Traducción para Rebelión de Loles Oliván
En casi todo el mundo el fin de año es un momento para recordar lo mejor del pasado y mirar al futuro con esperanza. Iraq no es como el resto del mundo. Para mí es el momento de actualizar el listado de mis muertos. La entrada más reciente es mi ex novia.
Cuando recibí los mensajes de amigos en mi móvil diciendo: «Por favor, acepta mis condolencias» pregunté, «¿Qué ha pasado?» Entonces me llegó otro mensaje que decía que mi ex novia había sido asesinada en los atentados del 8 de diciembre en Bagdad.
Desde la invasión estadounidense de Iraq en 2003 llevaba una lista de cada familiar o amigo muerto como consecuencia de la violencia. A partir de finales de 2006 conté 124 muertes. De pronto me detuve. El número 125 fue mi padre. Mi padre me había dicho unas semanas antes de su trágica muerte que su agenda estaba llena de números de teléfono de muertos y desaparecidos. No tardó en sumarse a la lista.
Cuando ahora miro mi libreta de teléfonos personales leo: «X: muerto en los atentados de la Universidad de al Mustansiriya en 2007. Y: desaparecido al oeste de Bagdad en 2005. Z: murió en el Ministerio de Justicia en 2009. Y así sigue en casi toda la libreta. Los que se marcharon de Iraq fueron los únicos que sobrevivieron. He perdido a mi último amigo cuando se fue como refugiado a EE.UU. en junio de 2009. No tengo amigos que vivan en Iraq ahora.
Si hubiera seguido actualizando mi listado de muertos hasta hoy habría incluido decenas de amigos, vecinos, parientes, compañeros y colegas profesionales. El total alcanzaría los centenares. Si añadiera a los familiares de los familiares, el total sería de miles o decenas de miles de personas. Casi todas ellas eran civiles: empleados, estudiantes, artistas, profesores, periodistas, deportistas, abogados, trabajadores o niños.
Como hombre que estudió cine y que ha producido varios documentales para TV, a menudo recurro a películas que me ayudan a evadirme de la horrible realidad. A veces me ayudan a describir mi estado. En la película Meet Joe Black el ángel de la muerte se enamora de la hija de su víctima. Muchos iraquíes que he conocido después de decenas o centenares de bombardeos se preguntan, ¿hay alguna forma de detener el plan maestro de la muerte cuya máxima prioridad parece ser cobrarse vidas de iraquíes?
Cuando vi la película estadounidense Final Destination me dije que era exactamente lo que nos estaba ocurriendo a nosotros. A finales de 2006 había sobrevivido a las bombas mortales cerca de 40 veces. La mayoría de las veces estaba en la plaza Tahrir -la plaza más famosa de Bagdad-. Yo solía pasar por allí dos veces al día de camino al trabajo. La plaza fue machacada con docenas de bombas entre 2005 y 2006. Sólo sobreviví porque llegaba unos minutos tarde o temprano. Parece, con demasiada frecuencia, como si el maldito avión de Final Destination transportara a todo el pueblo iraquí.
La caída de la estatua de Sadam Husein el 9 de abril de 2003 me hizo sentir -y a millones de iraquíes- el nacimiento simbólico de una nación. Sin embargo, millones de iraquíes vieron en los años siguientes otra escena que las autoridades iraquíes prohibieron finalmente fotografiar. Era la escena dentro de las morgues de las ciudades de Iraq. A finales de 2006 me tocó visitar una de ellas. Buscando a mi padre conté por lo menos 200 cuerpos nuevos en una morgue de Bagdad. Había al menos otros 200 que ya llevaban allí un tiempo. Era como la escena de la morgue en la película Missing. Pero la escena que no podría ocultar es la del cementerio de Nayaf. Ha seguido creciendo hasta convertirse en el más grande del mundo. Para millones de iraquíes significó la muerte de una nación.
Muchos consideraron que me comportaba extrañamente por no llorar en el funeral de mi padre. Pero es que realmente he perdido la capacidad de sentir dolor y tristeza. Una vez leí que muchos europeos sintieron la misma sequía emocional tras presenciar las catástrofes de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, he tenido el mismo sueño durante cuatro meses seguidos. Mi padre no moría. Todavía sueño lo mismo pero sólo una vez por semana. Es algo que podría describirse como una serie de escenas que representan todos los recuerdos felices con un ser querido. Pero no termina sino con una tragedia que durará siempre.
Ahora tengo nuevas escenas: la vez que nos conocimos, la primera palabra intercambiada, la primera sonrisa, la primera adulación, la primera llamada telefónica, la primera cita, la primera vez que declaramos que nos amábamos y el primer abrazo. Pero me despierto recordando la última escena horrible: la niña gravemente herida aplastada bajo los pies de aterrorizados empleados del gobierno que tratan de escapar de la muerte.
Fuente: http://atwar.blogs.nytimes.