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Reseña de Ecologismo: pasado y presente (con un par de ideas sobre el futuro) (Los Libros de la Catarata, 2024), de Jorge Riechmann

Otra praxis social

Fuentes: Rebelión [Imagen: Activistas con máscaras protestando por la degradación ambiental en los años sesenta del siglo XX. Créditos: rrss]

Una de las posiciones poliéticas esenciales del autor, desde su opción por un ecosocialismo descalzo (decrecentista) en el Siglo de la Gran Prueba (el concepto, la magnífica expresión es suya si no ando errado): “Hoy no necesitamos (prioritariamente) acumular más datos sobre la crisis multidimensional, o frangollar nuevos movimientos científicos: necesitamos sobre todo construir movimiento social. Los problemas ecológicos son, esencialmente, asuntos sociopolíticos y culturales”. Presentarlos como cuestiones técnicas, así lo hace sistemáticamente la cultura dominante, “es un reduccionismo que trabaja a favor de la ilusión de un “capitalismo verde” -pero esa expresión es un oxímoron-. Hoy no necesitamos (prioritariamente) más avances técnicos, aunque algunos de ellos puedan ser bienvenidos, sino otra praxis social” (201).

Nuevo libro (nada sobra, ningún apartado está de más) de uno de nuestros intelectuales (profesor, poeta, conferenciante, traductor) más concernidos. Son cinco los capítulos que forman Ecologismo: pasado y presente (con un par de ideas sobre el futuro): 1. Para pensar los ecologismos desde su historia. 2. Años decisivos. 3. Algunas distinciones conceptuales. 4. Un presente difícil. 5. Un par de ideas sobre el futuro (acerca del decrecimiento y el colapsismo). Jorge Riechmann [JR] ha incluido dos anejos de su discípulo, amigo y compañero Adrián Almazán: “Cartografía mínima de un ecologismo en ebullición” y “El arte de compone las diferencias entre estrategia política. Sobre los levantamientos de la Tierra en Francia”.

Recomendable, sin atisbo de ninguna duda, para todos los públicos. Para los más puestos en el tema y también para las personas que empiecen a adentrarse con interés y preocupación en este ámbito político, científico y filosófico.

Son frecuentes las referencias de JR a uno de sus maestros, Francisco Fernández Buey. También a Manuel Sacristán. De interés sobre este último el apartado dedicado a Ivan Ilich (“Anejo: Notas sobre Ivan Ilich”, pp. 97-104) o su comentario de la página 111: “Observadores lúcidos como Manuel Sacristán detectaron ya en los primeros años ochenta, en los referente a la crisis ecosocial, el paso desde reconocer los hechos, pero extraer conclusiones diferentes, a la negación pura y dura de los hechos a partir de la “contrarrevolución” neoliberal/neoconservadora iniciada en 1973”.

Este breve ensayo, se señala en la contraportada del volumen, “no es una historia de los movimientos ecologistas (tarea para la cual el autor, que no dispone de las herramientas del historiador profesional, no está preparado), sino un ensayo situado que busca hacer legible un haz de trayectorias, con sus luces y sus sombras, desde cierta perspectiva”. Los dos primeros capítulos matizan-rectifican la anterior afirmación. Son numerosas las reflexiones y datos históricos de interés, de mucho interés, en esas páginas. Más aún: son imprescindibles en mi opinión.

De no menor interés es el tercer capítulo (también con observaciones históricas; destaco especialmente su nota crítica 145, p. 87), con excelentes distinciones conceptuales entre ecología, ecologismo y ambientalismo, o entre ecologismo superficial y ecologismo profundo. También con aproximaciones rigurosas a nociones como ecofeminismo o ecologismo social.

En el capítulo IV, “Un presente difícil”, puede verse una interesante crítica (hay otra en la nota 243) en el apartado “Negacionismo a varios niveles” a un artículo publicado en El Viejo Topo, 422, marzo de 2023. “¿Cómo se puede dejar hacer que hay dudas sobre si el “cambio climático” (entrecomillado por el autor a lo largo de todo el artículo) es “una realidad en curso, o, por el contrario, resulta más bien un pretexto geopolítico-económico con el que modificar las infraestructuras del mundo dado”?. Destaco también el apartado: “Sobre el ‘gran relato’ que han propuesto los ecologismos (sustancialmente acertado) y que la sociedad no ha sabido escuchar” (116-120). Añado su excurso sobre la cuestión del progreso y la necesidad de simbiosis (127-131) y una de las secciones más filosóficas: “Breve nota sobre ecosofías y ecoespiritualidad” (144-146).

El subtítulo del libro, esas ideas sobre el futuro, se desarrollan en quinto capítulo. Las propuestas sobre el decrecimiento desempeñan un papel central. “La parte absolutamente sensata e irrenunciable del decrecentismo es la disidencia de la huida hacia delante: resulta imposible el crecimiento ilimitado dentro de una biosfera finita” (165). Para JR, el debate sobre el colapso, que él entrecomilla, es un falso y tramposo debate, entre otras razones, señala críticamente, porque los anticolapsistas están operando con dos diferentes conceptos de colapsismo a la vez. Destaco el apartado “Siete elementos de motivación para un horizonte deseable” (200-209).

El activismo del autor (también su esperancismo), una parte esencial de su estar en el mundo (nada que ver con la pasividad o el nihilismo), queda patente en los compases finales del libro: “¿Sobreviviremos a la catástrofe que han generado las naciones industriales…, aprenderemos la lección en el tiempo dificilísimo que viene y seremos capaces de regresar, y avanzar, hacia formas correctas de estar (formando parte de la Madre Tierra y celebrando su belleza y generosidad)? No tenemos ninguna seguridad. Pero los movimientos ecologistas [JR es miembro de Ecologistas en acción] van a seguir luchando, haciendo suya la forma en que anuncian su determinación los pueblos originarios: defendemos el agua porque somos agua, defendemos la tierra porque somos tierra. No somos defensores de la naturaleza: somos la naturaleza que se defiende.” (208)

«No somos defensores de la naturaleza:
somos la naturaleza que se defiende
«

Hubiera sido interesante la inclusión de un índice onomástico (y acaso también otro conceptual). Las numerosas e interesantes notas que nos regala el autor, marca de la casa en todos sus libros, deberían dividirse, en mi opinión, en dos grupos: las breves (pongamos: menos de 10 líneas) al pie de página; las restantes, al final de cada capítulo. En cualquier caso, no se las salten. La excelencia les acompaña siempre.

En resumen: para leer, estudiar y recomendar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.