Iraq acaba de iniciar su séptimo año de ocupación. Coincidiendo con el aniversario de la invasión llegaron los primeros turistas a Bagdad -británicos en su mayoría- en una obscena operación propagandística. «Creí que vería mucha más destrucción«, comenta uno de ellos, parece que decepcionado por encontrar más bloques de cemento que tanques. Cemento que divide […]
Iraq acaba de iniciar su séptimo año de ocupación. Coincidiendo con el aniversario de la invasión llegaron los primeros turistas a Bagdad -británicos en su mayoría- en una obscena operación propagandística. «Creí que vería mucha más destrucción«, comenta uno de ellos, parece que decepcionado por encontrar más bloques de cemento que tanques. Cemento que divide los barrios de Bagdad con muros que encierran a los bagdadíes en campos de concentración supervisados por el ejército iraquí y por las tropas estadounidenses de ocupación. Mientras periodistas y turistas que disfrutan del privilegio de desplazarse cómodamente por el espacio imperial podrán tomar fotografías a los indios en sus reservas. Con pensión completa y billete de ida y vuelta.
La guerra en Mesopotamia ha destrozado las vidas de millones de iraquíes, pero también se ha llevado por delante los delirios imperiales del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano y ha contribuido enormemente al hundimiento de la economía estadounidense. Una guerra que no ha terminado, como comprueban a diario los iraquíes. De nuevo, es la Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq (CEOSI) la que nos recuerda lo que otros quieren hacernos olvidar:
«(…) la única verdad para el pueblo iraquí es el tremendo sufrimiento que sigue padeciendo aún a día de hoy; la única verdad para el pueblo iraquí es la imposibilidad de tener las necesidades básicas cubiertas, el terror constante a los asesinatos indiscriminados, los secuestros, las redadas y los ataques militares contra la población, propiciados tanto por las milicias sectarias, alentadas desde el propio gobierno, como por la Ocupación, y la división sectaria de la sociedad. La única verdad, finalmente, es que la guerra y la ocupación continúan arrasando Iraq y a su pueblo y que la violencia, lejos de disminuir, ha vuelto a sufrir un incremento en este último mes de febrero, con al menos 258 personas muertas, lo que supone un aumento de la mortalidad por causas violentas del 35 por ciento respecto al mes anterior (en enero de 2009 se produjeron 211 víctimas mortales). No hay que olvidar que los datos de muerte en 2008 son escalofriantes: 6.772 iraquíes asesinados.»
Una cifra equivalente a la de asesinados en la guerra del narco en México durante el mismo año. Sólo que Iraq tiene una población cuatro veces menor. ¿Es un grado de violencia asumible, una guerra de baja intensidad que pueda ser «gestionada» por los 50.000 soldados que pretende dejar Barack Obama a partir de agosto de 2010, si los iraquíes -de la resistencia o incluso del gobierno- le dejan?. El número no habla de responsabilidades, qué víctimas corresponden a acciones de la resistencia, cuáles a operaciones militares estadounidenses o a acciones de las milicias sectarias a sueldo de diferentes facciones del gobierno. Otros números del horror son los de los Guantánamos iraquíes:
«Los últimos datos fiables de los que se dispone [2008] indican una cifra de 24.000 detenidos bajo custodia estadounidense y de más de 96.000 detenidos bajo custodia de las autoridades colaboracionistas iraquíes que el propio gobierno iraquí reconoció en junio de 2008. Además, se calcula que el 60 por ciento de los detenidos han sufrido torturas, abusos o maltrato físico o psicológico. «
Una represión necesaria si se quiere continuar el proceso de privatización de la explotación de las reservas iraquíes de petróleo (las terceras mayores del mundo) pero también del gas, hidrocarburo que suele tener mejor prensa. Empezó el Gobierno Regional del Kurdistán dando licencias a compañías como la noruega DNO y a finales de 2007 el Gobierno Federal anunció la apertura de los campos petrolíferos a la inversión extranjera. Desde entonces la guerra, los sabotajes de la resistencia y el enfrentamiento entre las diversas facciones del gobierno han retrasado avances significativos en este terreno. Todavía no se ha aprobado la Ley de Hidrocarburos, signo de que la pelea por el reparto de la tarta petrolífera y gasística dista de haberse resuelto, algo a lo que sin duda ha contribuido los vaivenes del precio del petróleo y últimamente la crisis económica mundial. Sin embargo, a finales de 2008 se preseleccionaron una treintena de compañías extranjeras para la exploración y explotación de los campos. Y los británicos no abandonaron Basora hasta que aseguraron un regalo para la compañía angloholandesa Shell: la explotación del gas del sur de Iraq mediante una joint venture con el Ministerio federal de hidrocarburos que garantiza el control del gas iraquí para los próximos veinticinco años. Las protestas por la falta de transparencia en el proceso motivaron que en febrero la japonesa Mitsubishi se incorporara al acuerdo. El objetivo es producir gas natural licuado (GNL) con destino a Gran Bretaña y otros mercados. Pero mientras no se apruebe una versión definitiva de la Ley ninguno de los acuerdos firmados tiene garantizada su seguridad jurídica, a pesar de los mensajes tranquilizadores de las autoridades iraquíes.
De momento, Barack Obama ha dado un paso importante en su política en Oriente Medio al proponer un diálogo con Irán, país clave en cualquier solución a los atolladeros iraquíes y afgano. Desgraciadamente, la mayoría de los iraquíes parece que serán los convidados de piedra en este proceso.
Obama año uno, ocupación año siete.