La cinta comienza con la vida en un país en donde la muerte es omnipresente, Haití. Allí los médicos asisten a una mujer que da a luz y en su lengua le dicen a la madre, luego de que el recién nacido se ha anunciado con su primer grito, que cuando el niño crezca ella […]
La cinta comienza con la vida en un país en donde la muerte es omnipresente, Haití. Allí los médicos asisten a una mujer que da a luz y en su lengua le dicen a la madre, luego de que el recién nacido se ha anunciado con su primer grito, que cuando el niño crezca ella tiene que decirle que vino al mundo en manos de los médicos cubanos. Y en ambiente de pobreza económica se impone la riqueza espiritual, pues los expresivos rostros de los médicos y la comunidad celebran la llegada de esa nueva vida. «Y, quien sabe, agrega el joven galeno, quizá vaya a estudiar a Cuba».
De Haití al Petén, Guatemala, en una choza indígena las voces de los médicos motivan a la mujer para que puje y entre rostros de preocupación de los indígenas, la desesperación de la abuela, y los sollozos de la madre el nuevo habitante de la tierra da su grito de llegada y le cortan el ombligo, lo bañan y lo envuelven y lo muestran con sus pronunciadas facciones indígenas y una vez más se celebra por la continuación de la especie.
La película se titula Montaña de Luz, dirigida por Guillermo Centeno, y muestra la labor del personal médico cubano en Haití, Guatemala, Mali, Namibia, Burkina Faso, Bostwana y Honduras, fue presentada por la misión cubana ante las Naciones Unidas el 25 de abril en el auditorio Dag Hammarskjold como un modesto tributo a estas brigadas médicas. Más que un documental es una hermosa muestra de humanismo y de tolerancia. En Haití, por ejemplo, los médicos cubanos se combinan con los locales llamados médicos de la magia (curanderos como se les llama en Honduras) y si su magia no da efecto en el paciente tratado pues pasa a manos de los médicos de la ciencia.
El presidente de Haití, René Preval, aparece brevemente en la cinta brindando una entrevista en donde enfatiza la solidaridad humana de Cuba al enviar estas brigadas médicas a los lugares más necesitados de la tierra. Preval cita a un obrero haitiano quien dijo: «Después de Dios, los médicos cubanos».
Aunque la película es estremecedora en el sentido de que muestra la pobreza reinante, la calamidad en los lugares remotos en donde estos médicos llegan a salvar vidas, tiene sus momentos de sonrisa a través de la ternura. Dos doctoras explican cómo ellas aprenden el dialecto en Bostwana para tener una comunicación directa con el paciente y si el lenguaje oral no es suficiente pues se convierten en artistas de la mímica y la expresión corporal pero lo que se garantiza a como dé lugar es la comunicación entre ellas y sus pacientes.
En Burkina Faso uno de los dos médicos entrevistados, joven y optimista, asegura que un buen médico tiene que sentir el dolor del paciente, sin que ese dolor le obstruya el trabajo que debe realizar para curarlo. En un momento conmovedor uno de ellos dos habla lo que siente cuando se le muere un paciente y sus palabras son innecesarias ante las lágrimas que le interrumpen el habla de la boca para dar paso a la voz del corazón. Un médico de ese empobrecido lugar dijo en referencia sus colegas de la brigada de médicos cubanos: «Si esta gente es así, esa tierra está bendita».
Para mi sorpresa, aparece un bello paraje de la tierra hondureña (a una hora de Tegucigalpa), y allí existe un centro del cual toma el título la película: Montaña de Luz. Este centro es sin fines de lucro, creado por organizaciones religiosas estadounidenses y su función es albergar niños con SIDA. Las imágenes nos hacen recorrer una triste galería de fotos de niños fallecidos y la encargada del centro explica que es para hacerles saber a los niños que aunque mueran se les recordará, es una forma de prepararlos para la muerte de una manera humana y menos dolorosa. A quienes interese saber más acerca de este centro pueden visitarlo en internet www.montanadeluz.org.
En un gran ejemplo de tolerancia y convivencia se entrevista juntas a la encargada estadounidense de Montaña de Luz y a la doctora cubana. La cubana confiesa que ella tenía sus dudas de integrarse al centro porque ella no es religiosa, y la estadounidense tenía sus reticencias porque su mente «estaba cerrada» sobre Cuba. Aún así trabajan juntas por la misma causa que es prolongar de la mejor manera posible la vida de los niños y terminan abrazadas fraternalmente a pesar, como dice la encargada entre risas, que yo sea de la USA. No importa, responde la cubana, también entre risas.
Al ver este documental y recordar que no hace mucho los médicos cubanos se convirtieron en un problema en Honduras, en donde un pequeño sector abogaba porque abandonaran el país, en donde se antepone el lucro personal a la solidaridad por la vida, da vergüenza que quienes pedían esto sean compatriotas, hermanos de la misma tierra, pero eso demuestra también que aún entre los hijos hay muchas diferencias. Y también se demostró que la gran mayoría de la población hondureña es agradecida y respaldó con documentos, protestas y marchas la presencia de estos médicos que tanto necesitamos y se impuso la voluntad popular.
El Dr. hondureño Merlín Fernández, quien ha desempeñado altos cargos en salud, dijo: «Sólo con la palabra excelente se puede valorar el trabajo de los médicos cubanos en Honduras». Y reconoció que los colaboradores cubanos de la salud prestan sus servicios en los lugares más pobres y de más difícil acceso, sitios a los que, según comentó, la medicina llegó por primera vez con su presencia. «Es por eso, añadió, que la presencia de los médicos cubanos ha contado con el respaldo popular y permanecen todavía en Honduras cooperando, lo cual no solo se debe mantener, sino que debería aumentar».
El embajador de Cuba ante las Naciones Unidas, Rodrigo Malmierca, ha facilitado este documental al embajador de Honduras ante la ONU Iván Romero Martínez, quien, a su vez, ha tenido la gentileza de prestármelo para que pase este fin de semana dedicado a la madre reflexionando acerca de que mientras en el mundo existan, aunque sean minorías, gentes con ese nivel de solidaridad y humanismo, no todo estará perdido, habrá madres abrazando sus recién nacidos entregados a ellas directamente de las manos de médicos cubanos quienes sin hacer alarde se convierten en modelo a seguir a pesar de la ceguera vidente que trata de inyectársele a este mundo para descartar del diccionario palabras como hermandad, solidaridad.
Nueva York, NY, 14 Mayo 2006. Día de la Madre.
Roberto Quesada: Es autor, entre otras, de las novelas Big Banana (Seix Barral, España), Nunca entres por Miami (Mondadori) y Consejero de la Misión de Honduras ante las Naciones Unidas.