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Operación «Iraq Forever»

Fuentes: Valenzuelaveritas.blogspot.com

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Éxito Catastrófico

La ocupación de Iraq, que continúa siendo ilegal e inmoral bajo cualquier consideración de humano entendimiento, corre ya por su horrendo y sangriento cuarto año, habiéndose convertido en un atolladero para EEUU y en un inmenso campo de muerte para los iraquíes. Así es, para los iraquíes, la invasión y consiguiente ocupación estadounidense ha sido y continuará siendo un crimen masivo de guerra, un ataque criminal contra la humanidad de una bestialidad no vista desde la II Guerra Mundial. Son ellos, el pueblo iraquí, quienes se han visto sometidos a una crueldad sin parangón, y son ellos quienes continuarán sufriendo de manera inmisericorde, por la locura y delirios de los miserables que gobiernan Estados Unidos. En efecto, a Iraq se le ha obsequiado con el infierno en la tierra, sin que el pueblo estadounidense haya sentido molestia o preocupación alguna y con sólo algunas protestas por parte del mundo entero.

Por otra parte, con respecto a EEUU y a su pueblo, decir que la debacle de Iraq es el mayor desastre estratégico de la historia de la política exterior estadounidense es una descripción que se queda corta, porque las implicaciones de la derrota de EEUU a manos iraquíes no han hecho más que empezar a considerarse, con todas las repercusiones que en los próximos años van a ir apareciendo. Lo que una nación arrogante consideró en un momento determinado como pan comido, regodeándose en la gloria de los privilegios y de la ignorancia, ciega frente a la realidad por su adición al materialismo y a las charadas televisivas, se ha convertido en una inextricable trampa de arenas movedizas que amenazan con convertir el Nuevo Siglo Americano en la Última Década Americana.

A diferencia de Vietnam, una nación perdida en la periferia exterior de los asuntos mundiales, donde la derrota de EEUU no alteraba la gran partida de ajedrez de la estrategia de la Guerra Fría ni causaba terremotos políticos de consideración, Iraq está en el epicentro del mundo, asentada sobre inmensos campos petrolíferos, poseyendo dos ríos en una región donde el agua escasea, situada en medio de tierras vitalmente estratégicas ambicionadas por poderes emergentes e imperios menguantes. Una derrota en Iraq, algo que aparece ya en el horizonte, pronosticada desde hace tiempo por muchos, dañaría gravemente los intereses de EEUU, alterando de ese modo un balance global de poder en el que una superpotencia domina al resto del mundo. Dentro de sus orillas, una derrota, similar a la que sucedió tras Vietnam, alienaría a su pueblo de otras guerras de conquista, haciendo mucho más difícil la puesta en marcha de los planes para un Nuevo Siglo Americano, destruyendo así el gran poder de control engendrado por el Nuevo Pearl Harbor.

La ocupación de Iraq ha paralizado y seguirá paralizando gravemente a EEUU en cuanto al Tesoro y en cuanto a la sangre de sus soldados, empantanando a éstos en una agotadora guerra de guerrillas que en los años venideros les llevará al desgaste absoluto. La guerra y la ocupación duran ya mucho más que la implicación estadounidense en la II Guerra Mundial. Han costado, en tan solo cuatro años, alrededor de un millón de millones de dólares. En la actualidad, el ejército estadounidense está siendo estirado, estresado y sobrecargado al máximo. Hasta ahora, han muerto alrededor de 3.500 soldados y la cifra de heridos y mutilados asciende hasta 30.000; decenas de miles se han visto forzados a servir más de dos temporadas. Pero nunca se va a cuantificar el coste psicológico que ha supuesto para miles de soldados, ni tampoco el problema social que representa gente volviendo a casa con las mentes y las vidas cambiadas y las circunstancias alteradas.

Sin embargo, a pesar de la evidente derrota, de la evidente debacle que se está produciendo en Iraq, el leviatán estadounidense, el elemento corporativo dentro de los parámetros del estado, esa elite cabal empotrada en los depredadores mercados capitalistas, no se permitirá a sí misma o a la nación salir de Iraq, porque el precio de tal calamidad sería desastroso. Porque la guerra de Iraq fue en primer lugar una guerra por el control del petróleo, el más importante de los recursos naturales, ese excremento del diablo necesario para que funcione el motor de la llamada civilización humana moderna.

La posterior ocupación de Iraq, más allá de las obvias mentiras de las armas de destrucción masiva, de llevar democracia y libertad, de librar a los iraquíes de la tiranía y de Sadam y de combatir a al-Qaida en la «guerra contra el terror», fue construida sobre la necesidad de pacificar y controlar a la población iraquí para poder dar comienzo a la violación y saqueo del petróleo iraquí. Porque esta guerra ha sido siempre y será siendo por la sangre negra, esa sustancia oscura que condena y maldice todo lo que vive sobre ella, y otorga poder y enriquece a quienes la extraen. Quien controla el petróleo controla el mundo y, después de todo, quien controla el mundo controla el destino de la humanidad.

Es ese excremento del diablo el que mantiene a la civilización moderna, origina imperios y convierte en señores feudales a quienes lo controlan. Es también una obviedad que quienes buscan el poder del imperio moderno deben hacer un trato con el demonio para beber la sangre de sus venas. Es ese trato con el demonio el que invariablemente resucita la violencia, el sufrimiento y lo peor de la maldad humana.

La Gasolinera del Imperio

Como tal, renunciar resueltamente a un premio como los campos petrolíferos de Iraq, además de su perfecta situación estratégica, equivaldría a renunciar a un imperio floreciente, algo que la elite y los corporativistas de la nación no están dispuestos a aceptar. Dominar los mercados petrolíferos del mundo, junto con las espitas, oleoductos y campos petrolíferos de Iraq, dictando los suministros y demandas del globo, teniendo el poder de controlar la cantidad de petróleo que a un rival o superpotencia emergente se le permite tener, estableciendo una cabeza de puente para nuevos intentos para poseer aún más gas y petróleo, esta vez en Irán y en Asia Central, es demasiado tentador para que la elite estadounidense acepte sacar sus ejércitos de Mesopotamia. En realidad, dejar Iraq sería como dejar atrás todos los delirios del Nuevo Siglo Americano. Sería semejante a declararse derrotados ante Rusia y China, presentando en bandeja de plata los campos petrolíferos iraquíes a esos poderes emergentes y consolidando la caída precipitada del Imperio estadounidense mismo.

Iraq es demasiado valioso en las mentes de las elites estadounidenses y de sus corporaciones para largarse sencillamente de allí. Por tanto, para todos los intentos y propósitos, Iraq se ha convertido en el estado número 51, una colonia que hará de gasolinera de EEUU durante las próximas décadas. Iraq está destinado a convertirse en la grasa que proporciona el lubricante necesario para que funcione el gran motor estadounidense. Servirá como portaaviones, lo más fácil para patrullar la región más estratégica del mundo. A su debido tiempo, Iraq será utilizado para invadir, amenazar, chantajear y/o conquistar los campos petrolíferos de Irán y los de la cuenca central asiática. Desde Iraq, la nueva infraestructura de seguridad nacional, los oleoductos y refinerías pueden defenderse mejor de cualquier horda bárbara. Iraq es hoy en día la puerta hacia el imperio que la elite y los delirantes han imaginado siempre. Es la puerta de entrada hacia el poder, el control y las incalculables riquezas.

Desde luego, el sacrificio del Tesoro y la sangre estadounidenses no tiene ni tendrá importancia alguna para quienes detentan el proyecto delirante de un Nuevo Siglo Americano. Después de todo, no son sus hijos los que van a la guerra, ni se convierten en carne de cañón ni son repatriados en el interior de una bolsa, con apéndices perdidos, cuerpos quemados o mentes psicológicamente destrozadas. No son sus salarios los que son sometidos a impuestos para pagar al ejército siempre en expansión de las corporaciones. No es su dinero ganado duramente el que es expropiado para que esos gigantes de la energía puedan enriquecerse más a sí mismos con la friolera de decenas de miles de millones de dólares de beneficio cada año.

Para la forma de pensar de la elite, el sacrificio de 3.500 soldados muertos, la mayoría de ellos pobres y de clase trabajadora, provenientes de fosas sépticas rurales o junglas urbanas, es un inconveniente menor y sin consecuencias, junto con los 30.000 heridos más, en aras del Imperio. Esos soldados valientes, a menudo inocentes y a quienes se ha lavado el cerebro son sencillamente la herramienta prescindible de la acumulación de riqueza y la construcción del imperio, los robot necesarios para tirar de las palancas y presionar los botones del vasto arsenal de maquinaria de muerte desarrollado por el complejo industrial militar. Son la carne de cañón usada no para defender la libertad y la democracia sino para defender la línea corporativa de base y la riqueza de sus accionistas. En una nación de 300 millones de personas, la muerte en Iraq de 3.500 o soldados, o de 30.000, llegado el caso, tiene poca importancia para la elite que considera a los hombres y mujeres pobres como un medio para alcanza un fin. Son los daños colaterales sacrificados en nombre del capitalismo depredador y corrupto. Son los catalizadores para que el corporativismo prospere.

Por desgracia, EEUU seguirá en Iraq en las décadas próximas, ocupando arena y dunas, viviendo tras muros macizos de hormigón, en el interior de inmensas bases y embajadas, todas ellas construidas para proteger el premio final del siglo XXI: el petróleo. Iraq es ahora una base gigante estadounidense de operaciones, un premio geoestratégico desde donde la elite delirante pueda expandir su presencia, tanto en Oriente Medio como en la cuenca del Caspio. Desde Iraq, el petróleo y los campos de gas natural de Irán están a un tiro de piedra. Desde Iraq y Afganistán, en Asia Central, es más fácil amenazar y controlar, más fácil explotar y defender sus recursos energéticos frente a adversarios potenciales. Desde Iraq, es más fácil para el imperio creciente controlar y vigilar los avances de Rusia, China y la India.

La futura muerte de miles de soldados estadounidenses y la mutilación de decenas de miles más, es una realidad que irá sobreviniendo de forma inevitable en los próximos años, será el precio a pagar por hacer negocios, por maximizar los beneficios y el poder, por controlar la sangre negra necesaria para que el imperio crezca y respire. Miles de muertos y miles de mutilados tienen poca importancia para todos aquellos cuyos delirios de grandeza incluyen un imperio saludado por el mundo como liberador, con flores y caramelos arrojados a sus pies. Después de todo, es necesario hacer sacrificios en honor del consumismo y del materialismo, en aras de la glotonería y la codicia. Pero no para la elite que gobierna el buque estadounidense. Los miles de billones de dólares que se han gastado ya, y los que invariablemente se necesitarán para el futuro le serán arrebatados, por supuesto, al pueblo estadounidense, su tesoro saqueado, sus salarios violados en aras del imperio. Seremos nosotros, los paletos, quienes nos veremos forzados a absorber los costes presentes y futuros de los delirios de grandeza y de la exaltación de la arrogancia. Serán nuestros niños quienes tendrán que sacrificar su libertad, sus derechos y su sangre.

Para la elite, el beneficio añadido de ese robo al contribuyente estadounidense supondrá que por cada dólar que se destine a la guerra de Iraq, al complejo industrial-militar, a las cuentas bancarias de los usureros de la guerra y de los corporativistas de la energía, un dólar menos que irá a parar a servicios sociales, educación, sanidad, infraestructura y bienestar general del pueblo estadounidense. Un dólar más sacado de los impuestos significa un dólar menos en el bolsillo de la gente, eviscerando así a las clases medias y trasladando la carga de la guerra desde las clases acomodadas a las medias y trabajadoras. Al destruir la clase media, al implantar graves presiones sobre su capacidad para subsistir con los ya disminuidos salarios, la elite pone más distancia entre ella misma y el resto de nosotros, aumentando el abismo de la riqueza y, en consecuencia, incrementando su poder y control también sobre todos nosotros. Cuando los ricos son más ricos y los pobres más pobres, sólo una nación de locos no logra ver quién gana y quién pierde.

Como tal, la Guerra de Iraq es también una guerra contra el pueblo estadounidense, porque ha sido diseñada para convertirnos en criaturas anémicas dependientes de las decisiones de las elites. Está en parte maquinada para incrementar la injusticia, la desigualdad, la explotación y el dominio sobre todos nosotros, robándonos nuestro poder para movilizarnos y buscar el cambio. Al redistribuir el tesoro estadounidense lejos de la gente dándoselo a las elites y a las corporaciones, utilizando la guerra como pretexto y el temor como elemento condicionante, el gobierno está siendo transformado para que no actúe en interés de las masas. Mientras tanto, se le hace servir a los intereses del mundo corporativo, bajo la rúbrica de luchar una guerra ficticia contra el terror y bajo la ilusión de destruir una nación sólo para reconstruirla después. El trasvase de recursos desde servicios que sirven para ayudar a la gente a una serie elementos que se destinan a potenciar el mundo corporativo no es sino un signo más de que la época del corporativismo estadounidense está sobre nosotros.

La creencia de que la Guerra de Iraq terminará una vez que la administración Bush deje el puesto vacante y que los soldados estadounidenses volverán a casa es una ilusión y un espejismo, una pócima a base de quimeras que no tiene base real. EEUU ha consolidado su presencia, plantando firmemente los cimientos para una larga y prolongada ocupación. Se han levantado bases militares permanentes, así como la mayor embajada que el mundo ha visto nunca. Se han manipulado las elecciones para que sus títeres fueran elevados hasta los escalones más altos del poder iraquí. Se han redactado leyes sobre el petróleo favorables a sus intereses y luego se le ha pedido que las aprueben a supuestos legisladores soberanos iraquíes, escribiendo esencialmente las mismas leyes que se necesitan para convertir en legal la explotación y pillaje de los campos petrolíferos iraquíes.

El Oriente Medio es la región más vital del mundo en términos de potencial energético, y su consiguiente control estratégico es por tanto de importancia nacional enorme para una nación que desea elevarse a sí misma hasta el estatus de imperio con todas las de la ley. Hace ya décadas que controla la región mediante la fuerza militar, la destrucción de la democracia y a través de un amplio cuadro de marionetas y, al ocupar además Iraq con una gran fuerza militar, posee ahora un baluarte en las segundas reservas petrolíferas más importantes del mundo. Convirtiendo en colonias a Afganistán e Iraq, al apoyar las tiranías de Asia Central, está ahora circundando las terceras reservas de petróleo mayores del mundo, es decir, las de Irán. Sus ricos campos de gas y petróleo, ahora objetivo de conquista, están situados justo al otro lado de la frontera iraquí, dentro de la distancia invasora de las fuerzas estadounidenses, lejos de Teherán, y lo suficientemente cerca como para oler el humo.

Iraq, por tanto, es un premio al que no se va a renunciar nunca y esa es la razón por la que EEUU no va a salir nunca de la debacle que ha creado. Ni sumando toda la ignorancia anterior a la invasión, la incompetencia en la ocupación y la ciega arrogancia se conseguirá que EEUU abandone un sueño largamente acariciado. Ninguna sangría continuada con miles de cortes les forzará a volver derrotados a casa. Para los arquitectos del imperio, hay más que suficiente carne de cañón y más que suficiente tesoro para mantener el control de los campos petrolíferos iraquíes. Hay demasiado invertido ya, demasiado por ganar, demasiados egos frágiles que apaciguar, demasiados hombres inseguros que proteger, para abandonar un premio acariciado por la elite durante décadas.

Estamos ya en Iraq y, aunque la hayamos destrozado con nuestras manos, con nuestro ejército, Iraq es ahora nuestra, es por nuestra ansia y amor por la comida y demandas consumistas por lo que será saqueada de su petróleo y violada de su soberanía. Nuestra adición a su sangre negra exige que no nos importe nada la espantosa situación de su pueblo ni la aniquilación de su sociedad. Exige que nos pongamos una venda ante el holocausto que está teniendo lugar allí y ahora, ante la limpieza étnica que destruye familias y barriadas.

Exige que veamos a los iraquíes como unos extraterrestres sub-humanos de piel oscura, ignorando su situación y sufrimientos, su aniquilación a manos de nuestro ejército y nuestro gobierno, perdidos en las orillas vacías de la memoria. Es por el petróleo, después de todo, por lo que podemos participar de los privilegios de vivir en la nación más rica que el mundo ha conocido nunca. Y para continuar así, viviendo con confort y sin parar de consumir, la bestia debe ser alimentada, debe atiborrarse del líquido oscuro del tercer mundo, y el pacto con el diablo debe, invariablemente, continuar en el futuro de forma oportuna.

Como tal, no importa qué miembro del duopolio político esté en la Casa Blanca, no importa cuán alto la ciudadanía grite exigiendo la retirada, los EEUU no saldrán de Iraq en el futuro inmediato. La hidra de dos cabezas, está, después de todo, unida al mismo cuerpo, obedeciendo al mismo amo. Ningún conjunto de mentiras o interpretaciones o promesas alterarán esta realidad. Vivimos en el Nuevo Siglo Americano, donde la realidad pertenece a aquellos que están en el poder. Como la voluntad del pueblo no cuenta ni importa ya, nuestras voces serán silenciadas, nuestra creciente rabia suprimida. Seguro que se creará una ilusión de tropas volviendo a casa, con escenas de familias reuniéndose y con la llegada del héroe al hogar honrada en las emisoras de la radio, pero en el mundo real, de regreso a la tierra de las bases permanentes y de los ricos campos de petróleo, de vuelta al lugar donde enormes y modernas embajadas se yerguen en las orillas de ríos antiguos, decenas de miles de soldados permanecerán, vigilando el premio final, la sangre que sostiene el Imperio, el confort y el complejo energético industrial militar.

El espejismo de tropas estadounidenses volviendo de Iraq con sus cabezas bien altas, como siempre marchando triunfantemente, como siempre derrotando al mal, seducirá a millones de ignorantes, por lo demás bien intencionados estadounidenses. Sin embargo, para millones más, esta charada será contemplada como la ficción que es: Iraq seguirá siendo un lugar muy peligroso, especialmente para quienes explotan la energía y para los conglomerados del petróleo que están ansiosos de enriquecerse más y más a costa del saqueo de una nación. Se nos dirá que decenas de miles de soldados estadounidenses permanecerán allí para asegurar la democracia y la libertad del pueblo iraquí, para asegurar la seguridad en las ciudades, para asegurar ante Al Qaida al gobierno-títere «democráticamente» elegido. Y hasta nos harán pensar que nuestros soldados necesitan permanecer allí para proteger a los iraquíes de ellos mismos.

En realidad, decenas de miles de soldados mantendrán una presencia permanente en Iraq porque el consorcio energético anglo-estadounidense necesitará protección mientras saquea y viola los recursos naturales de Iraq. El ejército estadounidense necesitará defenderse de los sabotajes y de la rebelión de los combatientes por la libertad, de los esperados asesinatos y secuestros de los trabajadores del sector energético. Habrá que proteger los oleoductos, los campos petrolíferos y su infraestructura; se dirá que es para suprimir las huelgas y la rabia de los trabajadores iraquíes del sector. La seguridad y libertad de los iraquíes no importará absolutamente nada en el gran esquema de codicia y glotonería del imperio estadounidense. Para el imperio, el petróleo desplaza a la sangre de la misma forma que el beneficio desplaza al ser humano.

Mercadotecnia

Desde luego, al escuchar lo que dicen los apologistas de la Guerra de Iraq, y hay muchos de estos individuos en el gobierno y en los medios corporativos, EEUU está en Iraq porque estamos combatiendo a Al-Qaida y a nadie más. Para los cada vez menos partidarios delirantes de esta guerra ilegal que de alguna manera y de forma inexplicable todavía tienen espacio en los medios audiovisuales y en la prensa escrita, la ilusión que debe mantenerse es la de que EEUU está en guerra, en guerra contra el terror, con los temidos hombres del saco de Al-Qaida, esos mismos malhechores que nos atacaron el 11-S. Esa es la única vía para mantener la charada en marcha en las mentes de millones de seres, que EEUU debe permanecer en Iraq, manteniendo el rumbo, propagando como siempre el mito profundamente incrustado de EEUU como epítome del bien y siempre triunfante sobre el mal, personificado éste por cualquier conveniente chivo expiatorio que se necesite para captar de nuevo las mentes de los ingenuos y de los crédulos.

Desde luego esta fantasía es el último refugio de los canallas, porque se ha probado una y otra vez que sólo entre el dos y el cinco por cien de los combatientes en Iraq son extranjeros. Sin embargo, esto no impide que los canallas sermoneen con mentiras a la congregación. Se necesita un enemigo adecuado para validar la ocupación de Iraq, uno que ya haya sido cocinado como ser vil y monstruoso para la mente estadounidense.

En efecto, EEUU se enfrenta a una guerra de guerrillas en un escenario urbano. Sus soldados, enviados para proteger los intereses de la elite y los del complejo energético-industrial-militar, están metidos en una batalla contra los combatientes de la libertad, la inmensa mayoría de Iraq, muchos de ellos campesinos normales que vivían vidas normales y que no quieren más que liberar su tierra de las fuerzas ocupantes. Desde el principio, los combatientes de la resistencia han emprendido la guerra contra la fuerza ocupante e invasora más poderosa, utilizando, como siempre se ha hecho, sus habilidades y talentos para que sus rivales mueran desangrados.

Como los Revolucionarios Estadounidenses, los combatientes por la libertad iraquíes luchan por su independencia y libertad, por su nacionalidad y para expulsar a las fuerzas extranjeras de su país. Si EEUU o cualquier otra nación fuera invadida y ocupada, los combatientes de la resistencia surgirían también inmediatamente formando un ejército de patriotas valientes que utilizarían las tácticas de los pobres para intentar contrarrestar las armas de un ejército mucho más poderoso y rico. Desgraciadamente, son los pobres de ambos países los que emprenden la guerra unos contra otros, matando y mutilándose entre ellos para beneficio de los ricos y poderosos. Así son las guerras, los pobres tienen que luchar unos contra otros cuando su enemigo común son las elites.

Pero la verdad sobre quién y por qué está combatiendo el ejército de EEUU no puede mencionarse nunca, porque es un mito que se ha ido incrustando profundamente en la mente del estadounidense medio: que EEUU está en Iraq para llevar la libertad y la democracia, no para luchar contra sus combatientes por la libertad o para violar a sus mujeres. Ya que un poder ocupante no puede deshumanizar totalmente a un movimiento legítimo de resistencia, dado que su causa es más noble que la de la fuerza ocupante, debe recurrir al reino de la ficción y la propaganda, inventando mentiras y distorsiones para desprestigiar a la resistencia. Sólo logrando que los combatientes por la libertad parezcan sub-humanos o malvados a los ojos de su pueblo, puede la fuerza ocupante conseguir que se acepten los crímenes masivos, la deshumanización, la tortura y la detención ilegal de iraquíes.

Por tanto, los movimientos de la resistencia como los que en Iraq luchan contra el ejército estadounidense están legitimados por el derecho internacional. Cuando se ha probado que una invasión y subsiguiente ocupación se han basado en mentiras y engaños, convirtiéndose en algo inmoral e ilegal, en un crimen contra la humanidad, cualquier movimiento de resistencia debería encontrar amplios apoyos entre los pueblos del mundo. En efecto, esos movimientos tienen un halo romántico y son aplaudidos, porque son patriotas valientes y son combatientes por la libertad contra la criminalidad, la ilegalidad y la inmoralidad. Tal fue el caso de la resistencia francesa contra los nazis, de la resistencia judía en los ghettos, de la grave situación de los negros en el apartheid sudafricano y de la lucha de los palestinos contra los métodos de opresión y de apartheid israelíes.

Así pues, para marginar y vilipendiar a la resistencia, para que el populacho estadounidense acepte la destrucción gratuita y las matanzas, para transformar a los individuos que luchan por la independencia y por acabar con la ocupación, los creadores de realidades deben dar la impresión de que los muyajaidines iraquíes son en realidad Al Qaida en Iraq, llegando así al mito central de por qué EEUU está en Iraq y por qué debe continuar permaneciendo allí. De esta forma, el temido malhechor extraordinario, esa entidad que atormenta continuamente la mente estadounidense, ese hombre del saco que en la teoría de la conspiración original se dijo que había derrumbado las torres 1, 2 y 7 del Trade World Center mediante demoliciones controladas y a una velocidad de caída libre, matando de paso a 3.000 estadounidenses inocentes, puede continuar derramando temor e inseguridad en la estructura de las creencias de millones de estadounidenses, quienes, como los perros de Pavlov, se encogen de miedo ante el sonido de la palabra Al Qaida. Es Al Qaida, después de todo, y no los combatientes de la libertad iraquíes, quien nos atacó el 11-S. Es Al Qaida, después de todo, quien planeó los juegos de guerra en el 11-S y ordenó a los aviones que atacaran, no los combatientes iraquíes de la resistencia.

Así, utilizando el inventado chivo expiatorio de Al Qaida, salido de las cuevas y de las chozas de barro de Afganistán, lanzando esta vez espumarajos y planeando apoderarse de Iraq si se lo permitimos, y escondiendo la realidad de contra quién exactamente está luchando el ejército estadounidense en Iraq, millones de estadounidenses están listos para aceptar que la continuación de la ocupación es benéfica para su propia seguridad. Por eso, como tanto les gusta contarnos a los canallas y mentirosos, estamos combatiendo allí para no tener que combatirles aquí. Se nos dice que si nos vamos, ellos, es decir Al Qaida, nos seguirán, para emprender sin duda la guerra santa en las pequeñas ciudades de Indiana y Nebraska. De esta forma, los creadores de la nueva realidad esconden al verdadero rival en Iraq mientras que, al mismo tiempo, manipulan al público estadounidense para que permita que la inmisericorde debacle siga su curso.

En tanto en cuanto el término de Al Qaida sea utilizado en sinfonía con Iraq, en tanto en cuanto Iraq y la supuesta guerra contra el terror aparezcan correlacionadas, millones de estadounidenses seguirán apoyando una ocupación que es ilegal e inmoral. Como tal, el movimiento de resistencia iraquí continuará ganando fuerza, continuará envolviendo al ejército estadounidense y una guerra de desgaste seguirá matando y mutilando tanto a estadounidenses como iraquíes. De esta forma, hay un círculo vicioso de violencia que no cesará porque los estadounidenses continuarán asociando la necesidad de la guerra en Iraq, creyendo, aunque sea equivocadamente, que EEUU lucha contra Al Qaida en la ficticia guerra contra el terror, sin saber ni entender la naturaleza auténtica del rival.

Con la violencia engendrando violencia, más combatientes de la resistencia se incorporarán al movimiento, como ocurre naturalmente en una guerra de guerrillas contra una ocupación. Con las manipulaciones y mentiras, se puede conseguir que el pueblo estadounidense crea que Al Qaida en Iraq se vuelve más peligrosa, que se está expandiendo, que nos seguirá a casa si nos vamos, que representa un claro y actual peligro que debe salir derrotado. Así, los ingredientes para la guerra sin fin con que la elite ha soñado durante décadas, y la clave para seguir permaneciendo en Iraq, habrán confluido para hacer que aumente el deseo de una nación de librarse de la ocupación y la psique sistemáticamente dañada y manipulada de la otra, nacida el 11-S, que se muere de miedo y pierde toda capacidad de razonar y pensar con lógica con la sola mención de las palabras Al Qaida y guerra contra el terror. En tanto en cuanto el término de Al Qaida sea utilizado en las emisoras de radio, en tanto cuanto siga manteniendo sus efectos corrosivos, el pueblo estadounidense permitirá que la ficticia guerra contra el terror continúe. Tal es el daño hecho por los amos de la realidad.

Entonces, muy apropiadamente, los combatientes por la libertad de Iraq serán transformados por el estado y los medios corporativos en Al Qaida, validando así la presencia de EEUU y la continua ocupación de una nación y de un pueblo en lucha por su libertad. En efecto, en la libertad y la facilidad con la que los apologistas de la guerra conceden franquicias a Al Qaida por todo Iraq, dondequiera que EEUU parezca buscar pelea, sin la menor investigación por parte por los medios dominantes, subyace la falacia de ese mito. Además, en la supuesta muerte del número dos de Al Qaida, también se manifiesta el nivel de propaganda y manipulación con que el Pentágono y sus lacayos llenan los medios y, de la misma manera, nuestras mentes. Después de todo, la verdad es la primera víctima de la guerra. Por tanto, bajo la excusa de combatir al terrorismo, EEUU puede permanecer y centrarse en la tarea real y más importante que tiene pendiente, es decir, el control, violación y saqueo absoluto de los oleoductos y campos petrolíferos de Iraq.

La Maldición del Oro Negro

Y de esa manera, EEUU continuará luchando en Iraq porque el estado dice que estamos combatiendo a Al Qaida, porque culpa al gobierno títere iraquí de su propia incompetencia e ignorancia, porque dice a través de sus estenógrafos y cabezas parlantes que la guerra contra el terror debe hacerse aunque sean necesarias décadas para poder ganarla, y porque EEUU es un país bueno y excepcional y debe derrotar al mal, como siempre ha hecho. Junto con nuestra ocupación permanente, continuaremos con los asesinatos masivos, las torturas, la deshumanización y el encarcelamiento sin motivo de cientos de miles de iraquíes cuyo único crimen, cuya única maldición, es vivir sobre el excremento del diablo, ese líquido oscuro en espera de ser absorbido por uno de los más glotones, ignorantes y arrogantes adictos a la droga.

Pero cuando se llegue a dominar ese oro negro llamado petróleo, fácilmente disponible para la conquista en diversas naciones del tercer mundo, bien a través de títeres, colonialismo de mercado o poderío militar, ningún ser de piel oscura no europeo que parezca humano estará a salvo de los tentáculos del imperio moderno, porque pronto será llamado subhumano, considerado como alguien primitivo, una especie de animal que necesita la mano «iluminada» de la intervención occidental para salvarse. Cuando se consiga el objetivo de clasificarte como un extraterrestre, maligno y por debajo de los parámetros de un ser humano, tu familia será asesinada, tu pueblo desplazado, tu vida alterada para siempre, tu dramática situación ignorada. Tu muerte nunca será igual que la de un ciudadano estadounidense o británico, porque tu eres un tercermundista, una persona de la parte sur del globo, engendrado para ser explotado y oprimido, tus tierras pasarán a formar parte de los patrimonios feudales del corporativismo, tu sangre, sudor y lágrimas cayendo sólo después de te hayas esclavizado a ti mismo en aras del confort y la riqueza del norte.

La muerte de tu hijo no será recogida, la violación de tu hija será desestimada como mentira, la deshumanización de tu padre y la tortura de tu hermano nunca verán la luz del día, porque tu país ha sido escogido como objetivo para constituirse en la próxima gasolinera e invariablemente se verá forzado a rendir tributo ante el manto púrpura del imperio. Que vivas en Nigeria, Venezuela, la cuenca del Mar Caspio o Irán, no importa, porque vives donde abunda el oro negro, donde puede encontrarse la droga del petróleo. Y por eso, tus tierras se volverán tóxicas, tu aire y tu agua emponzoñadas. Y todo el tiempo, incluso mientras tus recursos naturales son saqueados, tu nación violada y colapsada, nunca verás un céntimo de las corporaciones del imperio. Porque la pobreza es tu destino, aunque inmensas riquezas yazcan bajo tus pies. Sobrevivirás de la basura, vivirás en chabolas, tu riqueza nacional será saqueada y malversada, y así comprenderá que el oro negro que te habían dicho iba a transformar tu nación no ha sido sino una maldición terrible que desearás que nunca hubiera existido.

Desde luego si vives donde el excremento del demonio es abundante, no puedes hacer nada, tan sólo contemplar la adición del imperio y verle enloquecer si no se le sirve su dosis. Comprenderás que la muerte, la destrucción y el sufrimiento son las únicas realidades y expectativas de las naciones que no estén dispuestas a pagar el tributo al imperio. De esa forma, si no tienes cuidado, si no estás preparado, la próxima llamada a tu puerta podría muy bien ser la del criminal más adicto e inmoral, listo para matarte y destruir tu nación en aras a su próximo y muy ansiado chute. Y entonces te convertirás automáticamente en el próximo enemigo del imperio, en su próximo chivo expiatorio terrorista, deviniendo el malhechor elegido para inspirar miedo en el populacho estadounidense. De forma inevitable, tu cara, tu pueblo y tu cultura se convertirán en los niños del cartel de la próxima campaña de marketing y de la guerra psicológica contra la ciudadanía estadounidense, diseñada, como siempre, por los expertos en relaciones públicas del fascismo, su ejército de pequeños Goebbels.

Tratos con el Diablo

EEUU no puede exorcizarse a sí mismo de su adición al petróleo que, como si un demonio en el interior de nuestro cuerpo nos poseyera noche y día, exige satisfacer una insaciable sed de sangre negra. En ese trato con el demonio que hace tiempo firmamos, nos volvimos dependientes de un recurso natural que si bien no es cuantioso entre nuestras costas, sí es abundante en Oriente Medio, Asia Central, África Occidental y Venezuela. Por eso, esas zonas se han convertido en las regiones más volátiles y buscadas. Dentro de sus fronteras, títeres, déspotas y guardianes vigilan los campos petrolíferos de EEUU, proclamándose ellos mismos príncipes, reyes y presidentes, oprimiendo y explotando siempre a su pueblo, vigilando constantemente los intereses del imperio.

En nuestro trato con el diablo, cuanto más saboreamos más queremos; cuanto más continuamos creciendo, más grandes queremos ser. Cuanto más poderosos somos, en más codiciosos y glotones nos convertimos, expandiendo el tamaño de todo lo que poseemos, incluidos nuestros estómagos. Millones de nosotros creemos que el petróleo es abundante, como si creciera cada año en alguna cesta de pan global. Millones de nosotros no logramos entender que cientos de miles de seres humanos son asesinados y mutilados, y que decenas de millones viven en medio de una perpetua indigencia y a menudo se ven forzados a enfrentar conflictos armados a causa de nuestra insaciable adición al petróleo. Millones de nosotros no vemos que nuestro nivel de vida, nuestra codicia y glotonería es lo que hace que haya tanta miseria y destrucción por el mundo.

Así, año tras año, nuestra codicia nos impulsa a tener casas y vehículos más grandes, mayores juguetes y unos hábitos de consumo exponencialmente en aumento. Son nuestras acciones las que indican que no nos preocupa nada ni el planeta ni sus habitantes, que en lugar de preocuparnos colmamos nuestras mentes de la arrogancia y apatía de un niño mimado, transformándonos en el más inseguro de los matones de patio de colegio. Nos comportamos como si tuviéramos derecho a lo que no nos pertenece, es decir, obligamos al resto de los niños del colegio a que nos den su dinero del bocadillo, amenazando con la violencia a quienes se nieguen a hacerlo o se defiendan.

Nuestra codicia y glotonería, nuestra indiferencia y arrogancia, nuestra insistencia en mantener o incluso aumentar nuestros niveles de vida, todo ello a expensas del planeta y de sus habitantes, es la razón por la que invadimos, ocupamos y explotamos naciones más débiles. Es la razón por la que Iraq se encuentra hundida en el caos, por la que Nigeria está al borde de una rebelión total, por la que el Asia Central está plagada de dirigentes despóticos y por la que Venezuela es vilipendiada. Será la razón por la que Rusia y China en los años venideros serán rivales y enemigas, por la que cada vez un número mayor de gente en todo el mundo odiará a EEUU y por la que gastamos más en equipamiento militar y armas que el resto del planeta en su conjunto. Cuando nos miramos en el espejo es cuando podemos ver el excremento del diablo, actuando como un aura alrededor de nuestra cabeza, manchando nuestro rostro con la oscuridad de la maldad y la locura de la adición.

Podemos seguir creyendo en la excepcionalidad de EEUU, en la grandeza de sus virtudes, en la de sus dirigentes y en la de su pueblo, aunque la realidad y la verdad son completamente diferentes, presentando circunstancias demasiado incómodas para que podemos contemplarlas pero lo suficientemente importantes como para que intentemos comprenderlas. Podemos continuar viviendo en el engaño del mito y en la charada del Sueño Americano. Podemos seguir con el cerebro lavado y condicionado a que nuestra forma de vida es la única forma de vida, que el mundo entero debe ajustarse a esa forma de vida y que el hombre del saco nos odia por ese estilo de vida. Para enfrentarnos a lo que el diablo hace en nuestro nombre a través del gobierno que elegimos o que no logramos detener, debemos ser conscientes de que somos culpables de muchas formas, somos culpables por no actuar a la hora de poner fin a un nivel de vida insostenible.

Hasta que comprendamos el daño que hacemos por todo el planeta para conseguir vivir con comodidad, para que podamos disfrutar de los niveles humanos de vida más altos que nunca se hayan tenido, para que podamos conducir gigantescos todo terreno y vivir en casas caras con calefacción y aire acondicionado, EEUU permanecerá en Iraq indefinidamente, con su ejército acuartelado en el interior de bases arracimadas alrededor de los oleoductos, refinerías y campos petrolíferos. Hasta que no nos enfrentemos al capitalismo depredador que está convirtiendo a EEUU en un estado corporativo y el mundo en un gigantesca fábrica de explotados, Iraq y otros proseguirán con su agonía. Hasta que no seamos capaces de mirarnos frente a frente en el espejo y darnos cuenta que es nuestro fracaso a la hora de actuar y modificar una condenada actitud, que es nuestra indiferencia ante el daño que nuestro estilo de vida causa en el planeta, no comprenderemos finalmente que somos nosotros mismos, más que nadie o nada, la razón de la larga permanencia en Iraq, porque nuestro estilo de vida debe preservarse y alimentarse mientras queden en el mundo reservas de petróleo.

Hasta que comprendamos nuestra glotonería y codicia, hasta que decidamos poner punto final a nuestra adición y arrogancia, con cada nueva década, más o menos, una nueva versión de Iraq será sometida a metástasis, apareciendo repentinamente en algún lugar del globo donde el oro negro existe. Cada vez se necesitarán más nuevos campos de petróleo para expandir nuestra economía o nuestro nivel de confort, causando indecibles sufrimientos y destrucción en el proceso, provocando la aparición de movimientos de resistencia, conflicto y un odio cada vez mayor hacia EEUU. Para alimentarse a sí mismo, el imperio tiene que ampliar su ejército, necesitando así mantener unas 750 bases por todo el planeta. Para alimentar la codicia y glotonería siempre en alza de su pueblo, su cintura siempre en expansión, Iraq debe permanecer prisionero bajo las garras voraces y violentas del imperio, convirtiéndose en una colonia del imperialismo a fin de ser explotado y violado.

Ninguna suma de propaganda o lavado de cerebro o engaño o desmentidos puede aniquilar esa verdad. Estamos por tanto atascados en Iraq para un plazo muy largo, porque sus recursos y tierras son necesarios para sostener y mantener los EEUU en los que vivimos. Creer que el imperio se irá alguna vez voluntariamente es vivir en el engaño y ser víctimas de los mitos de nuestros condicionamientos. Hemos hecho un trato con el diablo y ahora debemos pagar las consecuencias.

Enlace texto original en inglés:

www.valenzuelasveritas.blogspot.com/2007/05/operation-iraq-forever.html

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate.