«Es que Paco… es mucho Paco», resumía certeramente hace más de veinticinco años un buen compañero suyo, según el reciente testimonio de otro1. Y es que Paco -como se ha podido comprobar una vez más durante esta semana que pasó desde eso que algunos llaman su «muerte»- efectivamente quiere decir mucho, tanto que requiere el […]
«Es que Paco… es mucho Paco», resumía certeramente hace más de veinticinco años un buen compañero suyo, según el reciente testimonio de otro1. Y es que Paco -como se ha podido comprobar una vez más durante esta semana que pasó desde eso que algunos llaman su «muerte»- efectivamente quiere decir mucho, tanto que requiere el decir de muchos y aún habría mucho más por decir. Al punto que no me siento capaz de tanto, pero sí necesito sumarme a los que intentan decir al menos un poco de él.
Empezaré por apuntar que Paco Fernández Buey es nada menos que la historia viva de las mejores ideas para un mundo mejor posible y urgente. Quienes lo conocen saben que no exagero, y quienes no lo conocen quedan invitados a semejante banquete oportunamente publicado. ¿Alguien podría animarse a enumerar de memoria y exhaustivamente la cantidad de figuras del pensamiento -preferiblemente no canonizadas- que Paco ha estudiado en profundidad y luego compartido con generosidad? Y sin embargo a él nunca le interesaron esas figuras en tanto tales, sino en la medida en que se hallan inmersas en la desgarrada carne práctica de la sociedad y del momento histórico en que les toca vivir, procurando sanar esas heridas que habitan. En ese sentido, Paco es implícitamente, discretamente, tolerantemente, una preciosa escuela de anti-escolasticismo. Y por eso cabría también señalar otra enumeración imposible, a saber: la de todas las experiencias sociopolíticas de emancipación por las que Paco ha demostrado y contagiado interés, sabiendo a la vez tomar la debida distancia crítica de ellas si empezaran a traicionarse a sí mismas. Desde la Primera Internacional hasta el Foro Social Mundial; desde los más viejos a los más nuevos movimientos sociales; desde Bolivia hasta Kerala; desde el 1789 hasta el 1968 franceses; desde la revolución rusa hasta la cubana; desde Chiapas hasta China (país a cuya monstruosidad dedicó las últimas horas de estudio)…
Por lo demás, otros pueden hablar -y ya han hablado- mucho mejor que yo sobre la coherente y valiosa implicación del mismo Paco en la práctica sociopolítica. Sin embargo, sí quiero resaltar especialmente el hecho de que él ha logrado abrir dentro de la universidad, junto a un valioso grupo de personas -empezando por el extraordinario Jordi Mir, sin duda su colaborador más cercano y eficaz allí desde hace años, y no sólo eso-, espacios de contacto con las prácticas y las ideas verdaderamente alternativas, las provenientes de las y los de abajo. Tengo el enorme orgullo de haber podido sumarme a uno de esos ámbitos tan infrecuentes y tan necesarios, me refiero al Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra.
Nunca voy a olvidar la disponibilidad absoluta con la que en la primavera de 2006, a pocos meses de mi aterrizaje en Barcelona, acogió mi pedido de orientación -contenido en un peregrino mensaje de correo electrónico que me atreví a enviarle desde la nada misma, por así decirlo- previo a la decisión de afrontar un estudio serio del pensamiento de Antonio Gramsci. Evidentemente tuve buena puntería y, al mismo tiempo, ¡no sabía bien con quién me estaba metiendo! (lo digo por ambos, claro). Desde entonces Paco se ha ido asociando a lo mejor que me ha tocado vivir, y no para de crecer en esa misma dirección.
Él no llegó a conocer la Argentina. Estuvo a punto de hacerlo durante este último año pero su salud se lo impidió. De todos modos, a cualquier latinoamericano deberían bastarle sus frecuentes visitas a la región: Bolivia, Brasil, México… Y además los argentinos y latinoamericanos también tenemos mucho Paco en el horizonte. Porque ¡qué lejos está la utopía vital encarnada en él de la mezquina realidad sociopolítica europea que hoy querría verlo morir pero no hace más que engrandecerlo!
Gracias infinitas, Paco. Seguimos en contacto. Un fuerte abrazo y hasta siempre.
Nota:
1 Me refiero respectivamente a Antonio Izquierdo y a Jorge Riechmann, basándome en la intervención de este último en el tanatorio de Les Corts, Barcelona, el 27 de agosto de 2012, titulada Era mucho Paco.
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