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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre "Praxis política y estado republicano. Crítica del republicanismo liberal"

«Nada trasciende la historicidad, la praxis creadora que es histórica»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. -Estábamos en asuntos de filosofía y el filosofar. Por eso que señalabas en la anterior entrevista todo ser humano sería filósofo. -Exacto, […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.

-Estábamos en asuntos de filosofía y el filosofar. Por eso que señalabas en la anterior entrevista todo ser humano sería filósofo.

-Exacto, por eso todo hombre es filósofo. ¿A qué viene toda esta insistencia mía, prolija, acríbica, casi «pelmaza»?

-Eso, ¿a qué vienes?

-En primer lugar, quiero que quede claro que esta filosofía parte de la experiencia. Y toma consciencia de la misma. Es una filosofía cuyo fundamento, cuya metafísica, es experiencial, y declara que el ser humano es un ser comunitario, que carece de naturaleza innata que le dicte su hacer, en consecuencia debe elaborarlo y ponerlo en obra. Esta metafísica, esta ontología, es muy potente. Pero no prescribe, repito, formas de hacer. Las formas de hacer deben surgir de la propia praxis. Y ello incluye los objetivos, los fines, el ideal concreto de vida buena, el proyecto a ejecutar, la noción de felicidad. Todo esto surge de la actividad y de su experiencia y es histórico todo. Me interesa mucho dejar esto en claro, porque debe quedar patente que el «ideario», el proyecto, los fines, los objetivos, son elaboraciones de la actividad generada en interacción con los demás y de la experiencia que se obtiene de la misma. De una experiencia que parte de un hacer histórico dado, puesto en obra, que surge del proceso de su puesta en obra. Un hacer histórico que se pone en obra a partir de un saber hacer o ethos dado, también él mismo en proceso de creación, que se crea o produce, modifica, discute, en el proceso de su puesta en obra. Nadie puede estar fuera o por encima de su tiempo histórico. Este es, también, otro chiste del Hegel de la Fenomenología, que nos recuerda una historieta del barón de Münchhaussen, el cual decía que, en una ocasión, había caído en una poza de arenas movedizas, pero que había conseguido zafarse de las mismas cogiéndose con la mano de sus propios pelos, y tirando de ellos. Nadie puede estar fuera de su propia historia, nadie ni nada humano está fuera de la historia.

-Nada, en tu opinión, es ahistórico.

-Nada, nada trasciende la historicidad, esto es, la praxis creadora que es histórica. La experiencia de cada persona es histórica, inherente al hacer y al ethos, al saber hacer. Son inherentes al mismo, las expectativas sociales, y las necesidades de cada individuo, pues son culturales, históricas, dado que el ser humano no tiene naturaleza innata. Si esto es así, y es histórica, inherente al mundo de vida, al saber hacer existente, el ethos en que se forma la persona, y lo es la propia subjetividad de la persona, entonces, también el proyecto alternativo que genera con su propio hacer la fracción de comunidad que lucha en contra del orden establecido, surge de la praxis histórica, es concreto, es histórico, surge de la Razón Práctica, no de la teoría. Surge de la organización que genera nuevo hacer y nueva capacidad de control sobre la actividad. Los propios fines nuevos se van fraguando en el hacer; comienzan siendo «abstractos», vagos, y van adquiriendo perfil, concreción, en la propia praxis. El pensamiento práctico, según los praxeólogos, va «de lo abstracto» y por elaborar a lo «concreto» y «acabado». Comienza siendo pensamiento por elaborar, que se elabora y concreta en el proceso comunitario e histórico de praxis, que se va creando en su concreción.

No surge de la teoría, y esto ya lo he ido reiterando, con la cita de La Ideología Alemana, con la del El Manifiesto Comunista. Bueno: «¿adónde quiere ir éste, entonces?». Si el ideario, si el proyecto alternativo mismo se fragua, se forja en la praxis, a medida se generan nuevas capacidades de hacer y nueva experiencia que genera nueva imaginación, este saber no es episteme. Si esto, tan pesadamente reiterado por mí, queda claro, entonces, ahora ya puedo ir a lo que quería, y pasar a polemizar con determinadas ideas que se entremezclan a veces con el marxismo.

-Creo que queda clara tu posición. Adelante pues.

-Si esto es así, ni el «comunismo» ni cualquier otro verdadero, e histórico proyecto práxico humano, es ni ha sido nunca una «idea regulativa» elaborada por la teoría sin relación inmediata con la praxis. Eso es kantismo y eso es neopositivismo. Son las filosofías que creen que la teoría, la episteme, la ciencia, gobierna el hacer. Que ella es la que elabora y desarrolla modelos que luego deben ser llevados a la práctica. Que puede incluso elaborarlos con mucho detalle, especificando los pasos que se deben ejecutar en su aplicación técnica. Saber teórico segundo como ingeniería. Saber teórico que funge como «idea regulativa» y «asintótica», porque, debido a ser externo al mundo de vida, no acaba de poder ser realizado nunca. Ambos elementos implican que ha sido elaborada desde fuera de la actividad y que se considera a sí misma extraña a la historia; que el que la propone se siente elaborando desde fuera de la comunidad práxica y su experiencia: una idea regulativa nunca puede ser ejecutada perfectamente y una idea regulativa sirve para seguir «siempre» orientándose en ella. Pero eso, ese «siempre» vale porque no se realiza, es antihistórico; los proyectos, los fines, los ideales, son históricos, son inherentes, internos a cada ethos, a las necesidades históricas. Lo que hoy es irrealizable es una chatarra intelectual. Hoy y siempre. Lo que la hace irrealizable no es su perfección, sino el ser consecuencia de elaboración intelectual teorética. Elaborada desde la ciencia como eskatón fuera del proceso experiencias de producción de praxis. Es su separación respecto de la realidad y su juicio invertido respecto de la misma -si esto no se cumple, es que la realidad es imperfecta, porque la perfección está en la teoría-. Por ello, insisto: el «comunismo» no es un «horizonte», que, por mucho que nos movamos, sigue siempre igual de lejos. ¿De dónde iba a poder salir un tipo de proyecto tan ahistórico, tan externo a la historia, que no pudiera ser realizado nunca, que no tuviera que ver con un tiempo histórico, con una cultura material de vida, con una antropología, y sus expectativas y necesidades, y con un concreto movimiento práxico histórico, concreto, y con su capacidad de hacer y su imaginación práctica? ¿De la religión, la ciencia científica, de qué eskatón, el fin de los tiempos? ¿Cómo va a ser la imaginación algo no relacionado con las preocupaciones y problemas concretos, históricos, y con nuestras necesidades concretas de ahora? Como vemos, eso de pensarlo como ideal que regula orienta nuestro hacer, y sirve «para todos los tiempos del tiempo», porque es «la perfección», es una nueva presentación del escatón, del proyecto para el fin de los tiempos, realizable solo en un momento post histórico. Se nos cuela un esquema religioso en el mundo de la episteme cientifista. ¡quién lo hubiese dicho!

-¿Y de dónde urgen estas ideas en tu opinión?

-Estas ideas son imaginaciones que surgen de la especulación de que es la episteme -«una», «alguna» episteme o saber «esotérico»: ciencia, religión revelada…- externa a la experiencia, al ethos concreto, a las necesidades humanas históricas de cada individuo en comunidad, que son históricas y concretas, la que elabora el ideal a lograr. Eso de la idea regulativa, los postulados, los axiomas y tal, es concebir el pensamiento político, el filosofar político, no como reflexión sobre la experiencia que genera la razón práctica, elaborada desde la propia experiencia, de forma inmanente, tal como insistía, precisamente, Manuel Sacristán al estudiar a Antonio Gramsci: como reflexión sobre la experiencia práctica, como filosofía de la praxis, donde «de la praxis» es genitivo subjetivo; la praxis, el autor práxico, que se auto reflexiona, no reflexión externa a la misma ejercida por quien no genera la praxis. Según la teoría opuesta, es la episteme la que elabora. Como es la episteme, y nosotros somos seres prácticos, el proyecto regulativo es inalcanzable, la «perfección» es inalcanzable, la «felicidad» es inalcanzable. No, nunca, plenamente realizable: es una línea asíntota que está siempre en aproximación indefinida sin llegar a tocar, a coincidir con su fin, que permanece válido por los siglos de los siglos. Eso del «horizonte», que siempre está igual de lejos por mucho que andemos hacia él. Todo es un vivir en melancolía del paraíso inalcanzable perdido. Lo contrario, es darle prioridad a la práctica y saber que habremos de proceder, desde ella, no desde la prescripción teórica, y deberemos ir actuando en común -y vuelve a ser una frase de Sacristán, de sus últimas conferencias- por «ensayo y error», sin plan preestablecido, sin teoría previa.

El pensamiento alternativo, el de la teoría como idea regulativa, es, como he dicho, el de Kant; y el de todos los que ponen el ideal social como producto del saber teorético, los neopositivistas. También los creyentes en el pecado original, claro.

-Y esto no sería praxeología.

-Esto no es praxeología, esto no es filosofía de la praxis. He querido poner términos como «perfección», «felicidad», «realizabilidad», porque, tal como revela la filosofía praxeológica, de la cual Aristóteles es el padre, basta con abandonar el teoricismo, basta con abandonar la episteme como guía de la praxis, y por tanto, como orientación de la política, para retornar a una filosofía que nos dice que sí se alcanza, o puede ser alcanzada, la realización plena de un fin, que sí se alcanza o puede ser alcanzada, la felicidad; que sí se puede realizar plenamente un fin. Los fines son internos a los ethos, a las culturas materiales creadas por la comunidad. Y son internos a la propia actividad histórica, son creados al hilo de la misma. Lo mismo ocurre con las necesidades humanas, que son culturales, concretas, históricas y con las expectativas, con el ideal de Vida Buena o eú zen. La imaginación creadora depende de la experiencia de hacer que generemos y va autogenerándose al hilo del hacer… etcétera. Sí se puede alcanzar la perfección, que es, por antonomasia, y en esta otra traditio praxeológica, el «acabamiento» o realización de un fin propuesto; perficio, de ahí viene perfección y «perfecto»: acabamiento o realización en concreto, que como resultado del hacer que es, lo conocemos, al acabarse; no existe «antes», es histórico. Ya lo he mencionado antes, es «acabamiento-concreto» de algo, de un fin que en el origen de la acción era abstracto, y lo era, porque no hay teoría epistémica previa que nos lo haya cocido, parido, prescrito y entregado -lo de las palomas asadas que vuelan a la boca del teórico- y el fin emerge en nuestra imaginación comunitaria en su desnuda abstracción de principio, y lo vamos concretando en el proceso…Sabemos lo que podemos hacer, desarrollamos nuestras propias facultades práxicas de hacer, al hacerlo; nos hacemos citaristas tocando la cítara y constructores de casas al construirlas. «El acto es anterior a la potencia», frase de Aristóteles. Nuestras capacidades se crean al hacer, no exceden, en principio, lo hecho. Sobre esto, la praxeología aristotélica y sobre su continuidad, mi libro trata extensamente.

-No hay duda sobre ello, desde luego.

-El acabamiento es lo concreto, lo que va de lo abstracto a lo concreto, y es lo que realiza el fin, lo acaba -perficio, acabamiento-. Y la felicidad es siempre alcanzable, porque nuestras expectativas no son de «vida eterna», de ahistórica «gloria eterna» – a lo sumo, nuestra expectativa es «que sepa a gloria», como los guisos de la abuela-, sino de cumplir las expectativas, saciar las necesidades, auto realizarnos dentro de un ethos histórico, dentro de cada ethos histórico. Y, además, como dijo el maestro al reflexionar sobre la actividad -y es que este Aristóteles, el praxeólogo, vale su peso en oro, y es un chico cuyas ideas «están cargadas de futuro»-, la felicidad, siempre, en toda praxis, depende de lo mismo, la felicidad no es sino la sensación inherente que obtenemos cuando ejercemos el control sobre nuestra actividad: ahí queda eso.

-Ahí queda.

-Y esta vez, sí, «para los siglos de los siglos» porque no prescribe contenido, y se basa en la consideración de que somos un ser práxico. La felicidad es la autodeterminación de cada uno sobre su propio vivir, cosa que solo se puede lograr en comunidad -zoon politikón-. Ni ideas regulativas, ni postulados, ni axiomas, ni teoremas, ni tales cosas, que son inherentes a la razón teórica. Estamos ante el pensamiento que crea la actividad, que produce el mundo humano. La actividad, ella, pone la verdad, porque verdad es lo que ella crea, verum ipsum factum: verdad es lo hecho.

-Muy Vico te veo. Te pregunto sobre este asunto.

 -Cuando quieras.

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