace estallar el objetivo también se está volando todo dentro de un campo de fútbol. Así que su uso en la proximidad de civiles es una invitación a la violación de las leyes de un conflicto armado.»

Peor todavía, las municiones de racimo de USA tienen un alto nivel de defectos. Una cantidad considerable de bombas defectuosas caen por tierra y se convierten en minas terrestres de facto que, señala Garlasco, ya «están prohibidas por la mayoría de las naciones de este planeta.» Garlasco agrega: «No veo cómo algún uso del actual arsenal de bombas de racimo de USA en la proximidad de objetivos civiles puede ser defendido de alguna manera como si fuera legal o legítimo.»

En un correo enviado a comienzos de este año, un portavoz del Comando Central de las Fuerzas Aéreas de USA (CENTAF) informó a este autor que «no hay casos» de uso de CBU en Iraq en 2006. Pero documentos militares sugieren que es posible que no sea así.

El año pasado, Titus Peachey del Comité Central Menonita – una organización que ha estudiado el uso de munición de racimo durante más de 30 años – presentó una solicitud bajo la Ley de Libertad de la Información referente al uso por los militares de USA de bombas de racimo en Iraq ya que «las principales operaciones de combate» terminaron oficialmente en ese país. En su respuesta, la Fuerza Aérea confirmó que 63 bombas de racimo CBU-87 fueron lanzadas en Iraq entre el 1 de mayo de 2003 y el 1 de agosto de 2006. Un portavoz del CENTAF contactado para obtener confirmación de que ninguna de éstas fue lanzada el 1 de enero de 2006 o después de esa fecha, no presentó una respuesta. Su oficial superior, el teniente coronel Johnn Kennedy, Director Adjunto de Asuntos Públicos de CENTAF ignoró igualmente la solicitud de aclaración del autor de este artículo.

Esas 12.726 «submuniciones» BLU-97 – cada CBU-87 contiene 202 BLU-97 o «Bombas de Efectos Combinados» (CEB) que tienen capacidades antipersonal, antitanque, e incendiarias o «mecanismos para matar» – lanzadas desde mayo de 2003 se suman, según estadísticas suministradas por Human Rights Watch, a casi dos millones de submuniciones de racimo utilizadas por fuerzas de la coalición en Iraq en marzo y abril de 2003.

Al ser consultado sobre el uso de CBU por la Fuerza Aérea en Iraq en 2006, Ali al-Fadhily, periodista iraquí independiente, comentó: «Es seguro que se usaron bombas de racimo, pero fue muy difícil de probar porque no había expertos internacionales para probarlo.» En el pasado, sin embargo, expertos internacionales han tenido una posibilidad real de examinar algunos sitios en los que ha caído una fracción de las submuniciones utilizadas por las fuerzas de la coalición.

En un viaje investigativo a Iraq en 2004, por ejemplo, Titus Peachey visitó numerosos sitios que han sufrido ataques semejantes. En una granja en el norte de Iraq, un equipo del Grupo Consultor de Minas, una organización humanitaria dedicada a la limpieza de minas terrestres y bombas, le mostró no sólo cráteres de impacto de submuniciones estalladas en la propiedad de un agricultor sino submuniciones sin estallar. Mientras los «desminadores expresaban su frustración porque el agricultor había plantado su tierra antes de que hubiera sido limpiada,» Peachey explicó que era una práctica común, aunque peligrosa, en esas situaciones. USA utilizó munición semejante en Laos durante la guerra de Vietnam, subrayó, señalando que:

«Los aldeanos de Laos esperaron más de 20 años que comenzara el trabajo de despeje en sus campos y aldeas. Durante ese tiempo no tuvieron otra alternativa que laborar el suelo que estaba lleno de bombas. De otra manera no tenían qué comer. En Iraq, las diversas visitas que hicimos confirmaron esa misma dinámica. La gente no se podía permitir una espera hasta que los equipos de despeje aseguraran sus granjas para su cultivo. Tenían que correr grandes riesgos a fin de sobrevivir.»

Se puede encontrar evidencia de esos riesgos en documentos militares de USA. Un ejemplo que viene al caso: un memorando interno de junio de 2005 de la 42 División de Infantería del Ejército de USA describe cómo un niño iraquí de 15 años, que trabajaba como pastor, «conducía a las ovejas por el norte de Tikrit, cerca de una instalación de almacenamiento de municiones, cuando recogió una UXO (munición no estallada) de una bomba de racimo. La UXO detonó y lo mató.» Al solicitársele que pagara 3.000 dólares de compensación por la vida del muchacho, el Ejército concedió que su muerte era «una horrible pérdida para la solicitante,» su madre, pero concluyó que había «insuficiente evidencia para indicar que las Fuerzas de USA hayan causado la muerte.»

Documentos iraquíes también registran los efectos de municiones de racimo lanzadas desde el aire. Por ejemplo un informe de septiembre de 2006 del Centro de Conservación del Medio Ambiente y de las Reservas, una organización no gubernamental iraquí (ONG), que examina presuntas violaciones de las leyes de la guerra por fuerzas de USA durante el sitio de Faluya en abril de 2004. Según su lista parcial de muertes civiles, por lo menos 53 personas fueron muertas por bombas de racimo lanzadas desde el aire en la ciudad durante ese mes de abril. Un análisis de datos recolectados por otra ONG iraquí, la Organización Iraquí de Salud y Atención Social, mostró que, entre marzo y junio de 2006, de 193 víctimas heridas por la guerra, 148 (un 77%) fueron el resultado de municiones de racimo de tipo no especificado.

Guerra aérea, Iraq: 2006

Aunque las bombas de racimo siguen siendo un punto en discusión, funcionarios de la Fuerza Aérea reconocen que los militares de USA y los aviones de la coalición lanzaron por lo menos 50.350 kilos de otros tipos de bombas contra objetivos en Iraq en 2006. Esta cifra – 177 bombas en total – no incluye misiles guiados o cohetes no guiados ni granadas de cañón; tampoco, según un portavoz de CENTAF, toma en consideración las municiones utilizadas por algunos Cuerpos de Marine y otros aviones de alas fijas de la coalición o cualesquiera helicópteros artillados del ejército o del Cuerpo de Marines, ni incluye municiones usadas por los helicópteros armados de los numerosos contratistas privados de seguridad que realizan sus propias misiones en Iraq.

En estadísticas que me fueron suministradas, CENTAF informó de un total de 10.519 «misiones de apoyo aéreo cercano» en Iraq en 2006, durante las cuales sus aviones lanzaron esas 177 bombas y dispararon 52 «misiles Hellfire/Maverick.» La Unidad de Bomba Guiada-12, una bomba guiada por láser con una ojiva de uso general de 227 kilogramos – 95 de las cuales fueron supuestamente lanzadas en 2006 – fue la bomba utilizada con más frecuencia en Iraq el año pasado, según CENTAF. Además, también fueron lanzadas 67 GBU-38 de 227 Kg., guiadas por satélite, y 15 municiones GBU-31/32 de 900 Kg. sobre objetivos iraquíes en 2006, según cifras oficiales de USA. No existe un camino independiente, sin embargo, para confirmar la exactitud de este recuento oficial.

Cohetes

Cohetes, como el cohete Hydra-70 de 7 cm. que puede recibir diversas ojivas y ser disparado de aviones con alas fijas o desde la mayoría de los helicópteros militares, están conspicuamente ausentes de los totales – para no «sesgar la cuenta y presentar un cuadro inexacto de la campaña aérea,» dijo misteriosamente un portavoz del CENTAF. Si fueran publicadas, esas cifras podrían, sin embargo, resultar bastante impresionantes. Según un comunicado de prensa publicado en 2005 por el senador Patrick Leahy (demócrata de Vermont), que ayudó a obtener un contrato por 900 millones de dólares para Hydra del ejército para General Dynamics, «el cohete Hydra-70 de amplio uso… ha sido extensivamente utilizado en Afganistán e Iraq… [y] se ha convertido en el sistema de armas lanzadas por helicóptero más ampliamente utilizado en el mundo.» Hasta abril, el ejército había colocado pedidos de Hydra-70 por 502 millones de dólares desde que el contrato fue adjudicado.

Granadas para cañón

La cantidad de granadas para cañón – esencialmente «balas» de alto calibre – disparadas por aviones del CENTAF es también un secreto cuidadosamente protegido. La razón oficial dada es que «las fuerzas especiales a menudo utilizan aviones como los aviones artillados AC-130» que disparan granadas de calón, y «sus misiones y operaciones son confidenciales, por lo tanto esas cifras no son publicadas.» Sin embargo, una idea de la cantidad de granadas de cañón utilizadas por aviones del CENTAF puede ser deducida de una descripción de una sola operación el 28 de enero de 2007 cuando F-16 y A-10 Thunderbolts de USA no sólo «lanzaron más de 3,5 toneladas de municiones de precisión,» sino también dispararon «1.200 granadas de 20 mm. y 1.100 granadas de 30 mm. en fuego de calón» en un área de 13 kilómetros cuadrados cerca de la ciudad sureña de Najaf.

Un sentido del nivel de uso también puede ser extraído de un estudio de contratos adjudicados en los últimos años. Tomemos la munición PGU-28 de 20 mm. utilizada por helicópteros como el AH-1 Cobra y aviones de ala fija como el F-16. En 2001, el Departamento de Defensa señaló que tenía aproximadamente ocho millones de granadas PGU-28/B en su inventario. En mayo de 2003, el ejército tomó pasos para aumentar ese arsenal modificando un contrato existente con General Dynamics para agregar 980.064 granadas de munición de 20 mm. a 1,3 millones de granadas que ya habían sido entregadas desde diciembre de 2001.

En febrero de 2004, General Dynamics recibió un suplemento de casi 11 millones de dólares a un contrato previamente existente por 427.000 granadas para cañón adicionales para el helicóptero AH-1 Cobra. En septiembre de 2006, General Dynamics recibió un suplemento similar de casi 14 millones de dólares para aún más munición de 20 mm.; y, en abril de 2007, 22 millones más de lo mismo. El mismo mes, el Comando de Sostenimiento del ejército de USA publicó un «aviso de busca de fuentes,» buscando más fabricantes de armas dispuestos a producir seis millones o más granadas de una munición semejante con promesas de una «opción estimada en 400% durante 5 años.»

Sin embargo, repetidas consultas sobre granadas disparadas en Iraq llevaron a un portavoz de CENTAF a declarar enfáticamente en un correo: «NO INFORMAMOS SOBRE GRANADAS PARA CAÑÓN.» El teniente coronel Johnn Kennedy señaló a continuación: «Me complace ver que usted aprecia los tremendos esfuerzos [que mi subordinado] ha invertido en su persona. Créame, es probablemente mucho más significativo que la incesante busca de la cantidad de granadas de cañón.»

Pero la cantidad de granadas de cañón y cohetes disparados por los aviones de USA es difícilmente un asunto insignificante. Según Les Roberts, coautor de dos estudios de la mortandad en Iraq publicados en la revista médica británica The Lancet «El fuego de cohetes y de cañones podría explicar la mayoría de las muertes civiles atribuidas a la coalición.» Agrega: «Considero inquietante que no publiquen esta [cifra], pero aún más inquietante que no hayan revelado esa información a congresistas que la han solicitado.»

En 2004, el propio Roberts presenció la destrucción causada por fuego de cañón en el vasto suburbio de Bagdad, Sader City. Recuerda haber pasado una y otra vez por áreas de un ancho entre 100 y 200 metros de vecindarios que habían sido barridos por granadas de cañón. «No se trataba de que una casa hubiera sido destruida,» recuerda. «Eran cinco, seis, siete edificios seguidos.» A diferencia de Ramadi y Faluya arrasadas por bombas y artillería, Roberts señaló:

«No había edificios enteros derribados. Sólo había grandes franjas de muchas, muchas casas en las que todas las ventanas estaban rotas, en las que había miles de agujeros de fuego de cañón; no pequeñas marcas, sino inmensos trozos del tamaño de un puño en los muros, y postes doblados porque habían perdido su integridad después de ser alcanzados tantas veces.»

Este cuadro de devastación se repite en las palabras del periodista Ali al-Fadhily, quien me dijo que había visto a helicópteros artillados en acción, señalando: «La destrucción que causaron fue siempre inmensa y las víctimas numerosas. Simplemente destruyen el objetivo con todo ser vivo en su interior. El olor de la muerte llega con esas máquinas.»

Mientras la capacidad destructora de los helicópteros artillados ha sido bien documentada y tenemos indicaciones de los niveles de munición disponibles para los militares, la escala real de utilización es difícil de precisar. Las horas de vuelo son, sin embargo, otro indicador. Según James Glantz del New York Times, los helicópteros del ejército registraron 240.000 horas de vuelo en Iraq en 2005, 334.000 en 2006, y las proyecciones para 2007 sugieren que la cifra alcanzará los 400.000. (Y estas cifras ni siquiera incluyen a escuadrones del Cuerpo de Marines, misiones heliportadas de contratistas privados de seguridad, o las de la naciente Fuerza Aérea Iraquí.)

Información de secreto máximo

Mientras oficiales de la información militar para la prensa se siguen negando a contestar claramente sobre la cantidad de granadas de cañón disparadas por helicópteros («No podemos comentar sobre su solicitud debido a seguridad operativa.»), anteriormente durante este año el coronel Robert A. Fitzgerald, jefe de planes y política de aviación del Cuerpo de Marines, fue citado en National Defense Magazine sobre el tema. Afirmó que, en 2006, «Las aeronaves de alas rotativas de los Marines volaron más de 60.000 horas de vuelo en combate, y las plataformas de alas fijas completaron 31.000. Lanzaron 80 toneladas de bombas y dispararon 80 misiles, 3.532 cohetes y más de 2 millones de munición más pequeña.» (Cuando se consultó al coronel Fitzgerald si esa admisión ponía en peligro la «seguridad operativa,» un portavoz militar respondió: «No puedo comentar sobre las políticas o autoridad de publicación de un coronel de Marines.»)

Aunque las estadísticas del coronel Fitzgerald presumiblemente también incluyen operaciones en Afganistán (donde sabemos que se ha utilizado aún más el poder aéreo de USA), nos recuerdan que las cifras minimalistas entregadas regularmente por el CENTAF difícilmente presentan una visión exacta de la guerra aérea en Iraq. Al ser combinadas con las no-respuestas evasivas de los militares, también constituyen un recuerdo de la escasez de información de la que se dispone realmente sobre asuntos aparentemente inocuos relacionados con la guerra aérea en Iraq.

Por ejemplo, de enero hasta abril, formulé preguntas a un contacto del Centro de Información de Prensa de la Coalición – un cierto «SSG Wiley.» Después de un rechazo sobre el tópico del uso de municiones, pregunté en enero, sobre el número total de «salidas totales de alas rotativas» voladas en 2006. La persona, bautizada correctamente Wiley [truculento] respondió que él/ella «la envió a los directorados relevantes y esperaba una respuesta… Tomaré contacto con usted en cuanto reciba algo.» Lo que resultó ser nunca, a pesar del seguimiento. Después de una consulta del 30 de marzo sobre «los directorados relevantes,» él/ella solicitó, por correo, que abandonara mi pedido de información. Ante el vacío reporteril, consulté si Wiley por lo menos podía suministrarme su nombre y título completos para atribuirle su reacción en este artículo. Él/ella no ha respondido todavía.

La nueva Fuerza Aérea Iraquí

Otro aspecto de la guerra aérea del que se habla poco es la modesta emergencia de una nueva Fuerza Aérea Iraquí (FAI). Hasta la primera Guerra del Golfo, las fuerzas armadas iraquí tenían un gran contingente aéreo, incluyendo cientos de modernos aviones de combate rusos y franceses. Actualmente, al parecer debido a una renuencia de USA de colocar armamento moderno poderoso de cualquier tipo en manos iraquíes, la FAI reconstituida es una fuerza mucho menos impresionante. En lugar de cazas y bombarderos modernos, vuela aviones SAMA CH-2000 de dos asientos, con una sola hélice, aviones de reconocimiento SB7L-360 Seeker, un puñado de aviones de carga turbo C-130 Hercules, y helicópteros Bell 206 Ranger, UH-1HP «Huey» y Mi-17 rusos basados en instalaciones militares en Bagdad, Basora, Kirkuk, y Taji.

Al volver recientemente de una misión de investigación en Iraq, emprendida en su capacidad de profesor adjunto en la Academia Militar de USA en West Point, el general del ejército de USA en retiro Barry McCaffrey pidió que se enviaran más aviones, incluyendo 150 helicópteros, a las fuerzas de seguridad iraquíes. En los hechos, la FAI recibió recientemente helicópteros recién reacondicionados en la base aérea Taji, debería recibir nuevos aviones en Kirkuk, y ha contratado la recepción de 28 helicópteros Mi-17 nuevos en el futuro cercano.

La FAI incluso podría realizar sus propios ataques aéreos regulares en algún momento en el futuro cercano. Desde el 1 de abril de 2007, cinco pilotos iraquíes de Bell 206 Ranger de su 12 Escuadrón ya han registrado más de 188 horas de combate. En un reciente artículo de Air Force Times, el capitán Shane Werley, consejero jefe estadounidense en el 2 Escuadrón de la FAI, afirmó que los pilotos con los que trabajan «se harían cargo» en una fecha no especificada, «de misiones de la 1 División de Caballería [del ejército en Taji]… Esto implica que estamos reintegrando a estos individuos a la lucha.»

La escala de la carnicería

Sólo unos pocos periodistas empecinados asignados al poder aéreo podrían, por lo menos, haber ofrecido alguna idea de las consecuencias humanas de esta guerra aérea que es en gran parte unilateral. Ya que no ha sido el caso, debemos basarnos en la mejor evidencia disponible. Una fuente valiosa es el amplio análisis nacional de conglomerados de la mortandad en Iraq desde la invasión de 2003, publicada el año pasado en The Lancet que utilizó métodos de análisis bien establecidos que han probado su exactitud en zonas de conflicto desde Kosovo al Congo. (Los encuestadores realmente inspeccionaron certificados de defunción en una abrumadora mayoría de los grupos familiares iraquíes estudiados.)

Realizado por epidemiólogos en la Escuela Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins y médicos iraquíes organizados a través de la Universidad Mustansiriya en Bagdad, calculó 655.000 «muertes iraquíes adicionales como consecuencia de la guerra.» El estudio también estableció que, desde marzo de 2003 a junio de 2006, un 13% de las muertes violentas en Iraq fue causado por ataques aéreos de la coalición. Si la cifra de 655.000, que incluye más de 601.000 muertes violentas, es exacta, esto equivaldría a aproximadamente 78.133 iraquíes muertos por bombas, misiles, cohetes, o granadas de cañón hasta junio pasado.

También existen indicios de que la guerra aérea ha cobrado un número especialmente doloroso de bajas entre los niños iraquíes. Cifras suministradas por los autores del estudio de The Lancet sugieren que un 50% de todas las muertes violentas de niños iraquíes bajo 15 años en el mismo período se debieron a ataques aéreos de la coalición. Estos resultados son confirmados por estadísticas del Centro de Conservación del Medio Ambiente y de las Reservas, que indican que no menos de 25 de los 59 iraquíes en su lista parcial de los muertos por ataques aéreos durante el sitio de Faluya en abril de 2004 fueron niños.

El Proyecto de Recuento de Cuerpos en Iraq (IBC), un grupo de investigadores basados en el Reino Unido que mantiene una base de datos pública de muertes civiles iraquíes resultantes de la guerra, se limita cuidadosamente a informes documentados en los medios sobre fatalidades civiles. Aunque sus cifras son en consecuencia muy inferiores a las de The Lancet – – su cuenta asciende a entre 64.133 y 70.243 – un análisis de sus datos limitados a los medios ofrece una idea de los costes humanos de la guerra aérea.

Estadísticas suministradas por el Proyecto de Recuento de Cuerpos en Iraq muestran que ataques aéreos de la coalición de 2003 a 2006, sólo según las informaciones de los medios (las que, como sabemos, han cubierto insuficientemente la guerra aérea), han matado entre 3.615 y 4.083 personas e hirieron a entre 11.956 y 12.962. El año pasado, los informes en los medios mencionaron entre 169 y 200 iraquíes muertos y 111-112 heridos en 28 ataques aéreos separados de la coalición, según el proyecto del IBC. Estas cifras también parecen estar aumentando. John Sloboda, portavoz y cofundador del proyecto señala en un correo que, durante 2006, la «vasta mayoría» de los ataques aéreos letales tuvo lugar durante la segunda mitad del año.

Al ser consultado sobre la afirmación de que la segunda mitad de 2006 fue más mortal para los iraquíes, debido a ataques aéreos de USA, y las posibles razones para esto, el teniente coronel Kennedy se deshizo en elocuencia: «La guerra, por su propia naturaleza, tiene altos y bajos, y revisamos constantemente la aplicación del poder aéreo para el mejor apoyo a las fuerzas en el teatro de operaciones en tierra. Lo vemos simplemente como parte de nuestro contrato con los que combaten en la guerra. Como no discutimos los aspectos operativos de las misiones, declino hacer otros comentarios.» Pero recientemente, el Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea de USA, T. Michael Moseley admitió que tiene «evidencia anecdótica» sugiriendo que «el poder aéreo es el más letal de los componentes en la eliminación de sujetos malos.» Siguió diciendo: «En cuanto a la cantidad de personas muertas, en cuanto a la eliminación de sujetos malos y en cuanto a suministrar un efecto cinético, el componente aéreo – que también incluye, a propósito, la aviación de los Marines y de la Armada – es el más letal de los componentes.»

Según cifras del IBC, durante los tres primeros meses de 2007, ataques aéreos de USA ya habían matado a más de la mitad de la cantidad de civiles muertos en todos los ataques aéreos del año pasado – entre 95 y 107 muertos; y estadísticas disponibles al público del CENTAF muestran, por cierto, un aumento en las misiones de apoyo aéreo cercano en 2007. Por ejemplo, entre el 24 de marzo y el 30 de marzo de 2006, el CENTAF informó de 366 misiones de apoyo aéreo cercano. En 2007, la cantidad para las mismas fechas aumentó vertiginosamente a 437 – un salto de casi un 20%.

Por qué la guerra aérea es tan secreta

Desafortunadamente, los informes sobre la guerra aérea son tan escasos, y las informaciones se limitan tanto a reimprimir comunicados militares y anuncios de ataques aéreos de USA, que gran parte de la guerra aérea en Iraq sigue siendo desconocida – aunque el hecho mismo de que un poder ocupante esté realizando regularmente ataques aéreos en y cerca de centros de población debería haber provocado una o dos preguntas. Haciéndose eco de los comentarios de Ali al-Fadhily sobre la escasez de observadores internacionales en Iraq, Garlasco de Human Rights Watch señala: «Por la falta de seguridad no hemos tenido a nadie en el terreno durante tres años, y por lo tanto no tenemos forma de saber lo que está ocurriendo.» Agrega: «Es un agujero inmenso en toda la información de las organizaciones de derechos humanos.»

Pero las organizaciones de derechos humanos y otras ONG son sólo una parte de la historia. Desde la invasión del gobierno de Bush, la guerra aérea de USA ha sido notablemente desestimada en los medios. En diciembre de 2004, Tom Engelhardt, escribiendo en Tomdispatch, llamó la atención a esta manifiesta ausencia. El ensayo fundamental de Seymour Hersh sobre el poder aéreo: «Up in the Air,» publicado en el New Yorker a fines de 2005, atrajo brevemente alguna atención al tema de los medios dominantes. Y artículos de Dahr Jamail, un periodista independiente que cubrió la ocupación estadounidense de Iraq, antes y después del artículo de Hersh, forman parte de los pocos que han ofrecido atisbos de la campaña aérea y de su impacto. Hasta la fecha, sin embargo, los medios dominantes no se han, para utilizar las palabras del teniente coronel Kennedy, dedicado a «la incesante busca de la cantidad de granadas de cañón» disparadas – o cualquier otro aspecto de la guerra aérea o sus consecuencias para los iraquíes.

Les Roberts lamenta especialmente «la profunda decepción que nos ha causado la prensa» en cuanto a la cobertura de la guerra. «En el primer par de años de la guerra,» dice, «nuestros datos de estudio sugieren que hubo más muertes por bombas lanzadas por nuestros aviones que las causadas por explosivos de borde de ruta y coches bomba [detonados por insurgentes].» El único grupo en el terreno que recolectó sistemáticamente datos sobre muertes violentas en la época, el Comité Coordinador de ONG para Iraq, señala, llegó al mismo resultado. «Si se hubiera leído los periódicos de USA y mirado las noticias de la televisión de USA en la época,» agrega Roberts, «se habría tenido la impresión de que las bombas contra la coalición eran más numerosas. ¡Eso no sólo era simplemente erróneo, sino que probablemente fue erróneo por un factor de diez!»

Como los militares no están dispuestos a decir la verdad – o decir cualquier cosa, en la mayor parte de los casos – y son incapaces de asegurar la estabilidad necesaria para la operación de las ONG, corresponde a los medios dominantes, incluso en esta tardía etapa del conflicto, comenzar a sonsacar información sustancial sobre la guerra aérea. Parece, sin embargo, que hasta que los periodistas comiencen a circunvalar los pronunciamientos militares oficiales de USA y a ubicar fuentes iraquíes, permaneceremos en gran parte a oscuras con pocos conocimientos sobre lo que sólo puede ser descrito como la guerra aérea secreta de USA en Iraq.

—–

Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com. Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, the Nation, Village Voice, y regularmente para Tomdispatch. Una versión más breve de este artículo aparece en Nation Magazine de esta semana.

[Este artículo apareció primero en Tomdispatch.com, un sitio en la Red del Nation Institute, que ofrece un flujo continuo de fuentes alternativas, noticias, y opinión de Tom Engelhardt, editor de larga data, cofundador del American Empire Project y autor de «Mission Unaccomplished» (Nation Books), la primera colección de entrevistas de Tomdispatch.]

http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=15&ItemID=12906