Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
No había estado en mi patria, Iraq, desde el otoño de 2004, fecha en que empezaron los asesinatos de tantas mujeres iraquíes con alta capacitación profesional, incluida una de mis mejores amigas. En el mes de febrero pasado, viajé al país para visitarlo junto al valeroso equipo iraquí de Women for Women International -que, desde 2003, ha estado trabajado con unas 4.000 mujeres-. También quería entrevistar a las mujeres que participaron en el estudio que esta semana ha publicado nuestra organización.
El «Stronger Women, Stronger Naciones: 2008 Iraq Report» preguntó a más de 1.500 mujeres iraquíes lo que pensaban sobre la situación de su país cinco años después de la invasión estadounidense y cuáles eran sus esperanzas y sueños para el futuro. Durante mi visita, me encontré con un país destruido, inundado de muerte y temor. Un país en el cual el estatus de las mujeres había retrocedido hasta niveles inimaginables en muchos aspectos. Pero, a pesar de todo, las mujeres siguen adelante luchando y pidiendo seguridad, puestos de trabajo y unidad nacional. Quizá es hora ya de que el mundo escuche lo que tienen que decir.
Averiguamos que, de las mujeres entrevistadas este año, sólo el 27% se sienten optimistas respecto al futuro, comparado con el 90% que manifestaron optimismo en un estudio similar que realizamos en 2004. A nivel personal, no sabía lo que eso significaba hasta que escuché las noticias sobre un lugar muy importante para mí. Hace cuatro años, estuve en Bagdad celebrando la boda de mi hermano en la casa de nuestra familia. Una de las primeras cosas que escuché ahora, camino del aeropuerto a la ciudad, fue que esa casa había sido tomada por una de las milicias.
El colega que me había recogido se volvió hacia mí en el coche y me dijo: «Zainab, ¿recuerdas la canasta de baloncesto que tu familia colocaba en el callejón frente de tu casa? La milicia Al-Mahdi ha estado utilizando el poste de la canasta para ejecutar sunníes». No podía dar crédito a lo que me estaba contando «Zainab», continuó, «he visto cada día decenas de cuerpos tirados frente a tu casa después de haber sido asesinados. Cada día, aparecía un nuevo cuerpo colgando del poste de baloncesto. Tu casa se ha convertido en un centro donde se ejecuta a la gente». Estuve a punto de vomitar. Todos los recuerdos de mi infancia estaban guardados en esa casa. Todos los recuerdos de mis risas, lágrimas, penas, temores, amor y alegría han sido violados. De repente comprendí los resultados de nuestro estudio sobre el optimismo. Supe por qué el 89% de las entrevistadas creían que alguien de su familia moriría asesinado al año siguiente.
Ya no pude reconocer Bagdad. Cada barriada está ahora controlada por una milicia diferente. Jamás habíamos hablado de sunníes y chiíes como ahora lo hace todo el mundo. Nunca pudimos imaginar que nuestro país podría dividirse en federaciones en función de líneas sectarias. Nunca tuvimos tantos símbolos religiosos como tenemos ahora en la ciudad, tantos que un visitante que llegue allí por vez primera no podría creer que Bagdad fue una vez una ciudad laica donde se respetaba y consideraba la religión como algo que formaba parte de la vida privada de sus ciudadanos pero que no definía públicamente a la ciudad.
Incluso más allá de Bagdad, el 89% de las mujeres pensaban que era algo malo separar al pueblo iraquí en líneas étnicas/religiosas/sectarias. Aunque el 72,7% de las mujeres manifestaron que en el futuro habría un Iraq unificado con un gobierno central en Bagdad, sólo el 32,3 de las mujeres pensaban que pudiera de hecho lograrse en un plazo de cinco años.
Cuando viajé por el país, pegunté a las mujeres qué era lo que querían para el futuro de Iraq. Una mujer, Shaza, explicó: «Si yo fuera el presidente del país, lo primero que haría sería pedir a los estadounidenses que se marcharan. Después, consideraría la prioridad más urgente que todo el mundo tuviera para comer, pondría fin a la pobreza y crearía puestos de trabajo. Y, en tercer lugar, me centraría en la educación. No podremos tener una democracia auténtica si no educamos a la gente para que luche por ella». Cuando les pedí a las mujeres que explicaran más su postura sobre la presencia estadounidense en Iraq, una mujer, Amira, explicó que los estadounidenses «Nos dieron algo pero nos quitaron otra cosa. Nos dieron libertad y nos quitaron la seguridad… pero si tuviera que elegir, elegiría la seguridad».
Las discusiones acerca de la seguridad han venido dominado la cobertura que los medios estadounidenses hacen de Iraq, que muy raramente recogen las realidades económicas, sanitarias y educativas del país. Las mujeres que entrevisté se quejaban sobre todo de la falta de oportunidades y del calvario económico que como consecuencia de ello tenían que enfrentar cada día. Esta opinión recogía los resultados de nuestro estudio, donde el 67% de las mujeres entrevistadas se quejaban de la falta de empleos en el país. Esta realidad se agrava por el incremento de los gastos diarios de todo tipo, fuel, tratamientos médicos e incluso comida.
Cuando Saba, una hija de 18 años de una integrante del equipo iraquí de Women for Women International, recibió un tiro camino de su facultad en diciembre de 2007, la familia tuvo que pagar unos 800 dólares sólo por la sangre y las medicinas básicas que necesitó al permanecer un día en un hospital iraquí. La joven estuvo en el hospital unas 24 horas envuelta en una manta empapada en sangre. Todavía hoy sigue paralizada desde el cuello hasta los pies. Cuando Saba narra la historia, sus ojos se llenan de lágrimas. «¿Por qué me he quedado paralizada? No tengo nada que ver con la política. No tengo nada que ver con nada. Trataba simplemente de finalizar mis estudios y de vivir mi vida». Las noches de Saba están pobladas ahora de pesadillas. Y el llanto de Saba recoge el de tantas mujeres en Iraq, donde se estima que hay dos millones de viudas y madres de alrededor de seis millones de huérfanos, esas cifras en una población que era, antes del comienzo de la invasión, de alrededor de 27 millones. (*)
Este 8 de marzo marca el 100 aniversario del Día Internacional de la Mujer. En este histórico día, les pido que recuerden a las mujeres que luchan en Iraq y en todo el mundo en aras de la paz. No se puede hablar de un futuro Iraq estable, económicamente próspero y democrático sin escuchar lo que las mujeres tienen que decir. Es hora de escuchar lo que las mujeres iraquíes manifiestan sobre sus realidades económicas, políticas y sociales y sobre el futuro del país. No podemos hablar de construir naciones fuertes, ninguna nación, si no nos aseguramos de que apoyamos a las mujeres fuertes. Mujeres fuertes crean naciones fuertes. Y no podemos hablar de construir un Iraq fuerte si las mujeres continúan siendo asesinadas y oprimidas y se les impide expresar sus puntos de vista sobre el futuro del país. Lo repito una vez más, es hora de escuchar lo que las mujeres tienen que decir.
N. de la T.:
(*) Sobre las cifras relativas a la población de Iraq, véase en Rebelión el artículo de la Sra. Layla Anwar: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=54463
Enlace con texto original en inglés:
www.huffingtonpost-com/zainab-salbi/please-listen-to-the-wome_b_90280.html