Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Miles de cristianos están huyendo de la norteña ciudad iraquí de Mosul en un intento por escapar de una campaña de asesinatos emprendida por extremistas islámicos que está aniquilando a una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo.
El gobierno iraquí enviaba ayer [12.10.08] a toda prisa a unos 1.000 policías hacia Mosul, una ciudad de mayoría sunní sobre el río Tigris, a 140 kilómetros al norte de Bagdad, para tratar de detener las matanzas que han provocado ya que alrededor de 4.000 cristianos escaparan de la ciudad la pasada semana, según declaró un funcionario.
» La violencia desplegada simboliza la campaña más feroz emprendida contra los cristianos desde 2003″, dijo Duraid Kashmula, gobernador de Mosul. «Entre los asesinados de los últimos once días había un doctor, un ingeniero y un discapacitado». En la noche del pasado sábado, al menos tres casas propiedad de cristianos fueron dinamitadas en el distrito Sukkar de Mosul, considerado como el bastión de Al Qaida en Iraq.
Desde el 28 de septiembre pasado, han sido asesinados veintiocho cristianos, lo que ha provocado el presente éxodo. La mayoría de los refugiados se están trasladando a los pueblos, escuelas y monasterios de confesión cristiana de Nínive, provincia de la que Mosul es la capital. «Lo hemos dejado todo detrás. Cargamos tan sólo con nuestras almas», dijo Ni’ma Noail, una funcionaria cristiana de mediana edad que ha encontrado refugio con sus tres niños en una iglesia de Bartila, un pueblo cristiano al este de Mosul. Añadió: «Los familiares de otras ciudades y amigos en Mosul, entre ellos varios musulmanes, me advirtieron para que escapara tras los recientes sucesos».
Ningún cristiano de la ciudad se siente ya seguro. La pasada semana, el propietario de una farmacia murió tiroteado por un hombre que llevaba el traje de policía y que le pidió su documento de identidad. Tradicionalmente, ha habido más cristianos en Mosul que en cualquier otra ciudad iraquí. La policía declara que este mes se han encontrado los cuerpos acribillados de otros siete cristianos, incluido un jornalero asesinado el pasado miércoles.
La comunidad cristiana de Mosul es una de las más antiguas del mundo y afirma haber sido fundada por Santo Tomás. Muchos pertenecen a las iglesias caldea o asiria pero, incluso antes de la actual oleada de asesinatos, el número de cristianos en la ciudad se redujo a la mitad, de 20.000 a 10.000, e incluso está cifra está ahora disminuyendo velozmente. En el mes de marzo, el arzobispo caldeo de Mosul, Paul Faraj Ranho, fue secuestrado después de celebrar misa y su cuerpo fue posteriormente hallado en una tumba poco profunda.
El primer ministro iraquí Nuri al Maliki declaró en el día de ayer que hará todo cuanto pueda para garantizar la seguridad de los cristianos, cuya comunidad alcanzaba en el país hace cinco años la cifra de 800.000 miembros aunque ahora ha descendido hasta 250.000. «Se han enviado dos brigadas de la policía nacional a las zonas cristianas de Mosul y se han cercado las iglesias para ponerlas a salvo», manifestó el portavoz del Ministerio del Interior Abdul-Karim Jalaf.
Los asesinatos sectarios en Mosul representan un contratiempo para los esfuerzos del gobierno iraquí a la hora de persuadir a los 4,2 millones de iraquíes que desde la caída de Saddam Hussein han huido de sus hogares de que ahora hay seguridad y se puede regresar. De la cifra citada, 2,2 millones se refugiaron en el extranjero, la mayoría en Siria y Jordania. Hasta ahora, sólo 20.000 familias, unas 120.000 personas han regresado, según Abdul-Jaliq Zanqana, miembro del comité parlamentario para los desplazados y las migraciones.
Algunos iraquíes que vivían en el extranjero han vuelto este año tras las proclamas del gobierno iraquí y de EEUU de que había mejorado la seguridad y las condiciones de vida, pero la mayoría no se queda mucho tiempo. «Mi padre volvió de Siria, donde ha estado viviendo desde hace tres años», dijo Sami Hamud Jalas, un taxista sunní de 39 años desde el oeste de Bagdad. «Pero se volvió a marchar pasadas un par de semanas por la carencia de electricidad, por los controles por todas partes y porque la situación sigue siendo aún peligrosa».
La seguridad es ahora mejor que en 2006-2007, cuando cada mes aparecían unos 3.000 cadáveres, a menudo mutilados por las torturas. Pero es todavía muy escasa comparada con cualquier otro país del mundo. Hay pocas zonas mixtas en Bagdad. Es muy peligroso que la gente trate de reclamar su casa si estaba en una zona sunní y ellos son chiíes, o viceversa. Una familia chií que volvió a su antigua barriada sunní en el oeste de Bagdad la encontró completamente vacía, faltaban los muebles, los enchufes y hasta los grifos. «Decidieron dormir en la azotea de la casa», recuerda Menas Mohammed Ibrahim, profesor de enseñanza secundaria. «Por la noche llegaron algunos sunníes y le cortaron la cabeza al marido, tirándola a la calle desde la azotea y le dijeron a su mujer e hijos: «Esto es lo que va a suceder con todos los chiíes que intenten regresar».
Los sunníes y chiíes que han vuelto no se les ocurre reclamar sus antiguos hogares sino que alquilan algún alojamiento en una zona de Bagdad donde predomine su comunidad. La capital continúa completamente dividida por muros de hormigón y controles que aumentan la seguridad pero paralizar las actividades normales.
Los iraquíes se muestran habitualmente muy irónicos con los esfuerzos de su gobierno para persuadirles de que hay que volver a la vida normal. La mayoría de los altos cargos del gobierno viven en la muy fortificada Zona Verde, protegidos por tropas estadounidenses y con suministro permanente de electricidad y agua potable, algo imprescindible hoy día debido al brote de cólera. «Dicen que la seguridad es buena porque están escondidos detrás de barreras de hormigón», dice Salman Mohammad Yumah, profesor de enseñanza primaria de 31 años. «No saben nada de lo que pasa realmente. Sólo salen a la calle metidos en convoyes blindados».
Se culpa a Estados Unidos por el asesinato de un importante parlamentario chií
Un poderoso miembro del parlamento iraquí que es leal al clérigo anti-estadounidense Muqtada al-Sadr murió en Bagdad a finales de la pasada semana en un asesinato cuidadosamente planificado.
Una bomba escondida en un agujero en la calle explotó cuando el convoy que llevaba a Salehal Auqaeili y a otros diputados pasaba por un control del ejército iraquí cerca de Ciudad Sadr. Es probable que el asesinato lo ejecutara la Organización Badr, el ala armada del otro importante partido chií, el Consejo Supremo Iraquí de Iraq, que es desde hace mucho tiempo rival de los sadristas.
El Sr. Auqaeili era un antiguo miembro del bloque sadrista compuesto por 30 miembros en el parlamento, de entre un total de 275 diputados. La competencia entre los partidos políticos de la mayoritaria comunidad chií se ha ido haciendo cada vez más feroz en este período preparatorio de las elecciones provinciales que deberán celebrarse el próximo año.
El asesinato del Sr. Auqaeli, un antiguo profesor de 37 años, puede bien provocar una venganza de los sadristas, que todavía son una fuerza poderosa, especialmente en Ciudad Sadr, de donde este año Muqtada al Sadr retiró su milicia del Ejército del Mahdi. En las últimas semanas, se han encontrado por la zona los cadáveres de varios miembros de la milicia Badr.
Los sadristas están también acusando a EEUU de estar detrás del asesinato debido a la oposición de su movimiento al pacto de seguridad entre EEUU e Iraq. «Las fuerzas ocupantes nos enviaron un mensaje a través de ese ataque debido a nuestra postura contra el acuerdo», dijo Ahmed al-Massudi, un portavoz sadrista.
Otras dos personas murieron en la explosión. Falah Hassan Shanshal, que iba en el mismo convoy de los hombres que murieron, dijo que el grupo tuvo sospechas cuando vieron que había tan poco tráfico por la zona, normalmente atestada. «Hacemos responsables a las fuerzas de seguridad de este ataque», dijo. «Deberían responsabilizarse de la seguridad de la ciudad».
El asesinato es parte de una pauta de asesinatos muy profesionalizados que se han convertido en algo normal, sustituyendo a las asesinatos masivos de hace dos años. También hay frecuentes ataques contra los pocos sunníes y chiíes que retornan a sus antiguos hogares. Nueve personas que en dos ciudades situadas al sur de Bagdad habían intentado volver fueron asesinados ayer, incluida una pareja sunní con sus tres niños.
Enlace con texto original:
http://www.counterpunch.org/patrick10132008.html