No se podía haber elegido mejor el momento de la representación de la obra de teatro Moria, estando el mundo inmerso en la guerra de Ucrania y preocupado por sus desastrosas consecuencias. El cinismo y la falsedad de Occidente están en su máximo apogeo por el trato desigual que dedica a los refugiados procedentes del Norte de África y de Oriente Medio, en comparación con aquellos que llegan de un país europeo como Ucrania. Aunque la obra se limita a exponer el drama de familias refugiadas en Moria, llegadas de Afganistán e Iraq, que llevan años esperando un permiso para residir en un país europeo, el espectador durante el desarrollo de la producción teatral no deja de hacer comparaciones y maldecir la mentira, la desfachatez y la desvergüenza de las autoridades de Europa, de Estados Unidos, de la mayoría de los medios de información y de ciertos sectores de las sociedades occidentales.
Moria es una obra de teatro–documento que se representa actualmente en el Teatro Fernán Gómez de Madrid (del 20 de abril al 14 de mayo) producida por la compañía Unahoramenos, ubicada en Las Palmas de Gran Canarias y comprometida con temas de carácter social. Representó con anterioridad varias obras, como Me llamo Suleimán, basada en la novela de Antonio Lozano. El director y autor del texto Mario Vega, junto a su equipo de producción (Nicolás Castellano, periodista de la Cadena Ser, Anna Surinyach, fotoperiodista de la Revista 5W y Valentín Rodríguez, productor), se trasladó en enero de 2020 a la isla griega de Lesbos para conocer de primera mano la nefasta situación de los refugiados que viven en el campamento de Moria.
La obra, basada en testimonios reales, representa el dolor y la desesperación de varias mujeres que narran su calvario para llegar a este mal llamado campamento en busca de una vida mejor para ellas y sus familias. Pero su sueño choca con la dura realidad cuando descubren que no son bienvenidas a estas tierras dominadas por el racismo y la intolerancia. Es evidente la culpa de Occidente en la provocación de oleadas de refugiados de países como Iraq y Afganistán por la injerencia, las intervenciones militares y la desestabilización política, económica y social de estos países. Pero pese a su responsabilidad política y moral, Occidente les cierra las puertas incumpliendo además el derecho internacional, que obliga a recibir y proteger a los refugiados que proceden de países en guerra.
El espacio habilitado para la representación de la obra es una tienda de campaña reducida, donde caben unas cuarenta sillas y donde el público vive muy de cerca las emociones de las actrices Marta Viera y Ruth Sánchez. Dos actrices muy bien caracterizadas que representan su papel en la obra con profundidad y maestría. El espectador sale de la obra con el corazón encogido y con una inmensa rabia hacia un mundo tan injusto y desigual.
El “Infierno” como llaman los refugiados a este campamento está rodeado de alambradas con concertinas. Ninguno de los llegados a Moria esperaba acabar en una cárcel como esta. Se escaparon de la guerra y de los bombardeos con la esperanza de encontrar un lugar acogedor y seguro, pero se han topado con el abismo más absoluto. Y para colmo el campamento fue incendiado en septiembre de 2020 y los doce mil refugiados se quedaron sin un techo que les proteja. La desesperación ha empujado a muchos de estos refugiados a suicidarse o autolesionarse por la espera interminable de un documento / permiso de residencia que puede durar hasta cinco años. Mientras que, en un país como España, un refugiado ucraniano consigue el mismo documento en solo 11 horas.
Moria, la vergüenza de Occidente sigue en pie y miles de familias que piden auxilio son abandonadas a su suerte y lo más doloroso es que hasta ahora no hemos visto a ningún político europeo lamentar las duras circunstancias en las que viven estos refugiados de segunda o de tercera.
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