Recomiendo:
0

¿Misión cumplida?

Fuentes: República.es

Como cualquier político que se estime, cuando alguna de sus promesas electorales se cumple de acuerdo con lo previsto, el presidente Obama aprovechó el martes pasado una alocución dirigida al pueblo de EEUU para congratularse del anunciado fin de la misión de combate en Iraq: «… hemos cumplido con nuestra responsabilidad. Ahora es el momento […]

Como cualquier político que se estime, cuando alguna de sus promesas electorales se cumple de acuerdo con lo previsto, el presidente Obama aprovechó el martes pasado una alocución dirigida al pueblo de EEUU para congratularse del anunciado fin de la misión de combate en Iraq: «… hemos cumplido con nuestra responsabilidad. Ahora es el momento de pasar de página».

Para sus conciudadanos, se trataba de decirles que, habiendo resuelto un difícil problema exterior que demandaba gran parte de su atención, ésta se volcaría ahora hacia otros asuntos de orden interno que les atañen más de cerca: «Hemos gastado fuera muchos recursos en una época de restringidos presupuestos interiores». Como es sabido, Obama no es ajeno al hecho de que la más acuciante prioridad para muchos gobernantes del mundo se halla hoy en el terreno de la economía más que en el de la política exterior, o incluso más que en la lucha contra el terrorismo. Y tanto más, cuanto que la grave crisis que aqueja a gran parte del mundo desarrollado nació en el propio corazón de EEUU y fue causada por la codicia y el descontrol en sus actividades financieras.

Sin embargo, es obligado poner en duda el hecho de que EEUU haya «cumplido con su responsabilidad» en Iraq, y es todavía más difícil imaginar que Obama pueda «pasar página» en ese país. Estas dos expresiones, ampliamente reproducidas en los titulares de todo el mundo, requieren un comentario crítico.

¿Cuál puede ser la responsabilidad de un país que desencadena una guerra injusta, sabiéndolo y basándose en mentiras, y que, como consecuencia, hunde en el caos al país invadido? ¿Está seguro Obama de que ahora el pueblo iraquí se halla en mejor situación que al comenzar la guerra? Muchos ciudadanos de Bagdad dudarían bastante antes de responder afirmativamente. El recuerdo del ahorcado dictador que les tiranizó largo tiempo se difumina a lo lejos, mientras que los problemas de hoy se muestran cada vez más acuciantes: agravada inseguridad, desorganización generalizada, enfrentamientos internos, perspectivas de un futuro incierto: desesperanza, en suma.

Obama habló así: «Muchas cosas han cambiado desde aquella noche [en la que Bush anunció el comienzo de la guerra en Iraq]. La guerra para desarmar a un Estado se convirtió en una lucha contra la insurgencia. El terrorismo y los enfrentamientos sectarios amenazaban con desgarrar Iraq. Miles de americanos entregaron sus vidas; decenas de miles fueron heridos. Nuestras relaciones [exteriores] sufrieron tensiones. Nuestra unidad interior fue puesta a prueba».

Con la salvedad de que el terrorismo comenzó después de la invasión y antes no afectaba a Iraq, las palabras de Obama reflejan bien el brutal error cometido por EEUU en 2003. Si Iraq sufría una «amenaza de desgarre», fue la invasión la que destruyó del todo las estructuras del Estado y completó su desgarramiento. Una invasión que, para mayor vergüenza de sus planificadores, ni siquiera tenía previsto lo que habría que hacer después, aparte de controlar los codiciados recursos petrolíferos.

¡Claro que murieron soldados americanos! Según datos oficiales de EEUU hubo 4.400 víctimas mortales, pero las mismas fuentes reconocen la muerte de más de 70.000 ciudadanos iraquíes, cifra estimada muy por lo bajo según otras valoraciones. Ahora bien, el pueblo americano debería reconocer que no es lo mismo morir atacando e invadiendo que morir siendo agredido e invadido.

Con un ojo atento a la política interior de EEUU y al descenso que ha sufrido su valoración personal en los últimos meses, Obama intentó suavizar sus relaciones con el partido republicano -en noviembre tendrá lugar un nuevo y crítico proceso electoral- con una alusión a su predecesor: «Nadie pudo negar el apoyo que [Bush] prestó a nuestras tropas, el amor a su país y su compromiso con nuestra seguridad». Es significativo que solo pudiera recordar tres banalidades que se dan por supuestas en cualquier gobernante: el apoyo a «sus» tropas, el amor a «su» patria y la preocupación por la seguridad de «sus» conciudadanos. No es una brillante tarjeta de presentación para un país acostumbrado a invadir, atacar y resolver con las armas los asuntos peliagudos, y que además quiere ocupar un puesto de privilegio en este mundo globalizado.

La página que Obama desea pasar con rapidez es más pesada de lo que parece. Las seis brigadas que permanecerán en Iraq siguen siendo tropas combatientes, aunque se diga que ha concluido la misión de combate. Hay que sumar a aquéllas, además, los nutridos contingentes de las compañías privadas de seguridad que deberán proteger las numerosas instalaciones del Departamento de Estado en el país que hoy se reclama «soberano e independiente» en palabras de su presidente en funciones.

Debajo de la retórica subsiste la realidad. Aunque no es muy probable que el anterior incendio iraquí se reproduzca en toda su intensidad, tanto Obama como quien haya de ser el presidente de Iraq deberían recordar aquella triunfal aparición de Bush, en mayo de 2003 y en el espectacular escenario de un portaaviones en alta mar, cuando proclamó ¡Misión cumplida! y el caos no había hecho más que empezar.

http://www.republica.es/2010/09/02/mision-cumplida/