Es difícil creer que personas supuestamente inteligentes, como los senadores Joseph Biden (Delaware), Hillary Clinton (Nueva York) y John Kerry (Massachussetts) pidan «mantener el rumbo» en Irak y actuar responsablemente enviando más tropas norteamericanas con mayor poder de fuego. ¿Es que no entienden que los soldados norteamericanos rompen, pero no arreglan? Mientras más soldados norteamericanos […]
Es difícil creer que personas supuestamente inteligentes, como los senadores Joseph Biden (Delaware), Hillary Clinton (Nueva York) y John Kerry (Massachussetts) pidan «mantener el rumbo» en Irak y actuar responsablemente enviando más tropas norteamericanas con mayor poder de fuego. ¿Es que no entienden que los soldados norteamericanos rompen, pero no arreglan? Mientras más soldados norteamericanos haya en Irak, mayor será el daño que harán y crearán más enemigos. Para limitar el daño, para actuar moral y responsablemente, eliminen la causa de la violencia y el caos en Irak: la presencia militar norteamericana.
Desde principios de los años de 1950, los presidentes de EEUU han usado tropas y a la CIA para destruir a otros países, no para arreglarlos. En 1953 la CIA destrozó la integridad de Irán al derrocar al gobierno elegido de Mossadegh. Veintiséis años más tarde los iraníes derrocaron al Sha apoyado por EEUU. En 1970 los iraníes mostraron el alcance de su ira al apoderarse también de veintenas de funcionarios norteamericanos como rehenes. El régimen del Ayatolá calificó a Estados Unidos de «El Gran Satán» -por destruir a su país.
En 1954 la CIA aplastó a Guatemala al derrocar el gobierno elegido democráticamente y reemplazarlo con una pandilla militar que mató y saqueó al país durante cuarenta años. Protegidos por el Pentágono, esos gángsteres de uniforme masacraron a 100 000 guatemaltecos (principalmente campesinos indígenas) y les robaron sus tierras. El país aún no se ha recuperado.
El 11 de septiembre de 1973, Richard Nixon ayudó a destrozar a Chile al «desestabilizar» a su gobierno elegido. Durante los diecisiete años subsiguientes Washington apoyó a una sangrienta dictadura militar liderada por el General Augusto Pinochet, un especialista en asesinatos, desaparición y tortura de sus oponentes, tanto en el país como en el extranjero. En 1991 la gubernamental y civil Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación compiló los crímenes de Pinochet: 3 197 personas asesinadas o desaparecidas, decenas de miles de torturados, cientos de miles obligados al exilio.
En marzo de 2003 George W. Bush ordenó a los militares de eeuu la destrucción de Irak. El arsenal norteamericano arrasó con el suministro de electricidad y agua, dañó el tratamiento de aguas albañales y otras instalaciones sanitarias vitales, y pulverizó puentes, otros lugares públicos y miles de casas. El 1 de mayo de 2003, vestido con traje de piloto, Bush aterrizó en el portaaviones Abraham Lincoln y anunció: «Misión Cumplida».
Sus críticos, entre los que me incluyo, rieron ante tal alarde. No lo comprendimos. Él había logrado la típica misión militar norteamericana posterior a la 2da. Guerra Mundial. Había liquidado a otro país.
La Coalición liderada por EEUU no ha restaurado lo que ha demolido en Irak, ni ha reestablecido los servicios al nivel que tenían bajo el régimen de Saddam Hussein. Encarcelaron a decenas de miles de iraquíes y sometieron a muchos de ellos a la tortura.
El ex prisionero Alí Abbas contó al periodista Dahr Jamail que para destruir la voluntad de los prisioneros iraquíes los guardias norteamericanos en Abu Ghraib «nos aplicaban electricidad» mientras que millones de hogares no tenían electricidad durante horas cada día. «También se defecaban sobre nosotros, usaron perros contra nosotros… y nos hacían pasar hambre». Según contó Abbas a Jamail, «los americanos me aplicaron electricidad en el ano antes de que la llevaran a mi casa». (Testimonio de Jamail en el Tribunal Mundial Acerca de Irak, 25 de junio de 2005 en Estambul.) El estimado de iraquíes en prisión es hasta de ochenta mil, la mayoría de los cuales no han sido procesados.
En 1991, durante la primera Guerra del Golfo, comenzó la liquidación. Aviones y artillería norteamericanos lanzaron más de 300 toneladas de bombas y proyectiles con uranio agregado sólo en el sur de Irak. El residuo de estas armas se convirtió en partículas que respiraron las personas -incluyendo soldados norteamericanos. En 2003 llovió más material tóxico en el entorno iraquí.
En septiembre de 2002 vi a niños que morían en el Hospital Infantil de Bagdad. Los médicos iraquíes ya habían sacado en conclusión que solamente la presencia de uranio empobrecido podía haber provocado tal súbito aumento en las tasas de incidencia de cáncer entre los niños.
En junio de 2005, el Dr. Thomas Fasy, de la Escuela de Medicina Monte Sinaí, determinó que los datos provenientes de los hospitales iraquíes indicaban que el uranio empobrecido había aparecido dramáticamente en un aumento de más de 400% de cáncer infantil en poco más de una década. Los iones de uranio se enlazan con el ADN y esto, dijo él, ha causado un notable salto en las tasas de leucemia en niños, junto un gran incremento de incidencias de defectos congénitos. Estados Unidos literalmente propagó material causante de cáncer en el aire, la tierra y el agua de Irak.
Este metal tóxico había realizado el golpe de gracia al sistema iraquí de salud, ya devastado por los bombardeos y el embargo norteamericanos, dijo Fasy. El costo de tal liquidación: la vida humana. (Tribunal Mundial Acerca de Irak, 26 de junio de 2005.)
En noviembre de 2004, soldados norteamericanos llevaron a cabo una acción punitiva en Faluya, ciudad de unos 300 000 habitantes, operación que superó el bombardeo de 1936 por los nazis en Guernica, España. Faluya fue reducida a escombros. Murieron miles.
En el frente económico, Washington liquidó igualmente a Irak -en cuanto a su hábito socialista. El administrador colonial J. Paul Bremer impuso una constitución a los iraquíes -para liquidar su sistema económico estatal. Él planeó privatizar unas 200 empresas de propiedad estatal. La administración de las instalaciones portuarias de Umm Qasr fue a manos de Stevedoring Services of America (Servicios de Estiba de Estados Unidos), una compañía norteamericana. «Bremer ignoró concienzudamente el aumento de desempleo y de desorden social que surgió de la destrucción de un orden social». «Si no se detiene la privatización», escribió Naomi Klein, «el ‘Irak libre’ será el país más vendido de la Tierra». (The Nation, 29 de abril de 2003.)
Pero los iraquíes resisten. Constantemente sabotean el oleoducto. Es más, tales tácticas han provocado que las principales compañías petroleras pierdan el entusiasmo por la propiedad del petróleo iraquí. Además, les va bien bajo el actual acuerdo de la OPEP -$60 dólares el barril- y no tienen interés en cambiarlo.
Los trabajadores iraquíes no están entusiasmados con la venta a extranjeros de las fábricas propiedad del estado. Esto no hace que los inversionistas se sientan en un clima de bienvenida en el moderno Irak. (Discurso de Naomi Klein en Cal Poly Pomona, noviembre de 2004.)
El caos que devora a Irak no mejora con la presencia de tropas norteamericanas. Los iraquíes que declararon ante el Tribunal Mundial Acerca de Irak en Estambul hablaron del intenso odio de su pueblo para con los ocupantes. Los iraquíes se sienten humillados mucho más que los famosos incidentes de Abu Ghraib. Durante las patrullas norteamericanas de rutina, jóvenes soldados de gatillo alegre tirotean a iraquíes inocentes. Los pilotos dejan caer bombas en coordenadas donde viven personas. El documental Palacio del Artillero parece que muestra escenas del programa de TV Cops (Policías). Los soldados derriban puertas, irrumpen en las casas con el dedo en el gatillo al tiempo que gritan: «Al suelo, hijos de puta»; mientras, las mujeres y los niños lloran. Los hombres, humillados y encadenados, van a prisión. Los soldados luego regresan a sus cómodos alojamientos y cuentan los días que les faltan antes de regresar a casa. Como los soldados en Viet Nam hace más de tres décadas, los que se encuentran en Irak sacrifican su vida, su cuerpo y su psiquis. Pero como deja en claro el filme, la mayoría no sabe cuál es el propósito de su misión militar.
Es más, los iraquíes recuerdan la forma en que los soldados norteamericanos observaron pasivamente mientras se realizaba el saqueo masivo de su tesoro histórico nacional. (¿Cómo se repara una Babilonia destruida?) Una ola criminal barrió el país y los norteamericanos armados se encogían de hombros. Las mujeres ya no pueden andar tranquilamente por las calles como hacían en otra época. Las ocupaciones norteamericanas también han enfrentado a los sunníes contra los chiíes, kurdos contra turcomanos. Algunos iraquíes cristianos han huido hacia Siria. Bush omitió estos hechos e ignoró la violencia y el caos que definen la vida diaria. El personal norteamericano entrena ávidamente a jóvenes iraquíes como policías -los que sobreviven a los suicidas con bombas y a otros ataques contra la policía.
Este escenario -realidad- no penetra en la cabeza de los principales líderes del Partido Demócrata, los que continúan hablando de «nuestra obligación» de reparar a Irak. Las palabras no reparan las vidas o propiedades rotas. El compromiso para con la democracia exige más que el nombramiento de un gobierno civil por Estados Unidos y denominarlo democrático o forzar una elección iraquí en la que millones votaron valerosamente, pero que nunca se reportó para qué. Los medios y la Casa Blanca ignoraron el hecho sorprendente de que la mayoría de los iraquíes votaron en contra de Iyad Allawi, seleccionado por EEUU, y a favor de la Alianza Unida Iraquí, que exigía «un plan de retirada de Irak de las fuerzas multinacionales» (The Nation, 11 de febrero de 2005).
En vez de mencionar la exigencia de retirada, antes de que ocurran mayores desgracias, los tontos senadores demócratas exigen que Bush envíe a más soldados. Irónicamente Bush parece más moderado cuando apela a la unidad patriótica agitando la bandera el 4 de julio.
¿Que sentirán los iraquíes al ver esa bandera el 4 de julio? En su nombre, los militares de eeuu han destruido sus ciudades, torturado a su pueblo, ametrallado sin razón a muchos de ellos en los puntos de control o dondequiera que patrullan las tropas. Los iraquíes tienen poca electricidad, alimentos y agua y carecen de trabajo seguro. Pero Bush sigue repitiendo que él ha «liberado a Irak».
El 28 de junio, en un discurso ante las Fuerzas Especiales en Fort Bragg, Bush preguntó, implicando que «nuestro» pueblo había renunciado a mucho para realizar su guerra: «¿Vale la pena el sacrificio?» Rápidamente respondió a su propia pregunta: «Vale la pena…»
La guerra de Irak no le ha costado nada -quizás unas pocas horas menos de golf de vídeo. «Tenemos que trabajar más», declaró. Sí, claro, Bush es un modelo nacional de sacrificio y trabajo duro. Y los iraquíes deben creer que esos demócratas que piden más tropas están locos o son unos oportunistas redomados. Les tomará mucho más tiempo restaurar un poco de integridad a su liquidada sociedad.
Landau prestó testimonio ante el Tribunal Mundial Acerca de Irak, celebrado del 24 al 27 de junio en Estambul.