¿Pero en verdad tienen el «corazón partido» quienes intervendrán en el concierto del 22 de Febrero en la ciudad de Cúcuta en espacio fronterizo, con el lema de «libertad para Venezuela» y por la «ayuda humanitaria» a ese país? ¿O en realidad, de forma reiterada, su «corazón entero» ya está decantado y ganado para un […]
¿Pero en verdad tienen el «corazón partido» quienes intervendrán en el concierto del 22 de Febrero en la ciudad de Cúcuta en espacio fronterizo, con el lema de «libertad para Venezuela» y por la «ayuda humanitaria» a ese país? ¿O en realidad, de forma reiterada, su «corazón entero» ya está decantado y ganado para un enfoque de su causa «altruista»? Y esta causa no es otra que el anti-chavismo y surfear en la cresta de la ola mediática así esto les lleve a ubicarse como compañeros de viaje de la ultraderecha mundial, concentrada en una operación de acoso y derribo por todos los medios del gobierno venezolano. Si se les presume de cierta cultura general sería ingenuo no considerar que esa actividad musical, por las formas y el contexto inmediato, constituye un eslabón importante de ese objetivo. El espacio y el momento elegidos se advierten como una manera de acumular «fuerza de choque» para tensar las fibras con el vecino país. ¿Recaudar fondos cuando a buen seguro el concierto en aras al objetivo de masificarlo al extremo, será gratuito? ¿Y si destinaran una parte de sus millonarias cuentas a esta «noble» causa en vez de ser varios de los protagonistas motivo de titulares por sus contenciosos con varias inspectorías de hacienda, con cuentas en paraísos fiscales?
Un repaso al panel inicial de protagonistas del evento no dice mucho precisamente de su inclinación y predisposición a la defensa de causas nobles y altruistas. Su silencio ha sido y es sepulcral ante cuestiones como (abriendo el catálogo con el entorno más cercano): los cientos de líderes sociales desaparecidos en el país anfitrión, Colombia, bajo el gobierno de Iván Duque, promotor del acto; los 43 desaparecidos de Ayotzinapa en México, ambos fenómenos como puntas de iceberg de escándalos de gran amplitud; las caravanas del hambre de Centroamérica con el golpe en Honduras de telón de fondo; la intención de Trump de construir el muro con México y su política migratoria; el cruel bloqueo a la isla de Cuba; más alejado también, el inhumano trato al pueblo palestino; finalmente, puestos a defender «ayudas humanitarias», el casi literal colapso de Haití con sus macro-penurias por el que estos artífices solidarios pasan de lado olímpicamente. Son por desgracia hechos que deliberadamente no generan grandes titulares mediáticos, en el afán de esconder las miserias del sistema global.
¿A qué viene ese inusitado y discriminatorio interés hacia Venezuela por parte de este elitesco grupo de supuestos artistas musicales? En la República Bolivariana de Venezuela existe instaurada una práctica en los medios (quizás también en otros países) conocida por la «payola». Consiste esto en tener que aportar cierta cantidad de dinero para tener presencia en los medios como radios emitiendo canciones, tv, prensa y artículos. De otro modo «no existes», cuestión que limita el desarrollo y circulación de los artistas emergentes. Opinar y ubicarse «correctamente» con el tema Venezuela granjea favores, titulares y tratos exquisitos en las cadenas monopolistas del entretenimiento (MTV, Sony, HBO, 40 Pincipales…). De otro modo es condenarse a ser ignorado. Venezuela es sinónimo de riqueza petrolera y mercado musical potencial. Esta «super-payola» de Cúcuta es el tributo a rendir. Comenzando por el insigne Alejandro Sanz, participante que dio a conocer la canción de este titular. Un evento muy alejado de la épica antibelicista contra la guerra de Vietnam del Festival de Woodstock en 1969 y otros muchos que se sucedieron. Por el contrario este acto de Cúcuta está marcado por el preludio a una intervención de inciertas y lamentables consecuencias. En su «humanitarismo» mediático estos bufones (figura de la Edad Media que entretenía y animaba las tardes y veladas de los señores feudales) del siglo presente ni se plantean la opción del intercambio de petróleo por alimentos y medicinas. Complacientes mientras afilan cuchillos y calientan motores.
Para finalizar, valga un reconocimiento a Roger Waters como emblema de Pink Floyd en representación de otr@s much@s artistas ha fijado ante esta cuestión una posición de dignidad a contracorriente.
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