Traducido para Rebelión por Germán Leyens Qasim Sabty, pintor, dueño de la galería de arte Hewar en Bagdad, tiene miedo: «tantos de mis parientes han sido secuestrados que temo que yo vaya a ser el próximo», dice. Menciona el nombre de una galerista que tuvo que pagar a los secuestradores 100.000 dólares por la devolución […]
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Qasim Sabty, pintor, dueño de la galería de arte Hewar en Bagdad, tiene miedo: «tantos de mis parientes han sido secuestrados que temo que yo vaya a ser el próximo», dice. Menciona el nombre de una galerista que tuvo que pagar a los secuestradores 100.000 dólares por la devolución de su nieto.
El temor ante los secuestros domina en Bagdad. Sabty no es especialmente rico, pero los secuestros encabezan su lista de motivos por los que se siente inseguro. Dijo: «Uno se siente feliz si su hijo va a la escuela en la mañana y vuelve sano y salvo por la tarde».
Los secuestros son tan comunes actualmente que hay nuevas palabras en el argot de los ladrones iraquíes. La víctima de un secuestro es llamada al-tali, o sea la oveja, y la persona que identifica un objetivo potencial para loa secuestradores ha sido bautizada al-alaas.
Las bombas suicidas y las batallas entre las tropas de EE.UU. y las milicias reciben la atención del mundo exterior. Pero el sentido crónico de inseguridad sentido por los iraquíes resulta casi por igual del impacto del crimen violento.
En los cuarteles del departamento de criminalidad grave de la policía iraquí, el teniente coronel Farouk Mahmoud, jefe adjunto del escuadrón de secuestros de 40 miembros, dijo que los criminales se han tornado hacia los secuestros porque son altamente lucrativos y casi libres de riesgo. Dice: «Sus objetivos preferidos son doctores y empresarios. En un 95 por ciento de los casos, los secuestradores han recibido información de alguien cercano a la víctima, como ser de un amigo o de un asistente».
Generalmente se le dice a la familia del rehén que llame un número de teléfono satelital Thuraya. El que las fuerzas de seguridad de EE.UU. no ayuden a la policía iraquí a rastrear un llamado Thuraya causa numerosas quejas entre los funcionarios. «sólo una vez nos dieron la información necesaria», dice el coronel Mahmoud. «Encontramos de inmediato la casa donde estaban los secuestradores, aunque la víctima, un doctor por el que pedían 10.000 dólares, ya ha había sido asesinada».
Pero la brigada de secuestros tiene sus éxitos. Un día un informante sugirió al mayor Abdel Karim que mirara en una casa en la ciudad de Salman Pak al sudeste de Bagdad. «Encontramos a dos hombres maniatados y amordazados», dice el mayor Mahmoud. «Era toda una familia de secuestradores que poseía una granja». Muestra una fotografía de las dos víctimas, uno de más edad con cabellos blancos y el otro con pelo oscuro y mucho más joven, rodeado de los triunfantes oficiales de la brigada de secuestros de la policía.
No todos los secuestros terminan bien. En un caso, fue secuestrada la hija de un empresario. Durante las conversaciones sobre su liberación, su hermano mató a tiros al negociador de los secuestradores. Unos pocos días después devolvieron la cabeza de la muchacha en una bolsa. Cuando circulan historias de horror como esta, no causa sorpresa que numerosos exiliados iraquíes que volvieron después de la caída de Sadam Husein hayan desaparecido. «Gano un poco de dinero, pero no basta para justificar este tipo de riesgo», me dijo uno.
No se sabe cuántos secuestros hay cada mes. Muchos jamás llegan a oídos de la policía.
Un hombre preguntó al mayor Mahmoud si tenía equipo para rastrear un llamado por teléfono Thuraya. Cuando respondió que no, le dijo: «En ese caso me ocuparé yo mismo de este secuestro».
Cuando se le pregunta lo que debería tratar de hacer un empresario para evitar que lo secuestren, el mayor Mahmouid dice alegremente, provocando la risa de los demás oficiales: «Irse al extranjero». Si no puede hacerlo, debería ocultar el hecho de que posee dinero, vigilar a sus empleados y variar su rutina.
No sorprende que muchos iraquíes acaudalados hayan decidido que el camino más seguro es mudarse a Jordania con sus familias. Los secuestros no son la única amenaza. El hijo de uno de los hombres más ricos de Bagdad fue atacado en su coche por pistoleros hace algunas semanas y su vehículo fue acribillado. Su mujer y su hijo murieron. No se sabe aún quién quería asesinarlo, pero la violencia generalizada es similar a la que existía en algunas partes de Rusia a principios de los años 90. La diferencia es que en Irak también existe el peligro de ser matado por los insurgentes o por soldados de EE.UU., tristemente célebres por ser de gatillo fácil.
Ser pobre en Irak no constituye una defensa contra el crimen. En el corazón de Bagdad, a la vista de la fuertemente fortificada Zona Verde en la que la Autoridad Provisional de la Coalición tiene su sede, bandas callejeras asaltan todos los días los autobuses. Ali Abdul Jabber, conductor en el terminal de autobuses al-Nasser, ha presenciado tres veces como robaban a sus pasajeros. Dijo:»en la última ocasión, los ladrones se subieron porque hay que tener las puertas abiertas en este tiempo caluroso. Dos de ellos montaron guardia atrás mientras los otros dos iban por el bus revisando las bolsas de la gente y robándose el dinero y las joyas».
Jabber dice: «toda la experiencia me dejó temblando, no de miedo sino de furia. Traté de no mirarlos en caso de que pudieran pensar que podría identificarlos y que me matarían. Cuando me vieron observándolos por el espejo me dijeron que mirara a otro lado».
Después del robo, nadie fue a la policía. «Los pasajeros ni siquiera lo discutieron entre ellos, porque este tipo de asunto ya forma parte de la vida diaria en Bagdad», agrega el señor Jabber. Pensó que la mayoría creyó que él tenía que ver con la banda.
La peligrosa anarquía de la vida de todos los días es un motivo por el que los iraquíes sienten tanta hostilidad hacia la ocupación. Incluso los oficiales del escuadrón de secuestros no hallaron una buena palabra que decir a su favor. Los criminales iraquíes se sienten seguros.
La semana pasada, en Nassariyah, una banda robó un camión cargado con cuatro vacas. Exigieron un rescate de un millón de dinares (unos 500 dólares) pero agregaron que las vacas eran voraces y que su propietario tendría que pagar otros 50.000 dinares por lo que habían consumido si quería volver a ver a sus animales.