Testimonio de uno de los pocos periodistas independientes activos en Irak sobre la realidad en el terreno y las deformaciones de los medios noticiosos dominantes. Traducido por Germán Leyens
Quare siletis juristae in munere vestro? (¿Por qué guardáis silencio, juristas, sobre lo que os concierne?)
-Giorgio Agamben
Antecedentes: un tiroteo
Las fuerzas de Estados Unidos de [Norte] América sitiaron la ciudad iraquí de Faluya en abril y posteriormente en noviembre de 2004. Para comprender mejor el papel de los medios noticiosos de EE.UU. en relación con estos ataques, tenemos que comenzar con una realidad innegable aunque raramente repetida. Los ataques contra Faluya no comenzaron en abril de 2004. Evitemos el recuerdo desagradable de que durante la primera Guerra del Golfo, Faluya fue una de las ciudades con el mayor número de víctimas civiles – una distinción debida a bombas de precisión guiadas por láser que cayeron en mercados abarrotados en el centro de la ciudad. Luego podemos datar los ataques contra Faluya en la fecha de Libertad Iraquí – que, para los que lo hayan olvidado, comenzó con la invasión del mismo nombre. Un Informe de Human Rights Watch provee antecedentes.
Al-Faluya se había beneficiado económicamente en general bajo el anterior gobierno. Residentes locales informaron a Human Rights Watch que muchos de ellos trabajaron para los militares, la policía o la inteligencia. Sin embargo, Human Rights Watch no descubrió una simpatía abrumadora hacia Sadam Husein después del colapso de su gobierno. Muchos de los residentes de al-Faluya informaron a Human Rights Watch que se consideraban víctimas y oponentes a su represivo régimen. [1]
Antes de que las fuerzas de EE.UU. llegaran el 23 de abril de 2003, continúa el informe:
Dirigentes tribales y religiosos en al-Faluya ya habían elegido un Consejo Civil de Administración, incluyendo a un gerente de la ciudad y un alcalde. El gobierno local rápidamente formado tuvo éxito en la reducción a un mínimo de los saqueos y otros crímenes generalizados en otras partes de Irak. Diferentes tribus se hicieron responsables de los activos de la ciudad, como los bancos y las oficinas gubernamentales. En un caso notable, la tribu responsable por el hospital de al-Faluya organizó rápidamente un grupo de hombres armados para proteger sus terrenos de un inminente ataque. Imanes locales llamaron al público a respetar la ley y el orden.. La estrategia funcionó, en parte gracias a los cohesivos vínculos familiares en la población. Al-Faluya no mostraba signos de los saqueos y la destrucción visibles, por ejemplo, en Bagdad.
Sin embargo, según el mismo informe, la comunidad se «agitó y preocupó» algo, cuando fuerzas de EE.UU. tomaron posiciones en el centro de Faluya, incluyendo una escuela primaria. «Dirigentes locales preocupados se reunieron con comandantes de EE.UU. el 24 de abril, y explicaron que al-Faluya era una ciudad religiosa, pidiendo sensibilidad a los soldados estadounidenses». Agresivas patrullas callejeras estadounidenses continuaron, sin embargo, y el 28 de abril, el día antes de la fecha prevista para la apertura de las escuelas de la ciudad, se realizó una manifestación delante de la escuela primaria en la que estaban estacionadas tropas estadounidenses. En lo que fue descrito en informes militares como un «tiroteo» y por los dirigentes en la prensa estadounidense como una reacción tal vez exagerada ante un ataque, [2] soldados de EE.UU. dispararon continuamente con ametralladoras durante casi 10 minutos contra la multitud, matando a diecisiete e hiriendo a más de setenta personas. Un informe balístico realizado posteriormente no pudo encontrar «evidencia convincente» de que hubiese sido disparado un solo tiro contra las fuerzas de EE.UU. [3]
¡Qué forma de asegurarse!
Pero, para volver a las «agresivas patrullas callejeras» que comenzaron en Faluya en abril de 2003, se podría preguntar cómo el que se controlara una ciudad podría enfadar a sus ciudadanos. No hay necesidad de volver sobre el tema; en Irak ese tipo de patrullas y las detenciones y castigos colectivos que las acompañan continúa. Preguntar por qué iban a molestar a los ciudadanos de una ciudad es además especulativo; esas patrullas, arrebatan a hombres y mujeres sus derechos como ciudadanos. En cuanto a en qué medida Faluya fue mantenida segura por las autoridades de EE.UU., lo mismo vale para la ciudadanía de sus habitantes. Un viaje que hice en enero de 2004 a Faluya para hablar con un profesor de derecho, ocho meses después de la llegada de las fuerzas de ocupación, tocó esos temas de un modo inesperado.
El hombre que fuimos a ver en Faluya es jeque Haji Barakat, que es profesor de derecho. El problema fue que el jeque había sido detenido por soldados de EE.UU. tres meses antes, y seguía en la prisión Abu Ghraib. Esto, a pesar de que el comandante de EE.UU. en Faluya ya había informado a su familia que el jeque era inocente. Cada vez que la familia ha pedido su liberación, reciben la misma promesa: mañana, mañana, mañana.
«El jeque Haji Baraket», explica su primo Khamis, es «un gran hombre, honorable. Los estadounidenses lo acusaron de financiar la resistencia. Pero el jeque incluso declaró a los estadounidenses que sus siete hijos participan en la resistencia. Esto no significa que su padre sea culpable. Pero igual lo detuvieron ilegalmente.»
Omar es el sobrino de 20 años del jeque, que también fue detenido. Nos cuenta cómo lo interrogaron. Los estadounidenses le preguntaron si era suní, cuándo había visto por última vez a su madre, y otras preguntas extrañas, luego lo liberaron. También nos dice que cuando los estadounidenses llegaron para detenerlo, destrozaron la puerta de la casa, se llevaron papeles y pasaportes, los papeles del coche familiar, y todo el dinero que había en la casa.
Omar declara que mientras estuvo en la prisión, los estadounidenses que lo interrogaron llevaban ropa civil, y lo amenazaron con soltar perros ovejeros alemanes para que lo atacaran. [4]
Las imágenes ya son bien conocidas. Desde abril de 2003, para los faluyanos y otros iraquíes la India colonial debe parecer un sueño idílico; El antiguo y convincente escrito de Mohanda Gandhi sobre el arresto – ¿por qué delito? – provocaría en el Irak de hoy sólo la fuerza de la risa de las autoridades y sus torturadores (si Haji Baraket llega a debilitarse suficientemente para espetarlo). Por el bien de la Libertad Iraquí, en Faluya – como en el resto del país – lo primero que encarcelaron para salvaguardarla fue la mismísima ley.
Para ovejas en el matadero
A pesar de todo, en las semanas antes del primer cerco de Faluya, los medios noticiosos de EE.UU. podían considerar razonablemente la resistencia a la ocupación de Irak como oposición al «capitalismo de libre mercado, a la libertad sexual, y a la importación de películas de Hollywood». [5] A pesar de objeciones semejantes, un sondeo de iraquíes del New York Times descubrió «un sentido optimista entre la mayoría» de que sus vidas iban mejorando: «los iraquíes comienzan a mostrar satisfacción con la forma como se desarrollan las cosas». [6] No puede sorprender, por lo tanto, que se haya podido leer en el New York Times que la decisión de España de retirar sus tropas de Irak – relacionada tal vez con los recientes atentados en Madrid – «constituye el momento más peligroso que hayamos confrontado desde el 11-S». [7]
El 31 de marzo, un vehículo de EE.UU. que viajaba por Faluya fue emboscado y sus cuatro pasajeros muertos. ¿Quiénes eran los pasajeros? Según los medios nacionales de EE.UU., eran «consultores» o «contratistas» o «contratistas de seguridad». ¿Qué hacían en Faluya? El 1 de abril, el San Francisco Chronicle escribió: «entregas de alimentos alrededor de Faluya», el Washington Post: «ayudaban a proteger convoyes de alimentos»; el New York Times: «proveían seguridad para la entrega de alimentos en el área de Faluya»; mientras un titular del Chicago Chronicle calificó simplemente a los pasajeros de «civiles». Encontramos sólo dos artículos en el diluvio que diferían de algún modo de todas estas versiones. Uno, publicado en el Washington Post, presentó a los hombres asesinados como «de entre los comandos más elitistas que trabajan en Irak». El mismo artículo explicaba este hecho, sin embargo, con una declaración de su empleador:
«Las fuerzas de la coalición y los contratistas y administradores civiles trabajan lado a lado cada día con el pueblo iraquí. Nuestras tareas son peligrosas y aunque sentimos tristeza por nuestros colegas caídos, también sentimos orgullo y satisfacción de que importamos al pueblo de Irak.» [8]
Un artículo en el Chicago Tribune escribió que los pasajeros asesinados trabajaban para una «compañía de seguridad» que tiene rangos de estilo militar, utiliza helicópteros de ataque para entrenar su personal, los despliega durante meses, entrena en instalaciones militares, y trabaja a diario con comandantes de EE.UU. en cualquier zona de guerra. `9] A pesar de ello, como concluía el mismo artículo, semejante personal «no son mercenarios» ya que realizan «trabajo defensivo relacionado con la seguridad». Y es una conclusión obvia, si se recuerda que los verdaderos propietarios de la tierra y de los recursos iraquíes son las compañías de EE.UU.; por lo tanto cualquier intento de protegerlos es defensivo, igual como lo es cualquier intento de vigilar a los iraquíes a los que se les ha ordenado que sirvan esos intereses. En todo caso, una cobertura semejante fue excepcional; por cierto, se referían universalmente a los hombres muertos el 31 de marzo de 2004 en Faluya, que tenían aprobación de seguridad (lo que quiere decir que están por sobre la ley a la que todo iraquí, cuando tiene suerte, está sujeto), que estaban fuertemente armados, y que incluso llevaban placas de identificación militares, en términos que igual podrían haber descrito a maestros, jardineros, porteros, o trabajadores de la ayuda. En los tres días que siguieron inmediatamente a sus muertes y que precedieron directamente el sitio de Faluya – 1, 2 y 3 de abril – se refirieron a los hombres como «civiles» con una regularidad banal: diez veces en el Los Angeles Times, nueve veces en el San Francisco Chronicle, veinte veces en el Washington Post, dieciséis veces en el Chicago Tribune, y veinticinco veces en el New York Times. Durante esas pocas horas que tuvieron los militares de EE.UU. para crear el apoyo para un sitio en represalias, luego, en sólo cinco de los periódicos nacionales más respetados, los lectores leyeron ochenta veces sobre la muerte y la mutilación de civiles estadounidenses en Faluya.
Una pregunta natural podría ser: ¿cómo presentaron a los civiles en Faluya durante ese tiempo? Siete de los periódicos más circulados en Estados Unidos publicaron fotos en sus primeras planas de faluyanos que o se congregaban ante los cuerpos de los estadounidenses muertos que colgaban de un puente o de faluyanos golpeando esos cuerpos mientras estaban en el suelo. [10] Los principales medios noticiosos de EE.UU. reflexionaron sobre sus respectivas presentaciones del suceso. Típicas de esas reflexiones fueron las ofrecidas por el New York Times, que caían bajo el título: «Temas de Gusto». La pregunta era «¿cómo mostrar lo que sucedió sin ofender a telespectadores y lectores?» a la que artículo respondió: «mostrar a muchachos celebrando mientras arrastraban cuerpos por la calle era esencial para el informe». [11] Porque la preocupación no se concentraba en la gente de Faluya, que se esforzaban tanto por presentar, sino al contrario, que el momento actual se parecía a otro de hace un decenio en Mogadishu- ya que «ese momento cambió la opinión público y terminó por llevar a la retirada estadounidense». Pero el New York Times no podría haberlo dicho mejor que el marine al que citó: «los insurgentes en Faluya no están probando. Están probando nuestra resolución. Pero no es que nos vayamos a ir. Acabamos de llegar». En la prensa nacional, esa resolución fue más que amplia: fue abrumadora. Lo que el New York Times calificó de «un brutal estallido de ira anti-estadounidense» [12] fue no sólo una «insurgencia sadamista» para citar al Chicago Tribune, sino también una «celebración» de «vítores, bailes»; [13] en el Washington Post, «la gente de la ciudad salió arrasando» [14] en el Washington Times, «multitudes vitoreando se deleitaron en una orgía bárbara» [15]. Como informara el San Francisco Chronicle, lo que ocurrió fue «un acto de salvajismo que fue espantoso incluso según los sanguinarios estándares del peor sitio conflictivo de Irak» – «pura violencia bestial» que se combinó con una «fiesta local» [16] Fueron «simplemente asesinatos al azar de cualquier occidental» sin «ron ni son en absoluto». Un testimonio presencial que circuló en todo el país señaló que «‘la gente de Faluya colgó algunos de los cuerpos del antiguo puente como si fueran ovejas en el matadero’, dijo alegremente el residente Abdul Aziz Mohammed.» Aunque en el contexto dado apenas era necesario, un taxista faluyano aseguró a los lectores del New York Times que «todos aquí están felices con lo sucedido. No cabe duda». [17]
La cuestión de cómo reaccionar fue manejada con la misma decisión. Como informó el New York Times, el evento había detenido el «progreso estadounidense hacia el establecimiento de un estado democrático al estilo occidental». [18] El 2 de abril, se expresaban preocupaciones por todos lados de que la falta de una rápida reacción militar podría ser una evidencia inquietante de que los estadounidenses se habían convertido realmente en «tolerantes hacia la violencia.» [19] Los medios disponibles para una tal reacción estaban implicados, tal vez, en declaraciones como: «quienesquiera hicieron esto, eran menos que animales», como citó a un familiar de uno de los estadounidenses muertos el New York Times. [20] Otros periódicos fueron menos indirectos; un artículo de opinión en el Washington Post se preguntaba si «este país puede ser desmoralizado y derrotado por actos de salvajismo». Continuaba declarando que «es crítico que los comandantes de EE.UU. reaccionen enérgicamente hacia Faluya y que incrementen la contraofensiva contra la insurgencia suní». [21] Deberíamos recordar, por lo tanto, que aparte de las vidas de cuatro mercenarios estadounidenses muertos en el pasado abril – o en el lenguaje de nuestro tiempo – ovejas en el matadero, se trataba de los residentes de Faluya, no ciudadanos a parte entera, tampoco ovejas en el matadero; ellos: las madres, los padres, los bebés y las abuelas de una ciudad, que no eran otra cosa que «locales jubilosos» que, bestias como habían mostrado que son, «tenían que ser neutralizados». [22] Como dijera un periódico, reaccionando ante las palabras de un faluyano que «‘quisiéramos que entraran en Faluya para que hiciéramos que se armara la gorda'»: «El hombre se saldrá con la suya… lo único que queda por decidir es cuándo y cómo». [23]
Reacción vigilante
Cuándo y cómo ocurrió horas más tarde, en lo que incluso los miembros cuidadosamente escogidos de la Guardia Nacional Iraquí condenaron como castigo colectivo, y lo que sus amos en Washington llamaron Operación Reacción Vigilante. El propósito, repetido incansablemente una y otra vez era «recuperar el control de la intranquila ciudad» [24] – Faluya, que, recordemos, había comenzado el Irak post-Sadam, según Human Rights Watch como una ciudad autogobernante de relativa «ley y orden». Recordemos también que el mismo informe de Human Rights Watch «no encontró una simpatía abrumadora hacia Sadam Husein» sino que muchos que «se consideraban víctimas y oponentes de su régimen represivo». La verdad, sin embargo, no constituía un obstáculo; los medios noticiosos de EE.UU. presentaron hábilmente a sus lectores una ciudad enteramente diferente, que no era sólo «intranquila» sino que «fuera de la ley» y un «punto conflictivo» y un «punto álgido» de la violencia, así como un «centro volátil de apoyo para [Sadam Husein]». [25] Más tarde ese mes, los rumores se convirtieron en hechos, los informes del New York Times, directos de la boca del Pentágono, de que antiguos oficiales de Sadam Husein «son responsables de la mayoría de los ataques actuales» en Faluya [26[ En el New York Times, los combates en el terreno fueron presentados con el anuncio de que los marines «combatieron manzana por manzana para extirpar a los insurgentes» y «que estaban estableciendo puntos de control y buscando a presuntos insurgentes» en la ciudad, y recordaba a sus lectores que era, donde «contratistas de seguridad estadounidenses fueron asesinados y sus cuerpos mutilados». [27] Este recuerdo se hizo obligatorio tanto para explicar la presencia militar de EE.UU. en Faluya como para sugerir lo que otro artículo del New York Times dijo explícitamente: que como resultado, los marines de EE.UU. se vieron obligados a abandonar «un lado más amistoso de los militares estadounidenses» a cambio de «armas más pesadas y tácticas más duras». [28]
Aunque esas «tácticas más duras» eran inadecuadas para ser reproducidas en la prensa nacional, fueron evidentes para todo el que estuvo presente en Faluya. Aunque el New York Times informó el 9 de abril de una pausa estadounidense en los combates «para permitir que los residentes enterraran a los numerosos muertos, y para abrir rutas hacia la ciudad sitiada para alimentos y equipos médicos urgentemente necesitados», en realidad permitieron que entraran a la ciudad sólo tres de los sesenta camiones con suministros de emergencia que llegaron a Faluya; probablemente no vale la pena mencionar que dispararon contra varios de estos camiones antes de negarles el ingreso a la ciudad y de enviarlos de retorno. [29] El informe, dos días después, en el New York Times, de que «las tropas detuvieron el fuego para las negociaciones», [30], fue una vez más totalmente falso:
«Tres de mis amigos aceptaron salir a la clínica en la única ambulancia que funcionaba para buscar heridos. Aunque la ambulancia ya tenía tres agujeros de bala de un francotirador de EE.UU. en su parabrisas, del lado del conductor, el hecho de que dos de ellos son occidentales, era la única esperanza de que los soldados les permitan que recuperaran más iraquíes heridos. El conductor anterior fue herido cuando uno de los disparos de los francotiradores rozó su cabeza.
«Lo que puedo informar desde Faluya es que no hay cese del fuego, y parece que nunca lo hubo. Los francotiradores estadounidenses están disparando contra mujeres y niños iraquíes. Más de 600 iraquíes han sido muertos por la agresión estadounidense, y los residentes han convertido dos campos de fútbol en cementerios. Los estadounidenses disparan contra las ambulancias. Y ahora preparan para lanzar una invasión generalizada contra la ciudad.» [31]
«Me es difícil ver, particularmente después de haber estado allí ayer y de ver a una ambulancia con tres agujeros de bala del lado del conductor en el parabrisas. De ver como asesinaban a mujeres y niños, a ancianos, a gente indefensa. Todos matados o heridos por francotiradores estadounidenses. En la semana pasada ha habido más de 600 iraquíes asesinados sólo en Faluya, y miles más han sido heridos. [32]
Los ataques contra ambulancias por los militares de EE.UU. fueron practicados con suficiente vigilancia en Faluya como para que el Ministro de Salud de Irak presionara públicamente a Paul Bremer el 17 de abril para que se hiciera responsable. Bremer explicó que las autoridades de EE.UU. creían que las ambulancias estaban siendo utilizadas por combatientes – ofreciendo, como respuesta, una definición genuina de castigo colectivo. [33] La obstrucción de la atención médica, sin embargo, puede haber requerido más vigilancia en algunos casos, como lo demuestran los siguientes dos relatos médicos:
«Los estadounidenses apagaron a tiros las luces frente a nuestro hospital, impidieron que los doctores llegaran a la unidad de emergencia del hospital, y rápidamente comenzamos a quedarnos sin suministros ni medicinas indispensables.» [34]
«Uno de mis doctores en Faluya preguntó a los estadounidenses si podía sacar a un paciente herido de la ciudad. El soldado se negó a permitir que moviera a la víctima, y dijo: «También tenemos soldados muertos. Es una zona de guerra». No le permitieron al médico que sacara al herido, y este murió. Han devuelto a tantos médicos y ambulancias de los puntos de control del lugar.» [35]
Una vigilancia semejante es también sustituible por el equipo adecuado, si es utilizado ilegalmente. Una práctica militar de EE.UU. ampliamente conocida entre los residentes de Faluya era el uso de bombas de racimo y de flechitas. [36] En el Hospital General de Faluya, dos cirujanos ortopedas, el Dr. Abdul Jabbar y el Dr. Rashid dieron testimonio al respecto. El doctor Abdul Jabbar informó que «muchas personas fueron heridas y muertas por bombas de racimo. Por cierto, utilizaron bombas de racimo, las escuchamos, y tratamos a personas que fueron alcanzadas por ellas». El doctor Rashid estuvo de acuerdo, diciendo: Vi con mis propios ojos las bombas de racimo. No necesitamos evidencia alguna. La mayoría de esas bombas cayó sobre familias. Los combatientes – saben cómo escapar. Pero no los civiles.» [37]
Agregó: No menos de un 60% de los muertos eran mujeres y niños. Puede ir a ver las tumbas usted mismo». En el Hospital Noman en Al-Adhamiya, un doctor local también dijo hablando de gente que llegó a Faluya unos diez días antes, que: «la mayoría… eran niños, mujeres y ancianos». [38] En el Hospital Yarmouk un doctor directivo informó que vio a soldados estadounidenses matando a mujeres y niños, y calificó la situación en Faluya de «masacre». El New York Times prefirió la denominación «tremendamente precisa». [39] Y fue adecuada, según un residente de Faluya, que después de haber escapado a Bagdad testimonió que aviones de guerra de EE.UU. estaban bombardeando intensamente la ciudad antes de su partida, y que francotiradores marines continuaban ‘asegurando’ a los residentes de la ciudad sitiada, tiro a tiro. «Había tantos francotiradores, mataban a todo el que abandonara su casa». [40] En el New York Times, esto fue llamado «una aguda disposición de los insurgentes de morir». [41]
Un doctor que trabajó en una clínica temporaria de emergencia en Faluya durante el cerco de abril hizo una pregunta en Democracy Now!, que repitió:
«¿Cuando ves a un niño de cinco años sin cabeza, qué puedes decir? ¿Cuando ves a un niño sin cerebro, sólo con una cavidad abierta, qué puedes decir? ¿Qué dices cuando ves a una madre que sólo sujeta a su niño sin cabeza y que tiene balas por todo su cuerpo? [42]
La pregunta del médico es buena, y por un motivo: en abril de 2004, cuando una ciudad estaba siendo invadida y sus residentes huían, se ocultaban, o estaban siendo asesinados, hubo una considerable conciencia pública en Estados Unidos sobre seres humanos cuyos cuerpos habían sido mutilados en Irak, gracias a nuestros medios noticiosos. Pero entre las miles de referencias a mutilaciones sólo durante ese mes, no hemos encontrado una sola que se relacione a algo que ocurrió después del 31 de marzo. Así que, hoy, volvemos a formular la pregunta del doctor iraquí, esta vez mirando hacia el pasado: cuando vieron a una niña iraquí sin cabeza, ¿qué hicieron? Bueno, depende, de quién seas. Si eres el New York Times, no dijiste nada; [43] si eres Paul Bremer, probablemente dijiste ‘reacción vigilante’.
(1) «Violent Response: the US army in al-Falluja,» Human Rights Watch, junio de 2003.
(2) Vea informes de primera plana en el New York Times et. al. del 30 de abril de 2003.
(3) Ibid; vea sección 5, «Ballistic Evidence at the School.»
(4) «Iraq Diary-Baghdad Street Sweepers; Collective Punishment and Kabobs in Falluja,» Dahr Jamail, 12 de enero de 2004.
(5) «Killing Iraq with Kindness,» New York Times, Ian Buruma, 17 de marzo de 2004.
(6) «One Year Later,» New York Times, Editorial sin firma, 19 de marzo de 2004.
(7) «Axis of Appeasement,» New York Times, Thomas Friedman, 18 de marzo de 2004.
(8) «Slain Contractors Were in Iraq Working Security Detail,» Washington Post, Dana Priest y Mary Pat Flaherty, 2 de abril de 2004.
(9) «Iraq violence drives thriving business,» Chicago Tribune, Kristen Schanberg, Mike Dorning, 2 de abril de 2004.
(10) «7 of Top 20 Papers Published Front-Page Fallujah Body Photos,» E&P News, Charles Geraci, 1 de abril de 2004.
(11) «To Portray the Horrors, News Media Agonize,» New York Times, Bill Carter y Jacques Steinberg, 1 de abril de 2004.
(12) «4 From US Killed in Ambush in Iraq; Mob Drags Bodies,» New York Times, Jeffrey Gettleman, 1 de abril de 2004.
(13) «Iraqi Mob Mutilates 4 American Civilians,» Chicago Tribune, Colin McMahon, 1 de abril de 2004.
(14) «Descent into Carnage in a Hostile City,» Washington Post, Sewall Chan, 1 de abril de 2004.
(15) «Four Americans Mutilated,» Washington Times, 1 de abril de 2004.
(16) «Horror at Fallujah,» San Francisco Chronicle, Colin Freeman, 1 de abril de 2004.
(17) «4 From US Killed in Ambush in Iraq; Mob Drags Bodies,» New York Times, Jeffrey Gettleman, 1 de abril de 2004.
(18) «Acts of Hatred, Hints of Doubt,» John Burns, New York Times, 1 de abril de 2004.
(19) «General Vows to Hunt Killers, Retake Fallujah,» Chicago Tribune, 2 de abril de 2004.
(20) «Families of Men Slain by Mob Focus on Their Lives, Not How They Died,» New York Times, Abby Goodnough, Michael Luo, 3 de abril de 2004.
(21) «A Response to Fallujah,» Washington Post, sin firma, 1 de abril de 2004.
(22) «Why America Won’t Cut and Run,» Chicago Tribune, opinión sin firma, 1 de abril de 2004.
(23) «General Vows to Hunt Killers, Retake Fallujah,» Chicago Tribune, 2 de abril de 2004.
(24) «Marines Battle guerrillas in streets of Falluja,» New York Times, Eric Schmitt, 9 de abril de 2004.
(25) «Acts of Hatred, Hints of Doubt,» John Burns, New York Times, 1 de abril de 2004.
(26) «Hussein’s Agents Behind Attacks, Pentagon Finds,» Thom Shanker, New York Times, 29 de abril de 2004. Aunque o se presenta ni una sola prueba para justificar esta afirmación, se podría preguntar a pesar de todo por qué los presuntos crímenes del antiguo régimen contra faluyanos o cualquier otra persona justifican crímenes (a propósito, mucho peores) por parte de las fuerzas dirigidas por EE.UU. contra esas faluyanos.
(27) «Up to 12 Marines Die in Raid on Their Base AS Fierce Fighting Spreads to 6 Iraqi cities,» New York Times, Jeffrey Gettleman y Douglass Jehl, 7 de abril de 2004.
(28) «Marines Battle guerrillas in streets of Falluja,» New York Times, Eric Schmitt, 9 de abril de 2004.
(29) «When do we begin calling this a War again?» Dahr Jamail, 9 de abril de 2004.
(30) «Troops Hold Fire for Negotiations at 3 Iraqi Cities, » New York Times, John Burns, 12 de abril de 2004.
(31) «Slaughtering Civilians in Falluja,» Dahr Jamail, 11 de abril de 2004.
(32) «No respite from the Violence,» Dahr Jamail, 12 de abril de 2004.
(33) «Iraqi Minister of Health presses Bremer and IGC to explain U.S. Targeting of Ambulances in Falluja,» Dahr Jamail, 17 de abril de 2004.
(34) «Fallujah Doctors Report U.S. Forces Obstructed Medical Care in April,» News Standard, Dahr Jamail, 21 de mayo de 2004
(35) «Cluster Bombs in Falluja, Harassment of Patients by Soldiers,» Dahr Jamail, 19 de abril de 2004.
(36) «Su amplio «radio mortal» hace que las flechitas sean particularmente letales. Su uso en áreas densamente pobladas contraviene dos principios básicos de las leyes de la guerra. El primero es la prohibición contra ataques indiscriminados, que significa que las fuerzas no pueden utilizar armas o lanzar ataques que no distingan o no puedan distinguir entre objetivos civiles y militares. El segundo, es la exigencia de que se tomen todas las precauciones posibles para evitar o reducir a un mínimo el daño a civiles cuando se eligen los métodos y los medios de ataque» de «Israel: Stop Using Flechettes in Gaza,» 29 de abril de2003.
(37) «Atrocities Continue to Emerge from the rubble of Fallujah,» Dahr Jamail, 11 de mayo de 2004.
(38) «Cluster Bombs in Falluja, Harrassment of Patients by Soldiers,» Dahr Jamail, 19 de abril de 2004.
(39) «Troops Hold Fire for Negotiations at 3 Iraqi Cities, » New York Times, John Burns, 12 de abril de 2004.
(40) Abu Muher, citado en «Fallujah Residents Report U.S. Forces Engaged in Collective Punishment,» News Standard, Dahr Jamaril, 23 de abril de 2004.
(41) «Marines Use Low-Tech Skill to Kill 100 in Urban Battle,» New York Times, Jeffrey Gettleman, 15 de abril de 2004.
(42) «US Marines Shoot Ambulances in Fallujah,» Democracy Now! 13 de anrñ de 2004.
(43) Es preciso entrar en algunos detalles para que esta información sea completa. De los 55 artículos en el New York Times sobre Faluya entre el 1 de abril y el 11 de mayo de 2004, hubo un solo artículo dedicado al tema del ataque de EE.UU. contra una población civil. Tenía el título: «Informes de la guerra provenientes de civiles agitan a iraquíes contra EE.UU.», escrito por Christine Hauser y publicado el 14 de abril de 2004. Una perogrullada de Human Rights Watch-«hay que verificar directamente la información» – es utilizada para subrayar hábilmente que «el caos de la batalla complica la tarea de los que buscan la verdad». La complicación no fue algo que el artículo o el periódico tuviera interés por dilucidar posteriormente. En el artículo, el general John Abizaid fue utilizado como testigo experto: «La prensa árabe, en particular Al Jazeera y Al Arabiya, están mostrando [nuestras] acciones como ataques intencionales contra civiles y no lo hacemos en ningún caso. Pienso que todos los saben». Como tal vez indica el título del artículo, la noticia no era tanto que estuvieran ocurriendo atrocidades sino que las presuntas atrocidades podrían perjudicar el esfuerzo bélico. «[Semejantes] informes de la ofensiva estadounidense contra Faluya, lanzada después de la emboscada y de la mutilación de contratistas de seguridad estadounidenses, son los que escuchan muchos árabes en la región».
No se puede decir, sin embargo, que el New York Times no se dé cuenta del lenguaje del derecho internacional. El 7 de abril, Marlise Simons informó que «los iraquíes se reúnen con expertos de juicios de crímenes de guerra». Pero discute las perspectivas para un juicio contra Sadam, no de sus (desilusionados) amos estadounidenses, que en ese momento estaban ya lanzados en la primera etapa de una masacre. El 8 de abril, citaron las Convenciones de Ginebra, pero como inaplicables a la situación actual. El 9, generales de EE.UU. utilizaron el New York Times para asegurar a los lectores que las fuerzas de EE.UU. en Faluya han sido «sensatas en el uso de la fuerza». En caso de que esos mensajes no fueran comprendidos, el New York Times informó que los faluyanos han cambiado dramáticamente la cara de la guerra desde la emboscada y el asesinato la semana pasada de cuatro guardias de seguridad en Faluya», sugiriendo que ya no existe una distinción clara entre combatientes y civiles en Faluya: «nunca sabes quién va a llegar y matarte»- («Under Falluja Sun, Gun Fire and a GrimTask: Wait it out,» John Kifner, 19 de abril de 2004) y «el gran problema ahora es que los amigos, los civiles y los malos están todos mezclados» («A Full Range of Technology is Applied to Bomb Falluja,» Eric Schmitt y Thom Shanker, 30 de abril de 2004). Por cierto, si se aplicaran los mismos estándares a los faluyanos como los que fueron aplicados a los tres hombres de Carolina del Norte que murieron en Faluya el 31 de marzo, no algunos, sino todos los faluyanos afectados por Reacción Vigilante serían civiles.
Título original:
Remembering The First Siege Of Fallujah
Excerpts From Testimony Submitted To The World Tribunal On Iraq
http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=15&ItemID=7246