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Política y Ciencia en la investigación de salud pública posbélica

Fuentes: Uruknet

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

Durante mi mandato como director del programa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Iraq entre 2001 y 2003, esta organización, junto con otros organismos, conocía los informes sobre tasas anormales de problemas de salud como el cáncer y los defectos congénitos en el sur de Iraq. En la Guerra del Golfo de 1991, los combates se concentraron en el sur y de manera notable, los informes sobre enfermedades eran mucho más frecuentes en esa región. Una década después y habiendo dejado pasar demasiado tiempo, el Ministerio de Salud iraquí ha llevado a cabo un estudio sobre la prevalencia de malformaciones congénitas en colaboración con la OMS; sin embargo sus resultados provisionales han desconcertado a los observadores.

La capacidad institucional que finalmente ha permitido que se lleve a cabo el estudio debería haberse desarrollado con fondos del Programa Petróleo por Alimentos (OFP, por sus siglas en inglés) en 2001. El dinero del Programa resultaba necesario porque el costo de la labor propuesta superaba el presupuesto ordinario de la OMS para Iraq en aquel momento. Por desgracia, todos los proyectos financiados a través del Programa Petróleo por Alimentos fueron objeto de un complejo proceso que requería la aprobación final del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De manera frustrante, todo proyecto que propuso investigar las tasas anormales de malformaciones congénitas en el sur de Iraq y su relación, en su caso, con la contaminación del medio ambiente, nunca consiguió pasar el proceso de aprobación del Consejo de Seguridad.

Antes de la invasión de 2003, el cinismo demostrado por algunos Estados miembros del Consejo de Seguridad hacia los problemas de salud tras los conflictos en el sur de Iraq resultaba abominable. Tras el cambio de régimen, la actitud de la Autoridad Provisional de la Coalición acabó por añadir al cinismo la arrogancia. Los fondos del Programa Petróleo por Alimentos pertenecían al pueblo iraquí pero el Consejo de Seguridad respondió con poca celeridad a cualquier intento de liberar fondos iraquíes para financiar la investigación sobre el legado de los conflictos en las tasas de cáncer en el sur.

Puede que la sensibilidad política sobre el legado de la utilización de municiones con uranio empobrecido haya ayudado a catalizar las objeciones del Consejo de Seguridad a investigar sobre el legado del conflicto en la salud pública. Las estimaciones recientes sobre los costes de gestionar los sitios que se sabe están contaminados con uranio empobrecido alcanzan a decenas de millones de dólares; sin embargo, al centrarse exclusivamente en el uranio empobrecido se corre el riesgo de ignorar muchos otros factores de riesgo medioambiental.

Ha pasado una década desde la caída de Sadam Husein y muchos restos tóxicos de la guerra siguen presentes en el medioambiente. Cuando en 2003 llegó la guerra a las áreas donde la gente vivía, trabajaba y jugaba, los riesgos de exposición de los civiles a toda contaminación de origen militar, fueran metales pesados, residuos de explosivos, escombros, humos y contaminantes se incrementaron notablemente.

El informe provisional del Ministerio de Sanidad iraquí, que se publicó sin publicidad en la página web de la OMS el 11 de septiembre, era muy esperado a fin de confirmar que las tasas de malformaciones congénitas en Iraq no sólo eran elevadas sino que eran superiores en las zonas que padecieron fuertes combates en 1991 y 2003. En su lugar, informaba de lo contrario -que tasas de ciudades como Faluya y Basora están alrededor de la mitad de las propias de países con un elevado índice.

Extrañamente, los resultados provisionales del estudio contradicen los informes constantes de profesionales médicos en todo Iraq. También contrastan marcadamente con las opiniones expresadas por los funcionarios del Ministerio de Salud [de Iraq] entrevistados por la BBC a principios de este año. En su opinión, existe una relación clara entre las áreas sometidas a fuertes combates y una mayor incidencia de malformaciones congénitas. De confirmarse, estos resultados podrían tener consecuencias políticas importantes no sólo para Iraq sino para la salud pública postbélica en general. Como consecuencia, el estudio ha recibido una atención considerable: más de 53.000 personas han firmado una petición en Change.org que reclama la publicación de los datos del estudio y una revisión científica externa e independiente.

Algunos expertos [1] ya han cuestionado la metodología del estudio y la firmeza del proceso de revisión externa -muy recientemente en la respetada revista médica The Lancet. Los críticos han cuestionado la decisión de llevar a cabo una encuesta por hogares en vez de cotejar los registros hospitalarios y han achacado a los anónimos autores la falta de información sobre los criterios de selección de las zonas incluidas en la encuesta.

Aunque el informe provisional reconoce ciertas limitaciones, la inestabilidad en curso en Iraq y la naturaleza intensamente política del estudio plantean una preocupación ante la politización de la investigación. Creo que la única manera de resolver este tipo de problemas y garantizar el mejor resultado para el pueblo iraquí es que el Ministerio de Salud y la OMS sean más transparente de lo que han sido hasta ahora. La historia de la investigación en salud pública iraquí ofrece lecciones que hay que aprender.

La politización de la investigación sobre salud pública de Iraq bajo el Programa Petróleo por Alimentos debe servir como recordatorio de que la OMS no es más que un reflejo de la voluntad colectiva de sus Estados miembros. Esta voluntad colectiva está muy frecuentemente influenciada por las naciones que ejercen el poder internacional y, aunque la estructura de la OMS no necesariamente refleje tal influencia, las decisiones que aplica ciertamente lo hacen.

Es muy poco probable que la OMS, en tanto que organización profesional, haya tratado de bloquear o minimizar la investigación en algún momento. Sin embargo, está claro que los desequilibrios que existen en su financiación, en particular para los proyectos de salud pública que superan los presupuestos regulares asignados al país, están expuestos a la influencia de los Estados. En un sistema en el que la financiación por parte de los Estados miembros es tan dispar, es obvio que quienes influyen en los fondos influyen en los gastos.

La agencia sigue desempeñando un papel fundamental a nivel internacional, por ello es importante que la OMS sea transparente en todos los casos pues así se creó en su constitución. La necesidad de transparencia es especialmente crucial en la investigación sobre salud pública posbélica, y la OMS tiene un papel importante que desempeñar para garantizar que sus socios de investigación persiguen la ciencia de manera abierta y determinada.

El pueblo de Iraq, al igual que todas las comunidades atrapadas por la guerra, tiene derecho a saber si la contaminación del medio ambiente como consecuencia de los conflictos representa una amenaza a largo plazo para su salud. Sus gobiernos, y los de los Estados que han contribuido a los daños, comparten una obligación con la comunidad internacional en su conjunto para garantizar que la protección de los civiles durante los conflictos y después sigue siendo primordial.

Nota:

1.- Véase en inglés, de Paola Manduca:»Determined to ignore reality? Questions that the Iraqi Ministry of Health-WHO report didn’t ask», en http://www.middleeastmonitor.com/articles/middle-east/7847-determined-to-ignore-reality-questions-that-the-iraqi-ministry-of-health-who-report-didnt-ask [Nota de la traductora].

Fuente orioginal: http://www.huffingtonpost.co.uk/neel-mani/iraq-politics-and-science_b_4098231.html a través de Uruknet.