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Reyes y dictadores de Medio Oriente avizoran con pánico una victoria chiíta

Pocos creen en Irak que las elecciones del domingo traerán paz y estabilidad al país

Fuentes: La Jornada

Bagdad, 28 de enero. Los musulmanes chiítas están a punto de heredar Irak en las elecciones que el domingo los llevarán al poder, por las cuales reyes y dictadores árabes de Me-dio Oriente temen que su liderazgo sunita se vea amenazado. La insistencia de Estados Unidos en estos comicios, que producirán un Parlamento mayoritariamente chiíta […]

Bagdad, 28 de enero. Los musulmanes chiítas están a punto de heredar Irak en las elecciones que el domingo los llevarán al poder, por las cuales reyes y dictadores árabes de Me-dio Oriente temen que su liderazgo sunita se vea amenazado. La insistencia de Estados Unidos en estos comicios, que producirán un Parlamento mayoritariamente chiíta que representará a la más grande comunidad religiosa de Irak, supuestamente resultarán también en una estrategia de salida para las asediadas fuerzas estadunidenses.

Sin embargo, el proceso parece destinado a cambiar el mapa geopolítico del mundo árabe en forma que los estadunidenses ja-más imaginaron. Para el presidente George W. Bush y el primer ministro Tony Blair, significará una enorme decepción, producto de la ley de consecuencias no intencionales.

En medio de toques de queda, cierres de fronteras y restricciones al traslado en todo el país, la votación en Irak comenzará el domingo bajo la amenaza de Osama Bin Laden, quien dictaminó que los comicios representan la «apostasía».

Los iraquíes en el extranjero comenzaron a votar hoy en Gran Bretaña, Estados Unidos, Suecia, Siria y otros países, y la participación era mucho menor de la esperada.

En Irak, los estadunidenses ya hablan de la posibilidad de masivos derramamientos de sangre el domingo, y las autoridades de inteligencia han advertido a su personal en la embajada en Bagdad que los insurgentes pueden haber «reservado» a sus atacantes suicidas durante las últimas tres semanas para perpetrar numerosos ataques contra casillas y oficinas electorales.

Afuera de Irak, los líderes árabes hablan ahora de la «creciente» chiíta que ahora pasará por Irán e Irak hasta Líbano -donde los chiítas son la mayor comunidad del país- por vía de Siria, cuya dirigencia alawita forma parte de la rama chiíta del Islam.

Los desvalidos chiítas de Medio Oriente, reprimidos por el imperio otomano, los británicos y los dictadores pro occidentales de la región que durante muchos años incluyeron a Saddam Hussein, muy pronto se convertirán en nueva y potente fuerza política.

El rey Abdullah de Jordania ha hablado de los peligros de una «república islámica en Irak», que podría crear «problemas no limitados por las fronteras iraquíes».

Aunque los partidos políticos chiítas han prometido que no exigirán una república islámica -sus discursos sugieren que no de-sean recrear una revolución iraní en su país-, su victoria inevitable en una elección que será boicoteada por la mayoría de los sunitas implica que este país será la primera nación árabe gobernada por musulmanes chiítas.

En la superficie, esto no se hará evidente. Iyad Allawi, ex agente de la CIA y primer ministro «interino» chiíta, está siendo apoyado masivamente para convertirse en el próximo gobernante, pero reyes y emires del Pérsico encaran esa perspectiva con trepidación.

En Bahrein, la monarquía sunita gobierna a la mayoría chiíta que protagonizó una mi-ninsurrección en los años 90. Durante mucho tiempo, Arabia Saudita ha tratado a su minoría chiíta con suspicacia y represión.

En el mundo árabe se dice que Dios favoreció a los chiítas musulmanes con petróleo. Estos viven encima de las más ricas reservas de petróleo de Arabia Saudita y de los mantos petroleros kuwaitíes. Con la sola excepción de Mosul, los chiítas iraquíes viven casi exclusivamente entre los masivos campos de crudo de su país. La riqueza petrolera de Irán está controlada por la mayoría chiíta.

¿Qué presagia esto para los potentados sunitas de la península Arábiga? La nueva Asamblea Nacional de Irak y el próximo go-bierno interino que ésta elija volverán poderosos a los musulmanes chiítas de la región, y los invitarán a cuestionar por qué ellos no participan en las decisiones de sus países.

Los estadunidenses temían originalmente que las elecciones parlamentarias en Irak crearan una república islámica chiíta, y por ello hicieron inevitables -e innecesarias- advertencias a Irán para que no interfiriera. Pero ahora su mayor temor es que sin elecciones 60 por ciento de la comunidad chiíta se uniera a la insurgencia sunita.

Así, la consulta del domingo es, para los estadunidenses, una estrategia de huida; un medio para lograr un fin, una forma de proclamar que, si bien Irak no se ha convertido en la democracia liberal y estable que prometieron crear, ha comenzado su camino hacia una libertad estilo occidental, por lo que las fuerzas estadunidenses son libres de marcharse. Son esperanzas infundadas.

Pocos en Irak creen que estas elecciones terminarán con la insurgencia, ya no digamos que traerán paz y estabilidad. Al celebrar elecciones para que voten los chiítas, que no combaten a los estadunidense, y en vista de que no votarán los sunitas, que sí los combaten, se agudizarán las diferencias en-tre las dos mayores comunidades del país.

Los kurdos votarán en elecciones do-bles, principalmente para garantizar su propia autonomía dentro de las fronteras de Irak, creadas por los británicos en 1920.

Mientras que Washington, a todas luces, no había previsto este resultado de su invasión, su demanda de «democracia» está moviendo las placas tectónicas de Medio Oriente en una nueva e incierta dirección.

Los estados árabes fuera de la «creciente» chiíta le temen más al nuevo poder político de esta comunidad que a una democracia genuina. No sorprende, por tanto, que el rey Abdullah haya advertido que el golfo Pérsico puede desestabilizarse y volverse «un desafío» para Estados Unidos. Esto también explica la actitud tolerante de Jordania con la insurgencia, cuyos líderes cruzan libremente la frontera jordana-iraquí.

Es falsa la aseveración estadunidense de que los jefes rebeldes se trasladan en secreto de Siria a Irak; los hombres que encabezan la insurgencia seguramente no viajan por el de-sierto sirio-iraquí, porque pueden cruzar «le-galmente» la frontera con Jordania.

La elección puede ser sangrienta. Podría producir un Parlamento tan sobrecargado de chiítas que los estadunidenses sentirán la tentación de «emparejarlo» con sunitas escogidos por ellos, quienes inevitablemente se-rían acusados de colaboracionistas.

En todo caso, se establecerá un poder chiíta en Irak, y el mundo árabe verá la gran ruptura entre sunitas y chiítas por primera vez desde la muerte del profeta Mahoma.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca