Desde que Estados Unidos impuso el embargo, vía Naciones Unidas en 1990, unos 6.000 niños menores de 5 años morían cada mes como consecuencia directa del embargo; falta de alimentos, vacunas, cloro para depuración del agua, toda clase de medicinas y, productos que, directa o indirectamente, bloquean las actividades básicas de la economía, sumiendo así […]
Desde que Estados Unidos impuso el embargo, vía Naciones Unidas en 1990, unos 6.000 niños menores de 5 años morían cada mes como consecuencia directa del embargo; falta de alimentos, vacunas, cloro para depuración del agua, toda clase de medicinas y, productos que, directa o indirectamente, bloquean las actividades básicas de la economía, sumiendo así en la miseria a la población, para hacer más fácil el asalto y la ocupación planeada.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, aprobado por NN UU en 1998, tipifica expresamente como crimen de genocidio el embargo que afecta a la población civil y la condena a la miseria y muerte, y a los niños sobre todo. Por esta razón, tres directores de Naciones Unidas, administradores del embargo: Hans von Sponeck, Dennis Halliday y Jutta Burghardt, dimieron sucesivamente acusando de genocidio a Naciones Unidas, a los gobiernos responsables y a quién participara en el embargo.
De la población de 26,5 millones en el 2003, el 45 por ciento tenía menos de 15 años. Los 72.000 niños, menores de cinco años, que han muerto cada año hasta la invasión en marzo y «victoria» estadounidense en abril de 2003, llegan a los 900.000, a los que hay que añadir los de más de 5 años y los adultos, sumando más de millón y medio las víctimas de este genocidio, más la miseria de la población restante. A este espanto, aún hemos de añadir, los bombardeos en lo que han llamado la «zona de exclusión aérea «, las secuelas del Uranio empobrecido utilizado en los proyectiles y bombas arrojadas sobre la población contaminando el agua, suelo, vegetales y todo lo existente. En el Hospital Oncológico de Basora, al Sur de Iraq, donde los tumores de todo tipo, incluidos los no descritos en la bibliografía médica y las monstruosas deformaciones de los recién nacidos, superan cualquier estadística imaginable. La destrucción de toda la infraestructura de saneamiento, calles, casas y todo lo que pueda servir para algo era abrumadora, y me refiero a antes de la ocupación de marzo de 2003. Lo mismo se puede decir de los Hospitales que he visitado en Bagdad, incluido el Hospital Infantil, niños y mayores agonizando en las habitaciones sin más protección que una manta y rodeados de toda la familia, sin medicamentos y ante la impotencia del personal sanitario. La Farmacia del Hospital, un cuartucho con unas estanterías llenas de huecos vacíos y algunos envases y frascos, que por su tamaño, seguramente no contendrían más que hierbas y jarabes de fórmula doméstica en su mayoría.
Los continuos ataques, bombardeos y saqueos a los que sigue sometida la población superan lo imaginable y no es la Resistencia organizada iraquí. Según la Convención de Ginebra de 1949 es responsabilidad exclusiva de los invasores, quienes además, han utilizado y están utilizando métodos terroristas con la mayor crueldad posible. El bombardeo y destrucción de Bagdad ensalzado por Bush como «conmoción y pavor» y repetido en tantos pueblos y ciudades, como en Faluya.
La «prestigiosa» revista médica británica, Lancet dice que la ocupación de Iraq ha ocasionado cien mil muertos, pero se han olvidado de los niños, jóvenes y adultos asesinados por el hambre y la miseria estratégicamente impuesta. Ahora ya no hay ni alimentos, ni empleo, ni Estado y si antes las víctimas eran 120.000 al año ¿cuantas ahora? multipliquen por dos o por tres estos dos años de «democracia» y súmenlos a los muertos por las bombas. ¡Y el 45 por ciento de la población es menor de 15 años! ¿Cuándo Estados Unidos y sus patéticos aliados, guardarán un solo segundo de silencio por cada niño asesinado y por cada víctima de su terrorismo al por mayor? Y se sienten amenazados, y se sienten víctimas, cuando son ellos los que tienen al Mundo aterrorizado, en la miseria y en un baño de sangre. Tanto han mentido, que ahora mienten, hasta cuando dicen la verdad.