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Testimonio de un preso iraquí

«No podrán cicatrizar nunca los recuerdos de los 48 días pasados en la prisión de Basora»

Fuentes: IRIN.ORG

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Tengo 39 años, he estado prisionero en la comisaría al-Jamiyat de Basora y he sido gravemente torturado por crímenes que no he cometido. También he sido testigo de algunos de los horribles tratos sufridos por algunos prisioneros y he visto asesinar a muchos de ellos.

Soy chií y he vivido en paz en Basora durante más de 20 años viendo crecer a mis cuatro hijos de 12, 15, 16 y 18 años de edad. He trabajado duro para poder criarlos.

Las cosas cambiaron hace dos meses cuando los miembros de una milicia (grupo armado chií) y varios oficiales de policía asaltaron mi casa y me arrestaron, acusándome de apoyar a la resistencia [los grupos armados que luchan contra las fuerzas estadounidenses y el gobierno iraquí].

No me cabe duda que sabían que no era un insurgente, pero la razón real de mi arresto fue que pertenezco a una tribu que está en contra de las milicias locales y fui uno entre las docenas de hombres que arrestaron como venganza contra nuestra tribu.

Cuando llegué a la prisión sabía que nadie iba a ayudarme, que moriría porque no podría sobrevivir a las torturas.

El día en que llegué a la prisión, ellos [los oficiales de policía] me llevaron para interrogarme. En toda mi vida jamás me he sentido tan humillado como me sentí ese día.

Los oficiales de policía me desnudaron y empezaron a gritarme; me dieron golpes en la cara y me pisotearon el estomago con sus botas. A continuación, empezaron a apagar sus cigarrillos en mi cuerpo, especialmente en brazos y piernas.

Después de eso se olvidaron de mí durante dos días, dejándome en una celda con otros 15 prisioneros. Teníamos que dormir por turnos en el desnudo suelo porque el espacio existente era demasiado pequeño para que todos pudiéramos tumbarnos a la vez.

Dos días más tarde, me llamaron de nuevo para interrogarme. Ese fue el día más espantoso de todos los 48 días que pasé allí. Además de golpearme, dos oficiales intentaron violarme y cuando me resistí empezaron a darme descargas con un aparato eléctrico hasta que perdí el conocimiento.

Cada día me decían que si no identificaba a la gente que estaba en contra de los grupos de la milicia en Basora, me colgarían o dispararían contra mí todas las balas que tenían.

Yo estaba muy asustado, especialmente porque otros dos hombres que habían sido también amenazados de muerte no volvieron a la celda después del interrogatorio. Todo ese tiempo estuve seguro que mi fin estaba próximo.

Nuestro captores se divertían torturándonos. Disfrutaban. Se reían de nosotros mientras nos torturaban con aparatos eléctricos o al golpearnos o pegarnos con cables y trozos de madera o al pisotearnos con sus botas. Cuando ponían fin a las torturas, a menudo nos devolvían a nuestras celdas sin prestarnos ninguna asistencia médica. Dos personas murieron de las heridas causadas durante la tortura.

No sé exactamente cuántos prisioneros había en la comisaría, pero durante los 48 días que estuve allí pude haber visto unos cien rostros diferentes.

 

Texto original en inglés:

www.irinews.org/report.as?ReportID=56848&SelectRegion=Middle_East&SelectCountry=IRAQ

 

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión.