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Por qué Estados Unidos pierde en Iraq

Fuentes: El Corresponsal de Medio Oriente y Africa

La legitimidad es un concepto central, aún poco estudiado en la política mundial. Déjeme darle un ejemplo de cómo funciona en nuestra vida cotidiana. Si yo cogiera un palo de forma amenazante y saliera afuera de mi universidad donde doy clases corriendo alrededor del campus gritando que soy un académico, muy poca gente se convencería […]

La legitimidad es un concepto central, aún poco estudiado en la política mundial. Déjeme darle un ejemplo de cómo funciona en nuestra vida cotidiana. Si yo cogiera un palo de forma amenazante y saliera afuera de mi universidad donde doy clases corriendo alrededor del campus gritando que soy un académico, muy poca gente se convencería de que efectivamente soy un académico. Lo que necesito para alegar ese rol es el reconocimiento de mis semejantes, colegas y estudiantes. La legitimidad nunca se construye en el aislamiento. De la misma manera, imponer un orden legítimo en Irak, requiere el reconocimiento de los actores constituyentes del gobierno iraquí, de kurdos, shiitas, sunnitas, turcos, cristianos, sirios, del Ejército Mahdi, de la Brigada Badr, del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak (SCIRI), de los líderes tribales, de los restos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el Norte, y también de aquellos movimientos insurgentes que podrían estar dispuestos a negociar. Si hay una lección para aprender de los últimos cuatro años, es que los iraquíes no escucharán a ningún norteamericano que tenga un palo en la mano.

Un complejo rival

Debe ser una gran sorpresa para los analistas y estrategas que planearon la invasión de Irak, el hecho de que la alianza entre Estados Unidos y el Reino Unido esté perdiendo la guerra (mientras se escriben estas líneas las fuerzas británicas se retiran de Basora). ¿Por qué son incapaces sus apabullantes fuerzas militares de controlar la violencia de unos pocos, militarmente inferiores? Una de las razones es que Estados Unidos no está combatiendo simplemente a un enemigo físico, sino que se trata de una lucha contra molinos de viento con tres ideologías destacadas penetrando en la vasta región de Asia Occidental: el neo-fundamentalismo wahabita, el ultranacionalismo árabe y el revolucionarismo shiitaí. En Irak se personifican respectivamente por movimientos terroristas del tipo Al Qaeda, por los vestigios de la dictadura baazista de Saddam Hussein, y por los oprimidos de la sociedad iraquí como el Ejército Mahdi que lidera Moqtada al-Sadr.

A pesar de sus diferentes agendas, las tres corrientes ideológicas trazan el sustento de la lucha por la independencia contra la dominación extranjera en los mundos musulmanes poscoloniales. De este modo convergen en una cuestión fundamental: que la guerra civil y la violencia total es preferible a la dominación extranjera.

Con facilidad, los analistas militares y los eruditos de las relaciones internacionales se abstraen de estos factores conceptuales a favor de los análisis de la bruta alternativa racional. Desde esta perspectiva, la relación de cifras en Irak tiene sentido. Si los rebeldes exceden en números, el argumento sirve, se rendirán eventualmente ante la apabullante fuerza. Pero ésta no es la lógica que define la anarquía de Irak. La auténtica lucha y la percibida dominación imperial es una poderosa institución en el Asia Occidental, así como en gran parte del mundo islámico. Siempre se podrá reclutar gente bajo este anuncio, especialmente si la batalla está impregnada de poderosos símbolos nacionalistas y religiosos. Esto es lo que hace posible, en primer lugar, la política de reclutamiento de los movimientos tipo Al Qaeda y los vestigios baazistas: una almagama de diferentes movimientos que se han unido para combatir al invasor y al orden ilegítimo que preside.

En defensa de la historia

A lo dicho, debe añadirse que para girar la marea contra la rebelión, es la misma estructura conceptual de Asia la que necesita ser cambiada, ya que los sentimientos árabes ultranacionalistas y neofundamentalistas tienen reclamo transnacional, lo que explica por qué hay tantos extranjeros combatiendo la presencia norteamericana en ese país. Cambiar esa estructura conceptual significará aceptar el fracaso de la iniciativa de democracia de Medio Oriente, encabezada por el Departamento de Estado. En último término, significaría sustituir a aquellos que hoy dominan la región por otros tales como Al-Afghani, Ridha, Al-Husri, Aflaq, Al-Banna, Shariati, o a la filosofía política de Ibn Taymiyya o Ibn-Hanbal. Para muchos lectores del mundo anglosajón, estas personalidades no son familiares, pero para los pueblos de Asia Occidental forman parte insustituible de la conciencia histórica.

Retirada de las tropas

Ante la ausencia de un método mejor para borrar la historia de los últimos años en Asia Occidental, la única opción lógica es retirar las tropas estadounidenses de Irak. Primero, quebraría el consenso entre los fieles a Saddam y los terroristas de Al Qaeda, porque no habría un enemigo extranjero al que hacer frente común. Segundo, garantizaría al cuasi Estado iraquí la legitimidad que necesita para combatir la insurgencia sin ser culpados de atacar en representación de lo que se percibe como fuerza ocupante. Si se fracasa en esta tarea, es un indicador de que no se tienen los suficientes recursos. En ese caso, tendría que perecer para ser sustituido por un Estado con el suficiente respaldo como para hacerse cargo y estabilizar el país. Tercero, para Estados circundantes sería algo más difícil mantener una guerra de poder; resultaría más fácil respaldar rebeliones contra lo que se percibe como una ocupación ilegal, que contra un auténtico orden iraquí.

Un legado perturbador de esta guerra es que ha creado discontinuidad en la consciente histórica de los iraquíes, y los relega a alimentar su relato nacional orgánico. La invasión de Irak, en otras palabras, ha llevado a la suspensión de la historia en ese país, a la suspensión del relato nacional que mantenía la construcción iraquí unida. Este relato sólo puede ser reescrito una vez que autoricen a los iraquíes para creer que está en sus manos la historia y que son los únicos que escribirán los próximos capítulos de ella. En síntesis: el retorno del mandato histórico a Irak comenzará el día en que se desvanezca el mandato norteamericano sobre el país.

La fuente: El autor es profesor de política en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres profesor en las Universidades de Oxford y Cambridge. Es autor de «La política internacional en el Golfo Pérsico: una Genealogía Cultural» (Routledge, 2006) y de «Irán en la política mundial: la cuestión de la República Islámica» (Hurst & Co., 2007). Estudió en las Universidades de Hamburgo y Cambridge. Su artículo se publica por gentileza de Safe Democracy Forum (Foro para un Mundo en Democracia).