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Una nueva amenaza asola Iraq

Plaga de serpientes

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

En el sur de Iraq, las serpientes están atacando a la gente y al ganado al haberse secado los ríos Eúfrates y Tigres y haber perdido los reptiles su hábitat natural entre sus lechos de carrizo.

«La gente está aterrada y abandona sus hogares», dice Yabar Mustafa, administrador médico, que trabaja en un hospital en la provincia sureña de Dhi Qar. «Siempre hemos sabido que había serpientes en la zona pero ahora están viniendo en cantidades inimaginables. Atacan a los búfalos y al ganado, también a la gente». Los doctores de la zona dicen que han muerto ya seis personas y trece más se encuentran graves a causa del veneno de las mordeduras.

En Chabaysh, ciudad situada a la orilla del Eúfrates que queda cerca de la zona pantanosa de Hawr al-Hammar, los campesinos han habilitado espacios para la vigilancia nocturna a fin de impedir que las serpientes ataquen su ganado.

«Estos últimos días nos hemos visto sorprendidos por la aparición de un número sin precedentes de serpientes que han huido de su hábitat debido a la sequía y al calor», dijo Wissam al-Assadi, uno de los veterinarios de la ciudad. «Las hemos visto en las carreteras, cerca de las casas, de los establos… Los campesinos han venido pidiéndonos vacunas pero no tenemos nada para darles».

La plaga de serpientes es la última consecuencia de la disminución, jamás experimentada con anterioridad, en el nivel del agua del Eufrates y el Tigris, los dos grandes ríos que durante miles de años han hecho posible la vida en las llanuras quemadas por el sol de Mesopotamia, cuyo mismo nombre significa en griego «entre ríos». Los ríos que hicieron tan fértil el seco suelo de Iraq están agostándose porque el suministro de agua, que siempre fluyó hacia Iraq desde Turquía, Siria e Irán, está siendo ahora retenido por presas y utilizado para regadío. Río arriba desde Iraq y sólo sobre el Eufrates, Turquía tiene cinco inmensas presas y Siria dos.

El desvío del agua de los ríos ha destruido ya una gran zona agrícola iraquí y las consecuencias de que Iraq esté muriéndose de sed pueden acarrear un gran desastre para el Iraq moderno, como ocurrió en el primer período islámico de Mesopotamia bajo los abásidas, tras la imposición excesiva de impuestos y el colapso de los sistemas de regadío. El avance del desierto ha provocado ya frecuentes tormentas de arena en Bagdad que hacen que tenga que cerrarse el aeropuerto. Pero este terrible cambio climático ha merecido poca atención fuera de Iraq, eclipsado por la violencia que siguió a la invasión estadounidense en 2003 y el derrocamiento de Saddam Hussein.

El colapso en el nivel del agua de los ríos ha sido vertiginoso, el volumen del agua en el Eufrates ha disminuido en tres cuartes partes en menos de una década. En 2000, la velocidad del caudal del agua en el río era de 950 metros cúbicos por segundo, pero este año ha caído hasta los 230 metros cúbicos por segundo.

En el pasado, Iraq almacenaba el agua en lagos tras sus propias presas, pero esas reservas están agotadas y ya no pueden compensar el déficit. A principios de mayo, las reservas totales de agua en todas las presas iraquíes eran de sólo 11.000 millones de metros cúbicos, comparado con los más de 40.000 millones de hace tres años. Una de las mayores presas del país sobre el Eufrates, en Hadiza, al oeste de Iraq y cerca de la frontera siria, albergaba hace dos años 8.000 millones de metros cúbicos pero ahora tiene tan sólo 2.000 millones.

Iraq ha hecho un llamamiento a Turquía para que abra las compuertas de sus presas. «Necesitamos que lleguen de Turquía al menos 500 metros cúbicos por segundo, el doble de lo que estamos recibiendo ahora», dice Abdul Latif Rashid, el Ministro iraquí de Recursos Hidráulicos. «Nos prometieron un extra de 130 metros cúbicos, pero eso fue tan sólo durante un par de días y lo necesitamos durante meses». Su ministerio está haciendo todo lo que puede, declara, pero las decisiones más importantes sobre el suministro de agua a Iraq deben tomarse fuera del país: en Turquía, en Siria y en Irán. «Además, llevamos cuatro años de sequía con menos de la mitad de las lluvias habituales», dice el Sr. Rashid.

Grandes zonas de Iraq que una vez fueron tierra agrícola productiva se han convertido ya en árido desierto. El Ministerio iraquí de Agricultura dice que entre el 40 y el 50% de lo que fue tierra agrícola en la década de 1970 está sufriendo ahora de desertificación.

La sequía, la guerra, las sanciones de Naciones Unidas, la ausencia de inversiones y la tala de árboles para combustible han exacerbado en conjunto la crisis, pero lo más grave es la falta de agua para regadío en el Tigris y el Eufrates. Por todo Iraq, los campesinos abandonan la tierra. A primeros de mes, campesinos y pescadores se manifestaron en Nayaf, una ciudad muy próxima al Eufrates, llevando pancartas en las que se demandaba al gobierno iraquí que insistiera para que los países cercanos dejaran llegar el agua.

«Los campesinos han dejado de plantar y ahora se encaminan hacia las ciudades para trabajar en algo que les permita ganar el sustento de cada día hasta que el agua vuelva», dice Ali al-Ghazali, un campesino de la zona.

«Pagamos nuestras semillas en la época de siembra pero o no recogemos nada o la cosecha es un desastre, pero la persona que nos vendió las semillas sigue queriendo su dinero». La provincia de Nayaf ha prohibido que sus campesinos cultiven arroz porque es una cosecha que necesita demasiada agua.

El descenso en el caudal de agua de los ríos ha reducido también su calidad. Las llanuras de la antigua Mesopotamia ofrecieron siempre abundantes cosechas a los antiguos sumerios. Desde Nínive, en el norte, hasta la Ur de los caldeos en el sur, el paisaje llano de Iraq aparece salpicado con las ruinas de sus ciudades. Llueve muy poco fuera de las montañas del Kurdistán y de la tierra que está inmediatamente debajo de ellas, por eso la agricultura ha dependido siempre del regadío.

Pero siglos regando la tierra sin drenarla adecuadamente ha provocado un aumento de salinidad en el suelo, haciendo que una gran parte de la misma se haya vuelto estéril. La escasez de agua en los ríos ha hecho que aumente velozmente el salitre, por eso la tierra del centro y sur de Iraq, que era muy productiva hace treinta años, se ha vuelto baldía. Incluso ha escaseado la lluvia que suele caer al norte de Iraq. En febrero, el gran río Zaab, uno de los principales afluentes del Tigris, que baja normalmente como un torrente, parecía un plácido arroyo que ocupaba menos de la cuarta parte de su lecho habitual. Las colinas que acompañan su curso, que deberían estar verdes, no ofrecían más color que un marrón polvoriento.

El pasado mes de abril, los expertos convocados en Sulemainiya por el Ministerio de Recursos Hidráulicos en una conferencia de tres días para tratar sobre la crisis del agua, describieron la situación de «tragedia».

Mohammed Ali Sarham, un especialista en agua de Diwaniya, al sur de Iraq, dijo: «Las cosas se nos están yendo de las manos: grandes franjas de tierra están convirtiéndose en desierto. Los campesinos abandonan el campo y se dirigen a la ciudad o a zonas cercanas a éstas. Estamos importando casi todo lo que comemos, aunque en la década de 1950 éramos uno de los pocos países en la región que exportaba cereal».

Los expertos recomendaron que, además de que Turquía deje llegar más agua, deberían hacerse grandes inversiones para optimizar el uso de vías fluviales como la del Tigris y el Eufrates. Pero el presupuesto de este año se ha recortado a la mitad, dice el Sr. Rashid, en 500 millones de dólares, debido a la caída de los precios del petróleo.

Las consecuencias del desastre agrícola en Iraq se aprecian de forma clara en las tiendas de frutas y verduras de Bagdad. Yassim Mohammed Bahadil, un frutero del distrito de Karada, dice que antes la mayor parte de lo que vendía venía de los huertos de los alrededores de Bagdad. «Pero, en la actualidad, las manzanas que compro vienen de EEUU, Francia y Chile; los tomates y las patatas de Siria y Jordania; las naranjas de Egipto y Turquía. Sólo los dátiles vienen de Iraq porque no necesitan mucha agua para medrar».

Enlace con texto original:

http://www.counterpunch.org/patrick06162009.html