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Pedido de retirada, una derrota definitiva

Fuentes: IPS

El gobierno de Iraq reiteró su pedido de un calendario para la retirada completa de las tropas de Estados Unidos. La intención del gobierno de George W. Bush de mantener allí una presencia militar permanente parece haber sufrido la derrota definitiva. Mowaffak Ruibaie, consejero de Seguridad Nacional del primer ministro Nouri Maliki, confirmó con su […]

El gobierno de Iraq reiteró su pedido de un calendario para la retirada completa de las tropas de Estados Unidos. La intención del gobierno de George W. Bush de mantener allí una presencia militar permanente parece haber sufrido la derrota definitiva.

Mowaffak Ruibaie, consejero de Seguridad Nacional del primer ministro Nouri Maliki, confirmó con su solicitud lo que es claro desde hace meses: el gobierno iraquí decidió desembarazarse de su dependencia militar respecto de Estados Unidos.

Más aun: Maliki, con su estrategia y con asistencia de Irán, logró mantener la concordia entre bandos armados chiitas enfrentados, dejando a Washington con las ganas de aplastar a esas milicias con todo el poder de su ejército.

Las dos sectores chiitas que dominan el gobierno de Iraq –el partido Dawa de Maliki y el Supremo Consejo Islámico Iraquí– están bajo fuerte presión tanto de esta comunidad religiosa mayoritaria, incluido el ayatolá Ali Sistani, como de Irán para que exijan la retirada estadounidense.

Rubaie pronunció sus declaraciones poco después de reunirse con Sistani, lo que, en cierta forma, confirmó la oposición del poderoso líder religioso a la permanencia militar de la potencia norteamericana.

El gobierno de Bush ya dudaba de la lealtad de los dos partidos chiitas y de los paramilitares Cuerpos Badr del Supremo Consejo Islámico, por lo que intentó en 2005 y 2006 debilitar la presencia de esas organizaciones en el Ministerio del Interior y en la policía.

Pero, ya para 2007, Washington creía haber alcanzado un buen nivel de cooperación con Maliki, con quien compartía el objetivo de debilitar a su enemigo común, el Ejército Mahdi, que luchaba contra la ocupación bajo el liderazgo del clérigo chiita Moqtada Sadr.

El líder del Supremo Consejo Islámico, Abdul Aziz Hakim, llegó a ser invitado en diciembre de 2006 a la Casa Blanca y se entrevistó con la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice en noviembre pasado.

Maliki llegó a convencer a Bush de que había logrado que Sadr dispusiera en agosto un cese del fuego. En noviembre, los dos gobernantes acordaron ciertos principios de cooperación, entre ellos la presencia militar estadounidense para garantizar la seguridad en Iraq.

Y en febrero, militares estadounidenses, británicos e iraquíes se preparaban para lanzar una operación militar para expulsar al Ejército Mahdi de su bastión en Basora.

Estados Unidos entregó el 7 de marzo un borrador de acuerdo a Iraq. Pero la actitud de Maliki comenzó a cambiar drásticamente. Eso coincidió con la participación cada vez más abierta de Irán en la mediación hacia un cese del fuego entre las dos milicias chiitas enfrentadas.

La oposición de Maliki al plan de Washington en Basora quedó en evidencia cuando el gobierno decidió, de repente y sin avisar a Estados Unidos, tomar la ciudad sin esperar la fecha prevista y sin participación de las fuerzas de ocupación.

Washington trató entonces de convencer a la prensa de que prestó asesoramiento en su operación con militares en el terreno.

Luego, se registró una mediación iraní para poner fin a los enfrentamientos entre chiitas en Basora, a pedido de una delegación de los dos partidos en el gobierno iraquí. Como consecuencia, el Ejército Mahdi renunció al control de la ciudad, aunque estaba lejos de haber sido derrotado.

Los comandantes militares estadounidenses estaban furiosos con el procedimiento del gobierno iraquí, que abortó la gran operación contra los seguidores de Sadr que se preparaba para unas semanas después. «Perdimos la oportunidad de matar a los que debían morir en Basora», dijo una fuente de defensa al diario The New York Times.

A comienzos de mayo, Maliki se rehusó a respaldar las acusaciones del vicepresidente estadounidense Dick Cheney según las cuales el régimen en Irán facilitaba armas a elementos opositores chiitas armados en el sur iraquí.

Para peor, el primer ministro enfureció a Cheney al designar un comité a cargo de investigar la acusación.

Una delegación de dirigentes políticos chiitas iraquíes viajó a Teherán, según creía el gobierno estadounidense, para cuestionar al gobierno iraní por la supuesta entrega de armas a las milicias. Pero regresaron a Bagdad con instrucciones para negociar con Sadr, según The New York Times.

Maliki se dispuso de inmediato a seguir las recomendaciones iraníes. El 10 de mayo, alcanzó un acuerdo que pacificó Ciudad Sadr, zona chiita de Bagdad donde las milicias se enfrentaban armas en mano con las fuerzas estadounidenses.

El acuerdo impedía una gran escalada a cargo de Estados Unidos contra el Ejército Mahdi y puso fin a los bombardeos de las fuerzas de ocupación. Siete batallones estadounidenses se preparaban entonces para tomar Ciudad Sadr por asalto con tanques y carros artillados, en una batalla que, según las previsiones, habría durado semanas.

El pacto implicaba que Sadr cedería al ejército iraquí la seguridad de Ciudad Sadr, a cambio del compromiso del gobierno de no arrestar a ningún miembro del Ejército Mahdi a menos que se detectara en su poder armas medianas y pesadas.

Mientras, el 21 de mayo, el gobierno de Bush informó al Senado estadounidense que Iraq reclamaba «significativos cambios en los acuerdos» en vías de negociación sobre la presencia militar en el país del Golfo Pérsico o Arábigo.

Washington pretendía el establecimiento de bases militares en territorio iraquí por tiempo ilimitado y libertad completa para usar esas instalaciones sin consultar a Bagdad, así como inmunidad para sus militares y contratistas.

Pero Iraq advirtió que esas demandas violaban la soberanía del país. A comienzos de junio, funcionarios iraquíes ya se tomaban la libertad de cuestionar públicamente, por primera vez, la necesidad de cualquier tipo de presencia militar estadounidense en su territorio.

La inesperada resistencia a los reclamos estadounidenses reflejaba la influencia subyacente de Irán sobre el gobierno de Maliki. Al mismo tiempo, Sadr admitía que Iraq podría sacarse de encima las tropas estadounidenses por medios políticos y diplomáticos, sin presión militar.

* Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. «Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam», su último libro, fue publicado en junio de 2005 y reeditado en 2006.