Recomiendo:
0

Perdidos o encarcelados

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Los sufrimientos de la familia de Mufiq se iniciaron ya en 2003. De grandes ojos, anchos hombros y rostro marcado por surcos que delatan el dolor de las duras experiencia vividas, plantea una pregunta mientras espera en una cola en Beirut para poder recibir alguna ayuda del Consejo para las Iglesias de Oriente Medio: «¿Pueden hacer algo para ayudarme a sacar a mis sobrinos de la cárcel? Son muy jóvenes y desde que le dispararon a mi hermano, soy quien debe cuidar de ellos. Fueron detenidos por la policía cuando llegaron al Líbano desde Siria. Llevan 23 días en prisión», dijo.

Los funcionarios del Ministerio libanés de Asuntos Internos que se ocupan de los temas de seguridad general en relación con los inmigrantes no palestinos dicen que aunque técnicamente pueden mantener detenidos a los inmigrantes ilegales hasta tres años, son más indulgentes con los iraquíes. «Una vez que cumplen un período de detención de un mes, les damos la oportunidad de ser repatriados de forma voluntaria. Si no es así, siguen detenidos», dijo Pierre Efrem, uno de los funcionarios de la sede de la seguridad general en Beirut.

Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), se cree que un millón de iraquíes han buscado refugio en Siria, 750.000 en Jordania y una cifra estimada de unos 40.000 en el Líbano. Sin embargo, la seguridad general y las ONGs que trabajan ayudando a los iraquíes que llegan al Líbano creen que la cifra se acerca en realidad a los 100.000.

Al igual que Siria y Jordania, Líbano no es parte firmante de la Convención para los Refugiados de Naciones Unidas de 1951. Por ello, los tres países tienen tensas relaciones con sus comunidades de inmigrantes iraquíes. «No podemos soportar el flujo de iraquíes. Tenemos que trabajar dentro de los márgenes de nuestras leyes y ya tenemos bastantes problemas», dijo Efrem. «La ocupación de Iraq no es en ningún caso resultado de nuestras acciones, sino de las de EEUU», añadió. «Occidente no sólo está mejor equipado para ocuparse de los refugiados sino que, además, es su responsabilidad».

En vísperas de la conferencia convocada en Ginebra por el ACNUR para las fechas del 17-18 de abril para tratar de enfrentar el tema de los refugiados iraquíes, se estima que los iraquíes están huyendo de su país a razón de unos 50.000 al mes. El Director del ACNUR Antonio Guterres ha descrito la gravísima situación de los iraquíes como la mayor crisis de refugiados desde 1948. En realidad, en algunos aspectos es aún peor. Mientras los palestinos que huían de sus pueblos y ciudades durante la época de la Nakba [éxodo palestino ante la desposesión sionista] albergaban en su mayoría el sentimiento de que un día retornarían, muchos iraquíes han perdido ya toda esperanza. Más problemático es el hecho estimado de que los palestinos que huyeron de la Nakba eran unos 700.000, mientras que la cifra de iraquíes que han huido ya más allá de las fronteras de su país supera los dos millones. Además, se estima que otros dos millones están desplazados en el interior de Iraq.

«Nunca volveremos», dijo a Al-Ahram Weekly Maryam, madre de cuatro niños. «Incluso aunque termine la ocupación, Iraq tendrá que soportar aún más desastres. La política estadounidense para la región puede estar fracasando, pero somos nosotros quienes tenemos que sufrir lo peor de la destrucción masiva que la guerra de EEUU está provocando. No tenemos nada a lo que volver.»

Maryam, que trabajó como profesora en Bagdad, debe ocultar su nombre completo debido a la grave situación de seguridad en la que se encuentra su familia. Su marido era ingeniero en Iraq, su cuñada era dentista y su cuñado doctor. Sus suegros eran académicos. A su suegro le mataron de un disparo. En la actualidad, las dos ramas de la familia viven una única habitación al este de Beirut, duermen sobre colchones cubiertos de moho y comen alimentos sin refrigerar. Dos de los niños están enfermos y las familias están agotando los magros recursos que les quedan de sus ahorros colectivos.

Y aún peor, las leyes que el régimen iraquí apoyado por EEUU está aprobando estipulan que los iraquíes cuyos pasaportes hayan caducado sólo pueden renovarlos en Bagdad (*). «Pero regresar allí es imposible», dijo Yawad, el marido de Maryam. «Cuando el régimen de Sadam Husein cayó, yo huí el primero para buscar refugio. Mi intención era hacer que mi familia se reuniera conmigo posteriormente. Pero el resto de mi familia recibió también amenazas; hubieran muerto si no hubieran escapado de Iraq. La muerte de mi padre lo demuestra.»

Esta historia es una situación común en muchas familias iraquíes. Si las condiciones en Iraq siguen como hasta ahora, el resultado global va a hacer que, de forma gradual, una cifra indeterminada de iraquíes pierda su ciudadanía y la posibilidad de regresar.

No hay duda de que el hecho de que los tres países que están acogiendo a la inmensa mayoría de iraquíes que huyen de la violencia implacable que asola su país no sean parte de la Convención para los Refugiados es el problema más grave al que se enfrentan familias como la de Maryam. Al no ser firmantes de esa Convención, Siria, Jordania y Líbano no están técnicamente obligados a proporcionar protección alguna a los refugiados; es más, son responsables de su arresto y deportación si no tienen visado o permiso de residencia.

No obstante, según las autoridades libanesas y los mismos iraquíes, la crisis es más profunda de lo que cualquiera de los estados receptores puede soportar. «Queremos trasladarnos a Europa, donde podamos encontrar estabilidad», decía Maryam. «Aquí no existimos. Hay ya suficiente pobreza y desempleo en el Líbano. Los servicios del sector público no pueden atender a los libaneses. Nuestros hermanos árabes están siendo buenos con nosotros, y les damos sinceramente las gracias, pero no podemos permanecer aquí para siempre.»

La crisis no parece que vaya a remitir. Con cada día que pasa, más hombres, mujeres y niños se ven atrapados en una situación de violencia total que supera, por los niveles de bestialidad que está alcanzando, cualquier recuerdo vital de otras guerras. «No necesitamos asistencia», decía Maryam. «Desde luego que tenemos problemas. Pero necesitamos una solución. Ninguna suma de asistencia material nos devolverá la dignidad que hemos perdido. Necesitamos una solución que nos devuelva esa dignidad.»

La solución que Maryam y los demás iraquíes necesitan va mucho más allá de las competencias normales del ACNUR como órgano encargado de enfrentar las crisis temporales de refugiados. La realidad es que una nación culta de profesionales está siendo desmantelada concienzudamente creando un desastre humano de inmensas proporciones políticas y humanas. O la comunidad internacional, ya bajo intensas presiones por parte de los activistas, une sus fuerzas para poner fin a la carnicería y a la ocupación, o se ejercerán presiones reales sobre las naciones industrializadas para que acojan a una mayoría de los iraquíes que se están viendo obligados a huir.

La tercera posibilidad, totalmente inaceptable, supone continuar tratando a los iraquíes que huyen como criminales, deteniéndoles o ignorándoles, abandonándoles sin defensa ni protección cuando se han visto forzados a perder su patria y su historia.

N. de T.:

(*) Sobre esa situación, véase artículo en Rebelión artículo de Layla Anwar:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=47792

Enlace texto original en inglés:

http://weekly.ahram.org.eg/2007/840/re63.htm

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate.